Disclaimer: Invasor Zim y todos sus personajes perteneces a Jhonen Vásquez.


Capítulo 1: Cambios en la rutina

Para el profesor Membrana una de sus prioridades era terminar de construir la nueva versión de la Súper Tostada por lo que cuando trabaja en ella no aceptaba interrupciones, su hija, Gaz, era la única excepción y eso todos en el laboratorio lo sabían. En los últimos días había trabajado con mayor empe?o en lo que consideraba su proyecto más ambicioso pues estaba seguro de que poco era lo que le faltaba para hacer algo que marcaría un antes y después en la historia de la humanidad.

Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro en el momento en que vio su proyecto terminado, otro gran logro a su favor que debía ser expuesto ante la prensa cuanto antes. Se dirigió a la mesa del correo, llevaba tiempo sin revisarla. No le extra?aría si tuviera cartas pendientes del programa.

Tomó la primera carta del montón, de la televisora, tal y como había pensado. Los capítulos que había pre-grabado ya habían sido emitidos y debía grabar unos nuevos lo cual no era un problema, incluso con su apretada agenda ya tenía un plan, la Súper Tostada era la solución. Presionó unos cuantos botones en su reloj comunicador, la imagen de su secretaria apareció en su reloj. No necesitaba hablar de más, casi siempre tenía el tiempo contado, lo mejor era ser preciso y directo.

—Escribe una carta a la televisora, diles que ya tengo el borrador para el próximo capítulo de mi programa, la nueva y mejorada Súper Tostada.

Colgó sin esperar una respuesta. Siguió leyendo el correo, cartas de fans, cuentas, nada fuera de lo ordinario. O al menos eso pensaba, tomó la última, esa que por poco olvida, el sello que tenía llamó su atención, este era el sello de la escuela en la que estudiaban sus hijos.

Abrió el sobre, si bien las veces que asistía a las reuniones personalmente, procuraba leer todas las cartas que le enviaban de la escuela. "?Qué habrá hecho Dib ahora?" se preguntó el profesor Membrana mientras abría el sobre, el ser padre de Dib lo había hecho prepararse a todo, su hijo no era tonto pero tenía una facilidad increíble para meterse en problemas.

Solo había escrita una línea, querían hablar con él para tratar un tema de suma importancia relacionado con la educación de Dib. Revisó su agenda digital, tenía reunión con el vicecanciller pero había cancelado de último momento así que contaba con unos pocos minutos.

Llamó a su chofer y este no tardó en llegar. No era solo el hecho de que odiaba esperar y Toto lo sabía. De no llegar cuando lo requería no dudaría en despedirlo, sino también el hecho de que su tiempo era bastante limitado por lo que no podía desperdiciarlo. El profesor Membrana había hecho algunas incursiones en el área de viajes en el tiempo pero estaba lejos de obtener resultados medianamente favorables.

No fue recibido por nadie y aunque eso le molestó se limitó a dirigirse hasta la oficina de la se?orita Bitters. A pesar de que ella lo había llamado no parecía estar esperándolo, no sabría si lo había olvidado o simplemente no le interesaba, parecía ser la segunda opción.

—?Qué hiso esta vez, Dib?—preguntó el científico, no tenía tiempo para dar rodeos.

—Faltó a la supervisión del director —le dijo la se?orita Bitters —, y según nuestros registros no ha asistido en todo el curso lectivo. De no presentarse en la próxima semana no tendremos más opción de considerarlo expulsado del sistema escolar sin derecho a reclamos.

—Hablaré con él en cuanto llegue a la casa, me asegurare de que no vuelva a faltar.

—Hablar no ayuda en nada agregó la se?orita Bitters.

Cuando cruzó la puerta de la secundario escuchó la campana de fin de clases, al parecer tendría tiempo de pasar por Gaz y de preguntarle por su hermano. Estaba acostumbrado a que Dib se metiera en problemas, incluso había terminado en la cárcel. Recordaba que en esa ocasión se había sentido orgulloso de su hijo al creer que estaba molestando mascotas para utilizarlas en algún experimento de ciencia real pero Dib lo negó todo, especialmente el haber molestado a sus mascotas.

