PR?LOGO


El joven aterrizó en el techo del teatro abandonado, con destreza y sin hacer el menor sonido en la oscuridad.

El trabajo de esa noche era simple y lo agradecía. No tenía deseos de gastar energía, no más de la necesaria. Con movimientos ágiles se deslizó por el techo hasta alcanzar la puerta de entrada la cual ya se encontraba quebrada. Cuidadosamente la entreabrió un poco más y se introdujo al edificio por la abertura.

Las escaleras eran de madera la cual se encontraba claramente desgastada. Probablemente cualquier otro individuo no hubiera podido evitar el crujir del material en algún punto. Pero no él. ?l no cometía errores.

El edificio lucía claramente abandonado, aun así a cada paso que daba, mantenía aguzado su oído, siempre alerta.

Si los miembros de la resistencia se encontraban ahí, sabía perfectamente que estarían ocupando los pisos subterráneos. Había hecho sus investigaciones a la perfección, en su mente se desplegaba con claridad cada espacio de aquella construcción.

De su cadera desprendió una cuerda enrollada y extendiéndola hacia los pisos inferiores descendió a rapel como una sombra más.

Cuando llegó al salón, el cual había fungido antes de la guerra como la recepción de aquel teatro, cerró los ojos. Tan solo unos segundos después escuchó las voces que esperaba. De acuerdo con sus cálculos provenían del ala este, dos pisos hacia abajo.

Dio un paso en aquella dirección, inclinando su cuerpo hacía las voces cuando un sonido distinto retumbó en sus oídos.

Una nota musical bastó para hacerlo perder la razón, para olvidar el propósito que lo había llevado hasta ahí. No se dio cuenta del instante en el que la inclinación de su cuerpo había cambiado. Pronto se encontró a sí mismo corriendo ágilmente por las escaleras de caracol y hacia el ala oeste del edificio.

Ese sonido…

Atravesó los pasillos siguiendo aquel sonido hasta llegar a las puertas que daban acceso al salón principal y tras unos segundos más se encontró en la orilla de uno de los balcones.

Las notas fluían una tras otra como el flujo de un río, grácil y escalofriante. Sus ojos se encontraron con una figura sentada frente a un pianoforte en el centro del escenario. Era una mujer, su cabello caía por su espalda suave como una cascada. La luz de la luna se filtraba por un hoyo en el techo y hacía parecer como si hubiera un halo plateado rodeándola.

Las notas se volvieron tímidas y calmas por unos momentos y provocaron una extra?a sensación a la altura de su pecho.

El hombre frunció el ce?o si percatarse, algo que nunca le había pasado en todos sus a?os de vida estaba ocurriendo. Había olvidado su propósito, había olvidado su objetivo y en cambio se encontraba sumergido en una melodía que se negaba a dejarlo ir.

El volumen de la melodía incrementó, aunque las notas seguían siendo lentas, casi nostálgicas. ?Por qué sentía como si alguien estuviera oprimiendo su pecho?

Aquel sonido… no recordaba haber escuchado nada parecido nunca, había algo que lo llamaba, que le pedía ser escuchado. Un nudo se formó en su garganta y pasó saliva intentando despejarlo.

No podía moverse, sus ojos se negaban a parpadear. ?Por qué había entrado a aquel edificio? La respuesta tenía que ser aquella. Estaba ahí para escuchar esa música.

Las notas incrementaron de velocidad, el ritmo cambió, subían y bajaban y de pronto sintió frio, como si estuviera atrapado en una tormenta de nieve.

Era aterrador.

Era lo más hermoso que hubiera experimentado antes.

Una nota más y de pronto todo cayó en el más profundo silencio. Frente a él casi podía sentir un rayo de luz entre aquella tormenta. Otra nota, más suave que la anterior. Algo cálido en el aire, pero también algo triste. La música había llegado a su fin, pero estaba inconclusa.

Las manos de la mujer se deslizaron del piano y cayeron a los lados de su torso. El hombre podía ver claramente el movimiento de sus hombros al temblar.

?Por qué? ?Por qué se había acabado así?

Sin pensar, el hombre de un salto cayó al pasillo en el piso inferior y avanzó hasta el escenario.

La mujer se puso de pie y volteó para encontrarse frente a frente con él.

El hombre parpadeó al ver ojos del color de esmeraldas llenos de lágrimas. La luz de la luna iluminando aun su silueta, por un momento le hizo cuestionarse si lo que estaba viendo frente a él era un sue?o. No que hubiera pensado que era capaz de so?ar.

El fantasma de la música aun vibraba entre ellos deslizándose por el escenario. No supo cuanto tiempo pasó, ambos se quedaron de pie, mirándose, por lo que pudieron ser segundos o por lo que pudo ser una eternidad.

El filo de una espada a un lado de su cuello lo hizo regresar a la realidad.

"Si no quieres morir será mejor que te hinques y no alces las manos lentamente"

Una voz varonil resonó en sus oídos. El parpadeo de sus ojos fue lo único que permitió que mostrara la sorpresa que sentía. ?Qué había sido eso? Nunca había bajado la guardia de esa forma, la punzada en su cuello lo había regresado a la realidad. ?Acaso había sido un hechizo?

La mujer frente a él dio unos pasos hasta quedar a centímetros de distancia.

"Así que tú eres la Sombra del Lobo"

Su voz suave y calmada lo hizo pensar en la melodía que acababa de escuchar. Si aquellos individuos formaban parte de la resistencia no le sorprendía en absoluto que supieran de él. Después de todo la Sombra del Lobo tenía una reputación conocida por todos aquellos enemigos del Imperio.

La mujer dio otro paso hacia él. No sabía si le sorprendía más el hecho de que aun sabiendo quien era, aquella mujer no estuviera tomando más precauciones. Si bien la espada de su compa?ero le podía cortar la cabeza en segundos, él era la Sombra del Lobo. 'Otro paso más' pensó. Un último paso era todo lo que necesitaría para acabar con ellos y poder continuar con su misión.

Considerando su propia velocidad, casi podía ver en su mente la sucesión de los acontecimientos que se desatarían por el último paso imprudente de aquella mujer. Cómo la espada que ahora lo hería terminaría atravesando el corazón de la mujer y como el cuchillo que ahora se encontraba en su mano izquierda terminaría cortando el cuello del mismo sujeto que amenazaba hacerle lo mismo a él. Tendría que considerar unos minutos más perdidos mientras sanaba la herida que no podría evitar él mismo antes de continuar con la misión que lo había llevado ahí esa noche.

'Otro paso'

La mujer dio otro paso finalmente y para su mayor sorpresa sonrió.

"Tanto tiempo, Li Syaoran"

Un golpe seco retumbó a través del recinto haciendo eco hasta desaparecer como las olas de una piedra al golpear el agua.

Minutos después, el escenario yacía vacío sin ningún rastro de aquel encuentro.

Excepto por el cuchillo de color negro que reposaba en el suelo.