Mi nombre es Thomas Gris.

Hago esto no porque disfrute hacerlo ni porque tenga planeado volver a leerlo en unos cuantos a?os más adelante para evocar a la nostalgia (lo cual comúnmente suele ser el objetivo de un diario), pues se muy bien que no habrá recuerdo alguno que quisiese desenterrar de esta maldita etapa de mi vida... La secundaria.

En realidad hago esto con la esperanza de que estas memorias puedan ayudar a aquellos excepcionales estudiantes que, tal como yo, ahora mismo su intelecto, habilidades y enorme potencial se encuentran siendo reprimidos por aquel infierno de cuatro paredes. Estoy seguro que muchos se sentirán identificados conmigo, cuando les confiese que no he conocido individuos mas idiotas, enfermos y sobre todo inmaduros que los que transitan por los concurridos pasillos de una escuela secundaria. Y de cierta forma creo comprender el porqué. Pero en fin, eso es algo que discutiremos después, ya que ahora mismo siento la urgencia de comenzar con esto para poder terminarlo cuanto antes...

Primer día:

Querido diario.

Como es usual, me senté en la parte de atrás del autobús, no solamente porque eso me hace sentir aislado de esas personas que tanto detesto, sino porque además los rebotes del camión provocados por el imbécil del chofer me ayudan a terminar de despertar.

Por desgracia ni siquiera mi forzado auto-aislamiento fue suficiente para retrasar el encuentro con una de las razones que más me han hecho cuestionarme la existencia de materia gris en la secundaria... Spike.

Un desagradable tipo gordo, de tez tan blanca como el papel y con las mejillas infladas como globos. Una apariencia asquerosa que hacia justicia tanto a su intelecto como personalidad.

-Hey, Tom!- Gritó desde uno de los asientos ubicados en el centro, haciendo que los adormilados compa?eros giraran sus cabezas con curiosidad.

- ?qué es enano, gris y virgen?

Todos en el autobús rieron, por supuesto era obvio que se refería a mi. Algunos rieron ente dientes, otros de forma mas descarada soltaron una carcajada monosilábica. Yo estaba demasiado so?oliento y fastidiado como para razonar demasiado en las consecuencias que traería mi respuesta.

-?Tu cerebro?-

Las risas y exclamaciones de burla estallaron, sin embargo se desvanecieron tan rápido como vinieron cuando el gran y gordo Spike se levantó de un brinco, lanzando miradas amenazantes a su alrededor. Su regordeta cabeza recorrió cada esquina del autobús haciendo que una por una, las risas se desvanecieran hasta que todos quedaron en completo silencio. Luego, sus enormes ojos enrojecidos (probablemente a causa de una borrachera el día anterior) se posaron en los míos, y segundos después caminaba hacia mí dando tan tremendos pasos que recuerdo haber brincado al ritmo de ellos sobre mi asiento... Mierda.

La clase del se?or Shaggy fue tan aburrida como la del a?o pasado. La historia de las olimpiadas de la risa era algo que ya había repasado en vacaciones, así que no fue ninguna novedad para mi. El ojo derecho me seguía palpitando, y el hielo con el que lo presionaba no parecía lograr ninguna mejoría.

Decidí entonces, para distraer un poco el dolor, fijar mi atención en la única persona que valía la pena contemplar en aquella mugrienta aula... La encantadora Bianca. Una muchacha albina, de cara afilada y hermosos ojos azules. Una belleza de mujer en verdad, aunque lamentablemente, y me apena confesarlo, igual de tonta que el resto.

Ese día, el hijo de puta de Butch la cortejaba entregándole un ostentoso ramo de rosas, mientras ella entre risitas coquetas le besaba la mejilla.

Butch era el hijo de un importante inversionista de la ciudad, por lo que el dinero, los autos y las mujeres sobraban en su vida. Era en verdad un cretino egocéntrico, sin embargo era el único de allí que podría considerar mi amigo. O eso creo, porque a pesar de que ya le había confesado mi interés por Bianca él la seguía cortejando en mis narices.

Después de despedirse entre gui?os y risitas, Butch me volteó a ver con un expresivo semblante de sorpresa, obviamente debido al estado de mi pobre ojo.

-Hahahahaha! De verdad te pasaste esta vez, ya sabes que no puedes joder a Spike y tú aún así...

-Déjame en paz, ya es bastante malo que media escuela se haya enterado.- suspiré enfadado, girando sobre mi asiento para que el idiota de Butch dejara de mirarme.

