Disclamair: Los personajes no son de mi autoría, solo el desarrollo de la historia, enjoy!


Rhin bajó de su cama y estiró sus brazos, otro día de vida. Hace cinco días que venía con su tarea de dejar la canasta de mimbre con alimentos para Rhein.

—Espero que el joven ?mile vuelva pronto, hoy se cumple la tercera semana desde que se marchó —comentó la madre de la familia durante el desayuno.

—Lo último que escuché de ?mile es que está en camino con la respuesta, y eso fue como hace cinco días. Por alguna razón, siento que la comida está empezando a escasear.

Ante lo último dicho por su padre, Rhin casi se sintió atragantar con el pan que comía.

—?A-a qué te refieres, papá? —preguntó nerviosa la joven.

—Me refiero a que pronto será oto?o y me da la sensación de que la comida en la comarca escaseará antes de tiempo.

La chica suspiró para sus adentros y volvió con su desayuno.

—Pero querido, este a?o la cosecha fue mejor que muchas otras veces.

—El problema de cuando la cosecha es mejor, la gente del pueblo piensa que durará mucho y consumen más de la cuenta. Sin mencionar las amenazas de las otras aldeas.

—?Podré volver a ver a la abuela? —preguntó la unigénita en medio de la conversación. Los progenitores levantaron las cejas sorprendidos por la pregunta de su hija.

—Me temo que no, Rhin. No hasta que vuelva ?mile con la traducción de la nota —respondió el padre.

La muchacha bajó su cabeza hacía su tazón con leche y se perdió en sus pensamientos. Estos rondaban por el joven lobo que hace tiempo no veía, esperaba que estuviera bien. Pensó que no era una exageración preocuparse por él, aunque estuviera acostumbrado a vivir en la naturaleza, pero un chico como él debía volver a la sociedad de alguna forma, Rhein lo merecía, era un joven con modales, amable y nunca le faltó el respeto en el poco tiempo que estuvieron juntos.

—?l me parece un chico encantador ?No lo crees, Rhin? —interrogó su madre

La susodicha reaccionó en un respingo sonrojándose por la pregunta, por un momento temió que su madre leyera su memoria y se refiriese a Rhein.

—?Qué? Digo ?Quién? —preguntó atropellándose con sus palabras.

—El joven ?mile Belmont, podría ser un buen esposo.

La chica suspiró para sus adentros otra vez, pero se sintió un poco molesta por el comentario de su madre. Consideraba a ?mile un buen chico, pero no alguien con quien ella podría casarse.

—Mamá, yo… —antes de que pudiera replicar, las campanas de la capilla resonaron e interrumpieron el desayuno.

—Pero si hoy no hay misa —replicó la mujer.

—Debe ser ?mile —supuso el hombre y se levantó de su asiento—. Vamos, Rhin.

Toda la familia completa se reunió en frente de la capilla y no tardó para que una muchedumbre los acompa?ara. Casi todo el pueblo se encontraba allí, ansiosos por saber la respuesta.

—?El joven Belmont nos dirá el significado de lo que dice la nota encontrada hace casi un mes por la hija de Romuald, la ni?a Rhin! —vociferó el alcalde a su pueblo en el pórtico del templo.

La gente murmuró unos a otros, algunos se mostraban desinteresados, pero otros estaban aterrados de la traducción que podía contener el mensaje. ?mile se paró sobre las escaleras, era un joven apuesto sin dudas, de porte alto y cabellos casta?os. Inhaló y habló al pueblo.

—No hay razones para temed, queridos vecinos. La palabra de la hoja no tenía algo más que la usual expresión de gratitud, su significado era "gracias".

La gente suspiró aliviada, en especial las mujeres y ancianos que temían una guerra, pero otros jóvenes entusiastas por pelear, rezongaron irritados. "?Hicimos tanto alboroto por un simple "gracias"?" Rhin escuchó comentar. Escondió detrás de su mano una peque?a risa que guardaba para sus adentros desde hace mucho tiempo. Otras personas se empezaron a preguntar en voz alta las razones de que alguien escribiera "gracias" y qué querría decir con eso.

