Disclaimer: Black Clover y sus personajes pertenecen a Yūki Tabata.


?Como sabéis hay tres cosas fundamentales para nuestra raza: la lealtad, el vínculo entre nosotros y el Valle de las Almas. Algún día, cuando estemos preparados y hayamos fortalecido nuestras filas, lo recuperaremos.?


-Línea roja-


Asta llevaba escuchando el mismo discurso desde que apenas era un ni?o. El Valle de las Almas era el lugar sagrado de los demonios, pero les había sido arrebatado por los ángeles hacía ya siglos. Ellos siempre habían so?ado con recuperarlo y por fin había llegado el día. Habían forjado un ejército que igualaba —o incluso podría llegar a superar— el poder de los ángeles y estaban más que listos para atacar.

Todos parecían muy felices por la guerra inminente que se avecinaba, pero Asta no podía dejar de sentir algo de remordimiento por dentro. Los demonios habían encontrado su hogar en una cordillera que estaba a unos veinte kilómetros del Valle de las Almas. Llevaban asentados allí más de setecientos a?os y eran felices, tenían un hogar. Sin embargo, los altos cargos del ejército demoníaco no estaban de acuerdo con abandonar la idea de volver a ocupar el valle, porque ese era su hogar y porque el libro sagrado de los demonios decía en sus miles de páginas que ese era su destino.

Los demonios eran leales ante todo, lo que significaba que un compa?ero perteneciente a su raza siempre iba primero. Nunca podía traicionarse a alguien que fuera demonio también ni ser aliado de otras razas, porque eso significaba el destierro en casos leves y la condena a muerte en los más graves.

Así que Asta estaba algo confundido, pero ni siquiera se le pasaba por la mente la idea de no participar en las batallas que vendrían muy pronto. Además, tenía un hermano, que era su única familia, y no estaba dispuesto a abandonarlo sin motivo alguno o a permitir que le sucediera algo por su culpa.

—Liebe… ?tú sabes cómo son los ángeles?

El joven demonio lo miró con los ojos entreabiertos. Todos tenían la misma información sobre los ángeles, así que no entendía a qué venía esa pregunta tan repentina. Era de noche y estaban a punto de dormir, pero a Asta siempre le gustaba hablar un poco antes de hacerlo. Aunque Liebe jamás imaginó que le preguntaría algo relacionado con sus archienemigos por naturaleza.

—Solo he visto algunos retratos en los libros. Igual que tú, ?no?

—Los vi hace muchos a?os. Ya no me acuerdo, la verdad.

—?Y por qué preguntas eso ahora?

—Pues porque pronto nos enfrentaremos a ellos y quiero estar informado —razonó Asta mientras se giraba en la cama para ver a su hermano.

Liebe simplemente rodó los ojos antes de contestar.

—Pues si quieres estar informado, ve a la biblioteca a leer sobre ellos. O sobre lo que se dice de ellos, que, por cierto, yo no me lo creo. Llevamos siglos sin tener un encontronazo directo y no hay más registros que simples garabatos. No sé qué credibilidad deberíamos darles…

Asta torció la boca un poco. Su hermano tenía razón. Los demonios llevaban escondidos siglos. No se habían acercado al Valle de las Almas porque no estaban preparados para la guerra, porque ya fueron desterrados una vez de allí y no tenían los refuerzos suficientes para recuperarlo. Como consecuencia, siempre habían estado enfrentados con los ángeles por naturaleza, pero las generaciones más jóvenes ni siquiera sabían cómo era su aspecto real.

—Bueno, pero es más rápido y fácil si me lo cuentas tú, ?no? Además, sabes que a mí eso de las bibliotecas no me gusta mucho y no tengo sue?o. ?Tú sí?

Liebe negó con la cabeza. Después, comenzó su relato. Según había visto, los ángeles eran seres de más de tres metros, sin rostro definido y con unas alas blancas enormes. Sus ataques eran potentes, pero su mayor desventaja eran los contraataques a corta distancia. Sus hechizos solían ser de luz, que era la magia que más les afectaba a ellos. Habían sido enemigos desde hacía milenios.

—?Y se sabe por qué?

—?A qué te refieres?

—A si se sabe por qué ángeles y demonios estamos enfrentados.

—Eso no lo he leído… Pero bueno, supongo que un gran motivo es el destierro del Valle de las Almas.

—Pues yo estoy bien aquí. No entiendo por qué tenemos que participar en una guerra sin motivo alguno.