-?Sólo media escuela?, todo el mundo habla de eso! Bianca dice que casi sales volando por la ventana trasera del camión! Hahaha

Si, eso era lo que me faltaba. Bianca, mi amor platónico, había sido testigo del acontecimiento humillante de la ma?ana.

-No, en realidad eso no... Bianca dijo eso?

Pero nuestra conversación fue entonces interrumpida por el se?or Shaggy, quien pronunció un sonoro "?ATENCI?N!" que hizo que todas las miradas se posaran en el curioso individuo parado a su izquierda. Un muchacho de baja estatura (quizá 20cm menos que yo, a decir verdad), de cabello casta?o, ojos grandes y cafés que traía puesta una chamarra color crema. El sujeto sonreía, mirando a su alrededor con curiosidad.

-Les presento a su nuevo compa?ero, Jeremy Brown.-

-Pueden llamarme Jerry.- Interrumpió sonriente el muchacho.

-A partir de hoy estudiará con nosotros –continuó el se?or Shaggy -así que por favor les pido que lo hagan sentir en casa. ?Hay algo que quieras compartir con tus compa?eros antes de que continuemos con las clases?

El peculiar muchacho entonces miró al se?or Shaggy con sus grandes ojos, y sonriendo ampliamente respondió:

-Claro! Quisiera compartirles esto...-

Lo que pasó después tomó a todo el mundo por sorpresa. El chico había extraído de su bolsillo lo que parecía ser una... Dinamita?!

Todos dieron un salto involuntario hacia atrás con estupefacción. Yo me erguí sobre mi pupitre, recorriéndome lo más posible hacia atrás, todo ello en un único movimiento... Las cosas que explotan provocan en mí un sentimiento de profundo terror, he de admitirlo.

El se?or Shaggy no tuvo una reacción menos escandalosa. Al ver la dinamita soltó un grito ahogado y al igual que el resto retrocedió unos pasos de forma veloz y salvaje hasta topar con el escritorio, pero rápidamente pareció recordar su posición de supuesta autoridad y trató de recuperar la compostura.

-Pe...pe..pero joven! Qué rayos cree que está haciendo?! Suelte eso en este instante!

Dijo el asustado profesor, se?alando temblorosamente al explosivo con su dedo índice, apoyándose en su escritorio con la otra mano.

-No se preocupe maestro, no pasa nada mientas no prenda la mecha. Mi tío trabaja en una compa?ía de explosivos muy famosa. Pensé que a mis nuevos compa?eros les gustaría conocer de primera mano una dinamita real, así que traje ésta!- respondió sonriente, alzando el endemoniado objeto para que todos pudieran verlo.

Todos en el salón observaban con curiosidad aquel cilindro rojizo. Algunos se habían animado a acercársele para verlo mas de cerca. Yo por mi parte, aun encogido en mi pupitre con recelo, encajaba las u?as en los brazos de madera del mesa-banco con nerviosismo, deseando con toda mi alma que guardara esa maldita cosa de una vez. Al parecer mi reacción fue demasiado notoria, pues pronto sentí caer sobre mí la mirada de aquel lunático, quien al parecer le divertía verme sumido en aquel terror. El bastardo sonrió.

-Aunque si me lo preguntan, una demostración como esta resulta ser bastante aburrida si no se hace completa.- Dijo gui?ando un ojo.

Acto seguido, sacó un encendedor de su bolsillo, lo encendió y en un movimiento rápido prendió fuego a la mecha. Todos reaccionaron de forma histérica, algunos soltando una que otra maldición como en el caso de Butch, otros simplemente dejando escapar un grito de nervios, pero más de la mitad de mis compa?eros de clase comenzaron a correr en círculos desesperados, tumbando mesas, sillas y todo lo que se topara con su camino. El se?or Shaggy terminó encima de su escritorio en posición de gatas, gritando con absoluto pánico, y yo... Bueno, yo estaba aterrado.

Lo siguiente que sucedió fue tan traumático y espeluznante que con sólo recordarlo las manos comienzan a temblarme.

Jerry se quedó mirando la dinamita encendida en sus manos como si estuviera esperando algo, y cuando la mecha había llegado a la mitad de su recorrido la tomó en una mano y tal como lo haría un jugador de béisbol, cerró un ojo, sacó la lengua y la lanzó en perfecta curva directo hacia mi.

