Pronto lo olvidarás todo, pronto serás olvidado.

~ Marco Aurelio

Todos los personajes, paisajes, lugares, monta?as... Básicamente todo lo que exista en el Krosmoz, (Excepto de mi propia creación), pertenece única y exclusivamente a ANKAMA.

LAGUNAS:

Todos se encontraban sentados alrededor de una una enorme mesa real. Esperaban ansiosos la noticia que se iba a producir en breves.

En el ambiente se palpaba la tensión, como si fuera algo que respirases y tuviera olor, un olor fuerte y amargo.

Cada uno de los presentes gru?ia por lo bajo a modo de protesta. Se miraban unos a otros, tratando de ver sus intenciones.

Varios segundos más tarde una mujer regordeta de pelo verde entró en sala donde se encontraban todos presentes. Vino con una bandeja repleta platos tapados. Todos ellos los puso sobre la mesa y los repartió entre todas las personas que se encontraban allí.

Entonces el anuncio iba a llegar. Las palabras mágicas que marcaban la diferencia entre la vida y la muerte.

-Espero que sea de su agrado... - Dijo la se?ora mientras se retiraba lentamente para evitar, en su mayor medida, lo que estaba por suceder.

Todos los hombres allí presentes, destaparon su plato y empezaron a engullir la sopa que se encontraba en los cuencos y, en varios segundos, ya estaban pidiendo más raciones, exigiendo a la camarera sadida. Adamai no sólo se estaba comiendo la sopa, si no que el cuenco también era parte de su menú. Al poco rato, ya lo había engullido todo. A Ruel, se le caían varias gotas de sopa por la barba. Con un segundo cuenco, daba de comer a Junior. Yugo, en cambio, comía con un poco más de parsimonia que el resto mientras miraba de reojo cuál sería la reacción de las chicas. Goultard, en cambio, estaba a punto de convertirse en Dark Vlad, tenía varias pilas de cuencos a un lado y a otro suyo. Adamai tuvo que tranquilizarle antes de que causara algún desastre a nivel global.

Como Yugo suponía, las mujeres no se lo tomaron nada bien. Evangeline miraba con asco a su marido, ya que estaba ense?ando a su hijo e hija como un verdadero yopuka debía comer, pero por mucho que Eva mirase despectivamente, sus ojos irradiaban dirvesion. En cambio Amalia estaba roja como un tomate. El porqué, es una historia muy larga, bueno no tan larga, simplemente estaban en el palacio sadida y la mujer era la chef real, no una camarera cualquiera.

Amalia tenía en su cara varias tonalidades. Rojo furia, rosa vergüenza, azul de asco... Se estaba cansando más rápido de lo acostumbrado.

-?PERO BUENO YA EST? BIEN!, ?ESTAMOS EN EL PALACIO DEL REINO SADIDA, Y SU PRINCESA EST? PRESENTE!- Amalia gritó mostrando su rabia a todos los que se encontraban allí. Los guardias se asomaron por la gran puerta.

Todo se paró de repente. Como si de un sue?o se tratase, todos se levantaron a la vez y se inclinaron pronunciando unas palabras que Amalia nunca hubiera imaginado que existieran en sus diccionarios.

-Lo sentimos Princesa del reino sadida, Amalia Sheran Sharm... - Algo estaba pasando... Lo único que pudo hacer Amalia fue girar la cabeza rápidamente indignada y avergonzada.

Los guardias de la puerta volvieron a sus puestos y poco rato después los hombres volvieron a centrarse en la deliciosa comida que se encontraba en la mesa. Todo había vuelto a la normalidad en un abrir y cerrar de ojos. Amalia pensaba que a lo mejor, por fin, todo estaban madurando.

Pasaron algunos minutos y todos terminaron de comer. Era hora del postre, tarta real con alguna bebida a elegir.

Amalia no tenía más hambre, había intentado olvidarse de ello, pero le era imposible, no podía quitarselo de la cabeza. De pronto comenzó a replantearse el porque les había invitado a su palacio. No sabía si tenía una respuesta... Ella suponía que era para tener compa?ía. ?ltimamente pasaba mucho tiempo sola desde la muerte de su padre... Y su hermano tenía que atender asuntos en todas partes, siempre poniendo la misma excusa. "Lo siento Amalia, tengo que ir a Emelka a firmar unos papales sobre el comercio de carnes." Siempre lo mismo. Nunca iba solo, en cada viaje estaba la reina, su esposa, Aurora.

Yugo pudo notar que Amalia no estaba bien, miraba al suelo y sus ojos irradiaban trsiteza, no se encontraba nada bien. Se levantó y se acercó a ella.

-?Estas bien? - Preguntó Yugo tratando de calmarla.

-Si... No... , no lo sé Yugo, desde la muerte de mi padre, no soy la misma. - Hubo un breve silencio.

-La muerte del rey nos ha afectado a todos. Puede que no sea el más indicado para decirlo pero, era un gran padre y te quería como a nadie. Además fue un gran hombre, todos le extra?amos. - Algunas lágrimas comenzaron a salir de los ojos de la princesa sadida. Estaba cabizbaja en la mesa con la mirada oculta por una sombra.

Acto seguido se levantó, abrió la gran puerta del comedor, salió y cerró con un golpe seco.

-Se lo que significa perder a un padre a esa edad, incluso a casi toda tu familia. - dijo ruel, y tenía sentido al menos, la vida de ruel no había sido fácil. - No podéis culparla de que se comporte así, ha sido un golpe bajo para todos, pero sobre todo para ella. El rey se fue en un momento en el que su hija necesitaba un pilar sobre el que sostenerse.

-Necesita tiempo. - Adamai intervino. - Se le pasará, pero hay que apoyarla.

-Pero... ?Fue salvando al mundo! - dijo Tristepin alzando el pu?o de Rubilax.

Yugo se encontraba ajeno al debate que se estaba llevando a cabo a sus espaldas. No podía parar de pensar en ella y en lo que sentía.

Perder a un padre era parecido a lo que sentía él cuando pensaba en su pueblo, o eso es lo que creía. Al menos estaban a salvo en otra dimensión y sabía que algún día los volvería a ver.