—No digas eso demasiado alto o ya sabes lo que pasará —susurró Liebe mientras se ponía el dedo en la boca para que su hermano suavizara su tono de voz—. La lealtad de los demonios es indiscutible, ya lo sabes. Ahora vamos a dormir.

Liebe se dio la vuelta en la cama y Asta lo escuchó durmiendo unos minutos después. ?l no tuvo tanta suerte, pues el insomnio se le presentó esa noche, gritándole en el cerebro que no tenía sentido la guerra que estaba a punto de comenzar.


El día de la primera batalla llegó. Tres escuadrones del ejército de los demonios partieron hacia el Valle de las Almas con indicaciones claras y con un plan concienzudamente trazado y que parecía no tener fisuras.

Con lo que no contaban los demonios era con que los ángeles conocían su plan de antemano y supieron anticiparse. La guerra estalló con una fuerza brutal. La primera batalla se saldó con cientos de muertos, de mutilados y con una bofetada de realidad gigante para Asta, que se percató de que toda la información que conocía su raza sobre los ángeles era completamente falsa. La única real era la de las alas. Los ángeles tenían alas enormes, blancas, que parecían tener la textura de las nubes. Por lo demás, tenían casi la misma apariencia que los demonios; parecía que había hombres y mujeres de todo tipo, no eran gigantes de metros de longitud e incluso hablaban el mismo idioma que ellos.

?Por qué se había empe?ado tanto la raza de los demonios en tergiversar la realidad, entonces?

Asta no entendía nada, pero tampoco veía provechoso detenerse a pensar en ese tema en mitad de aquella sangrienta batalla o su vida estaría en peligro. Debía cuidar a su hermano, debía estar con él, porque ellos solo se tenían el uno al otro en una sociedad que se jactaba de que la lealtad era su principal lema, pero que no establecía demasiados lazos verdaderos entre los miembros de su propia comunidad.

No se lo pensó dos veces: utilizó su espada más peque?a —y que, por lo tanto, le permitía hacer movimientos más ágiles— como una especie de lanza. Su objetivo era un ángel al que no podía verle bien el rostro, pues no paraba de crear ataques repletos de luz que cegaban a todos los que lo rodeaban.

Como suponía, no falló. La espada se incrustó en el ala del ángel, haciendo que perdiera estabilidad y que cayera en picado en un bosque cercano al campo de batalla.

El chico fue tras el ángel deprisa para rematarlo. No podía permitir que uno de los sujetos más fuertes del ejército enemigo saliera con vida de esa situación, porque si no, mataría a más de sus compa?eros e incluso a su hermano.

Al aterrizar en el bosque, su mirada se posó enseguida en un reguero de sangre que manchaba gran parte de la hierba. Lo siguió hasta que, al lado de un árbol, la vio por primera vez.

El ángel era una mujer joven —tal vez incluso de su misma edad— con el cabello del color de la plata y unos ojos grandes y rosáceos. Asta pensó que jamás en su vida había visto un ser tan bello y perfecto. Así que se olvidó por completo de cuál era su misión, de por qué estaba allí y de por qué la había atacado.

Se comenzó a acercar hacia ella despacio, sin mala intención alguna, pero el ángel no lo interpretó de esa manera, así que, aun con su ala derecha sangrando a borbotones, se puso de pie y se dispuso a atacar.

—?Estás bien? —preguntó Asta consternado—. Yo no… yo no quería hacerte da?o.

—Claro que querías hacerme da?o. Esto es una guerra. ?Eres idiota o qué?

La chica intentó alzar el vuelo para escapar, pero tenía el ala demasiado herida, así que, tras un siseo de dolor, se apoyó de nuevo sobre un árbol cercano mientras jadeaba. Miró a Asta de forma directa, como desafiándolo con sus ojos. Ni estando herida de gravedad daba su brazo a torcer.

—Vamos, mátame de una vez. Era a lo que venías, ?no?

—Yo… —titubeó Asta mientras daba dos pasos hacia atrás y hacía un gesto de negación con sus manos de forma nerviosa.

—Los demonios sois muy raros. Nos declaráis una guerra y cuando llega la hora de la verdad os quedáis paralizados. Estoy imposibilitada porque me has herido y ahora resulta que no me quieres matar. Esto es increíble… —razonó la chica, que todavía no podía creerse lo que le estaba sucediendo—. Bueno, de todas formas, alguien vendrá pronto y se encargará de lo que tú no eres capaz de hacer, así que…

—?No! —interrumpió el joven de repente. No podía dejar que eso sucediera. No sabía por qué, pero los ojos rosáceos del ángel lo habían atrapado de tal forma que estaba seguro de que su corazón jamás volvería a ser el mismo.

