Siempre había vivido en esa casa, pero ahora le parecía enorme, más grande que su vida misma. ?Siempre hubo tanto espacio alrededor del futon? ?Y la cocina era tan grande? ?Por qué tenía una mesa para cuatro si vivía solo? ?Por qué estaba solo? Takuto no podía con todos los sentimientos que se debatían en su interior. Lo único que quería era volver a la normalidad, pero no tenía idea de cómo. Kouji lo ignoraba y hasta estaba con una mujer ?Una mujer! Y de manera estable, justo él que siempre saltaba de amorío en amorío sin que le importaran los sentimientos de los demás. Eso lo había aprendido de su madre, viéndola a ella Kouji aprendió que entregarle el corazón a alguien era una perdida de tiempo y que más valía un puterío en la prensa que un corazón destrozado.
—Y te vuelves monógamo ahora —se rio al borde de una crisis de nervios. Se acostó en el futon y miró el techo. Necesitaba pensar en algo y poner en orden todo lo que había pasado antes—. Me levanté y aparecí aquí —dijo haciendo memoria extendiendo la mano hacia el techo y cubriendo el foco con su dedo. Y de repente, se levantó con un recuerdo en la cabeza: había sido atropellado por un auto que manejaba Akihito. Recordó al maldito bastardo saliendo del auto para cerciorarse de que estuviera muerto— ?Reencarne? No, no puede ser posible. Son puras estupideces —trató de calmarse y de pensar alguna otra posibilidad ?Fue una pesadilla el accidente? ?l no tenía ninguna herida y recordaba que cuando el auto lo golpeó, se hizo varias. La mano que tenía el anillo de Kouji estaba llena de su propia sangre y varios rasgu?os. ?l no tenía nada similar en el brazo, en ninguna parte. Solo mantenía la cicatriz en su cadera, aquella que nunca se iba a borrar.
Se echó en la cama de nuevo con la terrible idea de que se estaba volviendo loco. Todo era culpa de Kouji. ?l había llegado a su vida a ponerle el mundo de cabezas, a destrozar su tranquilidad y a crear esa horrible necesidad de él. Y él le creyó y lo necesitó tanto como el cantante lo necesitaba.
—Te odio —dijo viendo su anillo, aún llevaba puesto el suyo… ?Y había perdido el de Kouji! Si lo recuperaba, quizá…
Se acomodó en el futon y se durmió. Tenía una nueva idea e iba a ponerla en marcha por la ma?ana.
Kouji estaba encima suyo, con el torso desnudo. El cabello blanco caía como una lluvia sobre sus hombros y sus ojos tristes lo miraban. De nuevo estaba esa mirada tan cargada de dolor, observándolo.
—?Quieres ver hasta donde estoy dispuesto a llegar por ti? —preguntó desesperado. Takuto seguís indiferente a sus palabras, quiero, dejando que hiciera y dijera lo que se le antojara— muérdeme. Muérdeme tan fuerte hasta que sangre y me ahogue con ella. Hazlo.
Sintió sus labios sobre los suyos, deseándolo de manera voraz y ansiosa. ?l no le hizo caso ni le correspondió. Kouji se separó de él y apoyó la cabeza en el hombro de Izumi.
—Eres un cretino. Y estás loco —fue su respuesta— te odio.
—Yo te amo.
—Te odio. Te odio ?Te odio!
—?Y yo te amo! —gritó Kouji con lágrimas en los ojos sosteniendo las mu?ecas de Izumi— que tú me odies no me hará amarte menos. Eso jamás pasará.
Izumi abrió los ojos. El sue?o había sido tan vivido que le dolía. Sus palabras fueron hirientes, y el desesperado amor de Kouji era abrumador. Lo recordó en un sue?o, en el peor momento de su vida.
—Mentiroso —dijo hundiendo la cara en su almohada— bastardo mentiroso.
Estaba perdido y cada vez se le hacía más difícil llevar ese momento. Después de todo lo que lo había perseguido, de tantas canciones de amor, de tanta locura que había invertido en cada accionar, en cada palabra dicha. Todo terminaba así. ?l de nuevo en su cuartucho y obligaciones; Kouji volviendo a andar con mujeres hasta aburrirse de una y cambiar y por otra.