Evangeline se levantó instantes después de haber terminado el debate y se fue en busca de Amalia, dejando su bebe al cuidado de Tristepin y sus hijos.

Adamai captó los pensamientos de su hermano y fue cerca de él, apoyándose en la ventana contigua.

-Perder a un padre no puede igualarse a lo que sientes por nuestro pueblo. - Se quedó observando la cara de Yugo unos instantes. - Tu sabes que en algún momento los verás a todos. Y otra cosa hermano. Somos inmortales y tenemos la eternidad para pensar en una forma de sacar a nuestro pueblo de ahí, pero Amalia no, a si que lo mejor será darla la mayor compa?ia posible. - Al terminar, Yugo se quedó un rato pensativo y cerró el pu?o de su brazo derecho a la altura del pecho, pronunció unas palabras que nunca había dicho pero que no hacían falta, porque siempre lo hacía.

-Protegeré a Amalia con todo mi ser y no dejaré que nadie la haga nada. - Adamai y Yugo chocaron los pu?os y una onda expansiva hizo que el lugar temblara un poco.

-Hay que ver... Tened más cuidado, que ya no tengo edad para estas cosas. - dijo Ruel mientras se masajeaba la espalda apoyándose en su pala.

Yugo comenzó a reír tímidamente rascándose la nuca y poco más tarde toda la sala estalló en risas.

-No seas cascarrabias abuelo Ruel. - dijo Elely mientras levantaba el dedo pulgar en modo de afirmación y sonreía. - Ahora déjame probar a mi Adamai. - dijo la peque?a, con una cara que se parecía a la de su padre antes de iniciar una pelea donde sabía que iba a perder.

-?Así me gusta Elely, demuéstrale a ese dragoncito quien manda en este mundo! - dijo Tristepin mientras lloraba de alegría y orgullo por su hija.

-Si insistes... - Adamai ya estaba preparado para dar el choque de pu?os.

Elely también estaba preparada. Dos rápidos movimientos y sus pu?os chocaron con tal potencia que todos los vasos de cristal se habían roto y varias ramas de la sala habían crujido. La sala no estaba hecha para ser a prueba de bombas.

Lo guardias entraron en la sala apuntando con sus armas a los posibles intrusos. Pero Adamai y Elely estaban riéndose, el primero de pie y la segunda estampada contra la pared, desternillandose de risa como si fuera lo más gracioso del mundo. Viendo como estaban las cosas los guardias decidieron salir otra vez a sus puestos en el pasillo, pero antes de poder cerrar la puerta Evangeline seguida de dos guardias sadidas entraron a la velocidad del rayo en el comedor. Casi sin voz y sudando, Evangeline proclamó las últimas palabras que alguien querría haber escuchado.

Amalia había desaparecido sin dejar rastro alguno.

En el mismo momento en el que toda la Hermandad del Tofu estaba de nuevo unida, algo les tenía que separar.

Los ojos de Yugo cambiaron al instante, sabía que algo malo iba a pasar. Fue el primero en salir con sus portales y la estela de wakfu que dejaba a su paso.

Yugo no sabía que, a su espalda, en la mesa, la tarta estaba llegando y todos comenzaban a comer y brindar por el reino. Todos parecían felices y contentos. Como si la noticia de Amalia no les hubiera afectado en lo más mínimo.

Yugo aterrizó encima de un árbol alto, pero de poco le sirvió. Todo el bosque estaba tapado por la densa vegetacion. Era como observar un mar verde desde arriba, sin poder ver más allá. Miró de izquierda a derecha pero no consiguió ver nada. De pronto, en el frente, salieron disparadas hacia arriba varias ramas de gran tama?o que habían crecido de la nada, tenía que ser magia.

Era la magia de Amalia. Tan imponente y fuerte como siempre. Parecía que se estaba defendiendo.

-Ya voy... Amalia. - Yugo prosiguió su camino a una gran velocidad llegando a los límites del bosque del reino.

Mientras tanto en el palacio todos seguían bebiendo y riendo. Ajenos a lo que estaba ocurriendo fuera...

Algo flotaba en el ambiente de la sala, parecía niebla, pero era casi invisible, de pronto la gran puerta se abrió, dando un fuerte golpe contra la pared y el nuevo rey sadida entró en la sala con su prometida. Ella tenía una sonrisa siniestra en su rostro. Mientras que su prometido estaba muy enfadado, echaba chispas por los ojos. Todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo y miraron al rey con cara de no saber lo que sucedía.

-??Donde está mi hermana?! - preguntó con notable enfado mientras se acercaba al grupo. Todos se miraron interrogantes esperando a que alguien contestaste. - Me voy por asuntos para el crecimiento de este pueblo y no sois capaces de mantener quieta a Amalia... - El rey se tambaleó un poco y se apoyo sobre el respaldo de la silla que ocupaba Evangeline.

Ella fue quien contestó con un poco de miedo. Se arrodilló en frente del rey y pronunció una frase que hubiese helado la sangre a Yugo.

-Permite disculparme por este tremendo alboroto, y siento llevarle la contraria, mi rey, pero... Usted no tiene hermana. - La cara del rey se relajó un poco mientras volvía a sostenerse por sus propios medios.

Su cara reflejó una tranquilidad pasmosa, casi la misma de alguien que se ha olvidado por completo de las personas que ama...

-Por supuesto que no tengo hermana... ?En que estaría pensado?, vamos cari?o. - Dijo haciendo se?as a su prometida la cual tenía una amplia sonrisa en su cara. - Vayamos a atender los asuntos de este reino que nos quedan pendientes. - Se despidió del grupo con un movimiento de manos. Y mientras hablaba a su esposa sobre las nuevas redes de transporte con Bonta, las puertas se cerraron tras el.

-?En que estaría pensado ese cabeza de yopuka? - Dijo Tristepin. - ?Desde cuando el nuevo rey tiene una hermana?, podré olvidarme de muchas cosas, pero no creo que pueda olvidarme de una princesa.

-Es cierto pero, ha sido muy extra?o. - Adamai concordaba con Pinpan, era muy extra?o. - Por cierto... ?Alguien ha visto a Yugo? - preguntó Adamai. - Hace un momento estaba aquí y ha desaparecido sin más.