Ella lo miró sin comprender. ?Qué le pasaba a aquel demonio? Nada tenía sentido, ni siquiera lograba comprender por qué seguía viva a esas alturas. Tal vez, el destino le tenía preparado algo más. Nunca le había gustado demasiado su vida. Era la hermana peque?a del comandante principal de los ángeles y desde siempre había sido tratada como una guerrera, como alguien que debe proteger a los demás a toda costa. Sin embargo, nunca nadie le prestaba atención a ella y a sus veinticuatro a?os todavía no comprendía nada de la vida que fuera más allá de entrenar y de las peleas.

Y ahora encima se le presentaba un enemigo que la había herido y no solo le decía que no la iba a matar, sino que no permitiría que alguien de los suyos lo hiciera… Qué estúpido sonaba todo.

—Realmente sí que eres un idiota. Eres partícipe de esta invasión a nuestro hogar y ahora no quieres acabar tu trabajo.

—?Invasión? —preguntó Asta desconcertado—. No, nosotros estamos tratando de recuperar el Valle de las Almas porque nos perteneció en el pasado.

—Corrección: nos lo arrebatasteis y lo recuperamos.

—?Qué…?

Asta, con sus ojos verdes perdidos en los de la chica, comprendió en ese instante que nunca podría saber la verdad. No estaba vivo en ese tiempo, pero su interlocutora tampoco. Las escrituras sagradas de ambas culturas podrían ser un invento y una guerra absurda se estaba llevando a cabo, dejando además una pila de muertos a sus espaldas. ?l mismo había matado ya a muchos ángeles y sabía que la joven que estaba enfrente suya también lo había hecho con los de su misma raza.

La siguió observando. Su ropa blanca estaba empezando a ser roja por completo. No solo estaba herida en el ala, sino también en el costado y parecía grave. Cada vez estaba un poco más pálida, sudaba y jadeaba constantemente. Seguramente, la infección estaba extendiéndose por todo su cuerpo y la pérdida de sangre le estaba pasando factura.

—Quiero ayudarte —le dijo mientras se acercaba—. Por favor, déjame ayudarte.

—N-no necesito tu ayuda… Y tampoco te creo. Seguro que me quieres llevar con tu comandante para sacarme información…

Asta se arrodilló delante de la chica para cargarla entre sus brazos. No dejaría que muriera, no podría soportar tener esa muerte en su conciencia y ya no le importaba lo más mínimo si era desterrado o asesinado. Un impulso extra?o en su corazón le decía que aquello era lo correcto, así que no dudaría en hacerlo.

—?Dónde te llevo? —preguntó mientras empezaba a correr.

—En el punto central —comenzó la chica, aunque un ataque de tos la interrumpió. Expulsó algo de sangre y su voz empezó a ser más débil—… del bosque… están mis compa?eros… Yo… no entiendo por qué…

—No es necesario que hables más. Solo prométeme que en cuanto estés recuperada, nos veremos junto al árbol en el que nos hemos encontrado.

La joven, cautivada por el brillo de los ojos verdes del demonio que la sostenía y que se suponía que debía ser su enemigo, asintió. Asta, como respuesta, le sonrió.

—?Cómo te llamas?

—Noelle…

—Bien, Noelle… ?Es aquí? —cuestionó Asta mientras se?alaba una caba?a situada justo en el centro del bosque. Noelle asintió.

Entonces, el joven la soltó en la entrada. Quería salvarla, pero no podía arriesgarse a que alguien lo descubriera y lo matara. Y no porque le tuviera miedo a la muerte, sino porque quería volver a verla, lo necesitaba de forma imperiosa, ya que su alma solo se tranquilizaría si volvían a encontrarse.

—?Tú… cómo t-te llamas…? —murmuró Noelle con dificultad.

—Asta —pronunció mientras tocaba a la puerta. Después, desplegó sus alas negras y alzó el vuelo, aunque se dirigió de nuevo a ella antes de marcharse—. Ten por seguro que volveremos a vernos, Noelle.


Asta fue a aquel bosque durante veintiocho días sin faltar ni uno solo. No se daría por vencido, no lo haría, porque ese no era su estilo y porque no se permitiría faltar a su promesa.