Se levantó de la cama, se cambió y salió de la casa. Iría a ver a Shibuya, quería saber un poco más de Kouji y su cambió tan repentino con él.
Tocó el timbre de la casa y esperó a que saliera. Shibuya fue el que abrió la puerta, muy desarreglado. Izumi quedó pasmado al verlo. Jamás, ni en sus peores momentos había visto a Shibuya de esa manera. Tenía el cabello revuelto y brillante, parecía que llevaba varios días sin lavárselo; unas ojeras horribles debajo de sus ojos y apestaba tabaco y alcohol. ?l hizo lo posible para disimular sobre su aspecto y el mal olor que tenía encima. Le recordó a cuando encontró a Kouji en la basura y antes de que el recuerdo lo perturbara, intentó hablar, pero Shibuya se le adelantó:
—?Quién carajos eres y qué quieres? —preguntó con gesto desagradable mientras se limpiaba el oído con el dedo me?ique.
—Quería hablar de Kouji —respondió de manera tímida en cuanto le habló así. Takuto no terminaba de entender qué es lo que pasaba, pero tenía el presentimiento de que nadie iba a poder ayudarlo. Ni siquiera Shibuya— ?Tampoco me recuerdas?
—?Por qué debería? —se río sarcástico y se apoyó en el marco de la puerta, haciendo un esfuerzo por mantenerse de pie— ?qué quieres con Kouji? No me vayas a decir que ese cretino ha hecho algo estúpido de nuevo y ha hecho llorar a Seiren porque lo mataré.
—?Seiren?
—Mi hermana, la novia de Kouji. En serio, ?quién carajos eres? —Se frotó la frente y volvió a mirar al extra?o frente a su puerta— ?Sabes? No me importa. Los problemas que tengas con Kouji, arréglalos con él. No quiero meterme en su mierda. Quiero dormir —dijo irguiéndose y cerrándole la puerta en la cara a Takuto.
El desasosiego lo golpeó fuerte y lo dejó sin muchas esperanzas frente a la puerta cerrada. Otra más que se cerraba y sus oportunidades de estar con Kouji se reducían. No tenía a nadie más a quién recurrir. Eran los dos solos y sólo podían confiar en Shibuya. Kouji no tenía amigos ni una familia que lo consolara. ?l, además de sus hermanos, no tenía a nadie tampoco, entonces, se preguntaba qué es lo que haría ahora. Era claro que no era un sue?o, era una pesadilla. Su problema es que resultaba demasiado real, demasiado difícil de llevar, dolorosa como pocas y desesperante como jamás imaginó.
—Maldición —apretó los pu?os mordiéndose el labio y se dio la vuelta. Desde que había visto a su madre asesinar a su padre e intentar matarlo a él no se había sentido así de perdido y desesperado. ?Qué haría ahora? La opción sensata era seguir su vida sin él. Tenía su trabajo, cuentas que pagar, la ayuda al orfanato, sus hermanos, el futbol— me gustaría jugar al futbol —dijo caminando hacia su casa. Buscó la pelota y se puso sus botines para salir a la cancha. Sólo, sin portero ni equipo, Izumi pateó la pelota hasta el cansancio. La noche cayó y él seguía en la cancha, jugando solo, repitiendo una y otra vez lo mismo hasta que su cuerpo llegó al límite y se tiró al suelo mirando el cielo.
Izumi no tenía muchas ideas. Apenas había visto que en su billetera había dinero para comer; si intentaba algo, tenía que ser pronto o debería olvidarse de todo y volver a su antigua rutina, aquella que tenía cuando el cantante no había llegado a su vida. Aunque por mucho que lo hubiese deseado antes, ahora se sentía incomodo con esa idea.
Convencido de que no era un sue?o, decidió marcharse al lugar donde había sucedido el accidente y encontrar el anillo de Kouji. Si todo lo que estaba pensando era cierto, justo después de ver el brillo del anillo, deseó esto y quedó inconsciente. Si todo salía bien, podría encontrarlo y volver a desear algo ?podría?
—Si existe un Dios, ayúdame ahora —rogó Izumi yendo en contra de todas sus creencias al llegar a la calle. Era ridículo pensar que un anillo caro como el que Kouji tenía podría seguir en una calle tan transitada. Seguro alguien lo habría visto y lo levantó, pero contaba con la esperanza de que no. La esperanza era lo único que lo mantenía estable ahora.
