?Hello Minna-san! Bienvenidos a la sexta historia de nuestra franquicia de la Saga Dorada (aunque si contamos la de Minos seria la septima :v) ahora les traigo la historia de nuestro amado y caballeroso Sisyphus, que se de buena fuente muchas estaban esperando (No lo nieguen, ustedes saben quienes son chicas) Bueno, ?espero que disfruten de la lectura como yo disfrute escribendolo!

?Queremos tomar el tiempo de agradecer a todas nuestras lectoras por seguirnos y comentar en nuestros fanfics! Especialmente a una persona llamada SayumiShiobara que siempre nos deja un review y ha estado con nosotras desde hace algún tiempo ?Te queremos chica! 3

PSD: Sera mejor que se lean Golden Ferocity de la Saga Dorada si quieren entender las referencias de esta historia... y bueno las demás también xD

?Esperamos que les guste!

Declaimer:

Nota: Saint Seiya The Lost Canvas no nos pertenece al igual que sus personajes.


Saga Dorada VI: Golden Feather

Capítulo I

'Turquois'

Siglo XVIII

Grecia, Athenas – Villa de Delfos

Agosto, 8 de 1748

Una suave brisa recorrió el amplio campo, moviendo suavemente el pasto verde haciéndolo parecer un mar de color verde con los ocasionales puntos de color aquí y allí, donde una que otra flor silvestre reposaba, con el sol de media tarde iluminando todo a su alrededor otorgándole una sensación de paz y quietud, que era disfrutada inmensamente por cada criatura que vivía en esa naturaleza.

Desde debajo de un gran árbol de sauce, reposaba una joven mujer, con su espalda recostada del tronco y con los ojos cerrados, simplemente escuchaba la naturaleza a su alrededor, dejando que la suave brisa hiciera danzar su larga cabellera casta?a oscura, y acariciando su piel dorada que no llegaba a ser tocada por el sol, siendo amparada por la sobra de aquel gran centinela que había estado en esas tierras por muchísimos a?os.

Sus sentidos capturaron los sonidos de los pájaros que pululaban en las ramas, el aleteo de sus alas e incluso llegó a distinguir el sonido del correr de un riachuelo en las cercanías, las hojas al caer, los sonidos de las ramas moviéndose en armonía con el aire que soplaba con delicadeza, era una música armoniosa en la que se maravillaba de escuchar, como evidenciaba la ligera curvatura de sus labios. Si algún forastero hubiera sido capaz de presenciar esa escena tan única, seguramente pensaría que la muchacha pertenecía a ese cuadro natural tan hermoso, de tan compenetrada que estaba con lo que la rodeaba.

Fue al posarse una peque?a paloma blanca en el hombro de la chica lo que la hizo abrir finalmente sus parpados, dejando al descubierto dos orbes bicolores, uno avellana y el otro lila, con dos marcas rojas idénticas bajo estas, que se deslizaban por sus mejillas terminando casi paralelas a sus labios que incluso entonces no dejaron de sonreír ligeramente, con un dejo de tristeza.

"Aquí tienes, peque?a" susurró con un todo suave, elevando su mano y abriendo su pu?o de modo que las semillas que descansaban en su palma quedaran expuestas, y al instante, el ave se posó en esta tomando el alimento como muchos días anterior había hecho.

Su mirada recorrió el campo con lentitud, calmadamente, notando que entre los arbustos un ciervo la observaba por unos segundos antes de aproximarse hasta echarse a su derecha, depositando su cabeza en su regazo de modo que los dedos delgados pudiera acariciar su pelaje marrón con delicadeza; una vez la paloma hubo terminado de comer volvió a reposar en el hombro de ella, permitiéndole a la joven posar su mano en la hierba, enterrándola en la tierra, buscando conectárse con la madre naturaleza casi inconscientemente.

Era un momento de paz y tranquilidad, que le otorgaba equilibrio a su alma, permitiéndole respirar con calma y no sentirse abrumada por la carga de responsabilidades que llevaba sobre sus hombros como lo era el cargo de la Oráculo de Delfos.

En momentos como ese, ella se permitía a si misma ser simplemente una con la naturaleza, sin responsabilidades ni visiones, simplemente una chica que amaba la naturaleza y a los animales, estando en armonía con la Madre Tierra. Sin embargo, solo era necesario echar un vistazo al cielo para desmentir esa noción.

Pues allá en el firmamento, se podía distinguir con bastante claridad una pintura antinatural muy hermosa que ocultaba un sentimiento macabro. Incluso en Delfos estaban conscientes del peligro que eso entra?aba y aunque la barrera puesta alrededor de la Villa se había mantenido erguida desde hacía siglos en protección de las mujeres que moraban en su interior, sabían que esta no las resguardaría si el Dios del Inframundo ganaba la batalla que estaba librando con Athena, la Diosa de la Guerra y la Justicia.

