Vivir en una granja

Disclaimer: Stardew Valley no me pertenece

Ahí estaba, en la parada de autobús, llevaba unas cuantas cosas en una maleta pequea, sus otras pocas pertenencias se suponían ya estaban en la vieja cabaa del abuelo.

Pueblo pelicano estaba alejado de la ciudad y se encontraba entre las montaas, era un pueblito pintoresco y lindo. Al menos así lo recordaba de las veces que fue a visitar a su abuelito cuando aún era una nia de primaria.

Hacía unos meses el abuelo había fallecido por su larga edad, al ser su única nieta le fue heredada la granja que una vez fue de él. Recibió la noticia estando en su trabajo y lo pensó bastante para tomar la difícil decisión de dejar su vida en la ciudad y comenzar como granjera. Varios de sus amigos la llamaron loca por haber decidido irse, pero lo cierto es que ya estaba cansada de la ajetreada vida que llevaba.

Vivía sola en un departamento pequeo desde que se graduó de la universidad y su carrera solo le permitía trabajos de oficina o estar encerrada trabajando. Era mejor vivir y escribir en una granja en la montaa rodeada de bosques a estar encerrada todos los días en una habitación con poca ventilación.

El camino hasta allá fue de 2 horas, al parecer el alcalde y la carpintera del lugar la llevarían al sitio donde estaba la cabaa y a donde habían llevado sus cosas. Justo cuando se sentó en un tronco cerca de la parada vio a 2 personas que se acercaban por el camino. Un hombre de bigote blanco con boina verde y una mujer de cabello rojizo llegaron a recibirla y así comenzó todo.

El segundo día fue largo mientras conocía el terreno y a los habitantes, algunos muy animados, otros un tanto gruones y reservados; algunos algo extraos y con una vibra mística. Nunca creyó que las historias sobre magia en la montaa eran reales hasta que llegó a vivir ahí.

Le otorgaron algunas semillas para comenzar a sembrar y casi al final del día le dijeron que fuera a ver a Robin la carpintera para preguntar sobre edificios y muebles que podía construir.

Ella vivía con su familia en la montaa cercana a la suya, de hecho, le habían dicho que el camino a un costado de la casa la podía llevar de regreso a la granja, pero al salir de ahí ya estaba oscuro y decidió regresar por el pueblo.

En el camino solo escuchaba el murmullo del viento a través de los árboles, los grillos y el agua corriendo. Se perdió en sus pensamientos cuando escuchó unas pisadas al frente y vio que una silueta negra se acercaba, ella se quedó estática pensando en que hacer si era alguien peligroso. Haber vivido en una ciudad llena de delincuencia no la hacía confiar.

De repente algo le iluminó el rostro, el extrao le apuntaba con la lampara de su teléfono y por fin le vio el rostro.

-Debes ser la nueva, es extrao que hayas dejado la ciudad para venir aquí.

El muchacho frente a ella llevaba unos jeans y una sudadera de color oscura, el cabello de este era negro como la noche y su cara parecía pálida además de que tenía unas leves ojeras bajos sus ojos. Olía a tabaco y tenia un rostro que reflejaba cansancio u odio por la vida. Inconscientemente se ruborizó.

-Soy Sebastián, soy hijo de Robin.

Agregó bajando el celular y apagando la luz de este para luego meter sus manos a las bolsas de la sudadera.

-Hola, soy Tali.

Dijo ella poniendo sus manos en las agarraderas de su mochila y desviando la mirada, el chico no era conversador y se notaba en el silencio extraamente cómodo que había en el ambiente.

-Mucho gusto, me voy…

Terminó diciendo mientras saludaba sacando una mano y continuaba su camino, Tali lo vio partir y luego se apresuró a llegar a su casa, ya que era muy tarde.

Al llegar encontró a un pequeo gato en la puerta que dormía plácidamente. En la maana se lo habían llevado con la opción de adoptarlo y ella lo había aceptado. Su nombre era bigotito y era de un color amarillo como.

Lo acarició y abrió la puerta para entrar a la cabaa, el solo tocarlo lo despertó y juntos entraron para poder descansar un poco de ese día tan cansado.