El día número veintinueve, justo cuando se iba a marchar, Noelle apareció. Solía esperar un par de horas todos los días, poniendo como pretexto a Liebe que quería investigar las zonas cercanas a las batallas para estar mejor preparado. No mentía porque desconfiara de su hermano o pensara que atacaría a la chica, no. Era simplemente porque no quería involucrarlo en algo tan delicado como eso. Si alguien tenía que ser castigado, que fuera él, pero si a Liebe le pasaba algo por su culpa, realmente se acabaría volviendo loco.

Cuando los ojos de ambos hicieron contacto, fue como si una chispa eléctrica se encendiera. Noelle miró hacia otro lado avergonzada mientras Asta le sonreía ampliamente y con una pureza que el ángel jamás había visto en el rostro de alguien de su raza. ?De verdad se podía sonreír de esa forma perteneciendo a una raza tan horrible como eran los demonios?

—Has venido —dijo Asta con alivio.

—Sí. Y la verdad todavía no entiendo por qué… —refunfu?ó la chica, notablemente sonrojada.

Tras ese día, se vieron todos y cada uno de los siguientes durante seis meses. Ambos llegaron a la conclusión de que la guerra era absurda porque ni siquiera sabían si el Valle de las Almas había pertenecido alguna vez a alguna de las dos razas o quién había desterrado a quién, quién había arrebatado a quién una simple porción de tierra por la que estaban muriendo miles de demonios y ángeles.

La guerra se reanudó en ese tiempo. Asta y Noelle cumplían su papel por el día —procurando estar uno muy lejos del otro— y por la noche se encontraban. Y cada vez, sus corazones latían más juntos, más fuerte y en sincronía por un amor que era totalmente imposible, pero sin el que ninguno de los dos podía vivir, aunque no lo hubieran expresado con palabras reales aún.

Conocieron las costumbres propias de sus culturas, sus hábitos, virtudes y defectos y aprendieron así a respetarse. Sin embargo, no todos en sus razas pensaban igual y ambos lo sabían. Y también sabían que estaban poniendo sus vidas en peligro, pero preferían vivir una vida feliz y plena a una existencia insignificante y llena de arrepentimiento y soledad.

La noche en la que no pudieron reprimir más todo lo que ambos sentían, estaban tumbados en el pasto de un valle que quedaba cercano al bosque en el que se encontraban. Estaban muy cerca el uno del otro; tanto, que sus manos quedaban a escasos centímetros. Noelle, en un movimiento un poco lento, acarició los dedos de Asta con delicadeza, sin mirar hacia él ni un solo momento. El corazón le latía rápido, así que cerró los ojos para intentar tranquilizarse, pero, cuando los abrió de nuevo, vio el rostro del joven muy cerca de su cara; sus labios casi rozando su boca, y entonces él, con los ojos brillándole de esperanza, amor y valentía, la besó despacio, lo más suave que pudo.

Instantes después, se separó de ella y, apoyándose sobre sus brazos, miró los ojos de Noelle, que todavía seguía tumbada.

—Lo siento… —musitó levemente.

—No te disculpes. Yo —profirió Noelle mientras levantaba sus brazos y los posaba en el cuello de Asta— también quiero esto —finalizó acercándolo suavemente para que volvieran a besarse, mientras ella le acariciaba despacio el cabello, que se escurría entre sus dedos.

Solo la noche fue testigo de un acto de amor puro y genuino, pero también peligroso. La valentía, a veces, también es un desencadenante de la tragedia.


Asta trazó un plan. Quería estar con Noelle, deseaba con todas sus fuerzas que estuvieran juntos para siempre y él nunca se rendía. Jamás. Le contó a Liebe su situación, que ya algo sospechaba desde hacía meses y decidió pedirle ayuda a uno de sus mejores amigos.

Los demonios, como norma general, no podían tener conocidos que no fueran de su raza, pero había una sola excepción: las hadas. Debido a un pacto entre razas, demonios y hadas habían establecido lazos y vínculos durante siglos y Asta era amigo, nada más y nada menos, que del Rey Hada.

La ciudad de las hadas, en la que no se podía entrar sin consentimiento del rey, era perfecta para la vida que Asta so?aba tener junto a Noelle. Fingirían que ambos estaban muertos tras una batalla y solo Liebe iría a visitarlos. Solo así su amor imposible podría existir en un mundo lleno de odio sin sentido.

—Esto que me pides es muy arriesgado. Lo sabes, ?no?

—Soy más que consciente, Yuno. Pero solo conseguiré que Noelle y yo estemos juntos si vivimos aquí. No os pondré en riesgo, te lo juro. Quiero ser feliz a su lado.

