A/N: Apenas publiqué el capítulo anterior, me puse en marcha para trabajar con este lo más rápido posible. Por poco creí no lograrlo, pero aquí está.

Aprovechando este espacio, luego de pensarlo bien, decidí que podría usarlo para contestar algunas de las reviews. Por ahora me limitaré a responder solo cuatro para no ocupar mucho del capítulo.

- GustavoIVS: Gracias, agradezco mucho el comentario. No soy un escritor muy directo, y por conveniencia de la trama, quería dejar la gran mayoría de los detalles cambiados de la guerra en incógnito por ahora. Uno de los chistes de esta historia, es que dicho evento sea eventualmente investigado por los protagonistas.

- giorno: Tengo planes específicos para el buen Shinji. Sobre si será el mismo cretino detestable y con pocas cualidades redentoras que es canónicamente, está por verse.

- maxtime: Como siempre, tus reviews son siempre bien recibidas. Y si, admito que se me pasó el no mencionar a Shirou muy interesado en el Kendou, pero tengo una razón de porque no haberlo hecho en ese momento, misma que voy a explorar en los arcos que vienen.

- Giuseppe: Wow, en serio, gracias por tu review. Me alegra mucho que tengas esa opinión de mi trabajo. Pues, te comento que el objeto no se usó para invocar al Caster de la Cuarta Guerra de aquí xD Disculpa si se entendió de esa manera. Solo puedo decir que la invocación de Caster tenía como propósito en parte el hacer algo con el objeto y en cuanto a la identidad de este, acertaste en una cosa. Pero tendrás que leer este capítulo para comprobarlo.


AVISO Obligatorio: La serie de Fate, sus personajes y todo elemento del Nasuverse presente en lo siguiente no me pertenece. Es propiedad de Type-Moon.


Clave:

'Pensamientos.'

"Diálogo."

"Voz sobrenatural."

"Taumaturgia."

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Fate/Awakening: Originless Blade Works

Capítulo Cuatro

"Reversión"


"Serían 350 yenes, se?or." Indicó el taxista con un tono jovial, que a duras penas alcanzaba a disimular lo cansado que estaba a juzgar por la expresión de su rostro. Misma que cómicamente llevaba también el hombre y el ni?o que iban sentados en la parte trasera.

El mayor con ojos negros y cabello del mismo color, desordenado a mas no poder dejo escapar un suspiro antes de sacar su cartera de su bolsillo y extraer la cantidad de dinero que había pedido. El taxista lo recibió, y esperó a que este saliera, acompa?ado del ni?o.

Apenas este cerró la puerta, con cuidado suficiente para no azotarla (cosa que agradeció el taxista con una sonrisa), este arrancó el auto, y comenzó a avanzar sobre la calle.

'Un padre llevando a su hijo de vacaciones.' Pensó, mientras veía por el espejo retrovisor a los dos entrando al peque?o hotel a donde los había llevado. 'Que bonito, desearía que el mio hubiese hecho eso mas seguido cuando era ni?o.' Las siluetas de ambos se perdieron cuando dobló la esquina, y se concentró en su camino.

Shirou parpadeo al notar como Kiritsugu caminaba torpemente y se acercó a su padre. "Viejo, ?te sigue doliendo?" Pregunto, delatando su preocupación por completo.

"No, no, descuida." Respondió Kiritsugu mientras colocaba una de sus manos en el pelo del ojiámbar, revolviendo sus cabellos rojizos. El Emiya suspiró por segunda vez mientras se esforzaba por sonreír, tratando de ocultar que de hecho, un par de remanentes de aquella sensación aún reptaban dentro de él.

"Aunque si, que buen pu?o tienes. No creo que eso lo hayas aprendido viendo una película." Comentó, muy para la vergüenza de Shirou, quien había sido sorprendido una vez por Taiga, tratando de imitar los movimientos que había visto en un anime... Y que había pasado el resto de la tarde siendo sujeto a los generosos cuidados de la tigresa hiperactiva y aquella shinai demoníaca, que juraba que se movía por voluntad propia, ansiosa por infringir dolor.

"En realidad... " Confesó Shirou, mientras caminaba al lado de él. "Issei dijo que estaba aprendiendo artes marciales de su hermano mayor y le moleste mucho con que me mostrara un poco."

Esta vez fue el turno de parpadear de Kiritsugu, quien no pudo evitar el imaginar a Shirou acosando al reservado heredero de los monjes del templo Ryuudou hasta que este cediera a ense?arle a tirar un golpe.

"Ya veo." Dijo, mientras atravesaban el lobby del hotel y se dirigían al único ascensor. "Pobre Taiga, quedará desconsolada al saber que te gustan más las artes marciales que el camino de la espada."

La mirada que el pelirrojo le dirigió no tenía ni el menor derecho de estar en el rostro de un ni?o que a duras penas alcanzaba los diez a?os.

Mirada que permaneció aun cuando las puertas del ascensor se elevaron, y este comenzó a subir de piso en piso.

"Me gusta el Kendou." Comentó Shirou antes de a?adir, "Pero Fuji-nee siendo mi instructora no, por favor."

Kiritsugu se echó a reír justo cuando las puertas del elevador se abrieron. Padre e hijo se apresuraron a salir y dieron una vuelta hacia la derecha, entrando así a un pasillo algo extenso, repleto de puertas con números.

"Vamos, no es tan mala." Agregó entre risas, mientras fingía ignorar la expresión de traición de Shirou. No es que Taiga fuese horrible en el sentido de que no tenía mucha habilidad; era todo lo contrario, su esgrima era bastante notable en alguien de su edad e incluso había participado en un par de torneos con resultados muy admirables.

... El problema era que su personalidad podía ponerse muy agresiva mientras sostenía su preciada shinai, hasta el punto de casi entrar en frenesí y dejar malherido a su oponente.

Shirou había asistido a uno de sus torneos en calidad de apoyo moral, y hasta el propio Raiga, quien se había sentado al lado de él había optado por cubrirle los ojos para evitar que quedase traumatizado por el estado en el que quedó la pobre alma que tuvo la mala suerte de tener su turno contra la llamada Tigre de Fuyuki.

Kiritsugu solo pensó que con la forma en la cual le había dado el golpe de gracia, de haber visto tal competencia algunos Ejecutores de la Santa Iglesia probablemente tomarían nota para futuras entradas para el infernal entrenamiento al que sometían a los iniciados en sus órdenes de cazadores.

"?Y porque tu no practicas con ella entonces?" Fue la pregunta que Shirou le hizo una vez que alcanzaron la puerta de la habitación donde se hospedaban.

"Porque no me interesa el Kendou, y yo ya soy su tutor de Ingles." Respondió el Emiya, extrayendo la tarjeta de su bolsillo, e insertándola en la ranura. Al identificarla correctamente, esta emitió un ligero sonido y abrió la puerta, permitiéndole a ambos entrar en la recámara.

Era una habitación sencilla con un cuarto de ba?o, dos camas, un escritorio con una silla y un televisor mucho más grande que el de la Residencia Emiya, más que suficiente para ambos.

Y definitivamente mucho más cómoda que cualquier cuarto que la Mansión Tohno pudiera ofrecer.

Porque en definitiva, Kiritsugu ni de broma hubiera aceptado la hospitalidad de Makihisa hasta el punto de quedarse a dormir bajo el mismo techo que el mestizo.

Shirou, sorprendentemente no había mostrado la misma aversión y a juzgar por la forma en que actuaba alrededor de una de las criadas de Makihisa, Kiritsugu intuía porque estaba cómodo con aquella opción.

Con pasos algo más firmes, caminó hasta el escritorio y tomó asiento en la silla, dando un suspiro mucho más largo que los anteriores mientras llevaba una mano a su vientre. Finalmente, el dolor se había disipado.

Pero por las dudas, tomó uno de los viales que había dejado en ese escritorio en la tarde, antes de partir a la Clínica Jinan y abrió su tapa, estando dispuesto a beber el contenido.

"Lamento haberte golpeado." Comentó Shirou, claramente arrepentido. "No pensé que en verdad te afectaría tanto." Mencionó, sentado como estaba al borde de una de las camas mientras mecía sus piernas ligeramente.

"?Entonces lo hubieras hecho si no me doliera?" Pregunto Kiritsugu, con un toque de humor, que Shirou no alcanzó a identificar. Ruborizándose, el ni?o comenzó a titubear otra disculpa antes de detenerse ante la risa de su padre adoptivo.

Risa que a su vez se vio detenida por un gru?ido que resonó por la habitación. Y no había venido exactamente del pelirrojo, quien ahora lo miraba con una ceja alzada.

"No has comido nada."

Shirou no estaba preguntando, y nuevamente la pena se manifestaba en su tono, haciendo que Kiritsugu cerrara los ojos en un intento por pensar que podría hacer.

Eso, y también recordar cómo era que habían llegado hasta ahí en primer lugar.

No era ni la primera ni la peor ocasión en la que veía algo como lo que Makihisa le había ense?ado en los papeles que habían salido de aquel sobre. Y sospechaba bien que no sería la última.

Para los Cazarrecompensas y Forzadores de la Asociación, lidiar con estos era uno de los gajes del oficio. Si es que no era para llevarlos con los del encargados de los laboratorios más oscuros y recónditos del Observatorio Carillón o para robar el fruto de la Taumaturgia que estuviesen desarrollando, antes de que los Ejecutores de la Iglesia optaran por meter sus narices y destruirlo todo en su afán de "querer eliminar lo herético" a como se pudiese en el mundo.

No era como si él tampoco siguiera ese método de vez en cuando gracias a los ideales que alguna vez había jurado seguir. Eso, y que cosas como el trabajo de auténticos monstruos como Odd Borzak y Heinrich Zepter no tenían el menor derecho de existir.