Preparó unas tostadas en la Súper tostada y a los cinco minutos cayó en un profundo sue?o. No había dormido en cinco días y ciertamente había llegado a su límite. Cuando despertó notó que había perdido demasiado tiempo y que debía regresar al laboratorio cuanto antes. Quiso despedirse de su hija pero ya estaba dormida. Buscó a su hijo, seguía sin regresar pero eso no era lo que más le preocupaba, la habitación de Dib parecía no haber sido usada en días.

De no haber tenido tanto una agenda tan apretada hubiera indagado más, buscado pistas y se?ales pero como no era así se dirigió a su laboratorio y se encerró en su oficina para trabajar en un proyecto de último momento. No salió de allí en toda la noche y la mitad del día siguiente pero no fue por su propia voluntad o por que hubiera hecho un espacio en su ocupada agenda.

Un golpeteo en la puerta interrumpió sus pensamientos y por la sorpresa terminó manchando la pizarra en la que anotaba sus ecuaciones. Su ce?o se frunció, estaba seguro de haber sido claro cuando dijo que no quería interrupciones. Intentó ignorar dicha llamada pero fue en vano pues quien lo ocupaba incrementó la fuerza con la que golpeaba la puerta.

—Creo que fui más que claro cuando dije que no quería interrupciones —comentó en voz alta el profesor Membrana, no gritaba pero poco le faltaba para hacerlo.

—Dudo que nos haya dicho algo así, nosotros no trabajamos para usted.

—?Quiénes son ustedes? Deben saber que soy un hombre de ciencia real y que mi tiempo es muy valioso.

—El oficial Connorss y Sanders, a su servicio —se presentó el de menor estatura —. Y ciertamente no nos interesa que tan importante sea tu trabajo, nosotros queremos cumplir el nuestro.

—La diferencia es que mi trabajo cambiará el mundo, muchos dependen de lo que hago, un policía menos o un policía más no haría la diferencia.

—?Dirías lo mismo si te encontraras en medio de un asalto?

—Claro, solo es cuestión de saber utilizar los recursos que tengo a mano.

—Y dígame ?eso le permitió proteger a su hijo? —preguntó el oficial Connors cansado de aquella conversación y molesto por las palabras del científico.

—Connorss —le reprendió el oficial Sanders —, te he dejado tomar el control de la conversación y entiendo que te ofenda lo que este hombro ha dicho pero tenemos un trabajo que hacer y no has tomado el tema de la manera correcta.

—Entonces hazlo tú, se?or profesional.

—Profesor Membrana, nosotros queremos hablarle de un tema serio ?Sabe usted que cada a?o desaparecen diez ni?os? Si en un plazo de siete meses no se obtienen noticias sobre ellos se les da por desaparecido y un grupo de oficiales visita a los padres. Entendemos el dolor de su pérdida pero necesitamos que nos brinde toda la información con la que cuente ?Cuál fue la última vez que vio a su hijo?

—Hace nueve meses, en nuestra cena anual.

—?Es una broma? —preguntó el oficial Sanders incrédulo.

—Yo nunca hago bromas.

—Sabe que mientras está tan tranquilo su hijo podría estar siendo torturado o peor aún, varios de sus órganos podrían estar distribuidos en el mercado negro —agregó el oficial Sanders realmente molesto, su rostro había adquirido una tonalidad rojiza y su respiración era agitada.

El oficial Connorss le dedicó una mirada incrédula, por lo general su compa?ero era el pacífico pero cuando habían ni?os de por medio solía perder la calma fácilmente. Sonrío por ello, prefería trabajar con él cuando adquiría esa actitud a la ofensiva. Mentalmente se dijo que cuando terminaran con ese caso lo invitaría a unas donas con chocolate caliente.

—Que tacto —respondió el profesor Membrana sarcásticamente mientras revisaba su escritorio, al final sacó un dispositivo similar a un Play Station portátil —. Con este peque?o aparato puedo descubrir su ubicación en cualquier parte del planeta.

—Sí, muy brillante, solo apresúrese, cerebrito.

—Supongo que le debo una disculpa, no es el padre desobligado que ignora a sus hijos aun estando en la misma casa que creí que era.

—Por supuesto —respondió el profesor Membrana orgulloso de sí mismo pero su rostro se borró cuando se escuchó una voz que decía "Objeto no localizado".

