One shot navide?o. Reto de Escritoras, para la dinámica Navide?a 2020.

Los personajes no me pertenecen exclusivamente a sus creadores. Nagita e Igarashi. Tiene matices de lo que pudo suceder ven CCfs.

MILAGRO EN NAVIDAD

El hogar de Pony, se encontraba con grandes problemas financieros y pronto serían desalojados. Candy, se sentía impotente y no sabía cómo ayudar a sus madres. No solo era el terrible deterioro que tenía la casita Pony. Si no que además les iban a quitar el terreno, no les pertenecía y al morir el se?or Cartwright. El lugar ahora, pertenecía a otras personas y habían dado un ultimátum para desalojar en breve. Candy, por primera vez se arrepintió haber renunciado a los Ardley. Había dejado de ser la protegida de esa familia, y se había distanciado de todos ellos. Cuando supo que su adorado Albert, era la persona que le había acogido y después supo que era su príncipe de la colina. Pesaron más sus inseguridades. Aunque le amaba, sabía que no podían vivir una historia de amor y un feliz por siempre. Su Albert era nada más y nada menos que el Patriarca de los Ardley.

Una simple huérfana no era apropiada para ser alguien más en la vida de su amado. Como Albert el amigo, el amnesico, había imaginado una vida juntos y casarse algún día. Cuando se marchó del Magnolia, quería morir de dolor. Fue hasta en ese momento que supo que le amaba como a nadie en el mundo. Tanto le adoraba, que no le importó ver en desgracia al pobre de Terry en el Rockstown. Hasta en ese momento supo que había superado ese "supuesto" enamoramiento que tenía por Terry. Candy supo que el dolor de perder a Terry no se comparaba con el de perder a Albert. Pero, todas sus ilusiones de estar con Albert, se vinieron abajo con tantas revelaciones.

Albert le suplicó que no renunciara. Pero, Candy fue tajante al respecto y así llevan más de diez meses sin verse. Ahora no podía recurrir a Albert, para solucionar esta terrible situación. Además sabía por los diarios que estaba en Brasil cerrando negocios. Aunque había mantenido su palabra de no buscarle. Eso no impedía seguir su trayectoria empresarial en los periódicos. Más de alguna vez le vio retratado en varias páginas de sociales, en galas benéficas y se le veía rodeado de hermosas mujeres elegantes y con clase. Candy, sentía su corazón roto el pensar que pronto podía comprometerse y tal vez casarse. Nunca había sido celosa. Ni con Susana cerca de Terry, se sintió con esta rabia contenida que después se transformaba en tristeza.

Ahora sería la última navidad de todos los del hogar.

Candy ayudaba a sus madres a remendar la ropita rota de los ni?os. Este a?o la ayuda benéfica no fue abundante y lo poco que habían logrado recibir. Lo habían invertido en víveres para que no pasarán hambre. Pero, Candy desde que tenía uso de razón, siempre tenía bastante hambre. Así que había vendido un hermoso dije, una rosa de oro blanco. Regalo de Albert en su cumplea?os. Fue con lo único que se quedó de él. Pero, con el dinero Candy se había permitido comprar ingredientes para preparar postres y pastelillos, además de comprar bufandas, gorros y guantes para que los ni?os no pasarán tanto frío. El invierno era congelante. Ahora no habría juguetes y eso le entristecía demasiado.

Los pasteles se estaban horneando y ya estaba una mesa dispuesta con deliciosas galletas de chocolate, tartaletas de frutas y un delicioso ponche de frutas. También se había preparado un rico pastel de carne con deliciosos espaguetis. Candy había decidido que los peque?os se dieran un gran atracón. No los iba a limitar, y solo dejarían de comer hasta que sus barriguitas estuvieran llenas. Candy recordó que cuando ni?a so?aba con comerse un gran pastel de chocolate ella sola. Pero, siempre comía un peque?o trozo para que todos pudieran comer. Aunque le gustaba compartir, siempre se dormía con hambre. Así que está última navidad en el hogar de Pony, daría gusto a los peque?os. Miss Pony y Mary Lane, ya habían organizado dónde mandarían a los peque?os. Después de las fiestas decembrinas. Los recibirían el albergues en Chicago. Candy y sus madres habían planeado rentar algo en la gran ciudad. Candy, regresaría trabajar en el hospital Santa Juana. Había escrito al doctor Leonard y le había dado una plaza. Eso le emocionó y ganaría dinero, para hacerse cargo de sus madres. Candy, les había convencido de vivir juntas y habían aceptado gustosas. Los ni?os adornaban gustosos el árbol navide?o que Tom y el se?or Steven les habían donado junto con varios regalos que ya estaban situados bajo el árbol. Candy, sentía una gran opresión en su pecho. Sentía sentimientos encontrados. Se sentía preocupada por los ni?os y su destino. Se sentía débil y desgastada. Se sentía triste y extra?aba a Albert. Deseaba con toda el alma retroceder el tiempo y estar viviendo de nuevo en la casa Magnolia con él.