Se puso de cuclillas y empezó a revisar el suelo. Era ese el lugar del accidente, debía estar ahí cerca. Revisó muy de cerca la vereda y el cordón cuneta de un lado sin encontrar nada. Procuró mirar la calle también en lo que iba gateando por ahí. La gente lo miraba extra?o, pero pasaban de largo antes de preguntarle nada. Izumi tenía cara de pocos amigos y ahora, concentrado en encontrar el anillo y con el ce?o fruncido, no parecía alguien a quien acercarse. Hizo lo mismo del otro lado de la calle sin tener éxito. No había nada por ningún lugar.
—Maldición —dijo revolviéndose el cabello y sentándose en el suelo. Apoyó sus brazos en sus piernas y se quedó viendo la calle— era ridículo después de todo —la decepción estaba cargada en su boca, en su cuerpo y en su alma. Lo extra?aba, lo extra?aba demasiado.
Cerró los ojos y sintió la voz de Kouji al cerrarlos, poniéndose alerta al instante: el negocio del lado sintonizaba la radio y sonaba una canción de él.
—?Por qué eres cantante? —se frotó los ojos, le picaban los sentimientos y le dolían los recuerdos— se supone que te hiciste cantante para encontrarme.
Shibuya casi lo mata cuando hizo aquello en el concierto. Kouji había dicho en pleno recital que iba a dejar su carrera porque se había hecho cantante sólo para encontrar a alguien y ahora que lo había hecho, no tenía razón para seguir con la música. ?l recordó con cari?o aquella ocasión. Kouji era un imbécil, pero era su imbécil.
Estoy impaciente. Estoy asustado
Estos dos sentimientos me están torturando.
?Por qué? Me das la espalda al pasar a mi lado
Este sellado recuerdo, me recuerda que me estoy ahogando en la lluvia.
—Ah, nunca le había prestado tanta atención —volteó la mirada hacia el local y pensó en Kouji una vez más. Nunca había ahondado tanto en las letras de sus canciones y lo había relacionado con él mismo ?así se había sentido cuando él lo ignoraba? A Takuto le había costado aceptar una relación, mucho más con un hombre ?Y Kouji sufrió así por su culpa?
—?De qué se trata esto? ?De que pase lo mismo que tú? ?No he tenido suficiente con lo que yo he vivido? —preguntó al aire y se puso de pie. Y comenzó a caminar.
El único camino que conocía era hacia Kouji, pero ahora habían separado sus rutas, sin embargo, quería volver a su mismo rumbo. Takuto no estaba pensando con claridad ya. Sólo repetía las letras de sus canciones en su cabeza y pensaba que tenía que pagar la culpa por ello ?era eso lo que quería Dios? Si era eso, se lo daría. Ahora estaba más seguro que nunca que lo haría.
Comenzó a andar más rápido y pronto, se vio corriendo por las calles. Estaba agotado, pero no iba a parar. Al llegar al dojo, vio a Kouji bajar del auto con su novia, Seiren y sintió celos. No quería ver a su esa mujer cerca de él, ?No podía soportarlo! Pero lo haría cambiar de opinión. O al menos, pensaba que podría hacerlo.
Izumi entró al dojo y lo siguió. Ya nada le importaba. Dentro estaban sus hermanos, hasta Nadeshiko estaba ahí, ?él sería capaz de hacerlo? Miró a Kouji y estuvo casi seguro de que sí. ?l lo miraba de aquella manera voraz y Takuto sólo pensaba que quería ser devorado por él. Quería que lo abrazara, que lo mordiera, que lo destrozara.
—Recorre mi cicatriz como siempre —dijo y se quitó su anillo, lo único que le quedaba de él.
Hirose estaba enfadado y había mandado a llamar a la policía, pero ninguno había dicho nada, mucho más cuando Takuto tomó una de las espadas de la pared y la desenvainó.
—Ahora sentiré tu dolor en mi propia piel —dijo con una sonrisa e hizo lo impensado ante todos los presentes: se cortó el brazo izquierdo. Quiso gritar, pero se contuvo de hacerlo, sólo atinó a sostener su mu?ón sangrante y apretarlo. La sangre escurría de su mano y en el suelo, estaba su brazo cortado, sangrando. Se puso de cuclillas y tomó su brazo y lo tiró encima de la mesa, salpicando a Akihito que entró en pánico al ver el miembro mutilado, al igual que Nadeshiko.