-Si, es verdad, es muy raro. Creo que salió por la ventana, pero no me acuerdo de porqué... El motivo no me acuerdo... Era... Ah, ?claro! Es porque Am... - Ruel se quedó callado y quieto como una estatua. Como si el tiempo se hubiera paralizado.

Toda la sala se quedó quieta, nada se movía ni nadie respiraba. De pronto todos se desplomaron en el suelo. Inconscientes.

Yugo estaba en el lugar donde todas las raíces se habían desbordado. Estaban casi en el límite del bosque y una batalla parecía que se había llevado a cabo. Todavía había humo por la zona y varios guardias sadidas estaban tendidos en el suelo. Tambien había otros hombres vestidos de negro con capuchas que tapaban su cara. Era obvio que Amalia estaba en peligro. Yugo decidió bajar del árbol para ver la cara de los bandidos, pero tan pronto como iba a quitarle la capucha a uno de ellos, todos desaparecieron sin dejar rastro. Sólo quedaban los guardias sadidas.

Otra explosión se oyó al fondo y varias raíces volvieron a brotar de entre los árboles. Estaba cerca. Siguió abriendo portales hasta que llegó a una explanada. En mitad de esta se encontraba Amalia, luchando junto con dos guardias sadidas y se enfrentaban a más de treinta bandidos encapuchados.

-Vamos, al ataque, Amalia nos necesita. - Dijo Yugo pensando que sus amigos ya estaban cerca. No se había parado a pensar si le seguían o no, tenía claro que si. Pero... - ?Chicos? - Miró de lado a lado y no vio nada. Temió lo peor. ?Les habían capturado?

Miró de nuevo hacia delante y vio que los guardias sadida ya habían caído, solo quedaba Amalia en pie. Era hora de actuar.

Yugo salió despedido a la velocidad del rayo y sacó sus espadas de wakfu. Comenzó a arremeter contra todos los que se encontraban allí. Al principio todo marchaba bien ya que los enemigos no esperaban su llegada.

Vio que habían lanzado un hechizo a Amalia por la espalda. Yugo estiró su brazo y con su mano y usó uno de sus portales para que el hechizo reapareciera y chocara contra su propio mago.

Amalia y Yugo se encargaron de noquear a todos los que se encontraban allí, espalda con espalda, no tenían tiempo de hablar. Pero no era el final. Aún.

Un robot muy parecido al que Nox usaba apareció entre los árboles. Segundos más tarde, el robot llegó a donde se encontraban. Dio un alardido y el tiempo se detuvo.

Yugo podía ver, pero no podía moverse. Trató de mirar de reojo a Amalia, pero no llegaba a verla, era imposible.

Observaba como el robot se movía lentamente hacia ellos. De pronto se paró en frente de Yugo, bajó su cabeza robótica y se quedó estático, observando a Yugo con detenimiento.

De pronto la máquina se giró y de un movimiento tan rápido como un rayo de luz, estiró su brazo metálico y cogió a Amalia por el cuello, lo único que se oyó de esta fue un peque?o gru?ido.

Yugo no se lo podía creer. Consiguió girar su cabeza muy lentamente para poder ver a Amalia de reojo. Lo que vio, le dejó sin aliento. El robot la estaba estrangulando y ella no podía moverse. Pero se podía ver perfectamente la tristeza y la agonía en sus ojos.

No lo soportó más.

-?A... Maaa... Li... Aaaaaaaa...! - Yugo consiguió gritar. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, no quería perderla, y con un esfuerzo sobrehumano empezó a moverse. Los ojos de Yugo se tornaron azules. - ?AAAAAAAAAAHHH! - Con un grito Yugo consiguió zafarse de las manos del tiempo y con un movimiento lleno de furia consiguió clavar sus espadas de Wakfu sobre la fría chapa de metal del robot. Abriendo un gran agujero. Yugo cayó al suelo, observando como el robot se tambaleaba y al final caía al suelo, haciendolo temblar. Se dio la vuelta para mirar a Amalia, se encontraba con las manos en el cuello y no se movía, solo temblaba sin control. Se encontraba en shock.

Lleno de rabia, Yugo dejó que el wakfu recorriera todo su cuerpo. Desde la lejanía, Yugo parecía que estaba envuelto en una llama de poder azul. Los árboles comenzaron a moverse debido a la gran cantidad de poder que se estaba acumulando en medio de la explanada. Yugo ya tenía todo el wakfu que necesitaba, lo envió y almacenó todo en sus manos y, de un movimiento, un enorme rayo azul salió a toda velocidad hacia el robot que yacía en el suelo. Yugo observó como el robot explotaba en mil pedazos y llamas azules se esparcian por el área donde el rayo había impactado. Oyó como Amalia caía al suelo rendida mientras trataba de cojer aire, el cual no le llegaba bien a sus pulmones. Tenía la garganta roja con tonalidades moradas. Se encontraba con los ojos entrecerrados y estaba respirando con dificultad.

Yugo no lo soportó más y fue corriendo a su lado para abrazarla. Ambos estaban llorando.

-He... He pasado mucho miedo Yugo, mucho miedo. - Dijo la princesa sadida mientras lloraba en el hombro de Yugo.

-Ya todo ha pasado, Amalia... Volvamos con los demás... - En ese preciso instante se acordó. Podían estar en peligro.

Sin decir nada, cogió a Amalia en brazos y comenzó a atravesar portales lo más rápido que podía. Un minuto más tarde ya divisaba el palacio.

-Ya llegamos Amalia, aguanta. - Amalia necesitaba descanso y urgencia médica, tenía que llegar lo más rápido posible.

Nada más llegar a las grandes puertas del palacio se teletransportó dentro y llevó directamente a Amalia al cuidado de la Anidipsa real. Yugo se despidió de Amalia con un "descansa" y desapareció por la puerta. Tenía que regresar al comedor. Llegó en menos de un segundo y abrió las puertas. Todos estaban allí. Después de que la comida hubiera concluido horas antes y que Amalia fuera raptada.

-Pero... ?SE PUEDE SABER QUE EST?IS HACIENDO! - Dijo Yugo gritando para hacerse oír entre las conversaciones.

