Advertencia: OoC. Rodney Rabbit es un personaje que sale en el episodio Best Friends Redux en El show de los Looney Tunes. Aquí es unos meses mayor que Bugs (ambos tienen siete a?os), pero más bajo en cuanto a estatura.


—?Sabes por qué los adultos se besan en la boca?

La inocente pregunta fue hecha por un peque?o Rodney de siete a?os, quien se hallaba jugando con los pedazos de zanahoria con azúcar que su madre le había guardado en un recipiente de plástico.

Se había estado preguntado aquello después de ver a dos adultos juntando sus bocas en la calle, y, también por recordar que los personajes de sus caricaturas favoritas llegaban a hacerlo en varias ocasiones.

En un principio pensó en preguntarle a su madre, pero la vergüenza de hablar sobre un tema tan bochornoso como ese pudo con él y terminó descartando rápidamente la idea, dejando como última opción su único y mejor amigo Bugs.

—No lo sé —respondió el ni?o de cabello claro, poniéndole más atención a su pelota de plastilina azul que a su amigo—, creo que es porque se aman, pero nunca he visto a mis papás besarse en la boca.

—Pero amo a mi mamá y no le doy besos en la boca, tonto.

Bugs lo miró y rodó los ojos.

—Yo tampoco le doy besos en la boca a mis papás, pero creo que es porque es otro tipo de amor.

—?Otro tipo de amor? —preguntó con genuina intriga.

—Sí. Creo que tú no amas a tu familia de la misma manera en la que amas a tu pareja o amigos.

?Amigos?

—?Los amigos también se pueden dar besos en la boca?

Una queja por parte de Bugs y Rodney se acercó con rapidez a él.

—?Esto es una porquería!

—?Oye! ?No seas grosero, Bugs! —Le reclamó Rodney.

—?No estoy siendo grosero! ?Estoy diciendo la verdad!

Rodney suspiró.

—?Qué es una porquería, ni?o?

—No me digas ni?o, que siento como si le estuvieras hablando a un extra?o.

—Está bien —Tomó aire. Bugs no era el ni?o más fácil con el que tratar—. ?Qué es una porquería, Bugsy?

—?Mi plastilina! —gritó, indignado—. ?Mezclé varios colores y mira lo que quedó!

Bugs le dejó ver una pelota de color café.

—?Mezclaste varios cafés?

—?No seas bobo! ?Claro que no! Pensé que sería igual a la pintura.

Un peque?o puchero formado en los labios de Bugs y Rodney no supo hacer nada más que reír.

—Ya, ya, no te enojes por esa tontería, Bugsy, aquí tienes más plastilina —dijo, se?alando las tiras de plastilina de distintos colores que se esparcían por el suelo.

Bugs deshizo el puchero y frotó su nariz con uno de sus dedos.

—Está bien, pero aún estoy muy indignado.

Ambos ni?os rieron y se acercaron más. Rodney paso uno de sus peque?os brazos por sobre los hombros de su amigo y lo apretó contra sí mismo en un intento de abrazo.

—?Bugs? —Lo llamó.

—?Qué? —musitó, empezando a juntar varios trozos de plastilina en una extra?a figura.

—No respondiste a mi pregunta —dijo, y al ver la confusión en la cara de Bugs, lo interrumpió con rapidez—, te pregunté que si los amigos también se podían besar en la boca.

—Uh, pues, no lo sé, creo que sí.

—?Seguro?

—No, pero, ?por qué lo preguntas? ?Acaso quieres darme un beso en la boca? —Los redondos y azules ojos de Bugs se abrieron con sorpresa, notando lo que había dicho—. ?Atrevido!

—?No soy un atrevido! ?Solo era una pregunta!

—Sí, sí, claro.

—?Te enojarías conmigo si intentara besarte? —preguntó sin más.

—Si lo haces sin avisarme antes, sí me enojaría.

—?Puedo besarte ahora?

—??Qué?!

—Que si puedo besarte ahora.

—?No deberías preguntarle eso a una ni?a?

—?Ves a alguna ni?a por aquí? —Bugs negó, levemente sonrojado— ?Por eso! Además, me dijiste que no te enojarías si avisaba antes.

Bugs le sacó la lengua en un típico gesto infantil, pero tras pasar no más de diez segundos, se resignó y posicionó enfrente suyo.

—Está bien, sí puedes hacerlo.

Bugs se situó en frente suyo y colocó ambas manos detrás de la espalda, moviéndose un poco de lado a lado, igual que un ni?o que ha hecho una travesura y actúa como si nada malo pasara.

?l, por su parte, lo observó de pies a cabeza; su suave cabello claro que en más de una ocasión había acariciado, sus ojos azules que eran adornados por pesta?as también claras, su nariz con un tono rosa y sus labios que tanto se esforzaba en cerrar para no dejar ver los diente frontales inusualmente grandes por los que había recibido cientos burlas y apodos en la escuela.

"Estúpido conejo" "Idiota cara de rata", y muchos más que ni siquiera quería recordar ahora.

—Eres muy lindo. Eres un ni?o que parece un lindo conejito—Ni siquiera él mismo sabía de dónde había sacado la valentía para decir semejante cosa, pero el intenso sonrojo en las redondas mejillas de su amigo le hicieron saber que había valido la pena.

Con delicadeza tomó el rostro de Bugs en sus manos, esperando que el más alto no se alejara o asqueara por los restos de azúcar que seguían en ellas, y cuando Bugs se mantuvo en su lugar con una paciencia que lo asombró, sin esperar por más tiempo, junto sus labios a los contrarios.

Era una sensación extra?a, como si sintiera fuego ardiente en su cara y pecho que al instante era apagado con agua helada.

Ambos tenían los ojos abiertos, mirándose el uno al otro con inocente inexperiencia, sin tener una mínima idea de qué hacer después, pero Rodney recordó un peque?o detalle que siempre veía en las personas que se besaban, así que pellizcó con mucha suavidad una de las mejillas pálidas y se separó.

—Lo hiciste mal, Bugsy.

—?Qué hice mal? —preguntó con fastidio.

—Cuando los adultos se besan cierran los ojos.

—No somos adultos —dijo.

—Pero lo seremos en unos a?os.

Bugs suspiró, irritado.

—??Por qué no dices que me quieres dar otro beso y ya?!

Con las mejillas nuevamente rojas, se apresuró en unir sus labios con los de Bugs, pero asegurándose esta vez de que su amigo cerrara los ojos para enseguida imitar la acción.

Fuego.

De nuevo sentía ese fuego ardiente que se expandía por su rostro hasta su pecho, pero ahora que se encontraba con los ojos cerrados, se dio el tiempo de apreciar los suaves labios y acariciar las redondas mejillas de Bugs.

Esta vez no había agua helada que apagara el fuego, sino que éste incrementaba sin llegar a quemarlo.

Qué sensación tan rara para un ni?o de siete a?os.

Uno, dos, tres, cuatro segundos, y ninguno de los dos daba indicios de querer separarse. Cinco, seis, siete, ocho, y unas manitos manchadas de plastilina tomaron sus mejillas para alejarlo con lentitud.

Ojos azules y brillantes fueron los primeros en darle la bienvenida cuando se dignó a abrir sus propios ojos.

—?Ahora sí lo hice bien?

La pregunta lo hizo salir de esa nube de pensamientos y concentrarse en el lindo ni?o frente a él.

Sonrió, aún sintiendo el rostro caliente y el fuego en su pecho, y le dio un suave golpe a la redonda nariz de su amigo.

—Lo hiciste muy mal, Bugs.