En esa Guerra Santa, habían sido ignoradas, dejadas al margen de la sangrienta contienda por lo que aún estaban vivas, ya que si los Espectros hubieran querido aniquilarlas ella no estaba segura de que la barrera se los hubiera impedido, aunque esta fuera hasta los momentos, impenetrable por forasteros.

"La corriente está cambiando… la cuestión será… de que lado se inclinará la balanza" murmuró para sí misma, sus ojos fijos en el cielo con el temible Lost Canvas en exhibición. "?Lo divino o la humanidad?"

Con un peque?o suspiro, regresó su atención al ciervo que descansaba a su lado, sabiendo que si la Diosa que luchaba para la supervivencia de la humanidad ganaba la Guerra Santa que se libraba en ese siglo, entonces ella y su hermana tendrían que actuar, siguiendo la misión secreta encomendada desde hacía meses por Athena.

La cuestión era… que ella misma no sabía si la humanidad merecía ser salvada.

Negando con la cabeza, despertó al animalillo con cuidado, algo triste de tener que regresar a sus responsabilidades para con la Villa, pero sabiendo que no había nada que hacer al respecto, por lo que con una última caricia observó al ciervo marcharse al bosque y la paloma despegar vuelo hacia el cielo, y por un momento ella se preguntó cómo se sentiría poder volar, ser capaz de experimentar esa tipo de libertad, pero era algo que nunca podría saber con certeza.

Sus pasos la llevaron a un camino de tierra que serpenteaba entre la espesura de arbustos y altos árboles, hasta que finalmente divisó a lo lejos un grupo de estructuras hechas de piedra blanca, donde un pu?ado de mujeres de distintas edades caminaban de un lado al otro, totalmente ensimismadas en sus labores. Portando blancos vestidos de largas mangas que se deslizaban por el suelo hechas de seda traslucida, y una corona de hojas verdes en sus cabellos, junto con las requeridas mascas rojas bajo los ojos, las evidenciaba como Pitonisas.

Muchos en el reino del hombre consideraban a las Pitonisas, como un grupo de ninfas encargadas de dar a los mortales las predicciones del Oráculo de Delfos, mejor conocidas como las portavoces de los Dioses y la naturaleza desde hacía muchos siglos. Sin embargo, como todo, esa verdad había sido distorsionada a lo largo de los a?os, porque, aunque si era verdad que eran las designadas a entregarle los mensajes de la Madre Naturaleza y los Dioses a las personas que moraban en la tierra, ellas no eran de ninguna forma ninfas.

Nacían y morían como todos los demás, en esencia ellas eran humanas, simplemente se diferenciaban de el resto de la humanidad por las habilidades especiales que las regían y hacían dignas de percibir la naturaleza y recibir las visiones designadas, nada más ni nada menos.

Al acercarse al lugar, todas inmediatamente detuvieron lo que estuvieran haciendo e hicieron una reverencia, postrándose de rodillas al suelo, con sus manos descansando en la tierra y la frente reposando sobre estas.

"Oráculo-sama" musitaron con mucho respeto y al unísono, como habían hecho desde que ella y su hermana despertaran sus habilidades cuando apenas tenían nueve a?os de edad.

Y como siempre que interactuaba con ellas, simplemente asintió, murmurando un saludo a su vez antes de continuar su camino sin siquiera mirar atrás, sintiendo aquella punzada en su pecho que la hacia consciente de que realmente no pertenecía. Ella era la Oráculo de Delfos, una que nacia cada tantos a?os para ayudar a guiar a la Villa, portadora de una habilidad superior, de ver más allá de lo que una Pitonisa regular podía; la mayoría de sus visiones era nítidas, dándole la capacidad de no solo ver sino también de percibir las emociones.

Estas se desencadenaban aleatoriamente, a cualquier hora del día, ya fuera ma?ana, tarde o noche, sin importar lo que estuviera haciendo. Una vez que iniciaba no se detenía hasta que terminaba de mostrarle lo que la naturaleza o los Dioses querían que presenciara, en muy pocas instancias podía peticionar para observar algo en concreto, incluso el tiempo que duraban era irregular y bastante peculiar, ya que mientras estaba teniendo una visión podía tardar en ello lo que le parecía horas pero que en la realidad eran meros minutos, y a la vez sucedía a la inversa, en lo que precia que duraba horas e incluso algunas veces días pero que para ella simplemente fueron meros minutos o segundos.

Una bendición la llamaban algunas, otras se referían a su poder como un regalo de los Dioses.

Ella, sin embargo, solo pensaba en ello como una maldición.

Dejo atrás a las Pitonisas, tomando un camino de tierra distinto a por el que había llegado al centro de la Villa, sabiendo a donde la conduciría ya que lo conocía como si fuera la palma de su mano habiéndolo recorrido en incontables ocasiones, y es que, lo transitaba desde los dos a?os de edad cuando llegó a ese lugar con su hermana. Le tomó unos minutos, pero finalmente alcanzó el edificio de piedra blanca con columnas que elevaba la estructura en el medio de un claro, con algunas lianas llenas de flores trepándose por estas, que le daba un aire de ruina y al mismo tiempo la hacia armonizar con la naturaleza.

