Feliz navidad

—Felices fiestas —dijo Jeremy, alzando la copa.

—?Igualmente!

Era el primer a?o que celebraba la navidad con Aelita como marido y mujer. Pero no querían alejarse de sus amigos, por lo cual les habían invitado a todos a acudir aquella noche del 24 de diciembre a cenar con ellos. The Hermitage estaba completamente reformada, y habían construido un cuco hogar para ellos. Habían pensado en hacer un plan más de adultos, por lo que se habían vestido para la ocasión. Jeremy lucía un traje en color azul, mientras que Aelita había elegido un vestido de tonos rosas, para recibir a sus amigos en el salón.

Odd y Samantha se habían presentado allí. Sorprendentemente, el rubio sabía elegir trajes (hábilmente asesorado por su pareja) y había encontrado uno apropiado para la ocasión, pero que no le hiciera quedar fuera de tono, mientras ella había seleccionado un vestido de una pieza en color blanco. Un contraste con el color de su piel.

Yumi, que se había presentado con un vestido de color negro (color por excelencia) brindó y miró el teléfono. Había saltado una notificación.

—Vaya…

—?Ha ocurrido algo? —preguntó Aelita.

—Que no deberíamos sentirnos culpables por no esperar a William y a Emily.

—?Y eso?

—Se han ido a Escocia —dijo, y mostró la foto adjunta de su amigo: se les veía sentados en los asientos del avión—. Al parecer quiere presentarle a su familia. Creo que el a?o que viene volveremos a ir de boda. Pero dice que para A?o Nuevo estarán de vuelta.

—Ese día nos reunimos en nuestra casa, acordáos —comentó Sam.

Pero Yumi ya no escuchaba la conversación. Oía las voces, pero parecían tan ajenas a ella… Durante los pasados a?os, había visto a sus amigos sucumbir al matrimonio. Aelita y Jeremy habían pasado muchos a?os como novios, y finalmente se habían animado a dar el paso. Odd y Sam… bueno. Odd ya había pasado por el matrimonio con Heid? Klinger. Y William había pasado gradualmente de interesarse por ella a preguntarle sobre cómo podría llamar el interés de Emily.

Y sí, se alegraba por ellos. Aunque la alegría por los demás no implicaba que no se sintiera mal por su situación. Por lo general, sobrellevar la soledad no era una gran carga. Pero esa noche, con sus amigos felizmente juntos en una fecha como la Navidad, se le hacía un poco cuesta arriba. Y lo peor era que no podía escaparse de vuelta a su casa. En parte, porque tampoco le apetecía recrearse en su aislamiento.

—Pues me alegro por ellos —dijo Jeremy—, pero voy a matar a William la próxima vez que le vea. Toda la tarde preparando el pavo para que ahora nos deje tirados.

—Arrebato adolescente. No puedes culparle por ello —dijo Sam mientras daba un trago de su copa. Y como me manches la alfombra cuando le mates, tendremos un problema.

Se echaron a reír. Aelita miró a Yumi. Era la única persona con la que hablaba sinceramente, y se imaginaba lo que había en la cabeza de su amiga.

Ding, dong.

El tono clásico de timbre resonó. Jeremy se extra?ó. Pero fue a abrir la puerta, dejando a los demás en incertidumbre.

—?Pero bueno!

Por un momento, desde el salón todos pensaron que, a lo mejor, lo de William y Emily era una broma y se habían presentado allí. Pero no. Jeremy regresó con una sola persona. Estaba embutida en un grueso abrigo. Pero cuando se quitó el gorro con el que se protegía del frío, todos reconocieron instantáneamente su cabello casta?o.

—?Ulrich!

El chico estaba allí, sonriendo tímidamente. Miró a todos los presentes. Pero esquivó hábilmente los ojos de Yumi.

—?Felices fiestas! ?Hay hueco para uno más? —preguntó, inseguro.

—Pero bueno, colega, ?qué haces aquí? —dijo Odd, apresurándose en acercarse a él para estrecharle la mano. Y no pudo evitar darle un abrazo, al fin y al cabo, hacía a?os que no se veían.

Ulrich se había marchado hacía unos a?os de vuelta a su Alemania natal. Había sido una decisión unilateral por parte de sus padres, con los cuales había estado enfadado desde aquel entonces.

Yumi vacío su copa de un trago. Si quería enfrentarse a la situación, necesitaba alcohol en su cuerpo.

—?Qué tal? —se adelantó Aelita y fue a saludar a Ulrich—. ?Cómo no has avisado de que venías!