En un principio le sorprendió más que nada que fuera eso lo que Makihisa buscaba hasta que al leer algunas de las notas y recibir una mejor explicación por parte del mestizo, cayó en cuenta de que el verdadero 'tesoro' era solo una parte de este.

... Que igual no era algo tan ordinario, y lejos estaba de ser mórbido. Pero viendo con quién estaba tratando, Kiritsugu supuso que era de esperarse. Por supuesto, eso no quitaba que el Emiya se sintiera en el fondo algo incómodo por tener que jugar el papel de investigador con el fin de regresarle dicha cosa a Makihisa.

Y luego de una plática llena de detalles al respecto y un acuerdo para organizarse con el fin de redactar y firmar el contrato, ambos hombres finalmente salieron del estudio y se dispusieron a bajar las escaleras.

"Con lo tarde que es, ?estás seguro que no preferirías pasar la noche aquí, Kiritsugu?" Pregunto Makihisa, claramente disfrutando de la incomodidad del pelinegro a medida que descendían.

"No gracias." Fue la pronta respuesta de este, quien de inmediato comenzó a extra?ar la anterior actitud seria del magnate.

"Sabes, normalmente se dice ' No quisiera importunar', y entonces yo insistiría y finalmente sederías." Musito Makihisa, con un toque irónico en su voz.

"Es una pena que ninguno de los dos sea remotamente normal, entonces." Kiritsugu sentenció, evitando tropezar con uno de los escalones. "Eso y que hay un límite de que tanto de ti puedo soportar antes de que me vuelva loco."

Makihisa emitió una carcajada al escuchar eso. "Ah, cuánto había extra?ado tu honestidad. Debería invitarte alguna vez a alguna de mis reuniones de negocios, mi sobrino Tonami podría aprender tanto de ti."

"Paso. Lo último que quiero es meterme en más líos con tu familia extendida." Kiritsugu alcanzó el final de las escaleras y se cruzó de hombros. "Sabes bien lo que sucedió la última vez que lo hice."

El rostro de Makihisa se ensombreció por un segundo ante aquella mención, pero recuperó su semblante ordinario tras notar algo detrás de Kiritsugu, que hizo que este se volteara, solo para toparse con los ojos color ámbar de Shirou, quien venía acompa?ado de Sougen y ... ?La misma criada que les había recibido y conducido hasta el estudio de Makihisa?

No, si esta se encontraba del otro lado de Sougen, mientras que la otra lo estaba del de Shirou y si bien también lo estaba viendo a él, al ex-mercenario no se le escapó como sus ojos (que eran del mismo color que los de su hijo, salvo que algo más brillantes) en leves intervalos también se posaban sobre Shirou.

Dedujo que se trataba de gemelas y optó por poner atención en lo que realmente más le debería de importar en aquellos momentos.

Era casi inaudito como no habían pasado más que unas cuantas horas desde la última vez que lo había visto, y aun así bien podría jurar que días enteros habían transcurrido desde entonces.

Casi se sentía irreal, pero nuevamente Makihisa se encargó de quebrar aquella sensación de la forma más característica posible.

"Oh, mira. Ni siquiera tuvimos que molestarnos en buscarlos." Se?aló, con un buen humor que hizo que Sougen pusiera los ojos en blanco. Pero a Kiritsugu no podía importarle menos.

El pelinegro comenzó a caminar hacia su hijo, quien por un breve instante pareció titubear antes de imitarlo. La mano de la criada pelirroja se reveló detrás de su espalda, dándole un leve empujón que le sirvió como el impulso necesario para que pudiera avanzar.

La escena en sí no podía ser más cautivadora. Un padre y un hijo, separados por circunstancias trágicas, pero que aun así volvían a reunirse era algo más que digno de ver, quizás ese fue el pensamiento compartido por todos los presentes y la única explicación de por qué guardaron silencio mientras tomaba lugar.

A medida que se acercaba, Kiritsugu creía sentir como sus piernas fallaban, pero se mantuvo firme al notar como la expresión de Shirou mostraba una miríada auténtica de emociones, y todas muy conocidas para el: arrepentimiento, pena, miedo, angustia y muchas otras, pero una que supo identificar aparte del resto e hizo que sonriera.

Luego de lo que pareció ser una eternidad, finalmente alcanzaron una distancia lo suficientemente cercana en la cual Kiritsugu extendió sus brazos en un ademán de querer abrazarlo mientras que Shirou se acercaba, pareciendo tener las mismas intenciones.

Y entonces...

La expresión del rostro de Kiritsugu se torno de una de júbilo a una de sorpresa momentánea y luego de dolor cuando el pu?o derecho bien cerrado de Shirou se clavó en su abdomen con un golpe que parecía estar sospechosamente bien practicado.

Y con suficiente fuerza para que no solo la maldición se manifestará por un segundo sino que también pareciera como si se hubiera quedado sin aire.

Alrededor, las reacciones fueron variadas. Desde sorpresa abierta y asombro por parte de las criadas gemelas, hasta un alzamiento de cejas de Sougen.

Makihisa por otra parte, estornudo oportunamente, y si uno hubiera puesto algo de atención, hubiera notado que este había sonado bastante parecido a su risa usual.

Después de ese golpe, Shirou por supuesto que lo había abrazado. Y Kiritsugu no tenía el corazón suficiente en aquellos momentos de apartarlo aun si un par de punzadas parecían clavarse cada vez más hondo en su espalda.

Makihisa nuevamente había ofrecido habitaciones de su mansión para que pasaran la noche, y esta vez se había dirigido hacia Shirou, sin duda para fastidiar más a Kiritsugu. El mestizo había disimulado de manera poco abierta lo entretenido que había estado por la reacción de Shirou, y el pelinegro sospechaba que seguramente conservaría aquella memoria por mucho tiempo.

El pelirrojo había contestado que prefería que fuese Kiritsugu quien eligiera, muy para el alivio de este, quien no dudó en escoger el pasarla noche en el hotel donde había quedado para hospedarse. Makihisa pareció tomárselo de buen humor y contactó un taxi para que los recogiera.

Lo que si no había estado dispuesto a rechazar fue el acompa?arlos al día siguiente a la estación del tren para despedirlos.

Shirou por su parte, había hablado unos minutos con el propio hombre de la casa y con sus criadas, a quienes se les notaba de lo más aliviadas.

Y se había despedido cuando Makihisa anunció que el taxi había llegado. Sougen, quien lucía satisfecho ante la conclusión del problema que había afectado a una buena parte de ellos pero que aun así se mostraba ansioso de regresar a su casa, por lo que aprovechó el viaje para ir a parar a la suya.

El taxi los había llevado hasta esta, donde el curandero se bajó y pagó su pasaje, antes de que este finalmente los llevará a su hotel: Uno de tama?o mediano que llevaba el nombre de una familia algo importante de acuerdo con lo que Kiritsugu había leído.

Y ahí estaban, en el cuarto de ambos, sin saber realmente que hacer o qué decir.

"Estaba asustado, ?sabes?" Musitó Shirou mientras detuvo el movimiento de sus piernas. Sus ojos pálidos y ambarinos brillaron mientras dejaba que el ce?o se manifestara en sus labios. "Asustado por lo que había escuchado, tratando de creer que estaba so?ando y luego ... escuchando lo que dijiste por última vez." El pelirrojo negó con la cabeza como si tratara de disipar los malos recuerdos de ese evento.

Kiritsugu luego se levantó de la silla y tomó asiento frente a Shirou en la cama opuesta. "Me diste un gran susto, Shirou. Pero, en realidad, no fue tu culpa". Dijo mientras canalizaba lo que le habían dicho tanto Makihisa como Sougen.

"Yo era el que estaba obsesionado con mantenerte en la oscuridad". Explicó Kiritsugu, sintiendo cómo poco a poco, una cierta carga de él estaba siendo levantada lentamente. "El que estaba realmente asustado era yo".

"Papá", reclamó Shirou, quien se veía particularmente molesto. "Tenías razón en eso. Solo estabas tratando de mantenerme a salvo, ?verdad? Me escapé porque tenía miedo y terminé sabiendo lo que no querías que supiera".

Sin embargo, Kiritsugu simplemente negó con la cabeza. "No fuiste el único que se escapó, Shirou." Dijo con un suspiro de dolor mientras parecía como si hubiera envejecido en un instante. "La diferencia es que lo he estado haciendo durante demasiado tiempo."

"Si se trata de tu vida pasada, ya lo sé. Basta." Dijo Shirou, sin gustarle la forma en que estaban saliendo las cosas.

"No, no es así." Dijo el pelinegro frente a su hijo adoptivo. "Tohno me dijo que no te dijo casi nada sobre eso." ?l reveló, para sorpresa de Shirou, quien jadeó. Kiritsugu respiró hondo y luego puso una de sus manos en el hombro izquierdo del chico de ojos ambarinos.

"Hice muchas cosas horribles mucho antes de que nacieras, Shirou." Dijo Kiritsugu con una mueca. "Y nunca me he sentido orgulloso de ellos. Ni en lo más mínimo."

"..." Este cerró los ojos por un momento y dio un largo suspiro antes de abrirlos. "Siempre pensé que tendría esta conversación contigo. Pero cada vez que sentía que debía hacerlo, me trataba de convencer que era demasiado temprano y lo dejaba para después... Estoy seguro de que eventualmente hubiera hecho hasta lo imposible para que no ocurriera."

"N-no necesitamos tenerla." Trato de asegurar Shirou, haciendo que Kiritsugu meneara la cabeza. Ambos sabían que lo estaba haciendo porque no quería verlo en ese estado.

"No." Respondió el pelinegro de la manera más gentil posible mientras apretaba ligeramente el hombro del pelirrojo. "No te puedo contar todo. No ahora, pero te mereces saberlo. Es de lo menos que puedo hacer por ti luego de esto."