-?Mirad quién ha llegado!, ?Es Yugo! - Dijo Ruel ense?ando su sonrisa desmuelada. - ?Donde te habías metido? Pensábamos que te habías aburrido de la fiesta. - Dijo sonriendo.

-?Pero si es Yugo! - Tristepin le se?aló para que sus hijos fueran al ataque. - Yo pensaba que habías muerto. - Dijo orgulloso mientras reía.

Yugo estaba descompuesto. Todos estaban allí como si nada hubiera pasado. Amalia había estado a punto de morir. No se lo podía creer. Estaba completamente indignado.

-?PERO SEREIS TODOS CABEZAS DE YOPUKA!, ?ES QUE OS HAB?IS OLVIDADO DE NUESTRA AMIGA? - Dijo Yugo gritando lo más fuerte posible.

-Ten cuidado con lo que dices Yugo, creo que nadie de aquí se merecía el insulto. - Dijo ahora Tristepin haciéndose el ofendido.

-?De que amiga hablas Yugo?, Eva está aquí. - Dijo Adamai preocupado por ver a su hermano en ese estado de nerviosismo. Pocas veces lo había visto de esa forma. Y esas pocas veces habían sido cuando alguien se encontraba en peligro.

-No... No me refiero a ella, ?ES AMALIA! - De pronto, todo volvió a congelarse.

Todos estaban quietos. Yugo observó como todos ponían los ojos en blanco y caían desplomados al suelo.

-?Chicos! - Yugo fue corriendo para ver que les ocurría. De pronto todo su enfado había desaparecido y el pánico se apoderó de todo su ser.

Yugo notaba como empezaba a tener sue?o y como varios espacios en blanco pasaban como una película por sus ojos. Los espacios no dejaban de pasar y cada vez era más rápido, se le escapaba algo, pero no tenía importancia. Debía dejar que siguiera, se sentía tan real y tan bien... Evangeline estaba allí... No faltaba nada ni nadie... Se sentía más lleno que nunca.

-?Yugo!, ?Sal de ahí ahora mismo! - Era la voz de... Era... ?Quien era?... Era... ?Claro!, ?Amalia! ?Como había podido olvidarse de ella? Debía de salir, no se encontraba bien, la cara de Amalia estaba distorsionada en su mente, tanto así, que casi no la recordaba, solo veía una figura oscura y sombría de lo que era... Comenzó a andar hacia la salida...

-Amali... - Yugo también se quedó quieto.

-YUUUGOO! - Amalia tuvo que correr hacia él y, mientras se desplomaba, cogió en brazos el peque?o cuerpo de Yugo. Acto seguido salía de la sala.

-Mortales, no deberíais de estar aquí. Corréis un grave peligro. - Una voz profunda y grave se escuchaba en la distancia. - Habéis cometido un grave error... - De pronto se oyó un gran estruendo y un gran bloque de piedra se desplomó justo en frente de ellos, aplastando al hombre que les había avisado del peligro.

Yugo despertó sobresaltado en los brazos de Amalia. La recordaba y no se desmayaba. Le valía con eso. Ver su cara nada más despertar fue suficiente para volver a alegrarle.

-A... Amalia? - Dijo Yugo mientras esta empezaba a llorar.

-Si... - Ella seguía llorando encima de Yugo, no sólo era por el, también era por sus amigos, que la habían olvidado.

Yugo, viendo la tristeza de Amalia, hizo lo que debía de haber hecho cuando se reconciliaron.

Yugo miró a Amalia a los ojos, subió la cabeza y la besó en los labios. La primera reacción de ella fue echarse hacia atrás, pero después correspondió a Yugo. Fue breve, pero capaz de demostrar el amor que sentían el uno por el otro. Quedaron abrazados. No hacían falta palabras, era un momento mágico, que, aunque ninguno lo hubiera dicho, habían estado esperando esperando eses momento durante mucho tiempo.

Pasados varios minutos en la misma posición, se pusieron de pie poco a poco. Se miraron y rieron juntos como pocas veces lo habían hecho.

-Jamás podría olvidarme de ti Amalia. - Yugo dijo las palabras más sinceras que nunca había dicho. El momento había acabado, era hora de recuperar a sus amigos. - Pero ahora, debemos salvar a nuestros amigos. - Yugo quería salvarles cuanto antes mejor, no sabía lo que podía pasarles, o si iban a olvidar a Amalia para siempre. - Por cierto... ?Donde estamos? - Amalia terminó de secarse las lágrimas mezcla felicidad y tristeza y sonrió a Yugo.

-Nos encontramos en mi guarida, es el único lugar donde estamos resguardados del gas. - Yugo la miró extra?ado.

-?Gas? - Preguntó.

-Si, el mismo que ha hecho que nuestros amigos se olviden de mí. Y, si por algún motivo se acuerdan, quedan inconscientes hasta que el recuerdo desaparece de nuevo. Es el gas del sue?o olvidado. Sirve para olvidar toda tu vida, y empezar una nueva, es un gas horrible, caro, y laborioso de preparar,pocas personas se lo pueden permitir. - Amalia hizo una pausa para aclarase la ideas. - Pero puede modificarse, por ejemplo, para borrar solo los recuerdos de una persona. Como han hecho con nuestros amigos. - Yugo entendía lo que estaba pasando. Pero aún no sabía quién sería capaz de hacer algo así.

-?Quién...? - No pudo terminar.

-La prometida de mi hermano. La reina Aurora. - Yugo se sorprendió bastante ante esta confesion.

-Pero eso... - Miró extra?ado a Amalia, la cual se encontraba observando por la ventana la niebla que se extendía por todo el bosque.

-Todo empezó en el momento que me persiguieron. Yo me dirigía hacia mi habitación, hasta que unos encapuchados estaban esperándome en la puerta, entre ellos, estaba la reina. Tuve que correr y luchar hasta casi los límites del bosque, hasta que tú apareciste. Los bandidos estaban a órdenes de la reina. Me hablaron sobre el gas y de la forma en que iban a hacer que me olvidasen en todo el reino sadida. El gas ha sido esparcido por todo el reino. Empezando por la sala de la comida. - Yugo no supo que contestar. Hasta que consiguió atar cabos.

-?Porque ella haría algo así? - Yugo la miraba para ver si cambiaba de expresión. Así ocurrió, su expresión serena se había transformado en una mirada amenazadora.

