El cabello largo le molestaba, la barba y el bigote también. Ya no sabía cuántos días habían pasado ahí. La luz del sol no entraba en ese agujero donde estaba abandonado, lejos de todo, incluso de los demás prisioneros. Ban estaba atravesado con el cuerpo pegado al suelo y la pared, incluso, tenía un hierro atravesado en la boca que impedía que hablara. No le importó. Llevaba tiempo diciéndose lo mismo: de nuevo, perdió todo lo que le importaba. Los siete pecados capitales, los que lo habían motivado una vez más a seguir viviendo su horrenda e insípida vida ya no existían y él, estaba de nuevo encerrado.

?Perdóname, Elaine? pensó mirando un punto fijo. De nuevo, no pudo proteger lo que quería y tampoco contaba con algo que lo motivará a seguir buscando la cura de la muerte. O quizá, la forma de morir. Ban ya había maquinado muchas ideas en su mente, tiempo le sobraba y el encierro lo hacía pensar en cosas lúgubres dejándose llevar por su entorno tétrico y desolado.

Cerró los ojos y agachó la cabeza, sus movimientos estaban limitados a eso y nada más ?Qué más podía hacer? No podía morir; no podía revivir a Elaine; no podía salvar a sus amigos ?No podía hacer nada! Y como castigo, estar encerrado en esa oscura y mugrienta celda hasta que el mundo se olvidara de su existencia ?era lo mejor que le podía pasar! Aunque él sabía que un pecado no podía ser borrado, quizá por eso estaba condenado a la vida eterna: jamás desaparecería.

Su respiración retumbó en la habitación y un quejido hizo eco. Nadie vino, nadie lo ayudó, pero sintió algo cálido sobre su mejilla. Ban pensó que el encierro lo estaba haciendo enloquecer y se negó a abrir los ojos, queriendo ceder al sue?o.

—Ban.

La dulce voz tan familiar lo hizo brincar. Sus ojos afilados y brillantes como los de un gato en la oscuridad se abrieron y al ver con claridad, quedó impactado. Apretó su mandíbula destruyendo aquel objeto en su boca y escupiendo los restos y astillas. Algunas heridas en sus labios se formaron y desaparecieron con igual rapidez:

—Estoy loco —dijo con dolor. No estaba so?ando. Las heridas le dolieron y ahora, la miraba de nuevo.

—Nunca has sido normal —se rio y entrecerró sus ojos mirándolo con ternura.

Elaine flotaba en frente suyo con un brillo dorado y una calidez que lo abrumaba en más de un sentido. Ban sacudió la cabeza. Su cabello se enredó en los hierros que lo mantenían sujeto. Apretó sus músculos haciendo fuerza por soltarse. Las venas y sus músculos se marcaron en su cuerpo al punto que parecían que iban a reventar hasta que se liberó de ellos. Ban se había hecho varias heridas, la sangre fue cayendo sobre su piel y a medida que brotaba, se iban cerrando a poco hasta que no quedó nada en su cuerpo, hasta que parecía que nunca hubiese tenido un solo rasgu?o en su piel. Elaine se asustó de verlo herido, acercó sus manos hacia Ban e intentó tomarla, aunque su cuerpo brillante traspasó la piel de Ban impidiéndole tocarlo.

—Lo olvidé —dijo con pena— pero cuídate un poco más —advirtió con una sonrisa flotando frente a Ban. ?l tenía la misma desilusión que ella al saber que no podían hacer contacto físico de alguna manera.

—Elaine…

—No puedo quedarme mucho tiempo aquí. Mi tiempo es limitado, pero quería verte de nuevo, aunque fuera sólo una vez más —se apresuró a decir el hada— sé que vas a estar bien y que cumplirás tu promesa. Por favor, no te rindas, Ban.

—Lo conseguiré —aseguró él.

—Yo sé que sí. Te estaré esperando —Elaine sonrió— sé que esto acortará mi tiempo, pero… —el cuerpo del hada brilló más intensamente que antes y acariciando el rostro de Ban, le dio un beso en los labios. Ban rodeó su cuerpo y una calidez fuerte y dulce lo llenó por completo mientras la besaba. Los labios de Elaine no tenían aquel sabor dulce que él disfrutaba tanto, pero se sentían tan tibios y suaves como lo recordaba. Y antes de que pudiera separarse de ella, Elaine desapareció entre sus brazos sin poder despedirse adecuadamente de ella una vez más.

—Un día te robaré, Elaine —susurró al aire y sonrió con una confianza renovada. Ella lo esperaba y haría lo posible para encontrar la manera de revivirla y vivir junto a ella.

Al instante siguiente, los guardias entraron en la celda de Ban. La luz de Elaine se había proyectado tan fuerte por el pasillo que no pasó desapercibida ante ellos. Pero a Ban no le importó, sólo necesitaba tiempo para encontrar la cura para traer a Elaine de nuevo. Y lo lograría. Golpeó a los guardias y se terminó de quitar los hierros que herían su cuerpo y salió cómodo de la prisión.

Tenía una razón para seguir vivo. Elaine lo esperaba y no había nada más que pudiera importarle.


?Hola, gente linda! Es mi primer aporte a este fandom. Me sorprende que haya tan poco de estos dos pues, son perfectos ?y no podía no aportar algo a esto! AMo a Ban y Elaine, son tan perfectos juntos. Me hubiese encantado que Ban encontrara en su deseo de ver a Elaine la razón para salir de la prisión de Bastet, pero no pasó ?y para eso están los fics!

Espero hayan disfrutado de esto.

?Un abrazo!