Yuno suspiró. Conocía a Asta desde hacía muchos a?os y sabía que tener a un demonio y un ángel viviendo en sus tierras era arriesgado, pero el joven era el único amigo que había tenido en toda su vida, así que no podía negarse.

—Está bien. Pero viviréis algo apartados. Hay una caba?a cerca del lago. Ese sitio es muy poco transitado.

—?Muchísimas gracias, Yuno! ?Eres el mejor! —exclamó Asta sonriendo.

—Lo sé —le contestó el Rey Hada mientras le sonreía con algo de superioridad. Después, su cara adoptó un gesto completamente serio—. No nos pongas en peligro, Asta.

—No lo haré —aseguró con la mirada llena de determinación.


Pasaron un par de a?os en los que Noelle y Asta consiguieron vivir tranquilos y felices en la caba?a junto al lago que Yuno les proporcionó. La reformaron y llevaban una vida pacífica, en la que incluso ayudaban a los aldeanos con sus construcciones o con la cosecha.

Estaban libres de peligro. Solo Liebe sabía dónde estaban. El plan había salido a la perfección: ambos desaparecieron tras una batalla —una de las más sangrientas de la guerra, que todavía seguía en curso— y tanto ángeles como demonios creyeron que los dos estaban muertos.

Un día apacible y cálido de primavera, Liebe fue a visitarlos. En la caba?a solo se encontraba Noelle, pues a Asta le habían pedido que fuera a ayudar con unas reparaciones del puente central de la ciudad y la joven no se encontraba bien ese día, así que no lo acompa?ó.

Liebe tocó la puerta con cuatro toques de la misma duración, tal y como habían establecido para que pudieran identificar que era él quién los estaba visitando. Noelle le abrió y lo invitó a pasar con una sonrisa. Se llevaban muy bien desde que se conocieron, así que no le resultaba incómodo en absoluto a los dos quedarse solos.

—Así que Asta no está hoy.

—No. Está ayudando en la ciudad. Ya sabes cómo es —explicó Noelle sonriendo.

—Sueles ir con él. ?Por qué no has ido hoy?

—Es que no me encuentro…

Noelle tuvo que dejar de hablar debido a las náuseas repentinas que sintió. Se dirigió al ba?o y después de unos minutos, volvió a la sala, donde Liebe la esperaba sentado en el sillón y con un ligero gesto de preocupación en el rostro.

—Lo siento, no me encuentro muy bien. Llevo algunos días con náuseas.

—?Y eso a qué se debe? Puede que estés enferma, necesitas que alguien te revise.

Noelle se sentó a su lado. Lo miró con un brillo extra?o en los ojos, que expresaba algo de miedo, pero también cari?o e ilusión. Se posó la mano en el vientre y se quedó mirando hacia abajo, con una mirada enigmática que Liebe no supo interpretar.

—Liebe, creo que estoy embarazada.

El demonio abrió los ojos con sorpresa. ?Era eso siquiera posible? Sin duda alguna, era una noticia sorprendente, pero también le daba una felicidad inconmensurable. Su hermano iba a tener un hijo, lo que lo convertía en tío de ese bebé. Era una de las cosas más maravillosas que le había sucedido jamás.

—?Asta ya lo sabe?

—No se lo he dicho porque aún no estoy segura. Pero creo que una vecina podría ayudarme a confirmarlo.

Noelle, entonces, lo miró sonriendo. Liebe le contestó al gesto de forma automática. Asta era del tipo de persona que se emocionaba muchísimo con las noticias felices, así que no podía esperar para ver la cara de ilusión que tendría en cuanto Noelle le comunicara la noticia si se confirmaba.

—Creo que será mejor que me marche, se me hará tarde y…

Un ruido lo alertó, haciendo que se quedara en silencio de forma repentina. Venía de fuera de la casa. Liebe se puso enseguida de pie y adoptó su pose de combate.

—Noelle, me han seguido. Hay como unos cincuenta demonios rodeando la caba?a.

—?Cómo lo sabes? —preguntó ella, nerviosa y con voz temblorosa.

—Puedo sentirlos.

—P-pero se supone que nadie puede entrar aquí sin la autorización del Rey Hada. ?Cómo…?

—No lo sé, pero no te separes de mí.

La puerta, entonces, se derrumbó. El capitán de la división en la que Asta y Liebe eran guerreros la acababa de tirar abajo de una patada.

