Capítulo 1: Nación.

"AMOLAD es propiedad de The Snipster"

"A veces la ola solo se aleja para golpearte más fuerte" esas palabras revoloteaban en su mente, como sendas burlas creadas por su propia miseria, el frio atacaba su cuerpo, los días de invierno en la costa eran más lluviosos que fríos, pero el peque?o estaba mojado hasta los huesos, su piel morena lo delataba como hijo de mulatos o posiblemente gitanos. Tal vez una jovencita que tomo una mala decisión, o una violación de un rico a su criada.

El resultado era ese ni?o que vagaba en las sucias calles de los burdeles y cantinas del pueblo costero de las Antillas, el hambre provocaba que su estomago gru?era y se estremeciera al estar vacío por varios días, estaba abandonado, él era un estorbo a su familia, sus ojos era lo único bello que quedaba de él, verdes casi amarillos, como dos luceros que brillaban sobre la piel canela ceniza por la mugre y por la falta de atención.

Si seguía vagando, moriría por una pulmonía o de inanición, se hizo ovillo en una de las agrietadas paredes de madera, la cual olía a moho y orines de algún vagabundo que la había marcado, se tapo la nariz y comenzó a llorar, sus lágrimas se escurrían entre la lluvia, solo sus leves gemidos daban indicios de que la presión y miedo había hecho que se derrumbara sobre las afueras de una tienda.

Pero el destino incierto a veces le tiende una mano a las personas, eso fue lo que le paso a ese ni?o quien encontró a un hombre de cabellos rubios viéndolo de pie ante él, el ni?o lo observo con ojos temerosos, lucía un jubón* corto color rojo y una casaca dorada**, sin duda un noble que tal vez buscaba una prostituta barata, pero encontró un ni?o de alrededor de ocho a?os muriendo de hambre.

Posiblemente el hombre pensaba que su madre era una prostituta, pero no, ella se había ido a un lugar mejor.

— Supongo que no tienes a donde ir — el ligero acento inglés dejo claro que el hombre era un extranjero que venía por un poco de diversión.

El muchacho negó con la cabeza, las lágrimas se habían ido escurriendo al escuchar aquel hombre preguntar por su bienestar, la mano enguantada del caballero se extendió ante él, y con miedo la tomo.

Sin pensar mal del hombre que lo ayudaba camino a su lado, la mente infantil del ni?o solo pensaba que aquel rubio sería un héroe que lo sacaría del hambre que lo consumía por días.

Camino hasta una carroza, los caballos negros como la noche espesa los miraban pacientes, el joven se abrazó a sí mismo, el rubio puso una manta a su alrededor, ganándose la mirada extra?ada del cochero.

— ?Cuál es tu nombre? — pregunto el hombre abriendo la puerta del carruaje, los ojos verdes resplandecieron de emoción, su sue?o de viajar en un vehículo de ricos se cumplía.

— L-leonard, Spindler — pronuncio con dificultad, su garganta ardía, sin duda se iba a enfermar.

— Leo, así te llamare, mi nombre es William, William Scott —sonrió el hombre mirándolo con sus ojos azules, y ayudándole a subir, se dirigió a su hogar.

Lejos del carruaje una enorme casona espa?ola albergaba a una de las familias más poderosas de Francia, la guerra había llevado a muchos pobladores franceses a mudarse a nuevas tierras, la familia Aeva era una de los comerciantes más afamados en la cocina francesa, y ahora pasaba unas vacaciones en el caribe, la hermosa casona era el lugar perfecto para que el hijo de Nicholas creciera, lejos de la guerra que se desataba en su país, el mar de Antillas era una perfecta tierra llena de mar y aventuras para el jovencito de siete a?os, pero no había nadie con quien jugar.

El ni?o se pasaba solo viendo el enorme patio, cuya lluvia incesante mojaba los enormes jardines de hierba verde y flores silvestres, la peste había matado a su madre cuando era muy ni?o, y su padre lo cuidaba como si fuera un hermoso tesoro, con orgullo se esperaban grandes cosas de él, y como un capricho que tenía que cumplir, mando a su fiel consejero William a buscar un criado para el muchacho.

Si había damas de compa?ía para las nobles, porque su hijo no podía tener un criado personal, esperaba que la elección de su consejero fuera buena, no esperaba menos para Desmont* quien lo miraba intrigado con sus ojos color ámbar y su peque?o mechón de color casta?o miel, tenía una camisa de gasa y un pantalón de lino ligero, el jovencito era un rebelde que odiaba usar el calzón formal con hermosas calcetas y zapatos de hebilla que su padre le había comprado en su último viaje a Francia.

Esperaba aventuras en aquella aburrida casa, su padre solo lo hacía estudiar sin cansancio y con mucho fastidio, pero él no se rendía, y quería salir a explorar el hermoso mar del caribe que se extendía por toda las Antillas.

Un ruido de caballos lo hizo asomarse por el enorme ventanal, el rubio llevaba un cuerpo envuelta en una frazada verde, los cabellos rebeldes del jovencito llamaron la atención del chico de ojos ámbar, quien sin importar enfermarse abrió la puerta de caoba negra para dejar entrar al muchacho que lo miraba curioso, los ojos verdes se encontraron con los de Des, quien sonrió al verlo.

En cambio a Nicholas no le hizo gracia la apariencia de su nuevo huésped, el esperaba el hijo de algún campesino de clase media, no un sucio mendigo que fuera traído a su hogar, pero al ver la sonrisa de Desmont, no tuvo más que tragarse sus reclamos, ya hablaría de nuevo con el tonto de William, esperaba que el juicio del inglés fuera mejor, pero al parecer se equivocó.