"?Pero ya lo entiendo!" Gritó Shirou mientras agarraba la sábana de la cama. "Makihisa-san no dijo mucho por la misma razón que tú no lo hiciste."

"Shirou ..." Respondió Kiritsugu, conmovido por la reacción del pelirrojo. "Lo hice creyendo que era por tu propio bien, y en cierto sentido, realmente lo fue ... Sin embargo." El hombre bajó la cabeza, claramente avergonzado. "Realmente estaba proyectando mi propio miedo en ti, y eso me llevó a esto."

"..." Shirou trató de decir algo, pero las palabras murieron en su boca mientras contemplaba la mirada gentil pero triste en el rostro de su padre adoptivo.

Kiritsugu pareció estar recordando de su pasado y no se necesitaba ser un psíquico para adivinar que era todo menos agradable. Shirou se había hecho una idea con las palabras que Makihisa le había dirigido, pero el escalofrío que recorría su cuerpo le hacía imaginar que había sido una bendición no tan oculta el que el hombre se reservara los detalles más particulares, y por no decir, traumatizantes.

Recordó aquella metáfora del ni?o jugando en la playa con un charco, ignorante del vasto océano que se extendía detrás de él y que en cualquier momento bien podría manifestarse en la forma de una ola que alcanzara a cubrirlo, y sobrepasara los límites del hoyo que había cavado en la arena.

En aquellos momentos, era muy obvio cuál era su posición.

"Desde que era peque?o, recuerdo bien que siempre estaba huyendo." Finalmente comenzó a narrar con un marcado pesar, mientras Shirou lo escuchaba con atención y algo de pena en sus ojos color ámbar.

"Nunca conocí a la esposa de mi padre. Murió poco después de que naciera, y él nunca hablaba de ella." Confesó, tratando de recordar algo más de aquella mujer, condenada a estar ausente de su vida mucho antes de que pudiera entender el alcance de eso. "No supe mucho de la vida más allá de huir constantemente de lugar en lugar por muchas partes del mundo, y durante a?os."

"?Pero porque estaban huyendo?" Se animó a preguntar Shirou, no queriendo que Kiritsugu quedara abrumado.

Kiritsugu hizo una pausa, tratando de encontrar una manera más simple de cómo explicar el desastre que había sido la situación del Clan Emiya. Claro que se lo contaría con más detalle más adelante, pero era importante que sacara el resumen en aquellos momentos.

"Mi padre era buscado por otros magos gracias a su trabajo..." Comenzó, mientras retiraba su mano del hombro de Shirou. "Y no de buena forma. Estaba más justificado que quisiera huir, porque las cosas que les hacen a quienes buscan de esa manera no son para nada bonitas."

Shirou frunció el ce?o, antes de asentir.

"Debíamos estar en constante marcha, nunca quedándonos en el mismo lugar por mucho tiempo." Rememoró Kiritsugu, imitando el gesto de su hijo. "Los magos que lo perseguían no siempre estaban detrás de él, pero era un hombre bastante paranoico y que prefería no arriesgarse. Eventualmente, comenzó a llevarme a lugares cada vez más lejanos, donde estaba convencido de que podría perderles la pista durante el tiempo suficiente para avanzar en sus estudios."

Como si fuese una broma del destino, Kiritsugu reparó en el cuadro que yacía en la pared localizada un par de metros detrás de Shirou. Una pintura sencilla que mostraba lo que parecía ser un archipiélago tropical, casi paradisíaco.

"Cuando tenía alrededor de once a?os, terminamos por ir a vivir en una isla de Filipinas llamada Alimango. Era un lugar bastante hermoso, lo suficientemente grande para tener una aldea pesquera y mucho monte alrededor. Era el escondite perfecto según mi padre, con lo aislado que estaba de las demás islas." Kiritsugu dejó que el fantasma de una sonrisa sardónica se posara sobre sus labios. "Y en cierta forma, lo era. Creo que nunca lo vi más satisfecho con sus avances en ningún otro lado que no fuera ese."

Norikata Emiya había sido un magus de hueso colorado. Pese a no provenir de una familia de estos que podría presumir de ser particularmente antigua, su intelecto y actitud en sus estudios le había valido el granjearse reconocimiento en la Torre del Reloj, cuyo cuerpo estudiantil y docente no era precisamente el más abierto a los integrantes de raíces asiáticas.

... Aunque fueron también esos rasgos los que le valieron el ser tachado con una Designación de Sellado, y le condenaron a la vida nómada de un Filósofo. Si bien Norikata no hablaba mucho de su etapa en la Torre del Reloj, más de una vez había comentado que su presencia no había sido vista con buenos ojos por algunas personas, que si es que no tenían los bolsillos lo suficientemente profundos para arruinarle la vida, tenían contactos con esos recursos y más.

Fue también una de las pocas ocasiones en las que Kiritsugu juraba que lo notaba genuinamente molesto y hasta dolido. Como padre, había sido una persona bastante taciturna, y hasta fría, pero más de una vez había mostrado una preocupación genuina en sus deberes paternales, por muy retorcidos que fueran estos bajo los arcaicos (e inhumanos) valores practicados por las familias de los magi.

Con otras personas, sin embargo... Norikata era sumamente reservado hasta el punto de llegar a intimidar. Algo tremendamente útil durante las pocas veces en las que no tenía otra opción que interactuar con otros.

Claro, que hubo una sola excepción.

"Nos alojamos en una de las casas más grandes, así como también la más alejada. Era un edificio abandonado en la cima de una colina que daba una vista espectacular de la isla y sus alrededores, pero lo que más le convenía a mi padre era que había muchos rumores de que estaba embrujada."

Una risa seca emergió de su garganta, haciendo que la mueca de Shirou regresara a su rostro. A juzgar por la mirada que pareció echarle a una botella de agua a medio consumir, que estaba abandonada en el escritorio, probablemente quería decirle que la tomase.

"Como mi padre lo veía, perfecto. Con un edificio alejado de todo y que encima tenía cosas como aquellos rumores, que servían como un buen repelente de curiosos y molestias, pudo trabajar en paz todo el tiempo que estuvo ahí. Yo no hacía más que obedecerlo, y jugar con los demás ni?os de mi edad que vivían en la isla. Todo eso durante el a?o que estuvimos ahí." Kiritsugu suspiro, mientras una repentina sensación de nostalgia amarga lo invadía, una que fue lentamente reemplazada por algo en lo que raras veces divagaba.

"Tenía una amiga, se llamaba Shirley. Era unos a?os mayor que yo, y era muy alegre e inteligente. Todos la adoraban, hasta incluso mi padre." Narro, dejando que el fantasma de aquella sonrisa lentamente comenzará a tornarse en una verdadera, pero que no estaba desprovista del todo de la amargura inicial. "Taiga me recuerda demasiado a ella..." Confesó, antes de dejar escapar otro suspiro que delataba lo mucho que le agotaba el siquiera contar aquello.

"?Fuji-nee?" preguntó Shirou extra?ado, mientras ladeaba su cabeza ligeramente hacia la izquierda.

"En verdad era muy inteligente. Tanto, que llamó la atención de mi padre más allá de simple curiosidad, y terminó por convertirla en su asistente varios meses después de que llegamos a vivir, y eso le encantó a Shirley." Kiritsugu meneo con la cabeza. "No me gustaba eso. Te mentiría si dijera que no era porque estuviera celoso de la atención que ella recibía de mi padre, o la que ella le daba a él, pero también era porque me preocupaba cómo era vista por los aldeanos."

La naturaleza de Norikata; fría, reservada y sumamente indiferente era una anatema total a la calidez y el sentimiento de unidad tradicional que unía a los demás isle?os, quienes lo miraban desde con extra?eza en el mejor de los casos - pasando por sospecha - hasta hostilidad y rechazo abierto en el peor.

Y eso se extendía a los asociados con él.

"El único sacerdote de la isla, un hombre muy amable llamado el Padre Simón había sido muy cercano con Shirley. Le había ense?ado a leer y escribir cuando era una ni?a, y había cuidado de ella cuando sus padres no estaban." El rostro de Kiritsugu se ensombreció levemente. "Pero también era una de las personas que menos apreciaba a mi padre, y si bien nunca había sido agresivo, no disimulaba para nada que veía con malos ojos a mi padre, y se aseguraba de compartir sus pensamientos con Shirley siempre que la veía."

"Mi padre no le contó la verdad a Shirley. Nada de ser un mago ni del peligro al que uno estaría expuesto al estar cerca de uno. Dijo ser un científico, y estar trabajando en un proyecto muy importante. Desde su punto de vista, quizás no era una mentira, pero aun así evito por todos los medios posibles que Shirley supiera lo que realmente estaba haciendo, y para que."

Se ahorró los detalles de la investigación de Norikata. Fuera de que no estaba por completo al tanto de que había tratado, estaba más que seguro de que las tecnicidades estaban mas allá de lo que Shirou pudiera comprender sin tener una mayor comprensión de algunos principios taumatúrgicos. Su hijo ni siquiera sabía usar sus propios circuitos mágicos, para empezar.

"Nuestra familia practicaba una magia que permitía controlar una parte del tiempo." Reveló Kiritsugu, notando el asombro de Shirou manifestarse rápidamente en su rostro. "Llevaban haciendo eso desde hace más de cien a?os, y mi padre era el que más había avanzado en esta. Pero quería algo mas, desarrollarla hasta el punto en que le permitiera lograr el sue?o de todos los magos."

"?El sue?o de todos los magos?"

El pelinegro se mordió un labio y meneó la cabeza ligeramente, como indicando que eso era algo que diría después.