Al posar su mirada bicolor en lo que consideraba su casa, la inundo un dejo de nostalgia, al recordar a la mujer de cabellos rubios y ojos color ocre que había sido como una madre para ella y su gemela, quien las instruyó y cuido personalmente de ambas con tanto cuidado y cari?o. No pasaba un día en el que no extra?ara a Arkhes, con aquella belleza interna y externa que la caracterizaba, su sabiduría e inteligencia, la única cosa que conocieran asemejando a una familia, porque incluso entonces podía acordarse de que las otras Pitonisas mantuvieron su distancia.

"Matisera… seguiremos tus pasos al marcharnos de Delfos o todo acabara en ruinas… ?cuál será la respuesta correcta?" preguntó en un tono suave a la naturaleza, esperando que sus dudas llegaran a ella de alguna forma, ya que sabia que al esta morir se había vuelto una con su entorno, volviendo a ser parte de la Madre Tierra.

Con un último vistazo al temible Lost Canvas, se dio la vuelta e ingresó a la única casa que hubo conocido desde que tenía memoria, internándose en la estructura construida de piedra y mármol, sintiendo la frialdad refrescante del suelo bajo sus pies desnudos al caminar, hasta que inevitablemente su andar la llevo a una de las habitaciones del lugar donde aquel objeto descansaba.

Sus pasos aminoraron hasta estar cerca al marco, viendo que ninguna de las habitaciones poseía puertas reales y con un suspiro quedo atravesó el umbral.

De altos techos siendo sostenidos por pilares tallados en forma de espiral asemejando a vides, era un lugar sin paredes reales, dando una gran vista a la naturaleza en el exterior, pero lo que realmente llamaba la atención era que en el centro de esta se encontraba un pedestal de mármol, y arriba de este posado inocentemente se hallaba un cofre dorado con bellos dise?os labrados a cada lado y en la tapa. Aun recordaba con bastante claridad cuando en sue?os la deidad reinante del Santuario se le apareciera, entregándole ese objeto con instrucciones precisas y detalladas sobre lo que hacer con este cuando llegara el momento adecuado, y al ella inquirir el porque las había elegido a ella y a su hermana para semejante tarea monumental e importante, la Diosa simplemente le sonrió con amor y calidez, envolviéndola con su cosmos, sin realmente contestar con palabras, lo siguiente que supo la muchacha fue que se despertó sobresaltada en las horas de la madrugada con aquel baúl de oro descansando a su lado, y de eso hacia muchos meses.

Despacio se detuvo frente a esta, y con cuidado lo abrió observando detenidamente el contenido de su interior, no por primera vez maravillada y curiosa de este. Dentro del arca, descansando tranquilamente en un almohadón lila se encontraban diez piedras preciosas en bruto, que destellaban con hermosura manteniendo un brillo único e inusual sin importar si era de día o de noche.

Delicadamente, tomó una de ellas en sus manos, una Turquesa, y al instante de entrar en contacto con esta, sintió la calidez y fuerza radiando en un pulso constante, trasmitiéndole una sensación peculiar de protección… como si con solo sostenerla no tuviera que temer a nada, pues nadie podría tocarla. Esa, pondero para si misma, era su joya preferida de entre todas las demás, la que más llamaba su atención de una forma sutil pero poderosa, desconcertante; la acunó contra sí, llevándola a su pecho mientras cerró los parpados, conectándose ligeramente con la piedra preciosa, percibiendo al instante el peque?o latido, como de un corazón vivo.

'…Son sus almas…'

Aun podía escuchar la voz de Athena susurrar en sus sue?os con una cadencia gentil.

'…Son sus almas… y tu debes protegerlas hasta que llegue ese momento…'

En un principio ella había querido preguntar a quienes pertenecían esas almas, pero con solo un vistazo a las piedras lo supo, instintivamente, simplemente… lo supo.

No había necesitado de más preguntas, ya que sabia desde el momento en que la primera joya, un Zafiro, apareciera en el cofre de oro, de que las almas a las que se refería la Deidad eran de los Santos Dorados. Los Guardianes de los Doce Templos Zodiacales, esos Guerreros poderosos que servían a Athena, los más fieles y devotos, cada piedra representaba a uno de ellos, que a medida que perdían su vida en esa batalla contra el Dios del Inframundo, Hades, su patrona las tomaba antes de que pudieran cruzar al mas allá y con su cosmos todopoderoso los resguardaba en estos conductores hasta el momento oportuno en que su voluntad divina se hiciera presente, dándoles permiso para renacer en ese mundo nuevamente.

Era un regalo, designado a otorgarles a esos hombres una segunda oportunidad de vivir.