—Ya escucharon, querido pueblo. No son noticias para angustiarnos, sin embargo, desconocemos las razones de porqué alguien escribiría "gracias" en una hoja de árbol con líquido de fruta, seguiremos investigando las razones. Por ahora, pueden seguir sus vidas calmados y sin perturbaciones.

El alcalde saludó por última vez a su pueblo y la muchedumbre se dispersó en poco tiempo. Rhin se encaminó con sus padres, hasta que escuchó a alguien llamarla. Ella se dio la vuelta y vio a una vieja amiga suya. Ella era una joven su misma edad con cabellos casta?os atados en dos trenzas, por su cara parecía feliz y agotada.

—?Oh, hola Aurélie! —saludó Rhin a la chica y se alejó de sus padres por un momento—, ?Volviste de casa de tus tíos!

—Me voy unas semanas y enloquece toda la comarca —dijo la llamada Aurélie.

—Rhin, no te tardes —le llamó la atención su padre—, tu madre y yo te esperaremos en casa.

—Si, papá —dijo tratando de ocultar su incomodes. En cuanto estuvieron solas las dos amigas iniciaron su conversación.

—Bueno, hay cosas que nunca cambian —suspiró irónica su amiga.

—Papá y mamá están peores que nunca con el asunto de la hoja escrita con líquido de mora.

—?T-tú la encontraste? ?Dónde y cómo?

—Te lo contaré si a cambio me dices de lo que viste en la casa de tus tíos.

Los padres de Aurélie se mudaron a aquel pueblo cuando la chica era apenas un bebé. Ella nunca supo las razones, por lo que Rhin tampoco entiende bien su situación. Sin embargo, los tíos de la chica, junto a otros familiares permanecieron viviendo en la ciudad más cercana. De vez en cuando arreglaban visitas con la familia en la ciudad por el tratamiento de su hermano menor, el cual padecía de un leve tartamudeo. Aurélie siempre estaba impaciente por visitar a sus tíos, aunque sus razones eran más por interés en la ciudad que otra cosa.

—?Qué viste esta vez? ?A una casa llena de libros? —preguntó Rhin más impaciente, todo lo que fuera desconocido para ella llamaba su atención en tan gran medida.

—Se les llama biblioteca Rhin, y si, estuvimos con mi hermano y mi tío en una. Era tan grande que parecía que no tenía fin.

—Oye ?Cómo hacen las casas en la ciudad? ?Están hechas de rocas o también de madera como la mayoría de la comarca?

—De una sustancia llamada cemento. Es como una arcilla mezclada con agua y otros materiales más que ahora no recuerdo.

—Debe ser mucha cantidad —pensó en voz alta la joven.

—Lo es. Hay fábricas que hacen eso. No sabía que ?mile también había ido al pueblo, sino lo hubiera saludado —dijo lo último sonriendo con aire so?ador—, ni siquiera lo vimos con mi hermano en el regreso. Cambiando de tema, cuéntame el asunto de la nota.

Rhin respingó sorprendida, recordando el tema. Ella no estaba acostumbrada a mentir, pero lo haría si debía permanecer en secreto la identidad de Rhein.

—Ah, eso. No es algo fuera de lo ordinario. Estaba haciendo mi rutina de ir a ver a mi abuela, lo usual es que la visite el fin de semana, pero como tuvo una decaída poco antes de que te marcharas, fui a verla más seguido. Mi madre quería acompa?arme, pero permaneció en casa porque estaba muy ocupada. Cuando volví encontré la nota, se la di a mi madre, pero no entendía que decía, después se lo comuniqué a mi padre y se exaltó cuando reconoció el idioma alemán en la hoja.

—Y entonces todo el pueblo se enteró —concluyó Aurélie.

—Así es. Estaba escrita en una hoja de un árbol con jugo de mora una palabra en alemán que nadie sabía que decía y empezó el pánico. ?mile se ofreció con otros acompa?antes para ir a la ciudad y encontrar un traductor.

