Estaba cansado, sumamente cansado. Anzu no dijo nada en cuanto se acomodó en su pupitre y se quedó dormido. Yugi había hecho todo lo posible para aguantar hasta que ella terminara con sus deberes. El profesor de historia le había pedido que se encargara de recoger y entregarle los trabajos de todos al finalizar las clases. Jounochi no lo había terminado a tiempo, así que se habían quedado a hacerle compa?ía y ayudarlo hasta que lo acabara.
—?Al fin! —exclamó Jounochi extendiendo las hojas por sobre su cabeza, victorioso y Anzu le reclamó que bajara la voz y se?aló a su amigo durmiendo— lo siento —se disculpó con una sonrisa y le dio al fin las hojas—. Iré al ba?o, despierta a Yugi así entregas eso y nos vamos.
Jounochi salió más rápido que una bala del aula, sin darle tiempo a Anzu de reclamar nada. Suspiró y acomodó el folio entre el resto de sus compa?eros, sosteniéndolo entre sus brazos. Iba a despertar a Yugi y a buscar al profesor.
—Yugi, despierta —le dijo moviendo suavemente su hombro, pero Yugi apenas se movió. Anzu volvió a respirar cansada— Yugi —repitió su nombre y vio brillar el rompecabezas del milenio. Nunca solía preguntar sobre él, a menos que Yugi le contara al respecto, ella no quería increparlo con preguntas que quizá, no iba a saber responder. Pero tenía curiosidad de aquel objeto y del Yugi diferente que ella solía ver. En dos ocasiones lo había visto: Yugi se veía igual, pero algo en él estaba cambiado. La expresión de sus ojos parecía más segura y hasta su postura era totalmente contraria a la del chico tímido y amable que ella siempre defendía de los matones y ella creía que tenía que ver con aquel tesoro.
?Si logro armarlo, me concederá un deseo? recordaba que le había dicho Yugi cuando lo llevaba al colegio para intentar armarlo en su tiempo libre, pero no le había dicho su deseo. Recordó sus palabras: mega secreto. Y entonces, ella había callado y sólo lo animó a que lo terminara para verlo sonreír y conocer su deseo. Pero… aún habiéndolo armado, ella no sabía qué es lo que había deseado, pero Yugi le confesó que su deseo se hizo realidad. Y más dudas le llegaban a ella ?sería capaz de averiguarlo? Dudó en cuanto el ojo de su rompecabezas volvió a brillar más fuerte, pero se arrepintió de lo cobarde que se sentía y entonces, lo tocó. La luz la cegó por completo, disparándose desde el ojo del artículo milenario. Anzu se cubrió los ojos y se arrepintió de haber tocado aquel objeto.
Al cabo de un rato, Jounochi volvió al aula y no vio a Anzu, más, Yugi seguía durmiendo. Así, se acercó y lo despertó mucho más brusco que Anzu y entonces, vio los informes tirados en el suelo. Con modorra, Yugi se frotó los ojos y se irguió preguntándole a Jounochi qué es lo que hacía. Lo cierto es que ninguno de los dos sabía dónde estaba su amiga.
Le tomó un tiempo abrir los ojos y acostumbrarse a lo que veía. La luz la había cegado antes y ahora, era sólo oscuridad. No importaba donde mirase, todo estaba denso como la noche. Anzu tragó saliva y se apretó el pecho: tenía miedo. Tanteó al frente sin levantarse del suelo y gritó el nombre de sus amigos uno por uno. Yugi, Honda, Jounochi. Pero ninguno respondió a su llamado.
Las ganas de llorar se acumularon en su garganta en un nudo que le dificultó hablar, así que gateó un poco comprobando el terreno hasta que llegó a una pared. Anzu se puso de pie y mantuvo sus manos pegadas a la pared buscando una puerta, una salida ?lo que sea que apareciera frente a ella! Necesitaba volver al aula, con sus amigos.