"Pero los estudios que quería hacer eran algo que no podría terminar en su vida, por lo que decidió investigar medios para poder alargarla." Por si eso no sonara lo suficientemente ominoso, Kiritsugu palideció. "Todo eso, mientras que Shirley estaba convencida por completo de que las cosas con las que le estaba ayudando eran buenas. Pero el rechazo de los aldeanos pudo más, terminó por estar desesperada por probarles lo contrario."

"?Y-y entonces, que paso?" Shirou casi tenía miedo de hacer esa pregunta.

"Un día, mi padre me preguntó si había entrado a su taller. Era la primera vez que lo veía siendo completamente severo conmigo y hasta me asusto." Kiritsugu recordó, casi sintiendo los ojos penetrantes de Norikata posándose sobre él otra vez, casi exigiendo que confesara pese a no haber sido el responsable. "Le dije la verdad, y me ordenó que no saliera de la casa. Sentí que algo se retorcía en mi estomago, y me escabullí de ahí, tratando de buscar a Shirley. No la encontré en ningún lado, ni en su casa, ni en la playa ni en cualquier sitio donde solía verla a menudo. Eso me tomó casi toda la tarde, y ya estaba por regresar a la casa, cuando escuche algo en un gallinero cerca de mí y eché una mirada..."

La visión de los ojos de su padre no se podía comparar con la hórrida visión que eran los de Shirley, inyectados en sangre mientras destrozaba a dentelladas el cuello de una gallina, como si se tratase de una bestia salvaje. Aun sin tener ninguna propiedad mágica latente, bien que lo habían paralizado del terror y la impresión de haberla visto convertida en aquella cosa... Y bien que aún poseían el impacto suficiente para afectarlo, casi veinte a?os después.

"Salí corriendo despavorido lo más rápido que mis piernas me permitieron hacia la casa y llamé a mi padre a gritos. Pero no estaba en ningún lado, y yo estaba demasiado asustado para esperarlo." Kiritsugu sujeto ambas manos, antes de continuar con algo de dificultad. "Así que fui con la única persona que pensé que podría ayudarme. El Padre Simon me recibió y escuchó mi testimonio, poniéndose de lo más pálido. Me pidió que me escondiera en una de las habitaciones mientras él hacía unas llamadas, y eso hice. Entonces, escuchó una conmoción afuera y salió a investigar..."

Lo siguiente fue un resumen extremadamente censurado del desastre que había sido la Purga de la Isla de Alimango. Un Apóstol Muerto había infectado a un par de personas, convirtiéndolas en ghouls; poco más que cadáveres andantes, que solo podían cebarse con la carne de los vivos. Para cuando un escuadrón de Ejecutores de la Iglesia y un peque?o grupo de Forzadores de la Asociación, junto con algunos Cazarrecompensas arribaron a la isla, esta se había convertido en el infierno en la tierra.

De los más de doscientos habitantes que estaban en los registros del gobierno local, ubicado en otra isla, ninguno había sobrevivido a la masacre de forma oficial. Porque bien los foráneos que habían llegado a contener la situación se encargaron de exterminar a todos y cada uno de los muertos vivientes, surgidos de los pobres isle?os. A fuerza de fuego, taumaturgia y los sacramentos de la Iglesia, habían sido conducidos a su descanso eterno.

Si hubo algo en lo que los de la Asociación y los de Iglesia estuvieron de acuerdo, fue en que al menos el desastre había tomado lugar en una zona aislada y que no había pasado a mayores, como en algunas ocasiones sucedía en Europa.

"Ese fue el resultado de la ambición de mi padre. Fue la cazarrecompensas que me salvó, quien me sacó de ahí tras pedirle que me llevara con ella. Natalia accedió." Confesó Kiritsugu, prácticamente al borde del llanto. "No podía aceptar que horrores así fueran cosa de todos los días en el mundo. Así que tomé mi decisión, la de hacer todo en mi poder para evitarlos y fue así como terminé por meterme en este mundo. El resto, es historia para otro día…"

Apenas alcanzó a terminar y Shirou ya se había abalanzado sobre él, envolviendo su cuerpo con sus brazos mientras restregaba su cabeza en su pecho. El abrazo había sido repentino, como inesperado, pero muy lejos de no ser bienvenido.

Pudo sentir como una lágrima recorría ya su rostro a la par de como Shirou restregaba el suyo contra su pecho mientras que el agarre de su abrazo se intensificaban.

El pelinegro correspondió al abrazo, revolviendo los cabellos color rojo de ojiámbar, mientras dejaba escapar un último suspiro.

Muy pocas habían sido las ocasiones en las que revelaba con tanto detalle aquella traumante anécdota. Podría contarlas con una sola mano de hecho, y aun así no serían pocos los dedos que sobrarían.

La sensación siempre era dolorosa, pero un abrazo bien servía para aliviarla. Era casi como un paralelismo de la maldición que le afectaba y el vial que podía consumir para que las dolencias cesarán por un rato.

"Me convertí en un cazarrecompensas, y tomaba todos los trabajos que me permitieran ir tras magos como mi padre, cuyos experimentos ponían en riesgo a muchas personas." Recordó, mientras cesaba con su caricia. "Fueron a?os muy duros. Demasiado duros. No vivía para nada mas que esa cosa y tampoco creía que llegaría lejos, pero entonces acepte un ultimo trabajo de cierta familia."

Los Einzbern le habían contactado unos tres a?os tras la muerte de Natalia. Había sido una invitación de lo más peculiar, a la cual no se podía negar. Fácilmente del centro de Europa, no había familia más poderosa que ellos, eso y que mirar para otro lado se le figuró un desperdicio en aquellos momentos. Por lo que accedió a ser escoltado por un representante de estos hasta Weisse Hügel: el Castillo Blanco de la familia de alquimistas más antigua de Alemania.

"Me contrataron como un representante para un evento integrado por ellos y otras dos familias. Un ritual lo llamaban ellos, pero realmente no era otra cosa que una guerra." Al escuchar eso, Shirou finalmente separó su rostro y abrió sus ojos de más. "Una guerra entre magos, y algo más."

El tema de los Espíritus Heroicos y los Servants era mucho más pesado de aceptar. Pasaría a la lista de cosas que tendría que mencionar mucho después, y explicar también.

"Debía participar y ganar para ellos el premio de esta. Algo que creía que podría usar para poder terminar con todo lo malo de este mundo..." Kiritsugu apretó su pu?o libre antes de que una punzada le obligará a soltarlo. "Pero..."

Con los recursos de los Einzbern a su disposición y a?os de ventaja antes del evento, creía estar listo para soportar la tormenta que se avecinaba. Teniendo también al llamado invencible Rey de los Caballeros de su lado, sus probabilidades de victoria eran quizás las más altas de todos los competidores.

Pero la Cuarta Guerra del Santo Grial de Fuyuki le había mostrado la despiadada realidad de golpe a él y a los demás Masters.

Ninguno estaba remotamente preparado para la confrontación potencialmente cataclísmica que los había azotado durante esas dos semanas. Las batallas encarnizadas, que más de una vez habían casi roto la sagrada regla de mantenerlo todo fuera de los ojos de la gente normal fueron tan solo la punta del Iceberg.

Una serie de asesinatos seriales nocturnos así como una ola de secuestros, la propia intervención de dos Jets de la Fuerzas de Autodefensa de Japón que había culminado con su destrucción y desaparición, la destrucción del Hotel Hyatt, el envenenamiento del personal en aquellas clínicas, el asesinato del propio administrador de la ciudad...

Aun así, ninguno de los eventos anteriores alcanzaba a ser comparado con la magnitud y el horror del que había servido como conclusión de aquella guerra: La propia manifestación del Santo Grial y el fenómeno que los Einzbern llamaban "La Caída del Cielo".

Efectivamente, de este cayo algo.

Pero lejos de ser el milagro prometido y buscado, resultó ser una grotesca pesadilla. Una sátira burlesca a los deseos de quienes deseaban el Grial, y la mezcla más hedionda y repulsiva de sus vicios más oscuros y demás porquería que uno no llegaría a tolerar en su vida entera.

"Esa cosa no salvaría a nadie. No era ningún milagro o una esperanza, era todo lo contrario." Confesó Kiritsugu. "Tomé mi decisión al instante, la rechace y me apresure a destruirla con la única manera que creía posible... Pero, no estaba preparado para el precio de eso."

Todavía lo recordaba bien, el apretar sus manos contra el barandal en desesperación mientras miraba atónito como en el cielo rojizo se dibujaba la horrida silueta de un vórtice negro, de cuyo abismo infinito comenzó a brotar aquella suciedad ardiente.

"La cosa causó el incendio de Fuyuki con el poder que le quedaba, y se desvaneció, no sin antes dejarme un peque?o recuerdo." Hizo una mueca de disgusto mientras se se?alaba así mismo. "Esto nunca fue una enfermedad ni nada parecido. Es una maldición de las más crueles y una cortesía directa de eso. Al mismo tiempo en que todo a mi alrededor ardía, trataba de no retorcerme de dolor mientras sentía como me estaban apu?alando desde adentro.

Busqué una y otra vez entre los escombros, tratando de ayudar a quienes habían quedado atrapados por ahí. Pero era demasiado tarde para aquellos que encontré, y no pude hacer más que seguir avanzando a medida que el fuego comenzaba a extinguirse.

Sentía como mis fuerzas me estaban fallando y más de una vez pensé que si me caía, no me volvería a levantar.

Miraba a mi alrededor, no podía creer que todo eso había sido por mi culpa, y entonces rogué porque al menos alguien hubiera sobrevivido... Fue ahí cuando creí escuchar un gemido entre una pila de escombros, y me arrastré como pude con el corazón en una mano antes de levantarlos.