—?Todo por un simple "gracias"! Que historia tan divertida, nunca pasan esas cosas aquí, debería irme más seguido para ver qué sucede después.

—Lo malo es que tal vez mis padres se preocupen hasta tal punto que no me dejen ir más a la caba?a de la abuela sola —dijo lo último pensando en Rhein y se preguntó cómo estaría el muchacho.

—No te preocupes, Rhin. Ni que fuera una tragedia —intentó animarla Aurélie sin darse cuenta que la mirada de su amiga era por una preocupación más profunda de la que podía imaginar.

Las dos compa?eras hubieran seguido conversando por más tiempo, de no ser por la llamada de una joven voz.

—A-au-aurélie —se escuchó decir a alguien tartamudeando.

—Benoit —contestó la nombrada—. Aquí estoy.

Rhin comprendía que el hermano de Aurélie tenía dificultades para hablar y que eso le traía muchos problemas con los demás chicos, en especial con los de su edad. Sin embargo, ella nunca tuvo intenciones de burlarse del joven.

—Ma-mamá dice que-que que vengas-gas —comunicó cuando estuvo frente a las amigas.

—Ya voy, ya voy —después de que su hermano se alejara, miró a Rhin con una amable sonrisa y la despidió con la mano en alto—, bueno, hasta otro día, Caperuza roja —comentó lo último con sorna.

—Hasta otro día, tontona ?Y hoy no llevo la caperuza! —gritó cuando ella ya estaba a distancia.

Rhin volvió a su casa y suspiró cansina. Su madre se encontraba tejiendo en la mesa de la cocina a la luz de una vela. No era muy tarde, pero la luz escaseaba en la casa y era muy importante la vista para esa tarea. Dentro de poco la mujer empezaría hacer el almuerzo.

—Rhin, no te escuché —se?aló su madre cuando notó su presencia—. ?Quieres terminar tu desayuno? —se?aló el cuenco con leche que la joven no había terminado antes de la convocación del pueblo por la traducción del misterioso mensaje.

—Si, gracias —Rhin terminó su desayuno rápido y se dispuso a ayudar a su madre en la tarea de tejido.

—Hace mucho que no tejías, Rhin.

—Es que quiero tener mi mente entretenida —en parte era verdad eso, pero nunca le diría que le angustiaba.

—?Por qué? ?Mucho drama?

—En parte —la joven se mantuvo largo rato en silencio viendo el gorro que su madre tenía entre sus dedos—. Estamos a mitad de verano, mamá.

—Si, pero los días pasan rápido y no tardará el oto?o en llegar. Aunque haya días que serán tiernos y cálidos, en otros el frío no tendrá piedad.

La joven pensó en Rhein y lo mucho que seguro debió sufrir los otros inviernos o estaciones frías, sin comida, sin refugio y sin mantas. Se preguntó ?Cómo pudo sobrevivir hasta ahora? ?De qué manera se las habrá arreglado? ?Fue por su instinto animal? Luego recordó que el chico sabía varias lenguas y leer como escribir, él no era tonto.

—Mamá —su madre hizo un murmullo como indicar que escuchaba—. ?Nunca tuviste el deseo de aprender a leer y escribir? —su madre negó.

—Tu padre sabe leer y escribir, y tengo una gran memoria para recordar todo lo que escucho. Además no es mucho para lo que me sería necesario eso, al menos que quisiera empezar a escribir una novela o cuentos.

—O una carta privada —apuntó su hija. Aquel comentario incomodó a la mujer—, o escribir mandatos, o entender los anuncios que publican en las puertas de la alcaldía, o las recetas de cocinas de los libros, o los carteles de algunas casas.

—Bueno, creo que será hora de que empiece el almuerzo —interrumpió la mujer y empezó a cortar algunas papas—. Rhin, ma?ana visitarás a tu abuela para saber su estado y comunicarle la última noticia.

—Gracias —susurró la chica, feliz de saber que se encontraría con el chico lobo.

—E irás con tu padre —la chica tragó en seco.

—??Qué?! ?Por qué? Nadie está en peligro, ?mile ya lo informó hoy.