Ordeno a una de las mucamas llevar al recién llegado a tomar un ba?o.

— ?Denle las ropas viejas de Desmont! — ordeno al joven rolliza, quien llevaba de la mano al ni?o, esperando que el agua caliente ayudaran al pobre a salir de aquel sopor.

Nicholas miro a William quien se sorprendió al ver la furia de su mentor y jefe, este le hizo una se?a para dirigirse al despacho que se encontraba en el fondo del recibidor, a paso lento lo siguió, observando como el noble tomaba un poco de co?ac y lo servía en una copa globo, ofreciéndole un poco, mismo que el rechazó.

— Ve al grano, no me gusta que me cuestiones con la mirada, Nick— lo retó William sentándose frente a él, se había quitado la pesada casaca, la cual caía con gracia en la silla de a lado, Nicholas tomo un tragó largo a su copa, como decir sin sonar furioso que no quería a ese mocoso en su hogar.

Ese rencor se guardaría por a?os, sin que Nicholas pudiera expresarlo en palabras sino en acciones.

— ?Des, puedes caerte! — la cantarina voz de Leo se escuchó entre la espesa vegetación, su amigo Des corría en dirección a un enorme árbol de mangos.

— ?Nana Goya estará encantada! — grito al ver la fruta madura colgar de las ramas de aquel árbol en medio del huerto vecino. Así era Des, no le importaba ensuciar sus finas ropas de algodón, y su pantalón con satín, en cambio la indumentaria de Leo era un poco menos costosa, su pantalón de manta y camisa de algodón blanco resaltaba su piel morena.

— Nos retara, ella odia que te ensucies, yo bajare la fruta — le dijo el jovencito, dándole una sonrisa a su amigo, quien se sonrojo un poco, así era siempre Spindler, protegiéndolo de los peligros, habían estado juntos por más de siete a?os, ahora frente a él estaba un apuesto jovencito de quince cumpliendo sus caprichos.

A sus catorce a?os Desmont Aeva era uno de los mejores partidos en su país, y un joven con un brillante futuro, uno que él odiaba, quería pasar las tardes en compa?ía de Leo, quien siempre lo acompa?aba en sus travesuras, como invadir el huerto vecino para robar unos deliciosos mangos.

Con dificultad Leo bajó la fruta y le regalo un brillante mango a su amigo.

— Larguémonos, si nos hayan tu papá estará furioso — le susurro Leo, Des negó con la cabeza mientras pelaba la fruta y le daba una sonora mordida, la pulpa mancho sus mejillas y escurrio por la comisura de sus labios.

— ?Eres un caso perdido! — lo rega?o el moreno, limpiando con su pa?uelo el rostro de su amigo.

— No me rega?es, sabes que con padre es suficiente, no necesito que me recuerdes todo — suspiro Des, quien solto los residuos de aquel fruto al piso y se dejó acicalar por Leo.

Ambos corrieron a la antigua casa, a?os de vivir ahí y aun Leo no se acostumbraba a su opulencia, los enormes ventanales daban vista al despacho de Sir Nicholas, quien observo de mala gana a los dos jovencitos llegar tarde a las lecciones de esgrima.

— ?Leonard! — grito, Leo se quedó estático como una estatua de las que adornaba el jardín, sabía que como siempre la culpa seria suya, sin importar lo que hiciera, al final, para los ojos de Nicholas, el culpable seria siempre él.

— Padre, yo fui el culpable, Leo solo evito que me ensuciara — dijo en su defensa Des, Nicholas hizo un gesto de fastidio, los ojos de cachorro de Leonard le causaron un enorme conflicto, no quería que él lo lastimara, no de nuevo.

Hace tiempo que él había notado las marcas de látigos en su espalda, aunque Leo se esmeraba en no tomarle importancia de los fuertes castigos que el se?or Aeva le propiciaba, él quería ayudarlo, y la solución era darle la razón a su padre en todo lo que tuviera que ver con su educación.

El maestro de esgrima llegó comenzando con el entrenamiento; Des era un magnifico espadachín, Leo veía cautivado como el menor hacia y desasía entre estocadas a su adversario con su florete. El también recibía lecciones, pero las suyas eran impartidas por William quien se había vuelto su mentor y protector desde aquel día hace a?os, por el rubio y Des soportaba las humillaciones de Nicholas.

Des se acercó a él, y su corazón latía de alegría cada vez que lo veía, era como una brisa fresca de mar cautivarse con esos ojos ámbar que solo lo miraban a él, no entendía si era porque William y Des eran los únicos que lo habían protegido y amado, si no que sus sentimientos no reflejaban solo amistad, en su interior crecía algo más. Y la pubertad no ayudaba a despejarse.

Pero el destino tenía otros planes para Des, su padre había decidido su futuro, y Spindler no formaba parte de él.

N.A. Volví, con este drama de piratas, no sé porque decidí escribir sobre ellos, pero aquí está el primer capítulo.

*Jubon: Prenda de vestir ajustada que cubre el tronco del cuerpo, generalmente con faldones, sin mangas o con mangas fijas o de recambio; era una prenda básicamente masculina que se acolchaba con plumas de ave, algodón o capas de tejido y se llevaba con calzas.

**Casaca: Abrigo ajustado al cuerpo, largo y con faldones, generalmente de color vivo y adornado con pasamanería o bordados; es una prenda antigua que llevaban los hombres y que actualmente es usada como parte de algunos uniformes.