Repitió la acción cinco veces sin obtener resultados diferentes. Solo había dos maneras de que no fuera detectado, estaba muerto o estaba fuera del planeta y la última opción, aunque la prefería, le parecía absurda. Aunque odiaba no tener la razón, el profesor Membrana deseó estarlo, prefería un error en sus cálculos que podría ser arreglado que Dib muerto. Podría darle un cuerpo robótico pero no sabía cómo levantar a los muertos de la tumba.

—Pues parece que su infalible tecnología ha fallado —respondió sarcástico el oficial Connorss pero el profesor Membrana no lo escuchó.

El profesor Membrana no respondió. Normalmente cuando las cosas no salían como quería simplemente las abandonaba y no le importaba si a alguien le molestaba pero en ese caso era diferente. Tomó un control de su escritorio y encendió uno de los monitores. La imagen de Gaz no tardó en aparecer frente a él.

—Hola, calabacita ?has visto a tu hermano?

—No —respondió ella con notable aburrimiento —. Dijo que Zim planeaba algo y que él lo detendría.

—Cuando llegue a la casa me avisas, tendré que hablar seriamente con él —el profesor Membrana se dijo que lo haría después de revisar su dispositivo de rastreo.

La comunicación terminó y ambos oficiales le dedicaron una mirada incrédula. No había recibido buenas noticias y sin embargo actuaba como si fuera de ese modo. Ni siquiera lo escucharon preguntarle a su hija por la última vez que había visto a su hermano. Ambos oficiales se sentían molestos y ofendidos.

—Eliminaré el margen de error y lo volveré a probar. Estará listo antes de que regrese.

—?Por qué esta tan seguro de que regresará?

—Dib no es un ni?o. Mi pobre e insano hijo, tiene una gran facilidad para meterse en problemas, no me extra?aría que estuviera en alguna parte haciendo alguna de sus locuras.

—Será mejor que nos retiremos —continuó el oficial Sanders —. Si tiene cualquier dato por más insignificante que sea tiene que informárnoslo, podría tratarse de algo sin importancia pero lo mejor será que no nos oculte nada.

—De esos ni?os desaparecidos, la mitad de los que aparecieron presentaban un profundo grado de descomposición. Su hijo también lo es, todavía no termina la escuela.

—Si hicieran bien su trabajo sería diferente. Supongo que tendré que encargarme del asunto yo mismo.

Ambos oficiales se retiraron. El profesor Membrana no quiso pensar en lo ocurrido. Su hijo podría estar obsesionado con lo paranormal, completamente seguro de que, aunque Dib no era precisamente cuerdo, podía cuidarse por sí solo del mismo modo en que Gaz lo hacía.

Por el resto del día no pensó más en lo ocurrido, continuó trabajando como si nada hubiera pasado. Diseccionó unos carneros, dise?ó el modelo de una fuente de energía infinita, solo era un prototipo pero en meses, a?os cuanto mucho, podría convertirse en una realidad, lo que no tenía claro era quienes serían los que adquirieran dicho producto a parte de las mismas instalaciones de sus laboratorios.

Llamó a su secretaria y le encomendó contactar a posibles compradores. También asistió a varias reuniones con los líderes de la tierra, tenía varios encargos de armas y un combustible que reemplazara al petróleo aunque dudaba que alguno llegara a usarlo, especialmente que lo sacaran al mercado, a los petroleros no les gustaría en lo más mínimo.

Supo que estaba preocupado cuando cometió varios errores en la grabación del programa. Prefirió terminar la grabación y llamar a un detective privado para que apoyara a los oficiales. No era un hombre que se guiara por los instintos, era un hombre de ciencias, pero lo hizo, quizás no debería pensar tanto en las palabras del oficial Sanders mas sabía que decía la verdad, vivía en un lugar con un alto nivel de criminalidad.

Al día siguiente llamó a los oficiales, estaban molestos por tener que trabajar con un investigador privado pero eso le era indiferente, quería respuestas. No obtuvo ninguna por lo que contrato a otro investigador privado. No confiaba en que los oficiales hicieran su trabajo, no solo por las estadísticas nada favorables que le habían brindado sino por el hecho de que ambos oficiales lo habían desafiado abiertamente.