—No podemos arriesgarnos, ?Y si realmente hay un prusiano en los bosques? ?Y si esa nota solo es para despistarnos de una posible invasión? No, no me voy a arriesgar.

—Pero ?Pero, mamá!

—Sin peros —y así dio finalizada la discusión.

Rhin no podía seguir la discusión o no sentía demasiado valor para continuarla. Tomó su caperuza, salió de su casa y entro en el granero, fijó la parte de arriba del hórreo y subió para buscar algunos alimentos. Allí, escondido entre la paja y el heno, la chica mantenía su cesto. Juntó manzanas y otros víveres, escondió la canasta bajo su caperuza y bajó hacía la salida. Procuró que nadie se diera cuenta de su presencia, cuando avistó con seguridad a su alrededor y no ver, ni sentir a alguien, corrió a su casa y entró a su habitación. La casa de Rhin no era muy grande, solo tenía una planta baja y dos habitaciones personales. La parte más cálida era la cocina y su despensa estaba toda almacenada en el hórreo, lejos de la humedad y cualquier animal.

Cuando llegó a su habitación, sacó la canasta de su capa y la escondió en su armario.

—Espero que no se pudra —lo más seguro que no, si esta noche se lo comía todo Rhein—, y que nadie me haya visto —pensó en voz alta viendo la ventana de su habitación. Esa noche repetiría su tarea usual, pero recordó las palabras de su padre: "la gente consume más cuando más abunda"—. Espero que no te des cuenta, papá.

Pensando en su padre, recordó que él sabía leer y escribir. Deseó también saber, así podía escribirle alguna carta a Rhein y comunicarle de los problemas que su madre empezaba a tener por culpa de su mensaje de agradecimiento. Cuando llegó la noche, Rhin interrogó a su padre con esperanzas de obtener una respuesta positiva.

—Papá ?Podrías ense?arme a leer y escribir? —le preguntó en la cena, su madre no dijo nada, pero envió una mirada molesta a su hija.

—?Ya sabes el abecedario? —contestó su padre.

—No aún.

—Entonces no estás tan interesada como pretendes —replicó él, su hija se molestó ante su conclusión.

—Si lo estoy. Deseo con todo fervor leer y escribir.

—Si realmente quieres deberías aprender lo básico, Rhin. Deja de protestar.

Rhin no consideraba algo obligatorio aprender el abecedario para leer, pensaba que bastaba con conocer las letras y ya, pero su padre lo hacía parecer todo muy complejo.

Cuando llegó el siguiente día, la canasta de su ventana estaba otra vez vacía y la guardó en su armario. Rhin se vistió rápido y después de desayunar, llenó otra de sus canastas con panecillos, galletas y queso para su abuela, pero la mayoría de la comida planeaba dársela a Rhein por eso la cantidad era más considerable de lo usual.

—No creo que tu abuela quiera comer tanto —deliberó su madre.

—Ella puede guardarlo para más tarde —objetó Rhin.

—Si tú lo piensas así, está bien, hija. Tu padre también tal vez quiera.

De pronto, Rhin recordó que su padre también la acompa?aría, ella se molestó consigo misma por olvidarlo ?Cómo se encontraría con Rhein? La chica notó en como su madre también estaba vestida para salir y se preguntó a donde iría.

—Mamá ?Vas a salir también?

—Si, visitaré a la se?ora Belmont. Ella quería hablar conmigo desde hace rato y estoy encantada de ver a alguien tan dulce como ella —ella agarró un peque?o bolso de tela y salió por la puerta despidiéndose de su hija—. Cuídate Rhin, saluda a tu padre de mi parte, él está en la huerta aún. Hasta la tarde —fue lo último que dijo antes de salir.

Cuando Rhin divisó a su madre lejos, salió en camino al huerto. Había trazado un plan y esperaba que funcionase, pero tal vez no sería tan fácil si tendría que confrontar a alguien tan listo como su padre.

—Ah, Rhin. Estás lista ?Nos vamos? —dijo su padre cuando notó la presencia de la muchacha en el huerto. Ella, como respuesta negó.

