Advertencia: OoC.


Lágrimas secándose en sus coloradas mejillas, y manos que lentamente dejan de temblar, son indicadores de que la calma por fin lo está dominando.

Con lentitud se levanta de la cama en la que ha estado postrado por gran parte del día y se dirige al bao. Abre la llave del lavamanos y toma un sorbo de agua. Inmediatamente después, con ayuda de ambas manos, se moja la cara y se mira al espejo.

Los ojos hinchados y la ojeras bajo éstos son lo primero que ve reflejado, e inevitablemente las ganas de volver a llorar y ahogarse en sus malditos sentimientos regresan con fuerza a él, pero se controla con rapidez y respira hondo.

Se siente exhausto e incómodo; como si al caerle un yunque encima, éste, en vez de matarlo, le hubiera provocado un ajetreo desagradable. No ha estado durmiendo bien y ya son demasiadas las veces que se ha saltado las comidas.

Tiene mucha suerte de que ni ese día ni el siguiente tenga que grabar, porque no tiene los suficientes ánimos para soportar a nadie, y mucho menos se quiere llegar a encontrar con él.

Mierda.

Si lo llega a ver de nuevo en tan poco tiempo sabe que podría llorar, y no quiere que lo vea llorar.

No otra vez.

Se desnuda con celeridad, queriendo desprenderse de esas ropas que no se ha cambiado desde el día anterior, y entra a la ducha, dejando que el agua le caiga encima.

Necesita relajarse y dejar todos sus problemas atrás, al menos por ese momento, al menos hasta que pueda controlarlo.

Cierra los ojos, dejándose llevar por el agua templada que se desliza por su cuerpo, y que, para su desgracia, más que relajarlo y hacerlo olvidar, le hace recordar cómo inició todo.

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La fiesta de cumpleaos de Porky había empezado de manera tranquila. La gente reía y bailaba, algunos comían y bebían, y otros simplemente estaban ahí compartiendo oxígeno.

La decoración, la música, la comida, y el ambiente en general eran agradables, al menos lo suficiente como para que soltara unos cuantos botones de su camisa y se relajara en el asiento.

l se encontraba en una de las mesas con un vaso en mano, y observando como Speedy y Lola trataban de convencer al cumpleaero de cortar el gran pastel, argumentando que morirían si no lo probaban lo antes posible.

Quería reír por ver al insistente par de adultos –que parecían más nios eufóricos por ver un pastel– ir detrás de Porky, mientras que éste intentaba escapar y llegar con Petunia.

Iba a seguir disfrutando de semejante espectáculo, pero una voz cercana lo hizo girar y poner su atención en esa persona.

—Es una buena fiesta, verdad, dientón? Tal vez no tan buena como lo fue la mía, pero eh, le doy puntos al rosadito.

Daffy tenía su frente brillante y tres cabellos caían en ésta. Respiraba con algo de dificultad, prueba de que había estado bailando, y le había arrebatado el vaso de licor y tomado de un solo trago.

—Si tú lo dices, viejo.

—Eh, Bugsy, te gustaría bailar?

—No.

—Has estado sentado aquí desde que llegaste! Tu trasero te lo va a agradecer! —Intentó convencerlo.

—Cómo sabes que no he bailado con nadie? —preguntó, alzando una ceja—. Es la primera vez que te veo en lo que llevamos de la fiesta, viejo. Pensé que no habías venido.

—Para tu información, He estado desde antes de que todos llegaran, dientón!

—Qué bueno por ti, al fin llegas puntual a algo.

—Te gustaría bailar o no? —repitió.

—No.

Y así se dio por terminada aquella conversación.

Daffy se fue refunfuando a pasos rápidos. l, por su parte, rió abiertamente y se levantó para ir por un poco más de licor.

Saludó a unas cuantas personas que bailaban y pasaban por ahí hasta que llegó a la gran mesa donde se repartían todas las comidas y bebidas. Tomó un pequeo vaso y sirvió del único licor que se encontraba ahí. Lo bebió con lentitud y disfrutó del fuerte sabor.

Hasta ese punto todo iba de maravilla; se había servido unos tragos más y minutos después Porky decidió por fin partir el pastel, logrando que todos escucharan el grito de felicidad de Lola y Speedy. Los invitados comieron y bebieron entre charlas con una alegría contagiosa, y regresaron a la pista de baile y a las mesas que estaban perfectamente ordenadas.

Lo malo inició cuando decidió seguirle el juego al par de nios del pastel y empezó a beber más de lo que estaba acostumbrado, llegando al punto de embriagarse.

Desde ahí, todo lo que recordaba lo veía borroso, pero no le era imposible descifrarlo; como cuando vio a Silvestre correr por todo el lugar tratando de atrapar a Tweety luego de que éste le untara la cara con crema del pastel, o cuando Lola llevó a Tina a la pista y ambas, en vez de bailar, empezaron a contar chistes que causaban escandalosas risas en los demás solo porque casi todos estaban llenos de licor.