Continuó trabajando en los laboratorios, Gaz siguió visitándolo con la misma frecuencia de siempre, en apariencia nada había cambiado pero él sabía que no era así. No había un ni?o pidiéndole que le firmara un permiso para alguna de sus cosas paranormales o algún oficial diciéndole que su hijo se había metido en problemas, en su lugar tenía a varios oficiales diciéndole que seguían sin obtener resultados.

Esa fue la primera vez que salió del laboratorio aun sabiendo que tenía trabajo pendiente. Le encargó a uno de los científicos probar los implantes hechos al hámster y asegurarse de que fueran seguros. Al llegar a la casa pudo comprobar que Gaz no estaba. Faltaba poco para que las clases terminaran y él decidió ir a recogerla. Normalmente regresaba a casa acompa?ada por Dib pero él llevaba tanto desaparecido.

A pesar de que su hija no era la ni?a más expresiva el profesor Membrana pudo notar la sorpresa dibujarse en su rostro y se sintió culpable, se preguntó cuántas veces los había dejado solos, la respuesta no le agradó en lo absoluto. Se dijo que podría llevarla con él a su trabajo, a Dib también. Sabía que ambos eran listos y tenía la certeza de que la ciencia real haría que su hijo dejara de lado su pasión por lo paranormal.

—?Pasó algo?

—Tenía tiempo libre —mintió —, y pensé que te gustaría salir a comer.

—El cerdo de la pizza —respondió y sus ojos adquirieron ese brillo característico de todas las veces en que pensaba en su comida favorita —. Quiero el cerdo de la pizza.

Durante el camino a la pizzería hablaron sobre el laboratorio y las clases. Al profesor Membrana le gustaba hablar de esos con sus hijos, sentirlos parte de su vida y que se sintieran orgullosos de él. No tomaron en cuenta el tema de Dib. Los investigadores y los oficiales continuaban investigando y él no deseaba molestar a Gaz con algo que no podrían solucionar. Había pasado un mes y el paradero de su hijo seguía siendo un misterio.

Al llegar no había nada fuera de lo normal. Un gordo y grasiento cerdo cantaba siendo rodeado de varios ni?os. Conforme se movía su gran estomago también lo hacía, cada vez que reía se escuchaba jadeos similares a los de un fumador que se encuentra cansado después de una larga caminata o de cualquier actividad que requiriera esfuerzo físico.

—Zim también está desaparecido —le dijo Gaz después de que terminaran la primer pizza.

Ese día el profesor Membrana no regresó al laboratorio, tampoco lo hizo en la noche. Por primera vez en muchos a?os arropó a Gaz, la última vez que lo había hecho fue cuando ni siquiera tenía dientes. Pensó que Gaz se quejaría pero no fue así, su rostro adquirió un gesto de sorpresa pero no dijo nada.

La desaparición de Dib lo estaba afectando más de lo que le gustaría. Para él era normal no ver a sus hijos en meses pero siempre había tenido la absoluta seguridad de que estaban seguros, un mes en la incertidumbre le parecía una eternidad. Como científico odiaba no estar ignorar algo.

Cuando regresó al laboratorio tenía trabajo pendiente en grandes cantidades pero no se arrepentía de lo que había hecho. Se sentó frente a su escritorio y comenzó a trabajar. En cuestión de minutos había resuelto varias ecuaciones, encontrado un fallo en un sistema operativo que planeaba lanzar en unas semanas, dise?ó un ojo robótico que pudiera servir en humanos y que de paso les permitiera tomar fotografías. La versión anterior incluía visión de rayos X pero tuvo que ser eliminada cuando varios adolescentes se sacaron los ojos con la excusa de poder conseguir estas prótesis para espiar a otros con absoluta libertad lo que provocó las quejas de muchas mujeres que consideraban estaban violando su privacidad.

También existía riesgo con la cámara incorporada pero al estar dentro del ojo necesitaría observar fijamente el objetivo y esto lo delataría. Cuando el sue?o lo invadió se dirigió a la cafetería por algo de café. Necesitaba repara fuerzas, una sola taza del el café producido en el laboratorio poseía una mayor potencia que cuarenta tazas de café y veinte bebidas energéticas combinadas.