—Papá ?Podrías no acompa?arme? —él frunció el ce?o sin entender su pedido.

—Tu madre dijo que debía acompa?arte para protegerte del peligro y eso es lo que haré —replicó firme.

—Pero, papá ?Realmente crees que estoy en peligro?

—?A qué te refieres?

—Mamá solo te lo pidió porque piensa que hay prusianos en el bosque. Esa nota que encontré, ?Crees que era de algún prusiano con intenciones de una invasión?

—Siendo sincero, no. Lo más seguro es que era de algún bromista de las otras aldeas que escribió una palabra en alemán para asustarnos.

—Yo también lo creo —tuvo que mentir y fingir el mejor tono de tranquilidad posible que no delatara sus intenciones—. Si es así, entonces, lo más probable es que no haya prusianos, ni invasores. Los animales se encuentran muy mansos debido a que están en una buena época del a?o. Por lo tanto, no estoy corriendo algún peligro.

?l lo pensó y Rhin sabía que su padre, aunque hombre listo, nunca fue de muchas palabras, ni de discutir tanto. Si ya lo persuadía con eso, él no pondría mucha objeción.

—Pero, Rhin, no me gustaría contradecir a tu madre.

—Pero si vienes conmigo te retrasarás más en tu tarea y nunca te enterarás si alguien quiere comprarte algunas legumbres o cultivos —el hombre meditó el razonamiento de su hija y pensó que era muy certero—. A-además la casa se quedará sola y eso sería muy peligroso ?No? Estando nuestra casa un poco más alejada de las otras en la comarca.

—Ya, ya, Rhin. Entendí tu pedido, pero no sé qué le diré a tu madre cuando vuelva y me encuentre solo y sin ti.

—Mamá no volverá tan pronto. Sabes que ella puede mantener una charla por horas y yo en menos de dos horas estoy de vuelta en casa.

—En eso tienes razón —dijo el hombre riendo mientras recordaba algunas tardes en que se enojaba con su esposa por escucharla por horas hablar con un algún visitante—, espero que no seas tan charlatana como tu madre, Rhin. Está bien, tienes mi consentimiento para ir sola a ver a tu abuela —la joven sonrió victoriosa—. Pero este tema lo tendré que hablar con tu madre.

—Tienes que convencerla, papá. Habla con ella esta noche, dile que no es peligroso el bosque y que no hay invasores por ninguna parte.

—Bueno, haré lo que pueda.

—Entonces ?Puedo irme... sola? —preguntó dudosa en escuchar la respuesta.

—Si, por supuesto, cuídate Rhin —la saludó su padre acariciando y desordenando sus cabellos rubios.

Rhin sonrió y empezó a correr en dirección a la caba?a de su abuela y al río La Moder. Como lo suponía, su padre no discutiría mucho el asunto.

—?Gracias, papá!

—Esa ni?a, es como su madre —murmuró riéndose el hombre. ?l le tenía mucho amor a Rhin y no solo porque era su hija, sino también porque era su único reto?o en su vida. Aunque no la había tenido a una edad muy avanzada, la consideraba su hija de la vejez—. Me pregunto, porqué tanto entusiasmo en ir a ver a su abuela—. Visitar a su abuela no era algo que Rhin hacía como un pasatiempo, sino como una tarea. Pero en esos últimos días, las cosas parecían haber cambiado.

La caperucita roja no podía estar más feliz, saltaba de alegría, hace tiempo que no veía a Rhein y le preocupaba mucho su salud. Se rio pensando que ya se parecía a su madre. Cuando llegó a la moder, buscó con la mirada a Rhein, pero no lo encontraba.

—Estaba seguro que pasarías por este lado del bosque otra vez —dijo el chico lobuno quien tanto ella buscaba. Rhin volteó hacía el sonido de su voz, que provenía de un árbol. Detrás del tronco, Rhein apareció.

—Y yo estaba segura que estarías detrás de ese árbol otra vez —contestó riendo.

—Pues, por la forma en que me buscabas no estoy muy seguro. Así que, dime, Caperucita ?Vas a la casa de tu abuela?