—Ha sido muy improvisado todo —dijo este—. Si molesto puedo venir en otro momento…

Lo había dicho no fijándose tanto en Aelita y Jeremy, sino en Yumi. La chica no se habia acercado, pero finalmente dio un par de pasos hacia él. Por un momento todos se temieron lo peor.

—Hola, Ulrich. Espero que hayas tenido un buen viaje —se limitó a decir.

—Sí… ha estado bien —dijo este.

—?Cenamos? Me muero de hambre —propuso Odd.

Todos aceptaron. Jeremy y Aelita fueron a la cocina, y Yumi se apresuró en seguirlos para echar una mano. Y para no quedarse mucho rato con Ulrich en la misma sala, o tendría la tentación de clavarle el tenedor de trinchar en una mano. Para empezar.

—Yumi… esto ha sido inesperado —dijo Aelita.

—Lo sé. No os veo capaces de organizar una encerrona —respondió la japonesa—. ?Qué co?o está haciendo aquí?

—No lo sé. Pero si te sientes mejor, le podemos decir que se vaya. Ha sido un poco inapropiado presentarse así —dijo Jeremy, pero Yumi negó con la cabeza—. ?Estás segura?

—Sigue siendo nuestro amigo, ?verdad?

Ni Jeremy ni Aelita se tragaban aquella frase, pero habían aprendido a no llevar la contraria a Yumi en cualquier cosa relacionada con Ulrich, de modo que guardaron silencio y llevaron las bandejas al salón. Ulrich había ocupado una de las sillas reservadas para William y Emily. Yumi entendió el hecho de que hubiera dejado una silla vacía entre la de él y la que ella ocupaba.

—No sé cómo va a estar, pero huele de maravilla —dijo Sam mientras le servían un plato.

—Es la primera vez que me arriesgo. Tengo a mano el teléfono de urgencias, por si nos pasa algo —bromeó Jeremy.

—Estoy segura de que te ha salido genial. cari?o —dijo Aelita—. ?Te sirvo, Yumi?

—Sí, por favor —pidió ella mientras se servía otra copa de vino. No tenía intención de beber mucho esa noche. O no al menos hasta que había visto a Ulrich aparecer.

—?Y cómo que has venido, entonces? —preguntó Odd, dirigiéndose al alemán.

—Bueno. He terminado los estudios allí. Voy a tomarme unos meses sabáticos y quiero empezar a trabajar aquí. Echaba esto de menos —narró Ulrich.

Yumi sabía parte de la historia que les iba a contar. Cuando se había marchado apenas habían tenido tiempo para hablar. Le había dolido especialmente cuando se enteró. Apenas unos días antes, había tenido su primer (y único beso). Un peque?o paso con el que se habían querido plantear si realmente eran "solo amigos" o aún quedaban chispas entre ellos. Pero no lo habían podido desarrollar.

Durante las primeras semanas, se habían escrito a diario por correo electrónico. Plantenándose posibilidades de que el chico regresara en algún momento. Tal vez podrían hacer algo. Pero de escribirse más de una vez al día, poco a poco, habían pasado a hacerlo una vez al día. De pronto se respondían cada dos días.

Y Yumi había intentado mantener el contacto con más frecuencia, pero le dolía ver que Ulrich no solo tardaba en responder a sus correos, sino que veía a diario que subía fotos a las redes sociales. Haciendo vida normal. Como si no se acordase de los que había dejado atrás.

El día que Yumi dejó de seguir las redes sociales de Ulrich fue el día en que le vio rodeada por varias chicas. Que el pie de foto indicase que eran compa?eras de clase no la animaba en absoluto. Le envió un último mensaje, pues aún estaba esperando respuesta del anterior. Espero que te vaya muy bien. Seis palabras que él había contestado solo con una, unas horas después. Gracias, había respondido.

Su mensaje continuaba en la bandeja de entrada de Yumi desde aquel entonces. Se había resistido a borrarlo, probablemente por alguna estúpida razón. Incluso cuando hacía limpieza de mensajes, el del chico permanecía ahí, único, sin moverse de la posición. Caía de vez en cuando, enterrado por otros correos de los que se iba deshaciendo.

Y sin avisar a nadie había regresado. El muy gi-

—Así que nuestro amigo va a ser profesor de alemán —comentó Jeremy. Yumi volvió a conectar con la conversación en ese momento.

—Es la idea —respondió él—, tengo que encontrar un buen sitio para ello.

—Prueba a hablar con Sissi —sugirió Aelita.

—?Sissi? ?Sissi Delmas?