-Venganza. - dijo dándose la vuelta para mirar a Yugo. - Ella siempre ha querido que me casara con alguien de su familia, para fortalecer las relaciones entre osamodas y sadidas. - Amalia observó la cara de pánico que ponía Yugo. Era un espectáculo digno de ver. - Y yo siempre he rechazado. - Su expresión volvió a cambiar, y una sonrisa cruzó su rostro.

Pasaron los minutos y Yugo, ya más relajado, prosiguió con la conversación.

-?Como haremos para salvar a nuestros amigos? - Yugo permanecía expectante ante la posible respuesta de Amalia.

-Sólo hay una forma de hacerlo Yugo. - Amalia sonrió y Yugo se tranquilizó aún mas. - Esperando a que el gas se disipe. - Yugo la miró sin poder creérselo. - O por el contrario, sacarlos de ahí cuanto antes. - Esta última opción la dijo con un ojo abierto y el otro cerrado mientras sonreía viendo la cara que ponía Yugo. Le había tomado el pelo.

Yugo sonrió y pego su pu?o contra la palma de su otra mano.

-Pan comido. Déjamelo a mi Amalia. Volveré antes de que empieces a echarme de menos. - Aunque algo se le olvidaba. - Amalia... ?Cuanto tiempo tengo antes de que me afecte el gas? - Una chispa de miedo cruzó la mirada de Yugo. Amalia lo notó.

De pronto Amalia hizo crecer una flor de color rosa cuyo único pétalo hizo comer a Yugo. - Ahora tendrás 10 minutos antes de que el gas comience a afectarte. Y por favor ten cuidado, Yugo, no quiero que me olvides - Le abrazó fuerte. - Trae a nuestros amigos de vuelta.

Yugo asintió con fuerza, la seguridad se reflejaba en sus ojos. Amalia vio la estela azul de su wakfu cuando traspasaba los portales a alta velocidad. Admiraba la estela y esta brillaba en sus ojos.

Por una parte confiaba en Yugo, por otra no podía evitar estar triste. Varias lágrimas brillaron sobre su mejilla. Ella debía cumplir otra misión. Por el contrario Yugo estaría en problemas.

Le había mandando directo a una trampa.

Segundos más tarde, Amalia bajaba del gran árbol y se perdía entre el gas del sue?o olvidado...

Yugo entró por un balcón que estaba cerca del gran comedor. Andaba de forma lenta vigilando que nadie le viera. Miraba de lado a lado antes de cruzar una esquina. No podía fiarse de nadie. Tanto era así, que tuvo que noquear a varios de los guardias sadidas que patrullaban por los pasillos del palacio.

Llegó hasta la puerta donde deberían encontrarse sus amigos. Por fin podrían irse de allí.

Se aseguró antes de que no hubiera nadie espiando y abrió la gran puerta. Allí estaban todos. Pero... Estaban todos tirados en el suelo. No tuvo tiempo de ver como se encontraban, debía de abrir los portales hacia la guarida de Amalia.

Yugo debía pensar rápido, más rápido de lo que su cerebro era capaz de asimilar.

No era capaz de crear portales, es más, cada vez que intenta a crear uno, el wakfu generado se volvía contra el y lo tiraba al suelo, como si fuera un enemigo.

Se oían pisadas por el pasillo, eran apresuradas y tenían prisa. Era la hora de luchar. Los pasos cada vez eran más cercanos y el sonido retumbaba por las paredes. Yugo estaba en posición de luchar. Una sombra apareció en el umbral de la puerta. Parecía la silueta de... ?Amalia?

Estaban salvados.

-?Amalia? - Preguntó Yugo. No hubo respuesta. - ?Que haces aquí, deberías est... - ...

Segundos más tarde, Yugo, yacía en el suelo inconsciente.

En las afueras del palacio, Amalia se encontraba llegando a su destino. El futuro del reino Sadida estaba en sus manos. Debía moverse de forma sigilosa. No quería que nadie la viese.

Yugo divisó a lo lejos una silueta. No podía ver quien era, pero tenía un aura rojiza que cubría su cuerpo al completo. La silueta se iba acercando poco a poco. Un pie lo iba arrastrando por el suelo mientras que con el otro trataba de mantenerse en pie mientras andaba de forma desigual. Parecía que en cualquier momento iba a caer al suelo. Pero no fue así. Paso a paso se fue acercando a Yugo. De un momento a otro se encontraba cara a cara con el hombre misterioso. Yugo observó que su aura era parecido al que Tristepin tenía cuando se convirtió en el Dios Yopuka.

Llevaba una capucha, pero Yugo observó con más detenimiento el rostro del desconocido...

No tenía rostro. Sólo unos ojos grandes y blancos. Cuando mirabas directo a su cara, te sumergías en lo que parecía el Krosmoz. No podías dejar de mirarlo. Te sentías infinito y a la vez te sentías como algo insignificante. Lo era todo y nada a la vez.

De pronto una mano tapó la cara de Yugo, como si el individuo no quisiera que siguiera mirando. Como si fuera una tentación, o un peligro.

-Yugo, Rey de los Selatrops. - Tenía una voz grave y serena. El susodicho se sorprendió bastante cuando dijo su nombre y su procedencia. - Eres la última esperanza. - Bajó la mano y tocó el hombro de Yugo. Segundos más tarde el individuo desapareció sin dejar rastro. Se había esfumado.

El lugar donde estaba Yugo, también estaba desapareciendo. Como si el fin del mundo pasara por allí, una luz blanca en el horizonte ti?ó todo el cielo y un ruido ensordecedor rugió por todas partes. En varios segundos todo había desaparecido.

Yugo se despertó en lo que parecía una sala del trono. Pero no podía mover sus brazos y estaba dentro de una cámara de cristal.

Miró a su alrededor pero no había nadie. La silla del trono estaba vacía y entraba una tenue luz por las grandes vidrieras con grabados.

De pronto, la puerta se abrió y aparecieron el rey y la reina cogidos de la mano. No se pararon a mirar a Yugo, era como si él no existiera para ellos. De pronto, la reina miró a Yugo y le dedicó una maléfica sonrisa. Amalia tenía razón, la reina tenía algo que ver. Sólo lo sabía por esa sonrisa.