—Ya sabés que si, se?or Lobo —respondió la chica siguiéndole el juego.

—Y, por casualidad, ?No tendrás un poco de comida para compartir con este viejo y pobre animal?

—No sería una buena persona si no le compartiera —ella sacó de su cesto un pan saborizado y se lo entregó al lobo.

Rhein olfateó el bollo entre sus garras, sintiendo su sabor en las causes de su nariz y empezó a comerlo a un paso lento para disfrutar cada partícula de la masa bien horneada.

K?stlich —murmuró relamiendo sus dedos—, son tan ricos como los h?rnchens ?Hacen en su país de esos?

Rhin lo miró confundida y negó con su cabeza.

—?Qué son los h?r-h?rche?

—H?rnchen, son panes dulces elaborados de una forma que parezca un cuerno mirando hacia abajo, también se parecen a una luna menguante.

—?Ah, si! —la chica recordó al panadero y los dulces que solía vender o los postres que preparaba con su madre y entendió a qué se refería Rhein—. Hacemos un bollo similar, les llamamos croissant.

—Que nombre más extra?o, "Croissant" —el muchacho arrugó su nariz y frunció los labios—. Prefiero h?rnchen.

—Pues yo prefiero el nombre de mi país, el idioma vuestro es muy dificultoso y de difícil pronunciación. H?rch-h?rn ?Puaj! —Rhin sacó su lengua como liberándola de una atadura dificultosa que la sometía el extra?o idioma.

—Tu idioma no es tan fácil como crees, la pronunciación me costó un tiempo aprenderla. Aunque, claro, yo me crié en un entorno que se me facilitó tanto conocer tu lengua como profundizar la mía —comentó lo último recordando las lecciones de lingüística y gramática que su padre lo sometía los fines de semana—, perdón, otra vez te atraso —se disculpó el chico lobo bajando sus orejas.

—No importa, es muy temprano y estoy segura que mi abuela no le molestará esperarme.

—Rhin, hace mucho que no venías por aquí ?Qué pasó? ?Te castigaron?

—No, no es eso. Desde lo ocurrido con tu mensaje, mis padres no me permitían ir a la caba?a por seguridad. Ayer llegó la traducción de tu agradecimiento y aunque no era algo peligroso, mamá seguía sujeta a la creencia que vagaban prusianos invasores en el bosque con la misión de secuestrar. Ella le dijo a mi padre que me acompa?ara en el camino, pero logré convencerlo de que no lo hiciera.

—Perdón por causar tanto escándalo —el chico mantenía sus orejas bajas y se rascó la nuca, luego sonrió recordando algo—. ?Y qué pasó en tu aldea? ?La gente se alivió, rio, o se decepcionó?

—Un poco de todo —después de compartir una larga risa, Rhin tocó un tema que debía hablar con su nuevo amigo—. Rhein, tu mensaje me hizo tener una idea. Si yo supiera escribir, podría mandarte cartas en las canastas que te dejo en mi ventana cada noche.

—?Qué quieres decirme? —preguntó alzando sus orejas.

—Rhein, por favor, ensé?ame a leer y escribir —pidió juntando sus manos de un modo casi similar a como si le rogara el perdón de su vida a un verdugo.

—Bu-bueno, yo —balbuceó, dubitativo en cómo responder—. Yo sé todo eso, pero no sé si sabré como ense?arte, se hablar tu lengua y mi escritura es mediana.

—?Por favor Rhein! Mi padre sabe, pero no quiere ense?arme.

—Está bi-bien. Lo primero es lo primero ?Cuánto sabes del abecedario?

Rhin arrugó sus facciones, no esperaba tal pregunta.

—Se que empieza con A y... termina en la Z —terminó su frase con cierta duda. Rhein negó con la cabeza y soltó una carcajada.

—?No sabes, verdad?

La chica volvió a sentirse molesta y frunció sus labios, detestaba cuando alguien se reía de ella y aunque Rhein no lo hacía con malas intenciones, de todas formas se sintió ofendida.