Pasaron hermosos momentos, pasaron dos maravillosas navidades juntos, como si fueran una pareja de recién casados. Disfrutando de su cercanía de su cálidez, de su alegría. Albert preparaba la cena mientras Candy decoraba el departamento. En ese entonces Candy, se sentía la mujer más dichosa. La mejor parte era cuando se regalaban sus presentes. Con lo poco que ganaban en sus trabajos, aún así ahorraban con gran emoción y así comprar un obsequio navide?o. Su primera navidad Albert le preparó una deliciosa cena y le obsequió una bufanda, guantes y una boina a juego. Ella le regaló un suéter y unas hojas de afeitado. Sin duda alguna no le dejaría crecer la barba, le encantaba verle ese hermoso rostro. Sería un sacrilegio que se ocultara en esta. El segundo a?o, pasearon juntos en una feria, compraron algodones de azúcar, subieron a los juegos mecánicos y regresaron al Magnolia felices. Cenaron delicioso y se entregaron sus presentes. En esa ocasión Albert había gastado bastante dinero en la cena, y le había obsequiado ese precioso "dije" con esa hermosa rosa. Candy le había regalado una pijama y una taza con su inicial "A" de Albert y se había emocionado y también se había comprado, la misma pijama y otra taza con la letra "C" de Candy. Esa última navidad Albert había recobrado la memoria... ?Cómo no se había dado cuenta?. Lo que daría para que esos bellos momentos regresaran.

La fogata ardía en el interior del hogar. El olor de la cena inundaba todo. Los ni?os felices y deseosos de comer todo lo preparado. Todos se encontraban felices y cantaban villancicos Navide?os. Candy y sus madres, acomodaban todos los manjares en la gran mesa. Candy se había puesto el mejor vestido que tenía. Regalo de Albert y con el único que se había quedado. Era un vestido rojo quemado. Le llegaba a las rodillas y le quedaba entallado a sus formas. Formas de mujer, ya no era una ni?a. Su cuerpo había sufrido un gran cambio. Estaba más alta y esa melena alborotada, ahora lucia unos rizos sedosos y de un largo que le llegaba a sus caderas. Se veía realmente hermosa. Se había puesto unas botas altas y se había puesto el abrigo que le había regalado Albert, antes de que fuera al Rockstown a buscarle. Aunque era un abrigo ligero. La bufanda, y los guantes eran suficientes. Además que dentro del hogar no se sentía el frío.

Candy veía como los ni?os, disfrutaban de la gran cena, reían y compartían felices. Eso la llenaba de alegría pero, sentía un gran vacío en su alma. Candy se paró cerca de una de las ventanas y se perdió en sus recuerdos. Cuando supo que era el Principe de la colina, para ella fue el éxtasis total. Subió al cielo pero cayó al piso y supo que ya no estaría en su vida. Su amigo, su protector y su príncipe eran la misma persona. Pero, era el líder de un clan. La tía abuela le había dejado en claro ese punto. En efecto, la tía abuela al enterarse que ambos habían vivido juntos más de dos a?os. Y además había visto como su sobrino favorito miraba a esa chiquilla huérfana. Supo que debía poner un alto. Sí bien, estaba agradecía por haber cuidado de él, pero cada quien debía estar donde debía. Así que le explicó de manera detallada lo que con llevaba el ser el Patriarca. Así que Candy, renunció y se alejó de todo.

Cuando Candy pidió dejar de ser una Ardley. Albert negó y quiso convencerle que no lo hiciera. Pero, fue tajante y por primera vez discutieron y Candy le echó en cara de lo poco honesto que había sido con ella y que no haber confiado en ella todos sus secretos. Todo terminó muy mal y se distanciaron enojados. Candy pensó, que había sido lo mejor. Pero, todos estos largos meses sin verle, sin escuchar su dulce voz y ver esos hermosos ojos azules la estaban matando poco a poco. Quería verle, escucharle y perderse en esos brazos protectores. Y decirle que le amaba mas que ha nada. Quería decirle que sí, sí quería estar a su lado. Quería decirle que lucharía por su amor contra todo y todos. Que estaba dispuesta a enfrentar al mundo entero, solo para estar con él. En el pasado había rechazado su amor. Por prejuicios y por su falta de autoestima, pensaba que era poca cosa para él. Cómo deseaba retroceder el tiempo y aceptar con valentía ese amor. Ahora, era demasiado tarde.