—?Yugi! —volvió a gritar con todas sus fuerzas y algunas lágrimas cayeron por su rostro y tanteó un marco. Entonces, sus latidos se aceleraron ?una puerta! Tanteó un poco hasta encontrar el picaporte y abrirla y entonces, la luz volvió a cegarla. Tardó unos instantes en acostumbrarse a la luminosidad de aquella habitación que parecía salida de una pintura surrealista ?estaba llena de escaleras! Que salían del techo y terminaban en una pared, que empezaban en el suelo y se cruzaban y volvían al suelo. Había unas que subían hacia el techo, otras que bajaban del techo. Todo era tan raro que parecía montado por algún loco. Estaba en un sitio en donde las escaleras a ninguna parte eran toda la habitación. También había algunas puertas en lo que sería la planta baja, pero… temía saber qué es lo que encontraría en ellas.
Anzu quería hacerse bolita y esperar a que todo terminara, quizá, sólo era un mal sue?o. Sin embargo, su propia personalidad no le iba a permitir quedarse sin hacer nada. Ella era demasiado testaruda como para sentarse sin hacer nada, aunque lo quisiera. Así, inspiró profundo juntando el valor que ella tenía en sí misma (o lo poco que le quedaba) y empezó a andar hasta la primera puerta que investigaría. Detrás de alguna de ellas debía estar la salida de aquel horrible sitio. Colocó la mano sobre el picaporte y un escalofrío recorrió su espalda haciéndola temer de lo que había del otro lado. Tragó saliva, tenía la garganta reseca a causa del miedo, pero giró la perilla y al hacerlo, el piso debajo de ella desapareció, agarrándose fuerte al borde del suelo, Anzu con mucho esfuerzo, logró subir y resguardarse lejos de aquel agujero que se abrió tan inesperadamente.
—Hay trampas… ?qué clase de loco hizo esto? —se preguntó con miedo de saber la respuesta. No quería conocer al que había dise?ado aquella habitación, tan sólo quería encontrar una salida de aquel lugar de una buena vez. Pero… debía ir con tanto cuidado. Le hubiese gustado estar acompa?ada, sus amigos la habrían ayudado a tranquilizarse y así, encontrar la forma de esquivar las trampas y llegar a la salida.
Volvió a ponerse de pie y miró el techo lleno de escalones y pensó que quizá, la salida estaría por alguna de esas escaleras, aunque… iba en contra de cualquier ley de la física caminar por ellas. ?La gravedad no se lo iba a permitir! Pero… podía intentar algo con las que parecían más "normales". Así, subió los primeros escalones y buscó una puerta cercana a ella. Al ingresar en la habitación no hubo ninguna trampa, pero tampoco había salida: sólo un cuarto vacío. Anzu se recargó en una pared, cansada y de repente, un pedazo de techo cayó en frente de ella, rodando por el suelo. Al verlo, se dio cuenta de que había una cadena sobre aquel fragmento de piedra: era otra trampa. Anzu maldijo quejándose por las raspaduras en sus codos y que ahora tenía que preocuparse hasta de apoyarse en cualquier parte.
Vagó más tiempo del que ella creía. Parecían días que estaba ahí sin encontrar salida. Tenía varias heridas culpa de las trampas que no le permitían avanzar más allá de donde el creador de aquel sitio le permitía y aún, no tenía idea de dónde estaba la salida. ?Cómo podría volver al mundo real?
—?Anzu? —dijo el otro Yugi al ver la espalda de la muchacha mientras ella se dirigía hacia otro pasillo— ?Anzu! —Volvió a llamarla. Ella se detuvo, escuchó aquella voz y no era cualquier voz: era aquel que la había salvado en varias ocasiones. No sólo eso, era aquel del que ella estaba enamorada. Esa voz confiada, segura que parecía tener siempre la ultima palabra y que siempre llegaba cuando ella lo necesitaba.
Anzu corrió, su corazón rebosaba de alegría: él siempre estaba para ella cuando más lo necesitaba. Y ahora, más que nunca quería volver a oírlo y conocerlo en persona. Siempre había sido sólo una voz, pero en esta ocasión podría verlo y agradecerle como debía. Corrió y se tropezó agarrándose de un ladrillo en la pared que activo otra trampilla desapareciendo el suelo debajo de ella. Anzu se agarró del borde del piso, mientras su cuerpo colgaba. No creía tener fuerzas para subir por ella misma: estaba lastimada y cansada. Pero volvió a escuchar su nombre con aquel tono de preocupación y pensó que todo iba a estar bien si él la ayudaba.