Con un suspiro, regresó la piedra al cofre con un último roce de sus dedos, preguntándose internamente por cuánto tiempo más ese joyero se mantendría en su posesión, sabiendo que en los meses anteriores una a una las joyas fueron apareciendo en un haz de luz dorada, desprendiendo una tremenda energía que después disminuía como si el alma residente dentro se adormeciera.

"?No hay ningún cambio?" una voz le preguntó desde atrás, casi haciendo que la Oráculo se sobresaltara, de no ser porque en algún momento su subconsciente había reconocido que se aproximaba.

"Adelfí" la saludó con calidez, dándose la vuelta luego de cerrar el joyero y aproximándose a la otra joven mujer, quien se encontraba parada justo en el marco de la puerta, observándola con una expresión curiosa en su rostro idéntico al suyo propio. "No. Ninguno" negó suavemente en respuesta, alejándose de ese lugar e ignorando el llamado de poder que despedían las diez piedras.

Ambas caminaron en silencio hasta que llegaron a su dormitorio, que contenía dos camas hechas con heno y cubiertas de una tela muy suave de un blanco inmaculado. No había posesiones personales aparte de una mesita de piedra donde estaba puesto un peine tallado de madera blanca, y un cuenco de mármol lleno de agua cristalina con un tazón junto a un pedazo de tela que utilizaban mayormente para refrescarse en los días muy calurosos.

Kaia, su gemela, se dejó caer en el camastro que se encontraba mas cercano a la entrada, instintivamente siempre buscaba interponerse entre cualquier peligro y ella, ya fuera consciente o no, su primer instinto era protegerla y siendo esta la Guardiana de la Oráculo, designada por los Dioses mismos a protegerla, no era de extra?arse de que lo hiciera.

Desde bebé ella era la única constante en su vida, su hermana mayor, era la persona en la que confiaba ciegamente y por la que daría su vida sin miramientos. Ambas se entendía a un nivel que ninguna otra persona podía, no sabia si era por las habilidades con las que nacieron o simplemente era debido a la conexión tan potente al ser gemelas, pero si una de ellas estaba en peligro o herida, la otra lo percibía con facilidad, e incluso en ocasiones compartían visiones; su hermana mayor siempre era su mensajera ya que debido a su posición de importancia en la Villa de Delfos no se le permitía salir a entregar los mensajes de la naturaleza, aunque incluso si pudiera, no lo haría.

No confiaba en el mundo exterior.

"Ione…" llamó suavemente Kaia, percibiendo por ese vinculo irrompible que su hermanita estaba sintiéndose perturbada, aunque podían apreciar muchas veces lo que la otra sentía habían hecho un pacto de peque?as de no inmiscuirse en la privacidad de la otra, a menos que fuera una cuestión de vida o muerte. "?Que te inquieta?"

Sus ojos bicolores observaron a la otra joven mujer, ponderando si confesar el miedo visceral que tenia de dejar la única seguridad que las había amparado desde que sus progenitores las abandonaran sin ninguna consideración con apenas dos a?os en los bosques y fueran encontradas por Arkhes y las demás Pitonisas.

Sabía con certeza que el mundo exterior no era agradable, la mayoría de sus numerosas visiones se lo confirmaban una y otra vez, la crueldad del ser humano en su peor expresión, las guerras libradas simplemente por ansias de poder sin darle importancia a las vidas que eran sacrificadas en nombre de aquellos que ni siquiera se molestaban en levantar un dedo por los menos afortunados y en medio de todo eso, estaban los inocentes, las victimas de toda la violencia, mayormente mujeres y ni?os que su único pecado había sido estar en el camino de los más poderosos.

No, el mundo humano fuera de Delfos no era seguro.

"Haremos lo que tengamos que hacer para cumplir la orden de Athena-sama" fue todo lo que dijo al final cuando detecto la paciente mirada de su gemela, quien no la había presionado para que hablara, simplemente esperando a que ella decidiera si decir lo que pasaba por su mente o no.

"Así es, pero no debes preocuparte, yo voy a protegerte de cualquiera que intente hacerte da?o" la mirada de la mayor de ellas se volvió un poco feroz, haciendo que sus ojos brillaran tenuemente sacando a relucir ese lado animal en ella, que asustaba a muchos, incluyendo a las otras mujeres que vivían en ese lugar. "Además, luego de cumplir con nuestra misión, regresaremos nuevamente a Delfos" se encogió de hombros ligeramente luego de hacer retroceder a la bestia.

Ione se permitió una peque?a sonrisa genuina, pero para sus adentros sabía que, aunque Kaia era peligrosamente mortal en su otra forma, aun existían seres poderosos que podrían arrebatarle la vida en un parpadeo, y todo por obtener el poder que la Oráculo poseía, aunque este, irónicamente, no pudiera ser controlado o de utilidad para los demás. Estaba consciente de que muchos humanos creían que el afamado Oráculo no era más que un objeto, pero en realidad era una persona, y ella no controlaba lo que veía en lo más mínimo, de hecho, solo pensaba en sí misma como un recipiente que se utilizaba como medio para dar los designios divinos de la naturaleza y los Dioses.