El rey y la reina llegaron al trono y se sentaron en los asientos contiguos. Hablaban de algo, pero Yugo no alcanzaba a oír de que se trataba. Suponía que eran negocios con los otros reinos.

Varios guardias entraron en la sala corriendo, como si pasara algo grave. Llegaron a donde se encontraban Armand y Aurora. Yugo pudo oír algo de la conversación que estaban teniendo. Debido a la jaula de cristal le era muy difícil escuchar algo, pero consiguió distinguir varias palabras que los guardias dijeron casi sin aliento.

-"Alguien... Derrotar... Guardias... Arbol.. vida..." - Después de que el guardia terminara, la reina sonrió. ?Quién podría haber sido?, Yugo tenía la respuesta. Era Amalia, y estaba en peligro.

-?Arrestad al intruso! - Gritó la reina mientras veía como los guardias salían de la enorme sala. Acto seguido desapareció tras despedirse de su marido. Yugo se quedó mirando a Armand, esperando a que hablase, o al menos le mirase, pero esto nunca sucedió. En cambio se quedó sentado en el trono, ignorando la presencia de Yugo, como si no estuviese allí. Después de todo lo que la hermandad del tofu había hecho por el reino, el propio rey trata así a Yugo, uno de los integrantes más significativos del grupo.

- ?Majestad, debe ir a salvar a su hermana! - Yugo gritaba desde dentro de la cámara. Al parecer también era insonorizada. Nadie de fuera podía escuchar lo que decía. Aún así seguía sin darse por vencido. - ?Amalia está en peligro! - Era ignorado.

Completamente impotente Yugo se dejó caer al suelo con la cabeza baja. Quería aporrear el cristal con todas sus fuerzas, pero no tenía. Era como si el aire no llegase bien a sus pulmones. Notaba como el sue?o le iba venciendo, pero no era un sue?o normal, algo le estaba obligando a dormir. No podría resistirse por mucho más tiempo.

Poco a poco se iba quedando dormido. Impotente... Triste... De pronto la reina volvió a aparecer en la sala. Tenía la cara completamente negra y en sus ojos se podía ver el miedo, todo su rostro estaba tenso. Su pelo estaba alborotado sin control alguno y sus ropas de calidad, completamente destrozadas.

-Armand, prepara todas las tropas, estamos bajo ataque enemigo. Es una emergencia. - Dijo al rey casi sin aliento.

-?Que ha pasado? - Dijo levantándose rápidamente preocupado por el estado de su mujer. Puso una mano sobre su hombro, como si quisiera comprobar que de verdad estaba bien.

-No hay tiempo que perder Armand. Ya llega. - Acto seguido el rey ordenó a uno de sus sirvientes que los generales y comandantes ocras y sadidas protegiesen el castillo y el reino a toda costa. Aurora explicó los detalles y la figura de la persona a la que se buscaba. Una descripción detalla de Amalia.

El rey salió de la sala y la reina desapareció nuevamente.

Yugo tenía una idea de lo que podía estar pasando. Era Amalia, había conseguido derrotar a la reina. No pudo evitar sonreír por su triunfo en la batalla. De pronto, varias explosiones se oyeron de fondo fuera de la cámara de cristal. Yugo pensó que las explosiones tendrían que ser enormemente grandes para que llegasen a donde se encontraba él. Instantes después, se oyó un fuerte golpe en la puerta y, como si fuera a cámara lenta, comenzó a ceder hasta que llegó a su punto máximo de aguante, no soportó su propio peso y cayó hacia dentro. Una gran cantidad de polvo se levantó después de la caída de la puerta. Mientras el polvo se disipaba, Yugo observó como había varias siluetas encima de la puerta, pero no podía saber quienes eran. Al poco rato, el polvo se disipó, y varias figuras aparecieron inconscientes encima de la puerta. Eran la reina y varios guardias sadidas, tendidos sobre las grandes y fuertes ramas de la puerta.

De pronto, Amalia traspasó el umbral. Tenía los ojos en blanco y la piel más oscura que de costumbre. Era parecido a cuando Nox intentó destruir el reino y dejó a sus secuaces ocupándose de Yugo y sus amigos, poco podían hacer y, entonces, Amalia los derrotó a todos sin ningún problema. Pero esta vez, parecía aún más siniestra, con aún más poder que en ese entonces. Grandes y verdes ramas salían de su espalda y sujetaban a quienes parecían sus amigos: Pinpan... Ruel... Adamai... Gultar... Eva... Estaban todos, inconscientes, pero aparentemente bien. Amalia miró a Yugo con esos ojos grandes y blancos y sonrió. Parecía que seguía siendo ella. Varias ramas salieron disparadas hacia donde se encontraba, rodearon la cámara de cristal y esta, poco a poco, se fue resquebrajando hasta que los cristales cedieron y se hicieron a?icos. Los restos cayeron al suelo y se formó una fina capa de polvo de cristal. Un instante después este polvo desapareció y Yugo ya se encontraba fuera. Era libre. Pero se sentía terriblemente cansado. Miró a Amalia y esta sonrió de nuevo.

Una gran rama parecida a la que sujetaba a sus amigos apareció delante de él y se enredó sobre su pecho y cadera. La rama era fuerte, pero no apretaba, solo lo suficiente para estar seguro de que nada iba a pasar. Segundos después todos dejaban el palacio y saltaban entre los árboles, hasta los límites del bosque. Yugo se rindió ante el placentero sue?o que llevaba persiguiendole desde que había entrado en esa cámara de cristal. Lo último que vio, fue la playa que se encontraba al límite del reino...

Yugo despertó el primero, medio enterrado entre las dunas de un enorme desierto. No podía ver más allá de sus propios pies, se encontraba en medio de una tormenta de arena. Se levantó y trató de llamar a sus amigos, pero era imposible, el sonido de la fuerte tormenta se llevaba su voz como si nunca hubiera pronunciado esas palabras. Apenas llegaban a sus propios oidos...

- ?Amalia!, ?Ruel!, ?Evangeline!... ?Adamai!... ?Alguien...! - No se escuchaba nada, solo el ensordecedor sonido de la tormenta, que, incluso cesando por fin, aún sonaba como si el aire se hubiera incrustado en sus propios oidos.

