Disclaimer: Nada de esto me pertenece (por desgracia), sino que es obra de Leigh Bardugo. Si no, ahora mismo viviría en Ravka con Nikolai y tendríamos muchos hijos.

Nota inicial: Esta escenita no habría existido si no hubiera sido por Ana, así que es enteramente suya. Gracias por todo, siempre.


"Libertad"


When I see your face
It's like I hit rewind
Because you're on repeat
Just like so good in Sweet Caroline

Sticky; The Maine


A veces, Nina no sabía discernir la realidad de los delirios febriles fruto de la jurda parem. Los días se habían estirado como un gofre pasado, hasta convertirse en un cúmulo de horas que solo alargaban su sufrimiento. Había escuchado a Wylan y a Jesper visitándola, pero no estaba segura de si Kaz había acompa?ado realmente a Inej una vez o solo lo había imaginado, de la misma forma que no podría jurar si Matthias había permanecido a su lado en todo momento, custodiándola como una estatua. Cuidando de ella como su peculiar drüskelle.

Conociéndolo, seguramente sí.

Una oleada de dolor le dobló el cuerpo sobre la mesa de madera caliente, como si su propia esencia quisiera escapar de ella por el pecho, con los dientes afilados y las garras por delante. Al momento, Matthias se levantó y la agarró de la mano, susurrando una oración en fjerdano que hizo que Nina pusiera los ojos en blanco incluso en el estado en el que estaba.

—Matthias —lo llamó, en un jadeo que le sonaba ajeno. Sintió los ojos del drüskelle sobre ella y se forzó a componer una sonrisa febril—. ?Sabes qué… qué puedes hacer por mí?

—Lo que sea. ?Quieres que llame a Inej? ?Necesitas a…?

—Un beso, Matthias. Necesito… un beso. ?Qué tiene… qué tiene que hacer una mujer para conseguir uno… por aquí?

Porque quizás era el último que le daba y porque así, estaba segura, conseguiría callarlo unos segundos. Al fin y al cabo, su dios la odiaba por ser una drüsje; dudaba que Djel fuera a ayudarla en ese estado. Había coqueteado con los límites de la magia, algo inimaginable para los fjerdanos, y ese era su merecido castigo.

De todas formas, quién necesitaba a ningún dios cuando los labios de Matthias, fríos sobre los suyos calientes, tenían un efecto balsámico sobre su maltrecho cuerpo. Por un instante, pudo sentir un fogonazo de vida y fue como si volviera a ser la misma Nina Zenik de siempre.

Pero como todo lo que había ocurrido en la sala de curas improvisada, no estuvo segura de que el beso hubiera sido real cuando acabó. A lo mejor era un sue?o, como la visita de Kaz. Aunque incluso en ese caso, tuvo muy claro que lo prefería mil veces a cualquier dulce de Ketterdam.

Había sabido a esperanza, a libertad, a una promesa irrompible. Era más que suficiente para seguir luchando.

Era lo único que importaba.


Nota de autora:

Entrar en el Grishaverso ha sido catártico para mí este a?o y, aunque me da mucho respeto tocar la obra de Leigh Bardugo, cuando alguien te pide que escribas de su OTP, te callas y lo haces. Espero que os haya gustado y muchas gracias por leer.