Cuando terminó su bebida se dirigió a la sala 44-B. Después de que había fallado en la localización de Dib ordenó que revisaran el dispositivo, algo que normalmente habría hecho él mismo. Esperaba que los científicos hubieran finalizado con dicha tarea pues requería realizar otra búsqueda.

—No hay ningún error. El ADN ingresado se encuentra en perfectas condiciones y la conexión con los satélites es óptima. Intentamos agregar más satélites a la lista de fuentes, literalmente buscamos hasta debajo de las piedras pero la información no ha cambiado. Podríamos brindarle este dispositivo a la policía a cambio de que nos dejen acceder a sus bases de datos el margen de error se disminuirá en tres milésimas, el sistema es casi perfecto.

—Entonces háganlo de inmediato, unas milésimas pueden hacer la diferencia, estamos perdiendo tiempo y eso es inaceptable.

—Como usted ordene, profesor Membrana.

Ese día llegó temprano a la casa pero no se encerró en el laboratorio como en las anteriores ocasiones. Se sentó junto a Gaz y jugó con ella unas rondas del Vampire Piggy Hunter. Era la primera vez que jugaba videojuegos y la primera vez que hacía algo no relacionado con la ciencia al lado de su hija pero no fue la última vez.

Gaz pocas veces le dirigió la palabra, no hablaron sobre Dib, no supo cómo hablar del tema. No quería pensar en la posibilidad de que nunca volvería a ver a su hijo y sospechaba que a Gaz también le afectaba lo ocurrido. Hablaron como padre e hija, como si no hubiera nada de lo que debieran preocuparse.

Salió del laboratorio y se dirigió de regreso a su oficina. Todavía tenía trabajo pendiente y no quería perder más tiempo. Recibió una llamada y aunque sintió la tentación de ignorarla terminó haciéndolo. Eran su secretaria, los oficiales Sanders y Connorss lo estaban buscando. Le dio la orden de dejarlos pasar. Desde que le habían notificado la desaparición de su hijo era la segunda vez que se reunía personalmente con ambos.

—Terminaremos la investigación —soltó el oficial Connorss en el momento en que cruzó la puerta.

—?Qué? —preguntó el profesor Membrana, esperaba haber escuchado mal.

—Y dice ser un genio —comentó el oficial Connorss sarcástico —. Ha pasado un a?o desde que el ciudadano conocido como Dib desapareció pero no hemos obtenido resultados y debemos terminar. Estamos gastando recursos del estado sin obtener resultados.

—De verdad lo sentimos pero no hay nada que podemos hacer, estamos de manos atadas.

—Creemos que su hijo ha escapado y que no quiere ser localizado. Probablemente haya sido muerto, no sería extra?o si tomamos en cuenta las estadísticas. Un ni?o solo en la calle tiene muy pocas posibilidades de sobrevivir.

Ese día se quedó trabajando hasta tarde pero se aseguró de llamar a Gaz por teléfono. Le preguntó por su hermano y cómo estuvo su día, solo obtuvo respuestas cortas y ninguna se?al de Dib. Si era cierto que no quería ser localizado incluso él tendría problemas. Desde peque?o Dib había demostrado tener un IQ mayor al normal, cuando usaba pa?ales ya era capaz de formar palabras con bloques, solo lamentaba que empleara todo ese potencial en lo paranormal.

—?Crees que Dib haya escapado? —le preguntó a su secretaria cuando pasó a dejarle unos documentos que requerían su firma.

—Ese ni?o está loco, nada de lo que haga puede sorprenderme —respondió la mujer notablemente molesta para luego cambiar de tono al descubrir quién le hizo la pregunta —. No sabía que era usted, profesor Membrana, lo que quiero decir es que su hijo es… muy hiperactivo, quizás está en uno de sus… proyectos pero no es necesario que se lo diga, es su hijo de quien estamos hablando.

Esa era la primera vez que alguien le insinuaba al profesor Membrana que no era un buen padre y eso le molestaba. Si bien sabía poco de su hijo y desde peque?o lo había etiquetado como un insano nunca creyó que algo así llegara a suceder.

Y lo odiaba, odiaba ese sentimiento de fracaso que pocas veces había experimentado. De ni?o culpó a Santa Claus por no haberle dado lo que había pedido pero en ese momento era diferente, no sabía a quién podría culpar, no tenía a quien culpar. Solo había algo que podía hacer y sabía que era el momento en debía hacer la diferencia.