Ella sabía que, si su hermana moría, seria por su culpa y de nadie más.

No era un pensamiento alentador, y el hecho de que supiera que no regresarían a la Villa de Delfos por un tiempo indefinido si realmente se marchaban, no le ayudaba a conciliar el sue?o por las noches.

Aun sentía escalofríos recorrer su cuerpo al pensar en esa visión que tuvo unas semanas atrás, de ese ser poderoso portador de una armadura divina con ojos llenos de amargura y sed de venganza, que prometía aniquilación total de ser permitida su salida de aquella prisión especial… no, ella estaba más que segura de que no podían volver a su casa hasta que esa amenaza fuera neutralizada, y para ello necesitarían la ayuda del Santuario.

"Sobre eso, Adelfí…" comenzó a decir lentamente, ordenando sus pensamientos adecuadamente antes de explicarle su visión a la callada, pero atenta muchacha.

"Hmmmm… en ese caso no hay nada que hacer, simplemente modificaremos ligeramente nuestros planes" Kaia se sentó con las piernas cruzadas retirando largos mechones casta?o oscuro de su hombro, para concentrarse enteramente en la menor, y a continuación, comenzó a hacer exactamente eso.

La Oráculo no pudo evitar sentir un amor profundo por su gemela, admirando la forma tan libre de ella de tomar las cosas como vinieran y simplemente adaptarse a las circunstancias sin problema aparente; su hermana era un espíritu libre y salvaje como su lado animal, y muchas veces no se sentía cómoda permaneciendo dentro de cuatro paredes por mucho tiempo sin comenzar a sentirse encerrada, por lo que a pesar de que compartían habitación una buena parte de las noches Kaia no dormía allí, sino en algún lugar afuera en la naturaleza bajo un árbol sin ningún inconveniente. Muchas veces trepaba colinas o lugares que los demás considerarían algo peligrosos simplemente porque podía, iba de un lado a otro, llevada por la curiosidad innata que poseía, mientras que ella misma apenas ponía un pie fuera de su casa.

Aunque fueran como dos gotas de agua, físicamente en apariencia iguales, la verdad era que eran lo contrario en personalidad.

La mayor de ellas no temía decir su opinión abiertamente, podía mirar a cualquiera de frente sin aprensión o miedo a lo que pensaba o sentía, en cambio la menor, evitaba a toda costa mirar directamente a las personas, en parte por temor a que se desencadenara una visión inesperada como sucedía en peculiares ocasiones, pero mayormente porque simplemente no tenia valor para hacerlo, algo que era fácil evitar en la Villa ya que muy pocas de las mujeres que vivían allí la miraban directamente o siquiera hablaban con ella.

Aun cuando ella por ser la Oráculo, era la regente de Delfos, sentía en su interior que no pertenecía.

"A las del Concejo Regente no les va a gustar lo que tenemos que hacer" murmuró Ione, jugando descuidadamente con su manga, dejando que la brisa del anochecer refrescara su persona, llevando consigo el olor del bosque a ellas.

"Pues tendrán que aceptarlo, después de todo es una orden divina" fue todo lo que la otra respondió.

Y efectivamente las siete mujeres que conformaban el Concejo Regente no estuvieron nada contentas, argumentando que ninguna Pitonisa, mucho menos una Oráculo, hubieran dejado Delfos anteriormente, la discusión se alargó hasta que el cielo se cubrió por oscuridad y las estrellas brillaron intensamente, pero al final la cuestión fue zanjada firmemente cuando se hizo evidente que era un decreto divino de Athena, y uno simplemente no le decía que no a una Diosa, especialmente si esta era la que luchaba por la supervivencia de la humanidad.

Para el momento en que regresaron a su vivienda, era bien entrada la madrugada y estaban exhaustas, especialmente Ione quien tuvo que ejercer su autoridad sobre las demás Pitonisas más de una vez, algo que le gustaba poco hacer pero que había sido necesario al ver que Kaia perdía un poco los papeles al percibir el estrés que eso le causaba a su hermanita. Sin embargo, sus planes de irse a descansar fueron interrumpidos bruscamente por una poderosa energía acercándose a toda velocidad hacia su ubicación, inmediatamente intercambiaron una mirada conocedora y luego cambiaron su curso dirigiéndose a la habitación especial llegando a tiempo de ver como una luz dorada caía sobre el arca evidenciando que uno más de los Caballeros Dorados había fallecido en la lucha.

Luego de ver la nueva piedra preciosa, se retiraron a su dormitorio preguntándose que les traería el futuro, pero no tuvieron que esperar por mucho tiempo ya que apenas dos días después en el momento en que el sol tocaba el horizonte el temible Lost Canvas se desvaneció como si nunca hubiera existido en un principio, y anonadadas fueron a ver el cofre encontrándose que este ahora portaba un sello de papel con el nombre de la Diosa de la Guerra.