Pero lo más vergonzoso no fue eso. No, claro que no. Por supuesto que no!

l era una persona con un increíble control a la hora de ingerir cualquier tipo de bebida alcohólica. Sí, bebía bastante seguido, pero nunca se había emborrachado porque detestaba la idea de quedar inconsciente por culpa del alcohol.

Nunca se había emborrachado. Nunca. He ahí el problema. No supo cómo actuaría bajo los efectos del alcohol hasta esa fiesta.

Y realmente le hubiera gustado nunca saberlo.

Recuerda escuchar una canción romántica, así como también recuerda haberse enojado por ver a Daffy invitar a una hermosa mujer de cabello rojo a bailar, provocando que se acercara a ellos dos y le arrebatara a Daffy a la confundida mujer, que más que enojarse o indignarse, terminó sonriendo, divertida de esa situación.

Llevó a un no tan ebrio Daffy hasta la pista de baile y juntó su cuerpo al de él, pasando ambos brazos por el cuello de quien le llevaba unos escasos tres aos y pegando su frente a la contraria. Se sorprendió cuando Daffy no trató de apartarlo al darse cuenta de quien lo había raptado, sino que le sonrió con vanidad y se aferró a su cintura. Luego, con los dos un tanto llevados por el alcohol, empezaron a girar y bailar a base de pasos descoordinados, obligándose él mismo a detenerse por el espantoso dolor de cabeza que se había generado.

Lo que le siguió a eso fueron besos robados de ambas partes y una escapada de aquella dichosa fiesta, tomados de las manos.

Recuerda caminar hasta el apartamento de Daffy –que de por pura suerte no quedaba lejos del lugar de la fiesta–, y ser atrapado por unos fuertes brazos que pellizcaban con suavidad todo su cuerpo, y acariciaban en los lugares correctos.

Recuerdos de besos húmedos recorriendo su cuerpo con ansias, y de un él casi cohibido y dejándose hacer, empezando a corresponder aquellas acciones, son los que consiguen que se levante con rapidez de la cama y observe con pánico a quien sigue noqueado por el cansancio.

Recuerdos de manos apretando y labios besando sus muslos hasta acercarse a su entrepierna. l enterrando sus cortas uas en la espalda de Daffy mientras éste...

NO!

Quería pensar que todo era parte de un extrao sueo, pero la figura de Daffy que se despertaba con lentitud, las prendas de ambos tiradas por todo lado junto a su propia desnudez, y el espantoso dolor de cabeza que se apoderaba de él por culpa de la bebida eran seales claras para ver que aquella situación sí estaba sucediendo en la vida real.

Qué hipócrita sería si dijera que nunca volvería a tomar una sola gota de alcohol.

Vio a Daffy sentarse en la cama y luego observarle con una sonrisa tranquila que lo confundió.

Esperaba una reacción peor que la suya; que no solo se levantara preso del pánico sino que le gritara y lo sacara a patadas de su apartamento. Sí, eso tenía más sentido viniendo de alguien tan atrabiliario como Daffy, pero no entendía la sonrisa y los brazos que se extendían hacia él, esperando que se acercara para poder capturarlo.

Lo que menos entendía era ese impulso que lo hizo acercarse, ignorando la vergüenza de que lo estuvieran viendo completamente desnudo, y dejando que Daffy lo apresara, obligándolo a sentarse en su regazo.

Una caricia entre ambas narices, y el pánico fue esfumándose gracias a las delicadas caricias que el mayor repartía por su espalda.

—Eres despreciable —dijo Daffy. Su aún adormecida voz casi lo hace reír de ternura.

No estaba el característico odio en aquellas palabras, solo era una frase dicha para interrumpir el incómodo silencio que se había formado.

Pasó sus brazos por el cuello del otro, queriendo juntar aún más sus cuerpos, queriendo seguir sintiendo ese agradable calor que emanaba el mayor.

Un rápido beso en sus rosados y delgados labios y sintió su rostro caliente, pero poco le importó que su cara estuviera más roja que un tomate, porque lo único en lo que podía pensar era en esas preciosas gemas verdes que lo miraban con voluptuosidad.

No ha dicho una sola palabra desde que despertó, y no cree que sea necesario. Lo único que hace es aferrarse aún más a Daffy y sonreírle con un entusiasmo disimulado.

Y fue en ese instante, con él abrazándose fuertemente al cuerpo de Daffy, y con éste último robándole el aliento a través de fogosos besos, que supo que las cosas de ahí en adelante serían diferentes.


Espero que el capitulo no haya quedado tan mal. Nunca había escrito algo parecido y me dio cosita xD.

Quería escribir desde hace rato una pequea historia en donde le daba un significado diferente a la frase "Daffy siempre vuelve", así que, si no me acobardo, éste no será el único capítulo.