Fue la primera vez que te vi, y pude sentir como mis lágrimas se perdían con la lluvia que había comenzado a caer..." Kiritsugu echó su cabeza ligeramente para atrás, perdido por unos segundos en tal recuerdo. "Ya sabes que fue lo que paso después..."

Shirou permaneció callado luego de escuchar todo eso. Las palabras que conformaban aquella historia, gentilmente atravesaron sus pensamientos y alcanzaron aquellos temidos recuerdos de tan solo un par de horas antes.

"Matar, mentir y huir. Solo esas cosas sabes hacer bien. Que excelente padre estás siendo, me pregunto si Shirou aprenderá a huir de su pasado tal y como lo haces tú."

"Esta maldición no es nada cómo haya visto antes. Tuve que cobrar un par de favores para poder averiguar todo lo que pudiera de lo que me dejaste y aun así no fue suficiente."

"Después de lo que hice. ?Debo ahora volverlo carne de ca?ón contra las cosas que acechan aquí? ?Tengo que obligarlo a que entregue su vida también???Que le quite lo único que le queda?!"

Lejos de causarle aquella angustia, las dudas que habían anidado alrededor de estos comenzaron a disiparse como si de una neblina se tratase, y permitieron que lentamente las piezas comenzaran a armarse solas.

Y una sonrisa sincera, verdaderamente apropiada para un ni?o como Shirou, quien abrazó nuevamente a su padre, con algo de más gentileza.

"Gracias por contarme todo esto, papá." Agradeció, antes de reír ligeramente. "Y perdón por haberte golpeado. No se si entiendo todo lo que me dijiste, o tampoco si se como sentirme, pero si que querías lo mejor para mi."

Kiritsugu correspondió a la sonrisa antes de limpiarse las lágrimas con el dorso de la mano.

"Me alegra escuchar eso, Shirou... Pero no lo hice tan bien como creía, y es por eso que te prometo que haré que las cosas cambien."

La respuesta del pelirrojo consistió en mostrar una expresión perpleja, que le hizo reír a su vez.

xXx

El trayecto del hotel a la estación de trenes de Misaki no fue muy largo. Era apenas la ma?ana tardía cuando un taxista diferente a los dos encontrados el día anterior por Kiritsugu, dejó a padre e hijo muy cerca de la entrada de esta.

Tras extraer sus ligeros equipajes de la cajuela y pagarle al conductor, entraron a la estación. Y tal como era de esperarse, se encontraba abarrotada de gente.

Tomando de la mano al pelirrojo, Kiritsugu navegó entre la multitud mientras trataba de abrirse paso hacia la taquilla, donde les esperaba una hilera de más gente.

Se formaron en la que parecía tener menos, pero de igual manera terminaron por esperar unos buenos veinte minutos antes de finalmente poder ser atendidos.

"Aquí tiene sus boletos, Misawa-san." Dijo la se?orita detrás de la casilla al entregarle dos de estos a un hombre de mediana edad, quien emitió un gru?ido tras tomarlos, y tocar el hombro de su hija; una ni?a casta?a probablemente un a?o menor que Shirou. Los dos se retiraron de la fila, permitiéndole a él y a su padre avanzar.

"Buenos días." Sonrió la mujer, "?Cuál es su destino?"

"Dos boletos sencillos para Tokyo, por favor." Pidió Kiritsugu. Era la ruta más cercana con destino a Nagasaki, desde donde podían llegar a Fuyuki. La ciudad donde vivía actualmente estaba realmente alejada del considerado centro de influencia más prominente del Mundo Iluminado por la Luna en Japón, y aquello tenía sus respectivas ventajas y desventajas.

Una de ellas, era que dicho aislamiento convenía en caso de que quisiera tener los ojos de la Asociación fuera de su espalda, lo cual sería imposible si residiera en la capital o alguna de las ciudades aleda?as.

Pero por otra parte, el trayecto para conseguir información directa o recursos era largo y pesado. Muy, muy pesado.

"Muy bien, Emiya-san." Tras haber pagado la cantidad justa, recibió los dos boletos a través de la rendija. "El andén es el séptimo a la izquierda. Espero que usted y su hijo tengan un buen viaje."

"?Muchas gracias!" La se?orita le dedicó una última sonrisa a Shirou tras escucharle, antes de voltearse a atender al siguiente en la fila.

El pelirrojo permaneció siguiendo a su padre, aún tomado de la mano. Ambos recorrieron un buen tramo de la estación, hasta llegar al área de andenes.

'2, 3, 4, 5' Mentalmente los contó Shirou, mientras alzaba una ceja al notar como Kiritsugu parecía apresurar el paso a la par que volteaba cautelosamente hacia sus alrededores. Para otros, parecería un pasajero ansioso por encontrar su andén, pero Shirou no era lo suficientemente ingenuo para creerse algo así.

"Ah, viejo. ?Qué estás buscando? Falta un solo andén para llegar hasta el que tiene nuestro tren." Se?aló el ojiámbar con una perplejidad muy marcada en su tono.

Kiritsugu se paralizó por un momento, pero resumió sus pasos al cabo de unos segundos.

"Nada, Shirou. No me hagas mucho caso." Le respondió mientras le dedicaba una sonrisa tranquilizadora. "Solo no me gustaría llegar tarde al tren."

Shirou mantuvo una mirada inquisitiva por cerca de un minuto, antes de encogerse de hombros.

Kiritsugu dejó escapar un suspiro, y ambos continuaron con su caminata. Luego de un tiempo, finalmente llegaron al séptimo andén. Este tenía ya algo de gente esperando por el tren, y una buena parte estaba sentada en las hileras de asientos colocados en estilo paralelo.

Los dos tomaron asiento en unos, y dejaron su equipaje en los que estaban al lado de estos. El tren aún no había llegado, y no parecía que hubiera alguien impaciente por este. Había desde pasajeros conversando, apoyados en uno de los pilares en medio del andén, hasta otros leyendo un periódico, sentados en frente de ellos.

"Voy a tomar agua." Anunció repentinamente Shirou, antes de se?alarle a Kiritsugu un par de dispensadores de esta localizados al fondo del andén. El pelinegro tuvo que entrecerrar sus ojos para verlos, y asintió. No estaban muy lejos de todas formas.

Shirou sonrió antes de retirarse hacia estos, dejando a Kiritsugu solo en los asientos. Kiritsugu suspiro, y deseo tener un cigarro con él en esos momentos. Si bien había abandonado el tabaco hace más de un a?o, luego de comprobar que la maldición también surtía efecto cuando fumaba, no podía negar que extra?aba la sensación y el calmante efecto que le confería.

Tan distraído quedó en sus pensamientos, que no noto una silueta familiar que había estado recargada contra uno de los pilares acercarse.

"Llegaste bastante temprano a esto, Emiya." Farfulló Sougen, ataviado con el mismo kimono sencillo de siempre, pero con la inclusión de un morral que parecía haber visto días mejores. "Ojala aplicaras lo mismo para otras cosas."

"Sougen," Kiritsugu alzó una ceja extra?ado. "?Qué estás haciendo aquí?"

"Aparte de que recordé que nunca presenté mis conclusiones sobre el análisis que le hicimos a Shirou-kun." Respondió el curandero, poniendo los ojos en blanco mientras se quitaba el morral y lo entregaba a Kiritsugu. "Vine a darte esto."

El pelinegro lo tomó, y retiró el pliegue para darle un vistazo al interior. Casi de inmediato, sus ojos se abrieron levemente de par en par.

"Esto es..."

"Más de cuatro docenas de viales. Todos tienen un hechizo que preserva sus propiedades por unas semanas, pero te recomiendo que los tengas en el refrigerador." Explicó Sougen, se?alando los peque?os frascos que alcanzaban a asomarse por la boca. "Esa fórmula me tomó casi dos a?os crearla y está muy lejos de ser perfecta, pero es lo único que ha demostrado servir hasta ahora."

"Muchas gracias, Sougen," Agradeció sinceramente el antiguo mercenario. "?Será la cantidad normal de la consulta o el precio es aparte?"

"Deposítame como extra la mitad de lo que usualmente pagas." Concedió el curandero, mientras se cruzaba de brazos. "Eso debería cubrir los gastos de la elaboración."

"Muy bien, lo haré apenas pueda." Respondió Kiritsugu, no muy convencido. El dinero era todo menos un problema para él, la cantidad que tenía, si bien no era realmente una suma muy exagerada o lo suficiente para convertirlo en millonario, era más que suficiente para permitirle el vivir cómodamente por un buen tiempo sin tener que trabajar y hasta heredarle una generosa suma a Shirou que no se agotaría a menos que este fuera un derrochador empedernido.

Sougen asintió, pero su expresión no cambió.

"Emiya." Continuó mientras entornaba sus ojos. "Los circuitos mágicos de Shirou están en buen estado. Sin contar el bizarro caso de que sus intentos de crear uno a partir de sus nervios terminó por hacer que extrajera unos tres desde su cresta, no hay nada raro ni grave en él. Solo tendría que despertarlos otra vez para poder usarlos sin problema alguno."

"... Ya veo, entiendo." Respondió Kiritsugu, luego de quedarse callado por unos segundos más mientras procesaba aquella pieza de información. "Nuevamente, muchas gracias. Estoy seguro de que Shirou estará aliviado de escuchar eso una vez que regrese de tomar agua." Comentó, se?alando hacia donde se iba ido el pelirrojo.

Sougen echó una ojeada y alzó una ceja, antes de voltearse nuevamente hacia el pelinegro.

"?Eso es todo?" Pareció interrogar, extra?ado por la respuesta del Emiya.

"?A qué te refieres?" Esta vez fue el turno de Kiritsugu de lucir perplejo ante la pregunta.

