Serena se encontraba mojando sus pies en el mar. Sabía lo mucho que se había enamorado del agua desde que había aprendido a nadar. Desde que había despertado tenía la sensación de que esa sería la última vez que podría estar con Serena.

No me sentía mal, tampoco me sentía triste. Desde que la había conocido, siempre supe que esta historia no sería para siempre. La amaba con todo mi corazón y por supuesto que no quería separarme de ella. Serena era todo lo que había amado en esta vida y me había hecho tan feliz que todo lo malo dentro de mí se había borrado.

Era un hombre muy perceptivo, y me daba cuenta de todo a mi alrededor, incluso cuando ni siquiera las otras personas lo sabían. Eso me ayudaba ahora a percibir algo diferente en Serena, como si no fuera ella misma, sino que ahora era una nueva mujer… Estaba casi seguro de que Serena estaba embarazada.

Me hubiera gustado mucho decirle que quería tener un hijo con ella, y que quería ser su esposo. Me hubiera gustado mucho estar con ella para siempre. Pero yo sabía que eso no iba a ser posible. Serena solo había sido para mí por un momento, para que pudiera ser feliz por un tiempo. Serena era la forma que la vida tenía de decirme que podía irme en paz. Era mi regalo del destino, era la cura a todo el dolor por el que había pasado.

Sé que ella hubiera dado todo por mí, sé que hubiera vuelto a huir de nuevo conmigo hasta el fin del mundo, pero… esa no era la vida que ella merecía. Ese día le haría el amor como nunca antes, la besaría como nunca antes y aprovecharía cada segundo a su lado. Luego le escribiría una carta para pedirle que siguiera con su vida aún después de mí.

Serena era el amor de mi vida y así sería siempre. Sin embargo, la vida no era para siempre. La vida siempre te cobra por el mal que hiciste, el destino siempre te alcanza y por más que huyas, tienes que pagar tarde o temprano. Y aunque yo no había hecho nada malo a propósito, sino por necesidad, tenía que pagar tarde o temprano. Eso era lo que Kenji Tsukino siempre decía.

Me sentía muy agradecido de que hubiera tenido la oportunidad de encontrar a Serena, porque yo lo había amado como a un padre y sabía perfectamente que Serena era lo que más amaba en la vida. Lo sabía y lo entendía porque a mí me pasaba exactamente lo mismo.

Traté de imaginarme cómo sería un hijo de Serena y mío. Imaginé a un ni?o fuerte y juguetón, con el cabello rubio y los ojos de Serena. O quizá una ni?a traviesa y berrinchuda, de cabello negro y largo. Yo amaría a ese ni?o o ni?a con toda mi alma, en esta vida o en la otra. En este mundo o en el otro.

Serena me miró desde lo lejos y sonrió. Era sumamente hermosa y ni siquiera se daba cuenta. Esa noche le haría el amor como nunca, la besaría como nunca y aprovecharía cada instante a su lado.

Nunca había so?ado con ninguna mujer, pero sin duda Serena era muchísimo más que un sue?o. Y yo la amaba.

Antes de decirle adiós, le haría el amor como nunca antes.