Hizo varios portales y los traspasó con la intención de encontrar a alguien tendido sobre la arena. Pero era imposible. No podía crear portales a más de 4 metros, y debía tener cuidado de no pasar sobre alguien y no darse cuenta, podían estar enterrados bajo tierra... Yugo deseaba con todas sus fuerzas que estuviesen bien.

Poco a poco la tormenta fue cesando hasta que sólo una débil brisa de aire caliente se podía sentir. Yugo tenía toda su capucha llena de arena y a penas podía abrir los ojos. Al intentar limpiarse, empeoraba la situación, estaba lleno de arena de pies a cabeza.

Ya sin la tormenta, podía moverse más rápido, pero no podía permitirse ir demasiado lejos. No debían de estar lejos de donde él se encontraba.

Tras varios minutos buscando sin descanso, se sentó sobre la ardiente arena del desierto. Sudando, sediento, y con miedo de no poder encontrarlos. Con la cabeza gacha oculta con su capucha, oyó varios pasos que se acercaban a él con parsimonia. Oía como la arena se deslizaba y arrastraba debajo de los pies de aquel extra?o, pero esa forma de andar, le recordaba a algo que ya había visto, no recordaba bien el qué. Hacía tan poco tiempo había visto algo similar...

Levantó la mirada y se encontró con la misma cara del extra?o que le había estado atormentando mientras él estaba inconsciente. El mismo rostro infinito que había visto... Con esos ojos blancos, grandes, que parecía que no tenían un fin.

- Acompá?ame en este viaje. - La voz grave del extra?o resonó por todas partes. Yugo se había olvidado por completo de sus amigos. Tenía la extra?a sensación de que estaban bien en alguna otra parte.

- ?Quien eres? - Yugo no pudo evitar preguntarlo. Sentía curiosidad por saberlo, pero a la vez no tenía claro si de verdad lo quería.

El extra?o no respondió. En cambio siguió mirando a Yugo, esta vez no le tapó la cara. Como había hecho la última vez. Estiró su brazo para ponerlo cerca de Yugo, indicándole que cogiera su mano.

Miró con desconfianza al extra?o, tragó saliva y obedeció. Nada más tocar su mano, comenzó a viajar por todo el mundo.

Lo veía todo. El Mundo de los Doce. Desde arriba, desde el mismo cielo, volaba a una velocidad vertiginosa pero aún así, su retina era capaz de captar todo lo que había debajo suya, todo lo que ocurría.

Pero... No había nada... Todo lo que veía era desierto y más desierto, alguna que otra tormenta, la cual pasaba rápido y numerosas ruinas que sobresalian hacia la superficie. No había nada más. Sólo el calor asfixiante que se movía en todas direcciones. No había nubes, ni signos que indicase que había llovido recientemente. Era un mundo muerto, sin vida, sin color. El sol golpeaba cada parte del mundo como si de un castigo divino se tratara. Este no podía ser el Mundo de los Doce. No, definitivamente no lo era. Debía de estar en otro sitio, pero ese no era su casa. Imposible.

- ?Dónde estamos? - Yugo no esperaba ninguna respuesta, tal y como había sucedido antes. Tal y como había predicho, no contestó. De pronto se paró y se quedó flotando en el aire, dejó de moverse a tal velocidad en menos de un segundo y no había notado como había frenado. La silueta del extra?o estaba delante suya, mirándole de nuevo.

- Si lo que has pensado, de verdad crees que es cierto, mira mejor a tu alrededor. - Yugo sabía que se refería a cuando dedujo que no podía ser el Mundo de los Doce.

Comenzó a mirar a su alrededor y vio una monta?a cubierta de arena, muy parecida a donde una vez había estado, o varias veces, era demasiado conocida la silueta de la monta?a, incluso estando debajo de tal cantidad de arena. Sí, era cierto. Lo que parecía un árbol gigante calcinado, se encontraba en la cima. Costaba diferenciar la arena del desierto con el enorme árbol, eran, básicamente, del mismo color. Yugo se quedó unos instantes mirándolo, tratando de descifrar a que le recordaba tanto.

De pronto deseó no haberlo hecho. La cruda realidad cayó a plomo sobre él y, por un momento, su corazón se paró. No podía creérselo, era imposible. Se le había helado la sangre, le costaba horrores respirar, el pánico se apoderaba de él como nunca antes.

- Exacto Yugo, nos encontramos ante el mismo reino Sadida. - Las palabras graves del extra?o llegaron a Yugo de tal manera que sintió que se iba a desmayar en cualquier momento, incluso se notaba incapaz de seguir en el aire. Ambos descendieron lentamente hasta la arena del desierto. Aterrizaron suavemente sobre una duna.

Todo lo que conocía, había desaparecido. Varias lágrimas brotaron de sus ojos y cayeron a la ardiente arena, evaporandose instantáneamente. La figura se acercó más a Yugo, y se puso a su altura. Así se quedó unos instantes hasta que pronunció más palabras. - Donde has despertado, era la posada de tu padre, Alibert. - Yugo observaba la cara del extra?o con atención, estaba esperando que, de algún modo, dijese que todo era una broma. Pero él, en el fondo, sabía que el extra?o no estaba bromeando. - Lo que viste después, fueron el resto de reinos. - Hubo un silencio donde ninguno se movía o hablaba.

Yugo, abatido, consiguió ordenar sus pensamientos lo suficiente para formular una pregunta.

- ?Porqué me ense?as esto? - Levantó la cabeza, aún con lágrimas resbalando por sus mejillas, y miró directo al extra?o. Parecía que no iba a contestar.

Todo volvió a te?irse de un color blanquecino, las dunas y el desierto en sí estaban desapareciendo y Yugo se mantuvo flotando sobre la nada. Sabía que ya iba a despertar en la vida real. El sonido del "fin del mundo" se hacía cada vez más fuerte. Quería llegar ya para ver a sus amigos, los necesitaba más que nunca.

En el momento en el que, ni la nada existía, cuando estaba todo en blanco y ya notaba como volvía en sí, una voz resonó en su cabeza. Era la misma voz grave y profunda del extra?o.