—?Conocemos alguna otra Sissi? Ahora dirige el Kadic. Podrías sugerírselo.

—Puede que me asome por allí cuando terminen las fiestas —dijo Ulrich.

Y en ese momento, Yumi notó algo. Algo que hacía tanto tiempo que no sentía que pensaba que estaba extinto. Intentó acallarlo con otro trago de vino, y en ese momento se dio cuenta de que había vaciado su copa. Aquello era malo. No solía tomar más de tres, pues conocía sus límites. Pero en aquella ocasión parecía necesitar un poco más.

—Pero bueno. Ya está bien de hablar de mi. Contadme vosotros, ?qué tal os han ido por aquí las cosas?

Aelita no tardó en ponerle al día con los detalles de la boda. Y, por supuesto, el tuvo que reiterar que lamentaba mucho habérselo perdido, pero que en aquel momento aún no podía siquiera plantearse viajar de vuelta a Francia. Luego, felicitó a Odd y a Samantha por haberse juntado por fin, y cuando se estaban sirviendo los postres, el rubio terminaba de explicarle los detalles de su separación y el acuerdo de divorcio.

—Podría haber salido peor —concluyó en su historia—. Pero he sacado algo bueno de todo ello.

—?El qué?

—A Sam.

La chica le dio un tierno beso. Yumi se había servido agua, sin intervenir mucho durante la conversación. Simplemente, deseaba que el agua llevase un poco de alcohol para poder sobrellevarlo.

—?Y tú, Yumi? ?Qué tal te va? —preguntó Ulrich.

"?No tienes ningún derecho a preguntarme, pedazo de imbécil! ?Que cómo me va? ?No tan bien como a ti! ?El se?orito que después de a?os sin dar se?ales de vida, sin responder a un puto mensaje, se planta aquí como si nada! ?Si esta no fuera la casa de Jeremy y Aelita te daría de pu?etazos hasta que se me cayera la mano, so gilipollas!"

—Todo bien —respondió ella, secamente—. Estoy ahora trabajando en el negocio de mi padre.

—Ya veo… Maravilloso —dijo él, y apartó de nuevo la mirada.

Recogieron la mesa y continuaron hablando con unos licores, pero Yumi se quedó en la cocina con Aelita. No estaba siendo su mejor noche. Y la pelirrosa no sabía muy bien qué hacer para mejorarla.

—Que cómo estoy dice, el muy… —Yumi apretó con las manos la encimera de la cocina.

—Lo siento, amiga. Deberíamos haberle dicho que…

—No te preocupes. Pero si no te importa, me voy a ir a casa.

—?Tan pronto? —se lamentó la otra.

—Sí. No te preocupes, en serio. Ahora mismo creo que estaré mejor allí.

—?Te llevo? —se ofreció.

—No hace falta. Además, tienes invitados.

Yumi fue al despacho del matrimonio, donde todos habían dejado los abrigos y descolgó el suyo de la percha. Se lo puso antes de asomarse de nuevo por el salón antes de despedirse.

—Bueno, me lo he pasado genial, pero voy a retirarme.

—Un poco pron… De acuerdo, Yumi, que descanses —se corrigió Odd, después de que Sam le diera una discreta patada en la espinilla.

—La verdad, yo también estoy un poco cansado —comentó Ulrich, poniéndose en pie—. Si esperas a que me ponga el abrigo, podría acercarte a tu casa.

—No será necesario. Buenas noches —dijo Yumi, y salió de allí.

Caminó unos pasos, pero de pronto cambió de idea y en lugar de seguir el camino asfaltado, se metió entre los árboles e hizo un poco de tiempo. ?Conocería a Ulrich aún tan bien? Sí, lo hacía. Pudo ver al casta?o salir de la casa y montarse en un coche que no estaba allí cuando ella se había acercado a la casa. Le vio ponerse en marcha, en dirección a la ciudad.

—Que tengas suerte en encontrarme —dijo, sarcástica, mientras le veía alejarse. Ahora podía retomar el camino.

Por la noche, Yumi cayó en un sue?o intranquilo. Había vuelto a ver a su… amigo después de demasiado tiempo, y no podía entender qué hacía allí. Presentarse por sorpresa el día de nochebuena. Había que tener cara para hacer algo así. Ahora entendía por qué estaba así. Estaba enfadada, muy enfadada con él. Esperaba que tuviera la decencia de no presentarse también el día de A?o Nuevo o entonces no se iba a poder reprimir.