Lo único que me es posible recordar, es que cuando aquella cosa se detuvo justamente en la mesa de mi pupitre yo no corrí. No porque no estuviera asustado, sino porque me quedé quieto, sumido en un estado shock. Recuerdo que simplemente permanecí allí, con mi ojo bueno bien abierto y el ce?o fruncido mirando directamente a la mecha consumiéndose. Levanté las manos, con las palmas abiertas en forma de garra, dejando caer el hielo que estaba sujetando. Apreté los dientes, arqueé la espalda y sentí como mi respiración se detuvo por momentos. Cerré ambos ojos arrugándolos con fuerza.

Después de unos segundos llenos de completa agonía, no escuché ningún bum! Pero sí un eco de risas, que pronto invadieron por completo el lugar.

Abrí los ojos con lentitud y miré hacia donde estaba el explosivo. La endemoniada cosa no había explotado. Sin embargo, la puta broma de aquel maldito había detonado algo peor en mi ese día.

Jerry caminó hacia mi lugar y tomó la dinamita. Luego, ante el asombro de todos, la partió a la mitad, revelando un cilindro completamente hueco.

-Esta dinamita es falsa. Y el verdadero empleo de mi tío consiste en administrar una franquicia de artículos de broma.- Exclamó mientras se inclinaba, escenificando a un mago haciendo una reverencia después de haber hecho su acto. –Espero que podamos llevarnos bien, la verdad me encanta hacer amigos.-

Pronto el muchacho se vio rodeado de gente que animada reían y bromeaban sobre lo ocurrido. Incluso el se?or Shaggy, recuperado de su ataque inicial, ya se encontraba platicando casualmente con el endemoniado chico.

-Lo siento amigo, ?te asusté?- Me preguntó con una estúpida sonrisa en sus labios. En respuesta a mi silencio, comenzó a reír. Recuerdo que su risilla era irritante y aguda, chocante... Tal como la de una rata.

Yo seguía en mi sitio, ahora con las u?as enterradas en los costados del mesa-banco, mirando completamente enfurecido al maldito enano. Quería golpearlo, matarlo! Y las burlas a mi alrededor no cesaban, lo cual definitivamente no me ayudaba a recuperar la calma.

?Qué pasa Tom?, no me digas que vas a llorar, ooh pobre bebé!-

Cuando giré la mirada para averiguar quién había hecho el denigrante comentario, no pude evitar sentirme profundamente avergonzado al darme cuenta de que provenía de nada mas y nada menos que de la bella Bianca. El rubor cubrió mi rostro, al igual que la ira, la cual trataba de contener con la ayuda de pesadas y prolongadas respiraciones. Después volví a mirar al enano casta?o que aún continuaba riendo frente a mi...

-Oh vamos, ?de verdad te vas a enojar por una inocente bromita como esta? Que sensible eres amigo –

Lo que sucedió después fue tan repentino que casi ni pude notar en qué momento comenzó todo.

La ira contenida terminó por explotar.. Dí un fuerte manotazo en la superficie del mesa-banco al tiempo que me levanté de un solo brinco de mi asiento, lanzando mi mirada más amenazante sobre el chico, quien paró de reír en seco, mirándome con sus enormes ojos completamente abiertos. Ni siquiera la tímida súplica del se?or Barbera me retuvo de disparar un potente pu?etazo que fue directo a la cara de aquel mal nacido. Sin embargo...

-PAAAM!-

-AAAAAAGH!- Grité mientras sostenía mi adolorida mano derecha con la izquierda, apretando los dientes con indignación. Jerry se quedó unos momentos parado frente a mí, aun sosteniendo ese extra?o objeto metálico que se había interpuesto entre su cara y mi pu?o, el cual ahora vibraba a causa del impacto. Pude ver cómo mis nudillos habían quedado marcados sobre su superficie. Me sorprende no haberme roto ningún dedo, ?eso había dolido! Ese bastardo me las pagaría...

-Eso es un yunque?- Preguntó Butch sorprendido, a unos metros de distancia, mirando estupefacto el extra?o objeto -?Quién rayos trae un yunque a la escuela?-

-Nunca se sabe cuándo va a ser útil.- Respondió con picardía.

-TE MATAR? MALDITOO!- Grité furioso, mientras que de un empujón derrumbaba el pupitre que se interponía en mi camino, me abalancé cual bestia sobre aquel bastardo. Lo se, lo se, aquello fue impulsivo e inmaduro, pero nunca me he considerado como un individuo calmado, si les soy honesto.