—?Por qué es necesario que sepa el abecedario? Mi papá dice lo mismo, cada vez que le pido que me ense?e a leer siempre me pregunta "?Te aprendiste el abecedario? ?Te aprendiste el abecedario? Tienes que aprendértelo, Rhin, sino no demuestras interés". ?Yo si demuestro interés!

—Ya, tranquila, tranquila. No quería que te molestaras —Rhein pensó en calmarla frotando sus hombros, como una vez su madre le ense?ó, pero al levantar sus manos y contemplar sus garras supo que debía recurrir a otro método—. Escucha, escucha, con gusto te ense?aré a leer, pero tu padre tiene razón, Rhin. Se tiene que tener una base para empezar algo, no se puede construir una casa sin una base de cimientos o un huerto sin tierra fértil. La base de la escritura es la lectura y a su vez, de ésta, es el abecedario.

La chica se cruzó de brazos como haciendo un puchero, pero entonces suspiró y entendió que debía resignarse.

—Está bien, lo aprenderé de memoria.

—?Gut! A propósito ?Tienes un lugar de donde aprenderlo? —Rhin pensó en su amiga Aurélie, seguro ella tendría algo en su casa de donde aprenderlo y si no, ya encontraría una forma. Ella asintió—. Gut, si se te dificulta puedes usar el método concreto.

—?Método... concreto?

Ja, es un método que inventé. A cada letra le asignas una forma concreta. Te daré un ejemplo, en la letra A me imagino un anillo, en la B un bollo, en la C un caracol y así con todas hasta la Z.

—Suena complicado —las expresiones desconcertadas de Rhin ponían nervioso a Rhein, él trataba de hacer su mejor esfuerzo como maestro, pero también debía hacer que su alumna se sintiera cómoda, de lo contrario, ella se negaría por aprender.

—Pe-pero es divertido ?Verás que es divertido! —su tono de voz no denotaba tanta seguridad como él deseaba, pero esperaba que ella no lo notara.

El muchacho agarró una rama caída y empezó a escribir en la tierra el abecedario.

—?Ves? Esta es A, B, C, D —y así seguiría hasta la Z, de no ser porque Rhin lo bajó de su nube de ense?anza.

—?Espera! ?Espera! Demasiada información. No puedo aprender todo en un momento.

—Oh, cierto, perdón. Bueno, como tarea te aconsejo que aprendas hasta la letra H ?Alguna pregunta?

—?Por qué tienen que ser tantas?

—Cuanto más antes aprendas, mejor ?No? Y no son tantas, solo las primeras ocho. También necesitaremos libros y cuadernos —continuó el chico lobuno—, ?Podrás conseguirlos?

—Creo que si, en mi casa no hay libros, pero conozco a alguien que si tiene —volvió a recordar a su amiga, de tantas visitas a la ciudad, estaba segura que ella tendría algún libro.

—Busca algo con que escribir, si es lápiz, mejor.

Rhin intentó memorizar todas las nuevas palabras que Rhein le decía, debía preguntarle de todo a Aurélie.

—Por cierto, Rhin ?Tienen escuela en su pueblo? —la chica negó.

—No, la escuela más próxima está muy lejos de nuestro pueblo, cerca de otra aldea. Mucho de los chicos aprenden con la educación en casa, o contratando a una institutriz. O si se tiene mucho dinero, alquilando un buen carro que te lleve hacía esa escuela. Me siento como una ignorante —comentó para si misma lo último mirando las letras que Rhein había escrito en la tierra.

—No te sientas así —le respondió el muchacho. Aunque ella habló en voz baja, Rhein fue capaz de oírla—, vamos se que puedes memorizar las primeras ocho.

Estuvieron un rato practicando, pero entonces, cuando Rhin echó un vistazo a su canasta, recordó las razones de porqué había salido desde un principio.

—?Ah, cierto! Mi abuela me espera. Lo siento, Rhein, debo irme y casi se me olvidaba —de su cesto volvió a sacar otros bollos y unas galletas—, para ti, no te las termines todas en una noche ?Nos vemos!

—?Tschüss! —se despidió el chico lobo, viéndola desaparecer en el bosque.