Por la ma?ana, mientras se servía el café, oyó que alguien llamaba a su puerta. Probablemente sería Aelita. Solía ir a visitarla temprano cuando sabía que estaba de bajón. Dejó la taza en la cocina y fue a abrir, aún envuelta en su bata.

—Buenos días, Yumi.

No. No podía ser verdad. Ulrich. En la puerta de su casa. Presentándose sin ser llamado, como parecía haberse habituado a hacer.

Sin poder reprimirse, le metió en la casa. Sujetándole por el cuello del abrigo, y empujándole contra la pared. Le tenía bien sujeto.

—?Qué tal has…?

?Plas!

Yumi le había abofeteado. ?l no protestó. Aguantó donde estaba hasta que la chica se decidiera a soltarle. O que le volviera a golpear.

—?Qué haces aquí?

—He venido a verte.

—No… juegues… conmigo —le advirtió la japonesa, apuntándole con el dedo. La otra mano le seguía sujetando contra la pared—. ?Qué haces aquí, Ulrich?

—Te lo he dicho. He venido a verte.

—?Por qué?

—… Si te lo digo, me darás otra bofetada.

—A lo mejor te la mereces.

—A lo mejor me la merezco. Si te digo que te echaba de menos.

?Plas!

—Sabía que ibas a hacerlo.

—No te atrevas a decir que me echabas de menos.

—Sé que lo he hecho muy mal. Pero me gustaría que pudiéramos hablar. Por favor.

Tras dudar unos segundos, Yumi cedió. Le soltó y le hizo pasar (a empujones) hasta el salón. Luego fue a por su taza de café. Pero no tenía intención de ofrecerle nada. Y Ulrich tampoco se atrevía a pedirle un café, no fuera que decidiera servírselo directamente en la cabeza.

—Te escucho —dijo ella mientras ocupaba su sillón.

—Siento lo que pasó.

—?A qué te refieres exactamente?

—Al haber dejado de responder a tus mensajes —respondió Ulrich—. Cuando me fui… ya sabes que no quería irme. Mis padres me obligaron. Estábais todos aquí, y yo allí estaba solo.

—?Y por eso dejaste de responder?

—Era más sencillo. No podía hacer vida allí… si seguía pensando en vosotros. Debía continuar, como debíais hacerlo todos. Sé que estuvo mal…

—Así que decides que lo mejor que podía hacer era romper los lazos con todos. Pero aún así tienes la cara de presentarte anoche en casa de nuestros amigos.

—?Qué se supone que debía hacer? ?Quedarme aislado en un país que no visitaba desde que era un ni?o?

—?Deberías haber mantenido el contacto! ?Preocuparte un poco por… nuestra amistad! Tal vez los demás acepten que vuelvas de un día para otro, pero yo no. Ni siquiera sé lo que haces aquí.

—Tenía que disculparme. Enmendar lo que hice mal.

—Me refiero a qué haces en mi casa. Ni siquiera sé cómo has encontrado la dirección.

—Odd me lo dijo.

—Chivato…

—?l siempre… apostó por nosotros.

Yumi sintió ganas de arrojarle la taza a la cabeza, pero ya no la tenía entre las manos.

—Como se te ocurra hablar de eso vamos a tener un problema muy serio.

—?Más? —ironizó Ulrich—. Sé que estás enfadada. Y… ódiame si me tienes que odiar.

—?Odiarte? Solo estoy enfadada —dijo la japonesa, con tranquilidad.

—?Recuerdas nuestro primer encuentro? —preguntó Ulrich.

—Ni se te ocurra —advirtió Yumi, pero él la ignoró.

—Aquel día, cuando combatimos, me hiciste caer al suelo. Yo me piqué, pero… en ese momento ya me había enamorado de ti.

—?Ulrich! ?No!

—Ha sido extra?o desde entonces. Tú y yo siempre estábamos cerca, pero a la vez lejos. Como si algo no funcionara del todo entre nosotros. Me dijiste "seremos amigos" una vez. Y aquello tampoco terminaba de encajar. Pasó el tiempo, y…

—?BASTA!

Yumi se había puesto en pie. Después de todo lo que le había hecho, no podía atreverse a decirlo. No en ese momento. No, estaba prohibido.

—Cuando me fui, estaba enamorado de ti. Pensé que el tiempo lo curaría. Pero después de tanto tiempo…

—?No!

Se abalanzó a por él, intentando hacerle cerrar la boca. Pero Ulrich fue más rápido.

—Te quiero.