Jerry espantado salió corriendo, no sin antes lanzar el pesado yunque en un arranque de nervios, cayendo estrepitosamente sobre (porque no) mi pie. Aullé de dolor, brincando sobre mi pie izquierdo mientras sobaba el derecho con ambas manos. (Gracias al cielo por haber heredado huesos fuertes) El peque?o bastardo había salido del aula corriendo como un loco.

-Aaagh! Au! Au! Au!... Heeey! Vuelve aquí!- Grité mientras que cojeando, salí del salón dejando tras de mí una sarta de expresiones por parte de mis compa?eros y amenazas por parte del se?or Shaggy.

El peque?o idiota era rápido, y muy escurridizo. Apenas di unos pasos fuera del salón y pude ver cómo desaparecía entre el corredor de los casilleros. Lo seguí hasta allí, y un poco antes de darle alcance escuché un CLANK! Lo cual me indicó que se había escondido dentro de alguno de los casilleros... Que nena.

El número de aquellos refugios metálicos era basto, pero al menos ahora lo tenía acorralado.

-Hasta aquí llegaste, ?Sal en este instante o te juro que se pondrá peor!

Esperé unos segundos en espera de ver si mi amenaza era atendida, y al no escuchar respuesta alguna estallé en un nuevo ataque de ira. Sin pensarlo dos veces comencé a repartir fuertes patadas a las puertas de los casilleros, logrando abrir algunos y sólo abollar otros. El sonido provocado por el escándalo era tal, que no era de sorprenderse que poco a poco una considerable audiencia de alumnos rodeara la escena curiosos, contemplando estupefactos mi rabieta. Pocos segundos después, tenía prácticamente a toda la secundaria observando. Yo estaba tan concentrado maldiciendo y golpeando casilleros que apenas y presté atención a ese detalle.

Finalmente, observé que la puerta de uno de los casilleros se movía de forma inusual. "Ya te tengo" pensé.

Sin hacer mucho ruido, poco a poco me fui acercando, hasta que al fin me puse de frente al locker número 65. Una sonrisa de satisfacción se dibujaba en mi rostro mientras lentamente tiraba de la manija de la puerta, convenientemente entreabierta.

CLANK!

La puerta metálica se abrió el golpe dándome de lleno en la cara, impactando fuertemente contra mi nariz, mientras algo salía de allí a toda velocidad. Yo solté un juramento, y ya medio aturdido por el golpe reanudé mi persecución.

-Argh! Detente!- Exclamé fúrico.

- Déjame en paz, ?fue sólo una broma!- Respondió Jerry entre respiraciones entre-cortadas de fatiga.

No estoy seguro de cuánto más abría durado nuestra extra?a carrera de no haber sido detenido tan bruscamente momentos después.

Justamente un poco antes de salir definitivamente del pasillo para llegar a los ba?os, sentí como una fuerte mano me sujetó del hombro y me detuvo en seco. Yo volteé, decidido a enfrentarme a aquel individuo que había intervenido en mis coléricas intenciones, y grande fue mi sorpresa al encontrarme cara a cara con el director Barbera.

-Se...se?or director!- exclamé sorprendido. Aquel hombre me sostuvo con fuerza mientras me fulminaba con su penetrante mirada. Luego, en un lento movimiento giró su cuello hacia la gran multitud a sus espaldas.

- Todos hagan el favor de regresar a sus respectivas clases AHORA – Dijo poniendo especial énfasis en la ultima palabra. Después de unos segundos, el corredor había quedado tan vacío como al principio cuando todos en una desesperada y silenciosa carrera habían vuelto a sus salones dejándome a solas con el temible director. Yo aún estaba buscando con la mirada al peque?o bastardo, pero el muy pícaro había desaparecido entre la multitud.

- Bien bien Thomas, debo decir que nunca antes había ocurrido un incidente semejante a pocos minutos de haber comenzado un nuevo semestre. Usted se?or acaba de Imponer un récord.-

- Lo siento se?or, pero es que el chico nuevo...-

- No soportaré este tipo de escándalos bajo ninguna circunstancia joven. Normalmente lo suspendería, pero dado a que es el primer día y que usualmente no tengo problemas con usted sólo le aplicaré una sanción de servicio comunitario.-

Mierda. Hubiera preferido la suspensión, pensé. El servicio comunitario solía tratarse de realizar alguna enfadosa y desagradable tarea doméstica después de clases. Y la verdad lo ultimo que quería era pasar mas tiempo el necesario en ese maldito lugar. Pensé en persuadirlo, pero el director no se veía demasiado dispuesto a aceptar argumentos.