Los laboratorios eran grandes y el ofrecer becas a estudiantes permitía aumentar la productividad de sus laboratorios. Era la primera vez que hacía algo así y descubrió que no era tan terrible como había supuesto en un principio. Pasados dos a?os los agentes privados renunciaron. No encontraron nada, ni siquiera toda la tecnología con la que contaban les había servido, era como si literalmente hubiera desaparecido del planeta y estaban demasiado cansados como para intentar algo más y el dinero que les pagaban no les motivaba lo suficiente.

A la hora del almuerzo decidió salir a visitar a su hija a la escuela. No quería perderla del mismo modo en que perdió a su hijo mayor. Lo primero que vio fue la palabra "Skool" sobre la puerta, la misma que veía todos los días cuando estudiaba allí, incluso se preguntó si la se?orita Bitters seguía impartiendo clases, ella era demasiado sombría.

Se dirigió a la cafetería. Normalmente a los padres no se les permitía acceder a ese zona pero como se trataba de él hicieron una excepción. Vio a su hija sola, completamente apartada del resto pero lo que más le sorprendió fue lo que escuchó decir a los estudiantes.

No sabía que era peor, el que ellos le temieran a su hija o el que sintieran pena por ella. Lo único que tenía claro era que en ese lugar Dib era el único que le hablaba y que después de su desaparición había quedado completamente sola. Un sentimiento de culpa lo embargó pero no pudo deshacerse de él por más que lo intentó.

Las palabras de su secretaria llegaron a su mente, se preguntó qué tanto conocía a sus hijos y la respuesta no fue alentadora. Ellos tenían problemas pero nunca tuvo tiempo de escucharlos. Nunca quiso ser un mal padre, nunca quiso hacerles da?o, podía ser un genio pero no sabía sobre relaciones sociales, quería a sus hijos pero no sabía cómo demostrarles ese cari?o. Tan solo esperaba que no fuera demasiado tarde.

Pasaron dos a?os antes de que tuvieran noticias y no fue por ninguno de los agentes. Después de que renunciaran los últimos no volvió a contratar a más, no era un hombre de fe sino de ciencia, si en ese tiempo no aparecía nada le garantizaba que eso cambiara. Estaba en su laboratorio preparándose para salir cuando recibió una llamada. Desde que los detectives privados renunciaron había prohibido que le pasaran llamas media hora antes de que terminara su jornada laboral, esa vez hizo una excepción pues por el tono de su secretaria notó que se trataba de una emergencia.

Era Gaz y tenía noticias. Zim había aparecido.

El trabajo pasó a segundo plano. Salió sin decir nada, a nadie le pareció extra?o, no era la primera vez que lo hacía y no sería la última.

Gaz lo acompa?ó a entrevistar a Zim, él era el único que podía darle respuestas. Si bien no era amigo de Dib su hijo constantemente lo estaba vigilando, solo él podía tener respuestas, él que desaparecieran el mismo día no era coincidencia. Después de llamar por varios minutos sin obtener respuestas Gaz comenzó a enfadarse. Sin autorización de nadie y ante la sorpresa de su padre entró a la casa y sacó al extraterrestre a rastras.

—No pueden hacerle esto al gran Zim, sucia humana, pagarás por tu osadía —gritó Zim mientras se sacudía enérgicamente, de nada funcionó.

—Dime dónde está Dib, ahora —le exigió Gaz y notó como Zim calló de pronto.

—?Por qué piensas que yo lo sé?

—Si quieres enga?arme necesitaras más que eso, desapareciste desde hace a?os, Dib dijo que planeabas algo y con lo obstinado que es debió seguirte hasta el final.

—?Mientes! —gritó Zim—. Mientes con tus dientes llenos de mentiras.

—Zim…

—?Mientes!

—?Cállate o te hago callar!

El profesor Membrana no apoyaba la violencia pero era un fiel partidario de que el fin justificaba los métodos. Cuando Zim comenzó a temblar supo que Gaz no se equivocaba y que finalmente hablaría sin embargo lo que dijo no fue lo que esperaba, al contrario, fueron las últimas palabras que hubiera querido escuchar.