Y sintió los golpes de Yumi sobre su pecho. La sujetó, con cuidado, contra su pecho. La japonesa empezó a gritar de rabia. La situación se le hacía insostenible. Tardó un poco en darse cuenta de que estaba llorando. Intentó reprimirse, pero no era capaz de hacerlo. Y tener a Ulrich consolándola, acariciándole los cabellos oscuros, no ayudaban a que se tranquilizase.

—Te quiero —volvió a decir el chico—. Te quiero, Yumi. Ahora y siempre.

—Men… mentira —sollozó era, que no era capaz de aceptar sus palabras.

—Debí decírtelo hace mucho tiempo. Perdona por tardar tanto.

—No me puedes hacer esto…

—Es muy egoísta por mi parte, lo sé. Pero no podía callarme por más tiempo.

Yumi se quedó unos minutos como estaba. Sobre Ulrich. Sintiendo sus latidos. Poco a poco volvió a recuperar el ritmo de su respiración normal. Se incorporaron. Notó que Ulrich intentaba darle un beso, uno leve en la mejilla, pero ella rehusó. No, no podía aceptarlo. No se lo pondría tan fácil. No después de tanto tiempo.

—?Cómo quieres que te crea? —preguntó ella—. Llevas mucho tiempo lejos de mi. ?Cómo puedes seguir queriendo a alguien después de tanto tiempo?

—No he conocido a nadie como tú. Ni lo haré —dijo Ulrich.

—Basta, Ulrich. No puedo seguir escuchándote. No puedo.

Porque aún me quieres —le susurró al oído.

Una mezcla de nervios, enfado, rabia, tristeza e indignación inundó a Yumi en ese momento. Y se desahogó… golpeándole con un cojín.

—Es lo más suave que me has hecho —dijo Ulrich.

—No tienes vergüenza.

—Lo que no tengo son ganas de perder más el tiempo, Yumi. Hemos estado separados demasiado tiempo.

—Como se te ocurra pedirme ser novios te juro que te voy a hacer da?o —le advirtió ella.

—Solo quiero saber qué tengo que hacer para que me aceptes de nuevo en tu vida. Como era antes.

—Como antes… ojalá fuera tan sencillo —ironizó Yumi.

Le resultaba complicado tener en ese momento al chico aún abrazado a ella.

—No quiero presionarte. Solo quiero que sepas que estoy aquí. De vuelta. Contigo.

—Por favor. Necesito tiempo.

Yumi se lo había intentado negar. Pero había sentido un chorro de emociones al volver a ver al chico. Por supuesto que estaba enfadada con él. Se había portado muy mal con ella. Y lo peor era que ella no había sido capaz de olvidarle en todo ese tiempo. La sensación de pensar en él hablando con Sissi había sido un cruel recordatorio de los celos que había sentido durante mucho tiempo. Sí, el muy cabrón tenía razón. Le amaba. Pero eso no era suficiente.

—Solo quiero saber una cosa. ?Te estás viendo con alguien?

Y Yumi sintió un impulso muy fuerte de mentir. De decirle que tenía citas casi todas las noches, con los tíos más atractivos de toda la ciudad que deseaban poder tener la oportunidad de verse con ella. De que todos ellos la habían hecho alcanzar las cotas de placer más elevadas. Pero miró a Ulrich y se vio incapaz de mentir.

—No. ?Y borra esa estúpida sonrisa de la cara! —le avisó.

—Vale —respondió Ulrich, pero aún sonreía ligeramente.

—Eres un tonto.

—Sí. Un tonto que te quiere.

—Deja de repetirlo.

—?De verdad?

—… Sólo una vez más —pidió.

—Te quiero, Yumi.

—… Yo también te quiero. Pero aún tengo mucho en lo que pensar.

—Lo sé. ?Quieres que me vaya? —preguntó el chico.

—Me vendría bien ahora mismo —respondió ella.

Ulrich sabía que había hecho demasiado por aquel día. Se puso en pie y Yumi le acompa?ó a la puerta.

—… ?Quieres ir luego a comer? —ofreció Ulrich. Un intento desesperado.

—Lo siento, voy a casa de mis padres.

—De acuerdo —aceptó él, con resignación.

—… Pero podemos cenar, si te apetece —dijo Yumi.

Ulrich asintió. Se quedaron en la puerta, sin decir nada. Y echándole valor, Ulrich dio un suave beso a Yumi.

—Feliz Navidad.


Bueno, me ha dado el venazo esta ma?ana y se me ha ocurrido plasmarlo. Espero que os haya gustado. Y si no, pueeeees qué le vamos a hacer. Feliz navidad igualmente ;)