Candy, derramaba una lágrima, había alejado de su lado al hombre de su vida. Candy ajena a lo que sucedía alrededor. Se escuchaba un gran alboroto. Escuchaba gritar a los ni?os felices, pero quería continuar flagelandose. Su vista se nublaba por las lágrimas. Por más que las quería detener, no obedecían y su rostro mojado y su corazón oprimido. No quería que nadie le viera así, debía tranquilizarse pronto.

En eso sintió que alguien entraba en esa habitación. Quizás era alguna de sus madres que le avisaba que ya era la hora de abrir los obsequios. Candy, se mantuvo a espaldas no quería que la vieran así triste y llorosa.

— En un momento estoy con ustedes— Candy dijo con voz temblorosa aunque quiso disimular, no pudo y a todas luces quien quiera que haya entrado iba a darse cuenta que había llorado. Las lágrimas no paraban y suspiraba sollozando. Se alojó un silencio.

— Eres, mucho más linda cuando ríes que cuando lloras— Candy escuchó esa dulce voz que tanto había extra?ado. Sintió que desmayaría de emoción su cuerpo quedó paralizado. No podía moverse para dar vuelta y ver de nuevo al culpable de sus desvelos. Sus lágrimas se intensificaron. Escuchar de nuevo a su amado Albert, era la felicidad completa. Su corazón se aceleró a gran velocidad, que pensó que le daría un infarto. No podía artucular palabra alguna y su cuerpo comenzó a temblar de emoción. Aún así tomó el valor y volteó despacio hasta quedar frente al único hombre que la hacía feliz, con una sola mirada. El único hombre que la hacía feliz, solo con ver esa hermosa sonrisa. El único hombre que iluminada sus días, solo con su presencia. Era Albert, su amado príncipe... Candy le miró a detalle, se le veía aún mas hermoso y jovial. Y ahí estaba frente a ella con esa mirada y voz dulce, abriéndole sus brazos como antes, como siempre. Candy sin pensarlo más, corrió hacia su amado hombre y se sumerjió en esos brazos protectores que tanto había extra?ado. Esos brazos que tantas veces le habían sostenido, que tantas veces le habían confortado y tantas veces le habían hecho sentir única y amada. Tenerlo ahí y sentir su calor no le hacía falta nada. Candy se llenaba de su aroma y la paz vino a ella. Se decía mentalmente, ?Cómo había podido estar lejos de él?. Ahora no callaría más sus sentimientos. No cometería el mismo error.

— Albert, yo te amo...— te amo desde siempre— Candy por fin lo dijo, su voz temblaba y sollozaba. Sintió que se liberaba y se sentía completa.

— Lo se mi amor, lo sé...— y era verdad, Albert sabía acerca de sus sentimientos. Todo este tiempo le había dado espacio para que pensará acerca de su futuro. La única mujer que él amaba era ella, solo ella. Cuando le pidió que anulará esa adopción. Se sintió herido y rechazado, pero George le hizo ver qué era lo mejor si quería casarse en un futuro con ella. George le aconsejó, que dejara pasar algún tiempo y así solucionar situaciones y así poder cortejar a Candy sin presiones de ningún tipo. Todo este tiempo aunque lejos de ella, siempre estuvo al pendiente de todo lo que le sucedia y así fue como se enteró de todo lo que estaba sucediendo en el hogar de Pony. Así que negoció con los nuevos due?os de los terrenos y compró las tierras dónde está el hogar.

Y además se haría cargo reconstruir el lugar. Ese hogar donde su amada mujer creció. Le daría el mundo entero para hacerla felíz. George y Albert, habían llegado al hogar con juguetes, ropas nuevas, zapatos, cobijas y golosinas para todos los ni?os. George, ahora mismo estaba repartiendo todos los obsequios. Cuando llegaron buscó con gran desespero a Candy y miss Pony le indicó que se encontraba en su habitación. Sin perder tiempo fue en su busca y le vio de pie frente a esa ventana y le escuchó llorar. Siempre le partió el corazón verle triste. Recordó cuando le vio por primera vez en la colina, estaba llorando. Recordó cuando la reconfortó por la muerte de Anthony, aunque el sufría horrores sabía que quizá la que más sufría era ella. Recordó cuando llegó destruida de New York y él se prometió hacerla sonreír una vez más. Recordó cuando le reveló el secreto de que el era William Albert Ardley el Patriarca del clan Ardley. Y ella lloró de felicidad y algo parecido a la decepción. Recordó esas lágrimas de felicidad cuando le reveló el último misterio de que él era su príncipe de la colina. Pensó, que todo estaba arreglado y ahora serían felices. Pero, cuando rechazo todo de él, fue su turno de llorar y renegar de su estilo de vida. Deseó con toda su alma ser de nuevo ese hombre amnesico, que se había enamorado de su hermosa enfermera. Después que recobró la memoria, hasta ese momento fue consciente de ese misterioso hilo rojo del destino, que los unía una y otra vez y siempre. Ahora no le dejaría echarse atras y reclamaría su destino y ese era solo con ella. Ambos abrazados, no necesitaban de más. Ambos se sentían a gusto y con una gran conexión. No necesitaban de más.