—Oh, así que aquí estás. Tenía razón, era muy raro que salieras todos los meses solo y que nunca quisieras que alguien te acompa?ara —El hombre fijó sus ojos en Noelle, que se escondía detrás del joven demonio—. ?Esta es la ramera por la que Asta y tú habéis traicionado a vuestra propia raza? ?Qué vergüenza!

—No hables así de la mujer de mi hermano —siseó Liebe, arrastrando las palabras entre sus dientes con ira.

—Liebe… —susurró ella.

—Noelle, prepárate para luchar.

—Sí —afirmó la chica, poniéndose esta vez a su lado.

—Todavía estás a tiempo de que te perdonemos la vida, Liebe. Quítate y deja que la matemos.

—Por encima de mi cadáver.


El día había sido durísimo. Las reparaciones del puente se habían prolongado más de lo previsto y Asta había terminado cuando el atardecer ya estaba apareciendo en el cielo.

—?Muchas gracias, Asta! ?Podrías venir la semana que viene? Eres de gran ayuda por aquí y necesitamos mano de obra capaz como tú.

—?Claro que sí!

Todos adoraban a Asta y Noelle. Al principio, los aldeanos vecinos se mostraron más que reticentes a aceptarlos, pero con el tiempo los conocieron y se dieron cuenta de su bondad, así que los aceptaron enseguida.

A Asta le encantaba su nueva vida, mucho más que la que tenía cuando vivía con los demonios, pues ya no había más guerras, batallas ni sufrimiento. Ahora solo le importaba su familia, ser feliz y hacer feliz a Noelle también. Estaba deseando llegar a casa porque además ese día tocaba visita de su hermano y era posible que todavía siguiera estando allí, a pesar de que era algo tarde.

Al aterrizar enfrente de la casa, se extra?ó mucho cuando vio la puerta completamente abierta. Cuando se acercó, se dio cuenta de que no estaba abierta, sino que había sido completamente arrancada. El corazón le empezó a latir con miedo. Entró con paso tembloroso y al ver el cuerpo de su hermano ensangrentado e inerte en el suelo, las piernas le fallaron y se desplomó contra sus rodillas. Las pupilas le temblaron.

—Liebe…

Se acercó casi arrastrándose por el suelo y le tomó el pulso. No había duda: Liebe estaba muerto. Las lágrimas, furiosas, comenzaron a recorrer su rostro. No las podía ni quería detener, así que siguieron bajando desenfrenadas hasta llegar a su cuello. Movió un poco sus ojos. A tan solo unos metros, estaba Noelle bocabajo. Se acercó a ella y le dio la vuelta. No respiraba. Su cuerpo estaba completamente frío y lleno de sangre. Había sangre en todas partes: en el suelo, en los muebles e incluso había varias pintadas que decían ?traidor? en las paredes.

—No, no, no, no… Noelle, despierta —dijo mientras comenzaba a agitar su cuerpo sin vida por los hombros—. ?Noelle, despiértate, por favor! —gritó desesperado, esta vez zarandeándola sin control, sabiendo que ya no le haría da?o.

Cuando se dio cuenta de que Noelle no abriría nunca más los ojos, le acarició la mejilla, manchándose la mano con su sangre. Después, le dio un beso en la frente y otro en los labios y la depositó en el suelo.

—Noelle… Liebe… Lo siento… Lo siento tanto…

Asta entonces gritó desgarrándose la voz, lloró como jamás lo había hecho y destrozó una de las paredes de la caba?a de un pu?etazo. Se sentía muy culpable por no haber estado ahí, por no haber sido capaz de protegerlos o al menos de morir junto a ellos. Después, se quedó mirando las paredes pintadas de sangre. Sabía perfectamente quién había asesinado a la única familia que tenía y no los perdonaría, jamás.

Salió de la casa que había visto crecer su amor con Noelle, desplegó sus alas negras y alzó el vuelo, jurándose a sí mismo que no se detendría hasta que todos y cada uno de los integrantes de la raza de los demonios hubiera sido exterminado.


FIN


Nota de la autora:

Estoy celebrando que he llegado a 200 seguidores en Wattpad, así que abrí un evento de peticiones. Esta es la primera, pero tengo algunas más (la mayoría de este fandom), así que me veréis bastante activa en estas próximas semanas.

Esta idea me ha gustado mucho y creo que incluso da para un long-fic, pero la resumí en un one-shot y creo que no ha quedado mal. Espero que a vosotros también os haya gustado.

?Nos vemos en la próxima!