Aθην?

"Es hora…" susurró la Oraculo, sintiendo su interior encogerse de terror, pero sabiendo que no había nada más que hacer sino seguir por el camino elegido.

Y eso fue lo que hicieron, tomándoles alrededor de casi dos meses enteros preparar la Villa de Delfos para su partida, delegando la guía de las Pitonisas en Kalliope, una de las mujeres mayores que había crecido con Arkhes y que las instruyó luego de que esta se marchara para seguir su camino junto a aquel regio león dorado.

Una vez se aseguraron que todo estaba en orden emprendieron su marcha, al atardecer los de los últimos días de Septiembre.

Kaia tomó su forma animal en un destello de luz, justo en el limite de la barrera que protegía y ocultaba la Villa de los forasteros, irguiéndose por sobre las cabezas de todas las reunidas allí que las verían partir, y como siempre que sucedía cuando su hermana estaba con esa apariencia más de una retrocedió nerviosa por aquella feroz bestia mítica vuelta carne y hueso, mientras que inmediatamente se arrodillaron con la frente contra el suelo tan silenciosas como un sepulcro, solo las siete mujeres del Consejo Regente mantuvieron su vista clavada en ambas luego de hacer la venia requerida.

"?Está segura de que esto es lo correcto, Oráculo-sama?" inquirió una vez más Kalliope, sus cortos cabellos negros estaban algo veteados de hilos plateados en sus sienes, y sus ojos oscuros insondables la miraron con una expresión peculiar en ellos.

Un gru?ido bajo de el gran Direwolf de pelaje platinado fue la respuesta.

"Este asunto está zanjado, Kalliope, déjalo estar" Kaia proyectó su voz sin mover su mandíbula, sus ojos brillando con advertencia silenciosa, algo cansada de que cuestionaran sus decisiones e inadvertidamente, le quitaran peso a la autoridad de su hermana.

"Se tiene que hacer, y se hará" sentenció Ione con un tono firme, ignorando el nudo que apretaba su intestino llenó de opresión, pero queriendo tranquilizar de alguna forma a las mujeres presentes.

Con manos temblorosas que estaba afortunadamente ocultas por las mangas de su vestido blanco, Ione asintió tan regiamente como pudo antes de girarse y emprender su partida con su acompa?ante y protectora a su lado como una sombra.

.

.

El Santuario era tan grande como imagino que seria, pensó Ione con un nudo en su estomago luego de su tercera y última charla antes de hacer el ritual que traería a los Guerreros de Athena a la vida con el antiguo Santo de Aries, quien ahora regia sobre los Doce Templos como el nuevo Patriarca. Era abrumador lo inmenso que era el mundo exterior comparado con Delfos, particularmente cuando lo observabas desde el tope de la cima donde estaba el Templo Papal, en donde ellas se estaban alojando por el momento por gracia de su eminencia.

En todo el trayecto desde Delfos hasta el Santuario, estuvo en tensión constantemente mirando sobre su hombro a la espera de un ataque o algo parecido, y aunque intentó ocultarlo todo lo posible estuvo segura de que Kaia se había percatado de su inusual conducta e hizo lo posible por tranquilizarla y aunque en parte logró que durmiera un poco mejor por las noches, aun no despejó ese temor que se arraigaba muy profundo en su interior.

El día siguiente al atardecer iniciarían finalmente con la misión encomendado de la Diosa de la Guerra, y esa reunión solo había sido para ultimar los detalles y que se haría luego de que terminaran con su deber, aparte de que la Oráculo tuvo que informarle algo renuentemente a su Ilustrísima sobre la visión de ese ser particular que estaba forzando su mano a permanecer por un tiempo indefinido en el Santuario bajo la protección del rubio.

Desde que llegaran solo interactuó con tres personas hasta el momento, la actual Vestal Madre de rulos cabellos naranja cobrizo, Nerys, el Patriarca, Shion y su hermana mayor, y estaba bien para ella si se mantenía de esa forma por un buen tiempo, siendo que conocer extra?os no era lo suyo, teniendo dificultades para comunicarse adecuadamente con los demás, especialmente si eran del genero masculino, ya que en su experiencia los hombres no eran particularmente de fiar.

Y en poco de tiempo se vería rodeada de ellos.

Eso le quitaba un poco el sue?o, pero era como muchas cosas en la vida, inevitable, por lo que trataba de no pensar en ello más de lo estrictamente necesario, mejor concentrándose en las cosas que tenia que hacer y era más inmediato. De ese modo no tendría que pensar sobre todo aquello que la asustaba, y desafortunadamente sus visiones no le daban tregua, algo que desgastaba su mente y cuerpo, pero trataba de hacer que no se notara lo cansada que estaba ya que su gemela entonces se preocuparía y Kaia estaba tan intrigada por todo que no quería arruinar su estado de ánimo con sus problemas.