—?Eres un demente! —Era lo más suave que había escuchado.
Kouji seguía en shock viéndolo sin pesta?ear. Izumi se acercó a él y levantó el anillo con su mano escurriendo sangre:
—Esto fue un regalo que me diste en tu cumplea?os. Perdí el tuyo. Y te perdí a ti. Y no sabes cuánto deseo que vuelvas. Deseo que me abraces de nuevo, sentir tu respiración caliente en mi nuca. Kouji, quiero estar contigo —se sinceró en frente de todos. A Izumi nada podía importarle menos ahora. El dolor físico y emocional lo estaba consumiendo y todavía, su pavor a la sangre lo mataba. Acercó su mano a la mejilla de Kouji y lo acarició dándole un beso en los labios antes de quedar inconsciente.
El anillo brilló en el suelo.
—?Kouji! —gritó al despertar en la cama. Izumi estaba agitado y adolorido. Se frotó la cabeza y sintió algo en su mano y al voltear a ver, vio algo que lo asombró: tenía su mano y no sólo eso, Kouji la estaba sosteniendo. Takuto no sabía qué corroborar primero, si su brazo o Kouji. El calor de su piel sobre la suya era tan agradable, tan reconfortante— Kouji —murmuró y con su mano temblorosa, quiso tocar su cabello plateado. Brillaba tal y como lo recordaba, corto, hasta la nuca. ?Sería…?
Kouji se movió e impidió que lo tocara, se irguió y vio a Izumi despierto. Los ojos de Kouji brillaron por las lágrimas, soltó su mano y lo abrazó tan fuerte que podía haberlo roto. El brazo metálico le causó escalofríos aun sobre su ropa.
—?Eres tú? —preguntó Izumi aún en shock ?estaba con Kouji? ?De nuevo? ?Y no era un sue?o?
—Claro que soy yo —dijo con voz ahogada y él subió sus manos con miedo hacia la espalda del cantante. Takuto tembló antes de afirmar sus manos en su cuerpo y apretar su ropa entre sus dedos: era él.
Se separó de él y vio de nuevo esa expresión triste. Takuto sostuvo su rostro en sus manos y delineó todo su rostro, las líneas de expresión, sus labios.
?Quiero ser un hombre fuerte y hacerte feliz? pensó antes de besarlo con hambre y desesperación. Había deseado a Kouji desde el día del accidente y ahora que estaba en frente, no iba a dejarlo. Nunca más.
—No me dejes nunca —pidió Takuto en su oreja, golpeando con su aliento la piel de Kouji. Era extra?o no sentir su cabello largo, lo extra?aba, pero no más que a él.
—Sólo la muerte lo conseguirá —dijo Kouji con una sonrisa y lo abrazó.
—Siempre tan tétrico.
—Sólo soy sincero —respondió y se sentó a su lado en la cama, recostando la cabeza de Izumi sobre su pecho— no vuelvas a asustarme así. Creí que me iba a volver loco esperando que abrieras los ojos.
?l sintió lo mismo. Creía que iba a volverse loco esperando volver a verlo y sentirlo de nuevo. Kouji era cálido al tacto y ese calor era algo que había extra?ado sentir sobre su piel, aun ahora, aun con el frío de su brazo, la calidez que emanaba de su cuerpo lo arrullaba y le daba tranquilidad.
Izumi enlazó su mano con la de él.
—Cántame algo. Quiero dormir escuchando tu voz —pidió cerrando los ojos, acomodándose contra su pecho.
Kouji acarició su cabeza y lo cubrió mejor con las sábanas antes de empezar a cantar.
Izumi fue cayendo lentamente en el sue?o.
Estoy aquí
Incluso si estás deprimido
Hay una persona que es tan importante
Si esa persona no me escucha
No tengo canciones
Si te puedes quedar
No necesito nada más.
?Nada más!
?Hola, gente linda! ?Cómo están? Les triago la conclusión de este fic. Ha sido todo un reto hacer algo como esto, pero lo he disfrutado como nunca. Siempre es un placer escribir para este fandom y recordar eventos del manga.
Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo.
?Un abrazo!