"Bueno, viendo lo diferente que te encuentras en actitud sobre eso comparado con el día anterior, uno no puede evitar preguntarse sobre el cambio." Sentenció el curandero mientras atusaba su bigote.

Kiritsugu cerró los ojos y suspiró.

"Después de todo lo de ayer y tener una plática con Shirou, tome una decisión mejor." Respondió sin titubear. "No es realmente lo que quisiera, pero si lo que debería y debí haber hecho desde el principio. Si, tenias razón."

Sougen no se molestó en ocultar su sorpresa a juzgar por la expresión que ocupó su rostro, antes de que esta se tornara en una distinta cuando entrecerró los ojos en sospecha y dejó escapar un suspiro de exasperación.

"Ya veo. Pues, al menos recobraste algo de tus sentidos." Concedió el curandero antes de mirarle con algo que a ratos parecía lastima y en otros, incredulidad. "Solo quisiera que no hubiese sido por hacer un pacto con el diablo."

Al escuchar eso, Kiritsugu puso los ojos en blanco, pero evitó decir algo, al ser incapaz de negar aquella parte.

"Y por cierto, no te molestes en estar ansioso por abordar y salir de Misaki lo antes posible." Continuó Sougen con un dejo de ironía en su voz. "El ya esta aquí."

El corazón de Kiritsugu se encogió cuando una risa perturbadoramente familiar que no hubiese querido escuchar en persona en cualquier tiempo cercano, se hizo presente.

"Ay, Kiritsugu. ?Tanta prisa tenías por deshacerte de mí?" Makihisa dejó caer el periódico que estaba leyendo, y sonrió desde su lugar, en la hilera de asientos en frente de la del pelinegro.

"No te preocupes, podrás irte cuando el tren esté a punto de marcharse, jajajajaja."

Kiritsugu reprimió las ganas de suspirar otra vez.

xXx

El agua estaba demasiado fría para su gusto, pero igual terminó por apagar su sed. Shirou había tenido que esperar un par de minutos luego de que otra persona tuviera la misma idea que él y se le adelantara con tomar del dispensador.

Dejó escapar un suspiro cuando terminó, y parpadeo mientras veía en el reloj de la pared que faltaba todavía tiempo para que el tren llegara. Pensó por un momento en la extra?a y evasiva actitud de Kiritsugu, pero volvió a encogerse de hombros al no encontrar mucho que divagar al respecto.

Cerró los ojos mientras meneaba la cabeza antes de darse la vuelta sin abrirlos, solo para que...

"?Auch!"

"?Agh!"

La primera vez había sido mera casualidad, la segunda una coincidencia... Pero siendo la tercera vez, Shirou ya tenía la sospecha de que alguien allá arriba se estaba burlando de él. Al menos esta vez ninguno terminó en el suelo.

Shirou parpadeo mientras veía como Kohaku meneaba ligeramente su cabeza algo aturdida por el golpe. La joven criada llevó su mano libre hacia su sien, y abrió sus ojos.

"Es la tercera vez que pasa esto." Musito con un tono que mostraba que estaba tanto extra?ada como adolorida.

"Kohaku," La llamó Shirou con algo de sorpresa. No se esperaba ver a su compa?era pelirroja pronto, y mucho menos en ese lugar. "?Qué estás haciendo aquí?" Pregunto con algo de curiosidad mientras se acercaba, y entonces se ruborizo y llevó una mano a su nuca avergonzado. "Ay, perdón por haber tropezado contigo... otra vez."

"No pasa nada." Respondió la pelirroja con su tono usual, aunque en su mirada se podía notar que más que estar contrariada por el accidente, parecía estar casi entretenida. "Le pedí a Makihisa-sama si podía acompa?arlo." Dijo, antes de se?alar a un punto detrás de ella.

Shirou siguió su dedo y se topó con una curiosa escena, varios metros a la distancia: Kiritsugu con los brazos cruzados y una expresión en su rostro que delataba por completo sus ganas de estar en cualquier otro lugar que ese, mientras que un Makihisa se reía al lado suyo, y Sougen ponía los ojos en blanco y parecía tomar el rol de un adulto supervisando a dos ni?os.

Bueno, el misterio de porque Kiritsugu parecía estar tan ansioso por retirarse se había resuelto solo.

Fijó su atención nuevamente en Kohaku, y advirtió que estaba cargando algo. Al sentir su mirada sobre ella, la pelirroja le mostró el objeto antes de hablar. "Vine también para devolverte esto."

Intrigado, Shirou lo miró más de cerca antes de que sus ojos se abrieran de par en par por la sorpresa. Era la sombrilla que había usado el día anterior tras encontrarla de pura suerte cuando estaba perdido en la calle.

Se había olvidado de ella, francamente. Luego de haberla dejado en la entrada del pórtico de la Mansión Tohno, no le había dedicado ni un solo pensamiento al tener su mente ocupada en otras cosas.

Pero tal parece que Kohaku no lo había hecho.

Shirou sonrió ante ese gesto y estuvo a punto de tomarla antes de tener una mejor idea.

"Si quieres, puedes quedártela." Dijo, tras pasar su mano sobre la sombrilla. "Así no tendrás que preocuparte porque te atrape la lluvia otra vez si sales a comprar cosas." El pelirrojo mantuvo su sonrisa, dejando el instrumento en los brazos de Kohaku, quien solamente lo miró confundida a más no poder.

"Pero, es tuya." Se?aló la pelirroja como si fuera lo más obvio del mundo.

"Si, y yo quiero que la tengas." Insistió Shirou gentilmente antes de se?alar la tela de esta. "Te la estoy regalando."

"... ?Por qué?"

"Siento que la vas a necesitar más que yo," respondió Shirou mientras se encogía de hombros. "Además, es otra forma de decirte gracias por haberme ayudado ayer. Hiciste mucho por mi."

"Y-yo... " Kohaku miro tanto a la sombrilla como a él, no sabiendo qué hacer. Shirou suspiro antes de colocar sus manos sobre las suyas, haciendo que la pelirroja quedará paralizada.

El iba a decir algo cuando pareció notar una cosa en su rostro que le hizo inclinar levemente su cabeza hacia un lado. "Te ves muy bien cuando sonríes."

"?Ah?" Kohaku retiró una mano de la sombrilla y la llevó a su boca, notando hasta apenas como sus labios se habían curvado inconscientemente.

Una leve risa proveniente de Shirou la hizo voltear y sentir un vuelco dentro de ella. El pelirrojo terminó de reír, y mantuvo una sonrisa algo distinta a las que ella había visto el día anterior.

"?Lo ves? Luces muy bien animada." Comento, sin darse cuenta del efecto de esas palabras en la criada pelirroja, quien tal como el animal con quien compartía nombre, se sentía como una carpa fuera del agua.

"B-bueno, esta bien." Al fin se animó a responder mientras inclinaba ligeramente su frente, casi como si estuviera haciendo una reverencia a la par que abrazaba la sombrilla.

Shirou alzó una ceja ante eso mientras hacía un gesto con sus manos, pidiéndole que se detuviera. Las tornas habían cambiado, y ahora el avergonzado era el.

"Ah, no n-necesitas hacer eso, descuida." Le dijo, antes de suspirar aliviado tras ver como finalmente regresaba a una posición normal. "?Sabes? Me alegra mucho haberte conocido. Ojalá pudiéramos vernos de nuevo."

Kohaku, quien parecía no haberse recuperado aún del asalto que su compa?ero pelirrojo había desatado contra ella, nuevamente quedó reducida a un manojo de nervios, al ser incapaz de formular una respuesta.

"Ah, también me gustaría." Musito, antes de voltear a su derecha al escuchar algo bastante fuerte a la distancia. Fue imitada por Shirou, y varias de las personas en el andén, quienes miraron hacia la vía, pudiendo apreciar cómo el tren finalmente acababa de llegar a la estación.

A su vez, Shirou alcanzó a divisar a la distancia como Kiritsugu parecía haberse fijado en él y le hacía se?as para que se viniera ya. Los dos hombres que estaban a su lado siguieron su mirada y lo encontraron también a juzgar por cómo Makihisa le saludaba con la mano, y Sougen le dedicaba una leve reverencia.

"Oh, debo irme ya." Dijo, dirigiéndose hacia Kohaku una última vez antes de comenzar a caminar en dirección hacia su padre. Sin embargo, no había dado más de un par de pasos cuando sintió la mano de Kohaku sujetando el borde de su camiseta.

"?Ah?" No alcanzó a preguntar qué ocurría, pues la pelirroja se le adelantó.

"?Regresaras alguna vez?" Pregunto Kohaku, algo cabizbaja. Aun con lo baja que había sido su voz, Shirou había alcanzado a distinguir lo expectante de esta.

Frunció el ce?o, mientras le echaba un vistazo a su padre, quien parecía estar haciendo esfuerzos sobrehumanos para deshacerse de Makihisa, y se volteo hacia la pelirroja, pensando que contestar.

"Si logro convencer a mi papa de venir aquí o al menos dejarme viajar, podría venir otra vez." Musito, algo convencido, solo para sorprenderse con la mirada que Kohaku le dedico con sus ojos que parecían casi estar brillando al escuchar eso.

"?Lo prometes?"

Shirou sonrió antes de voltearse, haciendo que Kohaku soltara su camiseta, pero continuará mirándolo, y extendió su mano derecha, dejando que el me?ique quedará alzado.

La pelirroja entorno sus ojos antes de entender y extender su mano contraria. Los me?iques de ambos se entrelazaron mientras Shirou asentía.

"Lo prometo."

En respuesta, Kohaku dejo que la sonrisa que había mostrado anteriormente se mostrará en sus labios por un momento, antes de soltar su mano.