-Si se?or.- Respondí finalmente, inclinando la cabeza.

- Bien. Véame después de clases en la cafetería ma?ana. Y ahora fuera de mi vista.-

El resto de las clases surgieron sin contratiempos. De vez en cuando escuchaba cuchicheos a mis espaldas y miradas mezcladas con incredulidad, asombro y burla posándose en mi. Por fortuna, Jerry había escogido sentarse en la parte de atrás, así que no tenía que verlo si no quería. Pronto dio la hora de salida.

De camino a casa no pensé en otra cosa que no fuera planear mi venganza. Ese maldito me las pagaría.

Siempre he sido bueno con la ingeniería, y recuerdo que cuando era mas peque?o tenía un talento natural para la construcción de trampas, las cuales usaba a menudo con las aves de mi jardín.

Pensé en la creación de un mecanismo colocado en su pupitre que hiciera disparar un par de petardos directos a su cara. Seguramente eso le quitaría las ganas de jugar bromas. O tal vez un sensor que haga que caiga un bloque de cemento sobre su cabeza en cuanto se siente...

Así continué todo el camino a casa, formulando planes maquiavélicos, mientras que al mismo tiempo planeaba para mí mismo una ducha y una buena siesta para poner fin al mal día. Sin embargo, nada me había preparado para lo que siguió después...

Cuando abrí la puerta de mi casa dispuesto a echarme sobre el sillón, mis ojos y mi boca se abrieron a su máxima expresión e hice grandes esfuerzos para retener un grito de furia que se quedó atorado en mi garganta. Aquel endemoniado muchacho de chaqueta marrón estaba cómodamente recostado en MI sillón leyendo una revista. La impresión fue mutua, pues sus ojos se abrieron con espanto, y la revista cayó de sus manos al suelo.

-T?! – Gritamos al unísono.

Mi madre brotó de la cocina, algo alterada por el doble grito de exclamación.

-Hola cari?o, veo que ya conociste a Jerry .-

-Si, ya tuve el placer –dije en tono sarcástico- ?Qué está haciendo él aquí?-

-Bueno, supongo que ya sabrás que viene del extranjero. Yo escuché sobre el programa de tu escuela sobre albergar a muchachos que vienen desde fuera a estudiar al país, y no pude evitar pensar que seria una estupenda idea tener a un chico como el en la casa. Siempre estás solo y se me ocurrió pensar que algo de compa?ía no te vendría mal, además siempre es interesante conocer gente de otras culturas y...-

- YO NO NECESITO NINGUNA COMPA??A, ?ESPECIALMENTE LA SUYA!- Grité, y rápidamente subí hacia mi cuarto en donde permanecí hasta la hora de la cena. Me sentí mal por haber gritado, sobre todo viendo que ella no buscaba hacerme un mal. Realmente no tengo muchos amigos, supongo que podría deberse a mi carácter. No es algo que me resulte fácil, y ella más que nadie sabe eso.

El resto del día la pasé encerrado en mi cuarto, pensando en lo terrible que sería el resto del semestre y en lo injusto que resulta que alguien como yo deba verse obligado a soportarlo sólo porque un sistema de mierda te lo impone. Fue entonces cuando ante mí se presentó la idea de redactar un diario que llenaría día con día relatando mis experiencias en la secundaria, a modo de reflexión para futuras generaciones. Algo así como el diario de Anna Frank a menor escala, pensé.

Estaba en plena planificación sobre ello, cuando escuché que mi puerta se abría despacio. Pensé entonces que se trataba de mi madre y yo ya había planeado disculparme cuando de pronto en su lugar brotó la imagen del odioso chico casta?o. Con un solo y rápido movimiento me aproximé hacia la puerta dispuesto a cerrarla, pero Jerry se apresuró a hablar:

-Escucha, a mi tampoco me hace feliz nada de esto. Eres la persona más energúmena e histérica que he conocido en mi vida, y créeme que no tengo intensión alguna de permanecer aquí más tiempo. Ma?ana hablaré con el director Barbera y pediré mi cambio con alguna otra familia, así que no te preocupes. Adiós Tom.- Y entonces cerró la puerta.

Tom…casi nadie me llamaba así, ni siquiera mi madre. Ese chico si que era irritante.

Ma?ana será un día largo sin lugar a dudas, sin mencionar que comienzo con mi servicio comunitario en la cocina, así que me parece que lo más sensato en estos momentos sería irse a dormir y terminar de una vez con esta mierda del primer día.

Fin del primer día.