—Anzu, toma mi mano —le dijo poniéndose de rodillas y extendiendo su mano hacia ella.
Anzu no podía creerlo: era Yugi… ?Y no! No era el Yugi que ella conocía. Hasta su postura era diferente de aquel que ella veía a diario. Era diferente, era como otro Yugi, pero ?cómo? ?Por qué? No lo entendía, pero sí entendía, sin dudarlo que iba a entregarle su corazón a él. A esa única persona que hacia que latiera de manera desenfrenada, como un tambor en plena canción.
—Sujétate fuerte —le pidió él, sin embargo, al jalar a Anzu, parte de la trampa que había activado antes se completó y del techo cayeron espadas clavándose en el suelo alrededor del pozo que estaba ahí. Yugi se lastimó la mano por causa de ello y soltó la mano de Anzu, precipitándose al vacío.
?l se apresuró y se lanzó hacia el suelo, aferrándose al borde intentando alcanzarla, pero ya era tarde: Anzu cayó en la oscuridad que se abría debajo sin poder alcanzarla. Gritó su nombre con todos sus sentimientos oprimiendo su pecho. Había hecho lo posible por mantenerla a salvo, pero no podía mantenerla a salvo de su propia mente.
El otro Yugi no conocía las dimensiones de lo que había ahí dentro, no sabía ni tenía recuerdos más allá de los que Yugi le permitía obtener: él mismo era un misterio para él mismo. Pero sabía que quería salvarla, sin pensar en los riesgos que corría, tomó una de las espadas y se lanzó a su búsqueda.
Así, él no pasa día sin que recorra cada pasadizo intentando hallarla y salvarla de sí mismo.
Después de una fuerte caída, Anzu despertó en el suelo. Tenía una herida en la cabeza que sangraba y no le permitía ver bien con su ojo izquierdo debido a la sangre. De nuevo, la oscuridad volvía a ser la protagonista de aquel lugar ?justo cuando tenía esperanzas de salvarse! Pero tenía la tranquilidad de que Yugi estaba cerca, de que él iba a salvarla, pero debía poner de su parte. Se puso de pie tambaleante y comenzó a caminar en la oscuridad, lenta y ansiosa a la vez. De haber estado al 100%, habría salido corrido gritando su nombre, pero ahora… necesitaba un buen descanso.
—?Yugi? —Volteó al sentir la respiración de alguien tras suyo, pero a medida que se acercaba, era más fuerte: aquello no era humano. Anzu retrocedió, tenía el presentimiento de que no era algo bueno: eso no era Yugi. Corrió ya sin importarle qué es lo que le sucediera, había algo ahí y debía esconderse en algún lugar, donde fuera. Pero no tenía idea de dónde. Hasta que llegó al final del pasillo: una encrucijada. Volteó y se dio cuenta de que el único camino era por donde venía la bestia, entonces, debía pensar la forma de esquivarla, aunque llevaba todas las de perder cuando ellos sí podían ver bien en la oscuridad y ella apenas se adaptaba al medio con todas las limitaciones que un humano tenía.
Se puso de cuclillas y buscó algo con qué pelear, podría darle en el ojo y aprovechar ese momento para correr lejos, pero apenas había algo que pudiera servirle a ella. Cuando al fin encontró una piedra, sintió el aliento en su espalda y un olor a azufre muy fuerte. Al voltear, las fauces de la bestia estaban abiertas, sobre ella, lista para comerla.
?Hola, gente linda! ?Cómo están? He empezado el Fictober del Club de Lectura de Fanfiction. Este es el primer fic que hago para el reto y el primero que hago de estos personajes ?Hace mucho quería escribir de ellos! Y cuando vi que uno de los prompts era "escaleras a ninguna parte" estaba segura de que iba a usarlos. Y aquí lo tienen. Este es de la tabla de clichés de terror.
No sé si usaré a los mismos personajes, pues, pretendo tener varios fandoms en el resto del reto, pero es posible que vuelva a escribir sobre ellos.
Espero que les haya gustado.
?Un abrazo!