— Candy, amor mío... — yo he venido por ti, te he extra?ado tanto...— decía Albert mientras sostenía delicado con sus dedos el mentón de Candy y se perdía en esos hermosos ojos verdes que había extra?ado demasiado.

— Albert... — amor mío, también te he extra?ado y acepto — Candy, sin preguntar más y esperar una propuesta, aceptó todo de él. Albert dibujó una enorme sonrisa y sin aplazar más, acercó su rostro al de su amada y tomó esos labios que tanto había deseado besar. Por fin, podía hacerlo sin remordimientos y sin prejuicios. Ahora podía darle todo de él, sin secretos y obstáculos. Candy correspondió sedienta y se dejó llevar por el amor y a partir de este momento, lo seguiría hasta el fin del mundo. Candy se sentía feliz... Esta navidad había sido perfecta.

Fin

Extra

Candy subía despacio esa colina que tanto amaba. Desde ese lugar se podía apreciar su amado hogar, que le había visto crecer. Ahora totalmente restaurado. Su querido Albert, a?os atrás había llegado como un milagro y le había hecho el mejor de los regalos. Le había entregado los papeles que decían que ella era la nueva propietaria de esas tierras. Y después había remodelado y acondicionado bellamente el lugar. Ahora contaba con una clínica exclusiva y una escuela donde los ni?os estudiaban. Las instalaciones eran las adecuadas y ahora se podían recibir a más ni?os. Candy, se había casado con Albert, y ahora esperaba a su primer hijo. Su dicha era completa, estaba casada con el gran amor de su vida. Estaba pasando unos días en el hogar. Pronto emprenderían un largo viaje al otro lado del océano. Después de la muerte de la tía Abuela Elroy. Albert, había decidido vender Lakewood. Aunque creció ahí, vivió los momentos más tristes de su vida. Murió su madre, su padre, su hermana, su sobrino y su tía abuela. Así que no sentía apego alguno por esa propiedad y aunque no era superticioso, por alguna razón quería formar su familia en otro lugar. Un lugar lejos de esos recuerdos. Reino Unido era la mejor opción ya que tenía negocios los cuales requerían su presencia. Archie con George se harían cargo de los negocios en América. Albert, tenía sus dudas respecto de vender. Pero, como siempre Candy con sus sabias palabras, quitó cualquier duda al respecto. Candy le había dicho, que sus raíces estarían en cualquier lugar. Que su hogar era donde estuviera él... dónde ambos estuvieran.

Candy sentía la brisa de esa tarde cálida. Le daría la noticia de su embarazo, esta tarde a su marido.

— ?Extra?arás este lugar? — preguntó Albert. Tenía un par de minutos contemplando a su bella mujer.

— No, si estoy contigo— contestó Candy sincera. Albert se acercó a ella y le le entregó una pintura en óleo. Candy, la extendió y quedó maravillada. Al ver qué era una pintura con un paisaje conocido.

— ?Dónde la has encontrado?— preguntó Candy sorprendida y feliz.

— Era una sorpresa, la encontré en uno de mis tantos viajes a Londres en un mercadillo de pulgas. La mandé restaurar solo para ti. Ahora que vayamos a nuestro nuevo hogar...— el hogar de Pony se irá con nosotros. Candy, con lágrimas en los ojos se abrazó a él y le susurró al oído.

— Gracias mi vida por la sorpresa...— ahora yo te daré una sorpresa, estoy esperando al primer heredero Ardley...— dijo Candy tocándose el vientre. Albert gritó emocionado y la levantó en brazos haciéndola girar. La llenó de besos y su felicidad era completa.

— Amor, ?cómo, cuando y no será peligroso el viaje?— Albert preguntaba feliz y preocupado. Candy le veía feliz...

— ?Cómo? de verdad quieres que te lo explique, ?Cuándo nacerá? Será nuestro regalo navide?o, y no hay problema en hacer el viaje el doctor Martin, ya me valoró y todo estará bien. Albert, se sentía dichoso y besó a Candy lleno de felicidad. Y sin miedo a empezar una nueva vida...

Chicas espero les haya gustado este peque?o aporte Navide?o con nuestra pareja favorita. ALBERT Y CANDY por siempre. Estaré posteando mi nueva historia navide?a esa será más larga. Este fue un peque?o ONE SHOT NAVIDE?O como reto entre Escritoras.

Espero que pese a todas las adversidades... Les deseo felices fiestas. Besos a todas.