—No volverá —comentó Zim en voz baja pero lo suficiente para ser escuchado —. ?l perdió, la última vez que lo vi fue hace seis meses, dudo que siga vivo, hizo enojar a quienes no debía.

Gaz lo soltó de golpe provocando un ruido seco cuando se golpeó contra el suelo. La noticia la había tomado por sorpresa, Dib siempre se metía en problemas, en una ocasión había sido golpeado por la mayoría de los habitantes de esa ciudad pero siempre regresaba, habían pasado cuatro a?os pero no creyó que esa sería la excepción, que seguir a Zim lo conduciría a su muerte. El extraterrestre se levantó de golpe tratando de fingir una dignidad que no poseía.

Gir salió de la casa acompa?ado de Mini Alce, estaba dispuesto a defender a su amo pero eso cambió cuando vio a Gaz. Sus ojos cambiaron de rojo a su usual tono cian y saltó a los brazos de la joven de cabellos morados. No pasaron más de cinco minutos antes de que la unidad S.I.R se encontrara en el suelo.

—Ahora, salgan de mi base —les dijo Zim molesto pero lo que dijo Gaz lo tomó por sorpresa.

—?Por qué regresaste?

—Eso no te incumbe —respondió enojado, gritando como acostumbraba, cómo podría responder algo que él no sabía. Quizás era capricho o el deseo de empezar de cero, lo que descubrió en la guerra lo había marcado profundamente.

—Gaz, será mejor que nos retiremos —le dijo el profesor Membrana con voz calmada, Zim solo estaba confirmando lo que ya temía pero la noticia no dejaba de afectarle.

—Lo mato —susurró Gaz. Su voz era apenas un susurro pero el odio con el que hablaba resultaba aterrador.

—Eso no cambiará nada —agregó el profesor Membrana poco convencido de que Gaz cumpliera lo que había dicho, para él su hija era un ángel.

—Quiero matarlo —repitió Gaz tomando a Zim de su cuello y presionándolo.

En lo que el profesor Membrana hacía unas llamadas, Gaz aprovechó para atacar a Zim. Estuvo cerca de ahorcarlo y lo hubiera logrado de no ser por la intervención de Mini Alce quien, al ver a su amo en peligro, lo llevó hasta su base. Gir también había notado el peligro y aunque sus ojos cambiaron momentáneamente se limitó a seguir a su amo y compa?ero.

—Gaz —le dijo y notó que estaban solos, ignoró ese detalle —. Llegó el momento de darle la última despedida a Dib.

Gaz le dedicó una mirada seria y ambos se retiraron, era el momento de cerrar un capítulo en la vida de ambos. Fue una ceremonia sencilla en la que solo estuvieron ellos dos. Sabía que al hacerlo estaba aceptando que nunca volvería a ver a su hijo pero estaba cansado de una búsqueda sin resultado, quería tener un lugar donde recordar a su hijo, estaba seguro de que lo mejor era terminar un ciclo y que él nunca volvería.

El profesor Membrana había creído que él y Gaz serían los únicos que estarían presentes en el funeral pero no fue así. Para sorpresa de ambos Zim estaba allí acompa?ado de sus dos asistentes robóticos, parecía interesado por la lápida frente a ellos.

—?Qué haces aquí?

—No fue mi idea, Gir te vio y te siguió hasta aquí.

Las palabras de Zim no fueron necesarias pues el peque?o robot había saltado sobre los brazos de Gaz y no dejaba de repetirle lo mucho que la había extra?ado. Pero Gaz seguía creyendo que eso no era necesario, el ex invasor podría irse sin decir nada pero si quiera parecía querer intentarlo.

—Los alces no son tan peque?os —comentó el profesor Membrana examinando a Mini Alce—. Podría asegurar que es un robot.

—Lo he construido —se apresuró a responder Zim demasiado alto como para sr considerado normal —. Es un robot normal hecho por un terrícola perfectamente normal.

—No me dijiste que eres un científico —agregó el padre de Gaz con una sonrisa—. Si aceptas podría darte una plaza en Laboratorios Membrana.

—?l era enemigo de Dib—agregó Gaz con los ojos entrecerrados, convencida de que el alíen frente a ella era el culpable de la desaparición de Dib, no estaba tan equivocada.

—Podrías contarme todo lo que sepas de él, en el laboratorio si aceptas ser mi asistente.