Era ella la que presentaba inconvenientes, y como tal debía lidiar con ello.

Pero finalmente lo que llevaba planeándose durante un poco más de un a?o dio sus frutos, cuando luego de reunir y arreglar las cosas para el ritual, ellas tomaron aliento y dando un paso en el circulo creado frente a las dos columnas donde anteriormente reposaba la estatua de la patrona del Santuario, y luego de verse a la cara asintieron, dando comienzo al decreto divino de Athena.

.

.

Estaban de vuelta en el mundo de los vivos.

Terriblemente anonadado, caminó hacia el exterior de sus dominios, notando vagamente que había algunas reparaciones que hacer en su morada, incluso cuando finalmente pudo contemplar finalmente el sol derramarse como una capa brillante sobre todo el Santuario.

Era algo difícil de asimilar para Sisyphus, aunque sus ojos azules podían atestiguar de esa realidad al ver el paisaje desde la salida de su Templo Zodiacal, sintiendo la calidez que le brindaba la Cloth de Sagitario en su cuerpo, percibiendo también el latido de su propio corazón palpitar en su pecho era solo otra forma de saber que realmente volvía a morar la tierra junto a sus otros compa?eros. Incluso en ese momento podía percibir la estela de un cosmos cálido y familiar para él, que respondía a la intriga de como ese milagro se había logrado, una vez más maravillándose de lo que aquella chiquilla que una vez trajo de Italia había logrado alcanzar, estando seguro de que nada parecido había ocurrido con anterioridad en la historia de las Guerras Santas.

Aunque había algo peculiar que lo inquietaba…

Cerrando sus parpados, se concentró en su alrededor intentando comprobar lo que ya suponía pero que aun tenia esperanzas de que fuera distinto.

En las Doce Casas, había un individuo con un poderoso cosmos que concordaban con cada uno de sus compa?eros de batalla, incluyendo para su sorpresa pero con agrado dos presencias en Géminis, sin embargo, aunque le pareció curioso en un principio que ni Aries ni Libra estuvieran ocupadas, pero al buscar con más detenimiento obtuvo parte de ese rompecabezas cuando percibió la presencia de Shion en la sala papal, no pudiendo evitar curvar sus labios en una sonrisa al darse cuenta de lo que ellos significaban.

No obstante, un nudo se apretó en su pecho al darse cuenta de que aun faltaban algunas personas que él esperaba estuvieran allí con ellos, evidenciando la primera impresión que tuvo al darse cuenta de que había revivido… ese presentimiento, y aun así se negaba a aceptarlo por completo, no a menos que tuviera una confirmación y solo había alguien que podía dársela.

Decidido, abrió sus ojos luego de tomar aliento y admirar una vez más la vista impresionante que se podía apreciar desde allí, se giró caminando con decisión hacia el interior de su Templo, pasando por cada uno de los dominios de sus amigos ascendiendo hacia el destino que tenia en mente, tomando nota mentalmente de los Santos con los que se cruzó y su estado actual, especialmente de Albafika quien había sido el primero en morir y que parecía terriblemente confundido, solo en Piscis se detuvo brevemente para asegurarse de que estuviera relativamente bien antes de proseguir, cruzándose en los pasillos de la Casa Papal a una ocupada Nerys, quien le sonrió dichosamente haciéndole saber que era bueno tenerlos a todos de vuelta antes de excusarse educadamente ya que tenia algo de lo que encargarse personalmente, como evidenciaba el jarrón con agua y los pa?os de tela que cargaba en sus brazos.

Finalmente se detuvo frente a aquellas inmensas puertas dobles, posando una mano en medio de estas teniendo un momento de indecisión que rápidamente desechó, y con un suave empujón las abrió, notando al instante que el salón parecía haber sido reconstruido en algunos sitios, mayormente una que otra columna, y definitivamente las cortinas era nuevas, pero lo que realmente llamó su atención fue el hombre sentado tranquilamente en la silla que se encontraba elevada en el pedestal, portando la toga oscura acompa?ada de los collares y el casco dorado preferencial que denotaban su posición.

Al instante puso una rodilla sobre el suelo, inclinando la cabeza respetuosamente.

"Pope-sama"

"Sisyphus, levántate" fue la calmada respuesta que recibió del joven, quien sentía algo mas allá de felicidad al comprobar con sus propios ojos que el ritual que aquellas muchachas venidas de Delfos hubiera funcionado tan espectacularmente, aunque habiendo sido propiciado por su Diosa no era de esperarse menos que eso. "Me da gusto verte nuevamente entre nosotros"

"Y a mi me alegra estar de vuelta" asintió el mayor permitiéndose una ligera sonrisa al erguirse nuevamente en toda su altura, pero esta desapareció rápidamente al recordar la razón de su presencia en ese lugar. "?Qué sucedió luego de abrirles paso?" se decidió por preguntar, no queriendo por los momentos hacer referencia a su propia muerte, algo con lo que iba a tratar más adelante.