-"Algún día, no muy lejano, entenderás todo." - La frase quedó resonando en su cabeza. Esa frase se había pegado a su cerebro como una lapa. Hasta que al final, con miedo, decidió abrir los ojos.

Varios rayos de sol impidieron que abriera los ojos del todo. Notaba una suave brisa que le acariciaba el rostro, como si fueran sus primeros "buenos días" después de tantas penas. Las cortinas de la ventana, se movían acorde con esta brisa. Más allá, solo podía ver luz, no distinguía más que eso. Sentía una paz al estar en ese lugar... Le recordaba tanto a su amanecer en la posada de su padre...

Consiguió abrir los ojos del todo. Se encontraba tumbado sobre una cama, arropado hasta el cuello. La habitación era peque?a y estaba amueblada con lo necesario. Un espejo en frente suya, una mesilla de noche a la izquierda, pegada a la ventana, y un armario que se encontraba a su derecha. Delante de este, se encontraba la puerta, cerrada. De pronto, varios pasos se oyeron en el pasillo, al otro lado de la habitación, y pararon justo en frente de la puerta de Yugo.

La chirriante madera terminó de despertar a Yugo y una melena verde apareció. Una melena que tan bien conocía.

Amalia llevaba un bandeja con algo de comida y un vaso de agua. Pero al ver a Yugo sonriendo, incorporándose en la cama, se quedó de piedra como una estatua y poco a poco la bandeja fue resbalando hasta que el vaso se hizo a?icos contra el suelo y el plato se rompió en varios trozos, desperdigando la sopa por todas partes.

- ?Yugo? - Amalia preguntaba con inseguridad. ?l no sabía a qué se debía su comportamiento.

- S... - No pudo terminar. Amalia se había abalanzado sobre él y lo había vuelto a tirar a la cama. Sentía como Amalia temblaba un poco.

- ?Yugo! - Abrazada a el, lloraba y lloraba, a la vez que gritaba su nombre. Su voz sonaba totalmente llena de esperanza.

- Amalia... - Está le abrazó más fuerte, como si no quisiera dejarle ir, nunca más. Se separó un poco y se quedaron mirando el uno al otro.

Poco a poco la cabeza de Amalia se fue acercando a la de Yugo y, una vez más, se sintió libre, como si flotara. Fue un instante el roce de sus labios, pero era suficiente para entender qué decían. "Te he echado de menos".

- Pensé que no volvería a hablarte, pensé que te perdería para siempre, todos lo han pensado. - Amalia se sentó al lado de Yugo, aún con lágrimas en sus ojos. Amalia trataba de explicar algo a Yugo, pero las palabras no lograban salir. Aún no se podía creer que Yugo estuviera despierto.

- Amalia... No entiendo, ?Que es lo que ocurre? - Yugo quitaba las lágrimas que aún resbalaban por la mejilla de Amalia.

- ?Que es lo último que recuerdas, Yugo? - Amalia pasó a mirar a Yugo de tal forma que obligaba a este a hablar de inmediato, y si mentía, ella lo sabría al instante.

Yugo pensó en contestar sobre su sue?o y todo lo que había visto. Nada más recordar eso se le volvió a parar el corazón. Trató de recomponerse rápidamente y buscar una respuesta a la pregunta de Amalia.

- Lo último que recuerdo... - Más bien lo dijo para sus adentros. - Recuerdo que te posastes sobre un árbol casi a los límites del reino, cerca de la playa del este... Aún tenías esa forma extra?a tuya... No recuerdo nada más.

Amalia miraba a Yugo con una mezcla de tristeza y preocupación, tenía la esperanza de que hubiera estado despierto más veces, pero no lo era. Notó un pinchazo en su corazón.

- Yugo... - Amalia lo miró y con fuerza sujetó sus hombros. - Eso ocurrió hace más de un mes.

Y AQU?, COMIENZA LA 4 TEMPORADA DE WAKFU, MEJOR DICHO, MI VERSI?N DE LA 4 TEMPORADA.

QUIERO DECIR QUE WAKFU NO ES TAN CONOCIDO COMO HARRY POTTER, NI MUCHO MENOS, PERO SI SIMPLEMENTE DAN A SEGUIR A LA HISTORIA Y COMENTAN, SON ?NIMOS QUE ME DAN A MI PARA CONTINUAR CON LA HISTORIA. YO NO GANO DINERO CON ESTO, NI NADIE, (A LO MEJOR ALGUIEN SI, NO LO SE), PERO YO ESCRIBO PORQUE DISFRUTO LAS SERIES Y PEL?CULAS, Y ESO HACE QUE QUIERA ESCRIBIR MI PROPIA VERSI?N.

EN WAKFU, NO HE VISTO NING?N FALLO Y, TODO LO QUE HACEN EN LA SERIE, ES COMO LO HAR?A YO, Y NO CAMBIAR?A NADA. POR ELLO HE HECHO UNA 4 TEMPORADA.

TENGO OTRA HISTORIA, DE HARRY POTTER, NO LA HE ABANDONADO, PERO NO PIENSO CONTINUARLA EN UN TIEMPO. PUEDE QUE LA HISTORIA DE HARRY POTTER SEA FLOJA EN CUANTO A EXPRESI?N E IMAGINACI?N SE REFIERE, A PARTE DE TENER ESCASO VOCABULARIO. POR ELLO, ME HE TOMADO ESTA HISTORIA COMO UNA PRUEBA DE ESCRITURA, DONDE EN UN FUTURO, PODR? VER LA MEJOR?A QUE HAY DESDE EL PRIMER EPISODIO, HASTA EL ?LTIMO.

SI APOYAN DE VERDAD, CONTINUAR? CON ESTA 4 TEMPORADA.

ESTA YA LA CONSIDERO "MI HISTORIA OFICIAL" DONDE ME VOY A ESMERAR COMO NUNCA.

VOY A CUIDAR LA SERIE Y VOY A APRENDER A SER MI PROPIO EDITOR.

ESPERO QUE HAYAN DISFRUTADO, CUALQUIER CR?TICA ES BIENVENIDA.

SI COMENTAN LOS FALLOS, ME AYUDAR?AN A CRECER.

APOYEN Y VIVAN PERSONAS =)

Jordi Prewett