Shirou finalmente se volteo, y continuó su caminata hasta los asientos donde había dejado su respectivo equipaje, y donde Kiritsugu ya había recogido el suyo y parecía estar esperándolo para abordar de una vez.

"Ah, Shirou-kun." Lo saludo directamente Makihisa tras tenerlo a corta distancia. "Muy buenos días, estaba teniendo una última platica con tu padre aquí." Dijo, se?alando al otro pelinegro quien ponía los ojos blanco, creyendo que por fin se había librado de tener que escucharlo.

"Buenos días, Makihisa-san." Respondió Shirou, amablemente. Si, el hombre era aterrador y hasta podía ver que su padre le tenía un repelús del tama?o de Fuyuki, pero le había ayudado en más de una manera, y el pelirrojo le estaría agradecido por eso. "De nuevo, gracias por todo. Ah, y también a usted, Jinan-san." Recordó, dirigiéndose hacia el curandero quien meramente emitió un gru?ido de aprobación.

Makihisa mantuvo su sonrisa y asintió, antes de colocar su mano en el hombro del pelirrojo. "Por nada. La próxima vez que la vida te conduzca a Misaki, no dudes en acudir a mi morada. Ten por seguro que el Clan Tohno te mostrará la hospitalidad más que adecuada." Y gui?o el ojo, claramente disfrutando tanto la incomodidad de Shirou como el enfado de Kiritsugu a la distancia.

Shirou sudo frío por un par de segundos antes de asentir. "Claro, Makihisa-san."

"Buen chico." El magnate lo despidió dándole un par de palmaditas en su hombro, y prácticamente lo empujo contra su padre, quien le pasó su equipaje y asintió antes de caminar hacia la puerta más cercana del tren.

Makihisa pareció captar el mensaje y sonrió una última vez. "Tengan un buen viaje."

Y permaneció en el mismo lugar, hasta ver a los dos Emiya perderse dentro de este junto a los demás pasajeros. El mestizo suspiro para sus adentros, mientras que aquella sonrisa que portaba parecía adquirir un aura distinta.

"?Qué estás tramando ahora, Tohno?"

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el curandero, quien mantenía a su vez aquel porte severo que lo había vuelto algo infame entre quienes lo conocían.

"No tengo idea de a qué te refieres." Respondió con calma pese a que sus ojos traicionaban su intención. "Solo continuo con cumplir con mis deberes, de la mejor forma que pueda."

Sougen resopló, antes de cruzarse de brazos. "Si tan solo fueras tan directo siempre." Refunfu?o con desgano antes de soltar un suspiro."Muy bien, ?qué es lo que quieres?"

Makihisa se volteó y acomodó sus gafas antes de hablar de nuevo.

"Digamos que voy a pedirte algo." Al notar la expresión formándose en el rostro del contrario, se apresuró. "No, no es un favor. Será un trabajo, algo inusual, pero que ya tenía en mente desde hace tiempo."

Sougen se limitó a alzar una ceja en respuesta.

xXx

Kohaku contempló como el tren se marchaba desde el mismo lugar donde había permanecido desde que Shirou se despidió de ella. Acariciando la tela de la sombrilla, la pelirroja miro como el último vagón salía del andén y se dirigía camino a otra ciudad, muy lejos de ahí.

Por un breve momento, su vista se enfocó en el objeto que cargaba y se aferró algo más a esta, como si pudiera evocar la presencia de su anterior due?o una vez más.

Tal efecto fue algo que solo ella podía entender, y a pesar de no demostrarlo con una expresión abierta, sus ojos parecieron suavizarse.

Hubiera estado feliz de mantener aquella ilusión por varios minutos, pero esta se arruinó una vez que escucho una serie de pasos aproximándose en su dirección. Abandonando aquella postura por una más rígida, Kohaku esperó la llegada de su guardián y del viejo curandero que la había llevado a su hermana y a ella con él.

Makihisa no estaba sonriendo, pero tampoco había rastro en su rostro de estar malhumorado. Este posó su vista en la pelirroja y luego al objeto que ella llevaba en sus manos, solo para asentir levemente al parecer haber entendido algo.

Ajeno a esa interacción, Sougen carraspeo antes de dirigirse hacia ella. "Tohno aquí me dice que quiere que te ense?e unas cosas," comentó en un tono estrictamente neutral. "Está dispuesto a pagarme por eso, pero de nada sirve ya que no será él quien lo voy a preguntar directamente, Kohaku-chan. ?Realmente quieres estudiar de mi?"

La pelirroja lo miró fijamente, evitando todo contacto con Makihisa quien en ningún momento había dejado de hacerlo. Ninguno de los dos necesitaba saber leerla mente del otro bajo aquellas condiciones, para saber en qué estaba pensando cada uno.

El patriarca meramente se limitó a recordarle con la mirada lo que habían acordado el día anterior, desconocido para los demás.

Mientras que Kohaku, lo recordó directamente...

Si la atmósfera de la Mansión Tohno podía ser descrita como opresiva y hasta intimidante hasta cierto punto, la que reinaba en los cimientos de esta era más que digna de ser llamada siniestra.

No había comparación alguna. El propio aire de ahí estaba cargado con algo que hacía que cualquiera que lo sintiera por primera vez quedará paralizado. Y eso era solo el primero de sus hórridos rasgos, que se manifestaba en las escaleras.

Kohaku descendió a través de las escaleras, sabiendo mejor que quedarse quieta en uno de los escalones, especialmente cuando Makihisa estaba al lado, sosteniendo una linterna.

El hombre de la casa no parecía tener ninguna prisa particular en llegar hasta el sótano, el cual quedaba unos metros más abajo, y ella tampoco poseía ningún deseo de adelantarse.

Demasiado había sido su alivio cuando esa noche, en lugar de llevarla a esa habitación usual, el hombre le había comentado que harían una cosa distinta.

Y apenas la ojiámbar había vislumbrado la puerta que conducía a ese lugar, su terror había sido casi palpable. Pero poco le importó al hombre, quien se había limitado a abrirla y ordenarle que descendiera con él.

Y ahí estaban ambos, alcanzando ya el fin de las escaleras, y la verdadera entrada al único sitio de toda la mansión que ni ella ni su hermana podía afirmar haber conocido jamás.

Pero dicha afirmación había quedado invalidada para ella apenas puso un pie en el sótano. Y pese a no mostrar muchas emociones en su rostro la mayor parte del tiempo, esta vez Kohaku lucía inquieta.

No era solo la atmósfera del lugar, que despedía una sensación que solo podía describirse como errónea. Era el hecho de que desconocía lo que se hallaba ahí. El resto de la casa y aquella habitación eran dolorosas y horrendas, pero al menos conocidas para ellas, lo de ahí no.

"Lo pensé bien durante un tiempo." La voz de Makihisa la sacó de sus pensamientos, haciéndola voltear para encarar al hombre quien comenzaba a alumbrar la estancia. "Y llegue a la conclusión de que hiciste un buen servicio a la familia, y es por eso que voy a darte una tarea más."

Era muy grande, fácilmente teniendo el espacio de varias de las habitaciones de arriba puestas juntas. Pero hasta donde la luz alcanzaba a iluminar, parecía estar desprovista de objetos o muebles.

O al menos eso creyó al principio.

Pues esta logró hacer relucir una serie de barrotes y una puerta destartalada, todos consumidas por el óxido en una parte de la estancia, con unos grilletes adosados a la pared con sus respectivas cadenas.

Una celda.

Makihisa avanzó, haciendo un gesto con su mano libre para que lo siguiera y a medida que ambos lo hacían, más y más celdas uniformemente acomodadas una al lado de la otra eran iluminadas.

El sótano de la mansión era prácticamente un calabozo, pero cuyos prisioneros brillaban por su ausencia. Uno no podía evitar preguntarse qué destino les había deparado.

Kohaku apartó la mirada de una celda al notar que los barrotes de esta había sido brutalmente arrancados de cuajo, y la puerta había quedado partida a la mitad, solo para casi tropezar con Makihisa quien se había detenido.

Justo enfrente de una celda más, que a simple vista se podía notar lo diferente que era a las otras. Para empezar, estaba completamente cerrada, sin barrotes o ventana alguna, y teniendo una puerta metálica de tama?o considerable.

Solo verla le daba nauseas a la pelirroja.

"El padre de Shirou-kun está llevando una peque?a tarea por mi. Una, que de ser completada de manera satisfactoria hará que los servicios que me das no sean necesarios para mí." Sentenció el mestizo sin perder de vista la puerta de la celda frente a él. "?Entiendes a qué me refiero?"

Kohaku asintió, no sintiéndose tan aliviada como debería estar si escuchara tal cosa.

"Sougen Jinan no será nunca confiable para esta tarea, y ningún miembro de mi familia podría llevarla a cabo. Eso solo te deja a ti por tu única posición." Una sonrisa cruel se posó en sus labios, mientras la miraba nuevamente. "A menos que quieras que sea tu hermana quien lo haga."

Aquello hizo que la ojiámbar rápidamente negara con la cabeza, provocando una risita por parte del mestizo. Makihisa meneo con la cabeza, seguramente ante la predecible respuesta y dio un paso hacia adelante.

"Aprenderás lo suficiente para hacerte cargo de esto, puedes considerarlo una tarea mucho más importante que la otra." Afirmó mientras llevaba su mano hacia sus labios. Un líquido rojizo cubrió algo de esta y goteo contra el suelo una vez que la extendiera de modo que pudiera presionarla contra la superficie de la puerta.

Casi al instante, una serie de caracteres se iluminaron sobre esta, formando una especie de red llena de símbolos que parpadearon por un instante.

Y entonces la puerta se abrió con un gemido ahogado, permitiendo que Kohaku pudiera observar la penumbra del interior.

La otra mano de Makihisa se encargó de iluminar este a la par que hablaba nuevamente.