Shion se quedó callado por unos segundos, recordando ese momento en el que él, junto con Regulus y un moribundo Sagitario había ejecutado la Exclamación de Athena, el poder que cursó por sus venas al igual que la decisión de no fallar, de querer darlo todo para alcanzar su meta y ayudar a su Diosa.

La sensación de júbilo al conseguirlo, rápidamente opacada por la realidad.

Ver desvanecerse el cuerpo de su camarada y solo quedar su Cloth en una lluvia de plumas, la expresión agónica en el rostro del más joven de los Caballeros, la tristeza en el semblante de Athena, el latente shock en el rostro de Tenma… incluso las reacciones innumerables ante la muerte del Santo de las alas Doradas que se dio a conocer para el resto de los sobrevivientes del barco, que rápidamente se trasformó en decisión férrea ante la increíble voluntad que les inspiró el fallecido.

Había sido algo digno de presenciar, incluso con el dolor de la perdida.

Y luego estaba el resto de la batalla contra el que resultó ser Alone, manejando los poderes del Dios del Inframundo a voluntad en un desesperado intento por evitar que Hades realmente despertara, teniendo una visión de salvar a los humanos, aunque de una forma algo retorcida. Simplemente había mucho que contar, tanto que no quería repetir la historia más de una sola vez, y justo en ese momento pudo percibir el momento en que los otros Dorados comenzaron el asenso a sus dominios en busca de respuestas más claras que el esperaba poder darles.

"Fueron algunas complicadas batallas" dijo lentamente, consciente de la pregunta que flotaba en el aire entre ellos, una que el Lemuriano no sabía cómo responder si causarle dolor a su amigo, sabiendo de la peculiar afección que el Sagitariano profesaba por la Diosa de la Guerra, que era el secreto mejor guardado del Santuario, y que solo unos pocos conocían, ya que solo los que realmente prestaba atención lograron ver.

Sus ojos azules se fijaron firmemente en la figura postrada en el pedestal, necesitando oír esas palabras pero al mismo tiempo temiéndolas a partes iguales, y el rubio pareció captar esa inquietud aun más ya que con un apenas perceptible suspiro, él negó con la cabeza, viendo al instante como las facciones de su amigo se tensaron pero no antes de que él percibiera algo de dolor y una emoción que no logró captar del todo antes de que lo que parecía un manto invisible velara sus sentimientos a una alta velocidad, dejándolo luciendo impasible, tanto así que de no saberlo mejor hubiera pensado que era una estatua.

"Comprendo" fue todo lo que Sisyphus logró articular sin permitir que su voz fluctuara ni un ápice, ejerciendo un control férreo sobre sus reacciones a la muda noticia, que como algunas cosas más como lo era su muerte tendría que analizar y digerir en soledad.

"No ha habido noticias sobre Athena-sama, Pegaso o siquiera Alone" agregó estoicamente, deseando que eso significara que los tres estuvieran en algún lado del planeta juntos, viviendo una vida normal y felices, pero el nunca había sido un hombre dado a las fantasías poco probables, no importaba cuanto quería creer lo contrario la evidencia sugería que ellos habían dejado ese mundo al finalizar la Guerra Santa.

Y el Santo de Sagitario parecía entender eso.

No tuvieron oportunidad de comentar nada más debido a que las dobles puertas se abrieron nuevamente dando paso a el resto de la Orden Zodiacal, todos con preguntas e interrogantes que demandaron ser respondidas.

Sisyphus lo prefirió así, no queriendo indagar más en el tema, solo le quedaba cumplir con su deber como Santo Dorado y proteger el Santuario de cualquier amenaza posible que rondara, lo haría por las personas que no podían defenderse y por ella… por Athena viviría.

No pensaba desperdiciar el regalo que ella le había otorgado.

Continuara...


?Espero que les haya gustado! En este capitulo tratamos más de conocer a Ione nuestra OC, la afamada Oráculo de Delfos y sus pensamientos, quien ha estado apareciendo brevemente en las otras historias. Y también tenemos un vistazo a lo que es Delfos y la vida que ella y su gemela llevaban antes de marcharse para al Santuario.

Ademas, se ha aclarado el misterio de las piedras que ellos portan desde el momento en que revivieron 7u7

Aparte de mostrar lo que nuestro pobre Sagitariano esta pasando, pero no se preocupen el estará bien... ?o no lo estará? les dejare esa duda.

?Nos vemos en el próximo capitulo! ?Dejen sus opiniones!

Pd: Creamos una pagina en facebook para dar aviso de las actualizaciones de estas historias de TLC, al igual que iremos subiendo dibujos de los dise?os de algunas OC entre otras cosas :3

Pagina de Facebook: Sisters Of The Heart-SSTLC

??nanse, las esperamos!

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