"Te harás cargo de él."

Y la luz de la linterna logró proyectarse en algo encadenado al fondo de la habitación. Algo que hizo que la piel de la pelirroja se erizara y sus ojos se abrieran de par en par, formando una expresión de horror en su rostro.

El grito fue después.

Kohaku cerró sus ojos, antes de asentir. Sabiendo que el curandero no lo tomaría como una respuesta adecuada, suspiro antes de hablar. "Si, si quiero."

Sougen no lucía convencido del todo, pero asintió por su parte y colocó una mano en su hombro.

"Muy bien. Empezaremos el fin de semana que viene."

"De acuerdo." Respondió Makihisa en su lugar, lo cual hizo que Sougen soltara otro suspiro de exasperación antes de despedirse y retirarse, dejando a los dos en el andén.

El hombre se limitó a informarle que harían lo mismo y comenzó a caminar hacia la salida.

Kohaku estuvo a punto de imitarlo antes de optar por dedicarle una última mirada hacia donde había desaparecido aquel tren, y acariciar la sombrilla que aún no había soltado.

Quizás no se dio cuenta, pero el fantasma de una sonrisa podía verse en sus labios.

xXx

"Entonces, Kohaku, ?eh?"

"Si, es un poco callada, pero me agrada mucho." Confesó Shirou mientras mecía sus piernas contra su asiento. Se encontraban en el segundo tren, camino a Nagasaki. Unas dos horas antes, habían llegado a Tokyo luego de cerca de cuarenta minutos de viaje, y se habían apresurado lo más rápido posible para abordarlo. Tal como esperaban, la estación de Tokyo estaba al menos unas cinco veces más llena que la de Misaki, y tardaron más de lo que esperaban.

Pero finalmente se habían abierto paso y hasta habían sido recompensados con un par de bocadillos de parte del servicio de comida del tren.

"Hmm, no vi mucho de ella, pero se veía amigable." Respondió Kiritsugu. A decir verdad, no sabia que pensar realmente de la criada de la Mansión Tohno con quien su hijo aparentemente había trabado amistad más allá de algo de gratitud por haberlo ayudado. "Aunque, me alegra que hayas hecho una amiga. Que solo tuvieras al hijo de Ryuudou-san como uno a veces me preocupaba. ?No tiene ningún apellido?"

Shirou frunció el ce?o mientras se esforzaba por recordar algo. "Dijo que venía de una familia Fujou, que también eran magos pero que estaban en la ruina. ?Los conoces de pura casualidad?" Le pregunto a Kiritsugu quien negó con la cabeza.

"Me suena el nombre, pero no recuerdo exactamente de donde." Kiritsugu se acomodó en su asiento antes de tomar un sorbo de agua de la botella que había comprado. "Además de que hay varias familias de magos en este país, y solo solo se de un pu?ado de estas."

'Incluyendo las dos que prácticamente tenemos como vecinos.' Pensó con algo de humor, antes de reprimir una mueca al caer en cuenta de que también debía de no solo contarle a Shirou el que no estaban solos en Fuyuki sino que también el que debía de tener cuidado con cualquiera de los miembros de aquellas familias.

?Cómo podía haber sido tan ingenuo? Debía de agradecer a su buena estrella que el incidente de Shirou perdiéndose no había tomado lugar en Fuyuki. Dudaba mucho que el resultado hubiese sido tan positivo con los Tohsaka, los Matou o peor, con el.

"Hmm, ya veo." Shirou consiguió sacarlo de su estupor y lograr hacer que quedara sobresaltado con la siguiente pregunta. "?Podría ir visitarla a Misaki algunas veces? Makihisa-san dijo que podía hasta quedarme en su casa."

Fue como si su pu?o hubiera ido a parar a su vientre otra vez. Kiritsugu no respondió al instante, pero en sus ojos se veía que quería negar aquello. No era solo por comodidad suya, honestamente más que nada, quería mantener a Shirou lo más humanamente alejado posible de los juegos del patriarca de los Tohno, sabiendo aún que dicha cosa era difícil, e inevitable en caso de que ocurriera lo peor.

Y por otra parte, Shirou realmente se veía ilusionado ante el prospecto. Era difícil decirle que no.

"Ya veremos." Respondió, sonriendo mientras revolvía el cabello del pelirrojo. "Por ahora, tenemos que regresar a Fuyuki. Taiga seguramente está desesperada por vernos." A?adió, muy para la molestia de su hijo, quien de solo imaginar a la adolescente casta?a abrazándolo hasta dejarlo sin aliento, parecía quedarse agotado.

"Deberías aprovechar para dormir un rato." Sugirió viendo eso, "Todavía falta mucho para Nagasaki."

Shirou asintió con un bostezo y se acomodó en su asiento, antes de cerrar sus ojos. Aunque era claro que solo estaba reposando.

Kiritsugu por su parte no estaba en mejor condición, pero tampoco quería tomar una siesta en aquellos momentos, ni estaba seguro de que podría. La conversación que había tenido con Shirou había despertado lo que quizás era la fuente de sus dudas en relación con Makihisa Tohno.

Y una buena parte del origen de estas yacía en un sobre dentro de su maleta. Un sobre que hubiera querido leer nuevamente en aquellos momentos con mayor atención, pero que sabía que era todo menos prudente hacerlo en un lugar así.

Por lo que tuvo que limitarse a recordar cuando lo vio por primera vez.

"No es la primera vez que has visto algo así." Se?aló Makihisa con suma seriedad tras ver la reacción del Emiya sobre el contenido del sobre. "Y tampoco es como si fuese lo más brutal, recuerdo ver imágenes de uno de tus trabajos en América. Un tal Zepter o algo así."

"No es la naturaleza de esto lo que me asquea." Respondió Kiritsugu sin molestarse en ocultar su disgusto. "Lo que hace es que te hayas referido a esta cosa como 'un tesoro'. Algo así es mas propio de un Apóstol, incluso para alguien como tu."

"Me llena de tanto gozo ser comparado con uno de esos cadáveres." Sentenció secamente el mestizo, mientras ajustaba la posición de sus gafas, "Y no, Kiritsugu. La cosa que ves ahi no es ningun memento o trofeo, es lo que contiene lo que llamó el tesoro verdadero."

Kiritsugu parpadeo antes de echarle otra mirada al sobre y leer algo más. "... Ya veo, algo así ciertamente es raro. ?Pero porque quisieras tener algo como esto? A menos que planees venderlos o implantarlos en ti mismo, cosas como estas no convienen como un adorno."

"Esos dos objetos son más invaluables de lo que te imaginas para el Clan Tohno." Declaro Makihisa mientras entornaba sus ojos grises. "Tienen también un propósito específico al que planeamos darle uso."

"?Y ese es?" Interrogó Kiritsugu mientras alzaba una ceja.

"Preséntame avances de tu investigación y quizás considerare contártelo." Resoplo el mestizo antes de apoyar su mejilla en el dorso de su mano derecha. "Recuerda nuestro trato."

"Créeme que no lo voy a olvidar." Kiritsugu frunció el ce?o mientras inspeccionaba más a fondo la imagen. "?Y este tiene nombre?"

"Que detective más sagaz contrate." Makihisa puso los ojos en blanco."Puedes leerlo en el pie de la foto. Está inscrito con tinta roja."

Kiritsugu contempló la imagen una última vez, y otro rostro le devolvió la mirada. El de un hombre japonés, no más viejo que el de facciones definidas y con un cabello pálido, con la diferencia de que su cabeza yacía conservada dentro de un frasco y que a juzgar por la herida del cuello, esta había sido arrancada de cuajo.

El rasgo más notable del decapitado no era el color de su cabello, eran los dos ojos con una iris del azul más puro y profundo que había visto, y que no necesitaba ser un experto para saber que eran de naturaleza sobrenatural y mucho menos lo que eran.

Ojos Puros.

Y en cuanto al nombre, efectivamente se encontraba al pie de la foto y escrito en rojo.

Kiri Nanaya.


A/N: Y con esto, doy por terminado el arco introductorio a la historia. Fácilmente, puedo decir que este ha sido mi capítulo favorito a escribir, lo cual me motiva mucho. Cuando comencé a escribir esto hace algunos meses, realmente no tenía mucha confianza en lo que estaba haciendo, pero tras ver todo lo que he escrito, creo que puedo estar seguro de que estoy haciendo un trabajo decente como escritor.

Entre estos, Makihisa Tohno como personaje, quien temo que es básicamente un OC glorificado a estas alturas, ya que al carecer no hay mucho material del cual extraer su caracterización canónica. Aun así, debo confesar que se ha convertido en mi personaje actual favorito de escribir, y me da pena que no vayamos a ver tanto de él a lo largo de la historia.

Entre otras cosas, Kiritsugu y Shirou han alcanzado ya una especie de reconciliación, pero eso no significa que todo vaya a ser miel sobre hojuelas entre ellos dos. Creanme que padre e hijo van a pasarla muy difícil el tiempo que estén juntos, y esta no será la única vez en la que entren en conflicto.

Kohaku está a?os antes de convertirse en la maid que todos adoramos de Tsukihime y derivados y encima acaba de ser expuesta a Shirou. Ella, a diferencia de Makihisa si la vamos a ver a menudo, y tengan por seguro de que terminará siendo un personaje importante para la trama en algunas ocasiones.

Vemos un par de gui?os más de la trama escondidos por el capítulo,los cuales no mencionaré aquí. Ustedes, queridos lectores, son quienes deben encontrarlos (?)

Para no alargar más esto, termino aquí la cosa. Espero hayan disfrutado el capítulo.

Nos vemos durante la siguiente entrega, que consiste en el inicio del verdadero primer arco de esto.

?Hasta la próxima!

Sukracharya 23/07/21