Los Amamiya

Prólogo

—Agradezco mucho que hayas hecho un hueco en tu apretado horario para venir a verme. Fujitaka me explicó previamente que este es el único día que tienes para descansar.

—De hecho tenía otros planes, pero papá me insistió en que necesitaba decirme algo importante— Respondió escuetamente el joven de piel bronceada, mientras recibía la taza de té que le ofrecía él impasible se?or sin cambiar la expresión seria de su rostro.

En realidad lo único que tenía que hacer era la cena (cosa que su padre se ofreció amablemente a preparar en cambio de que acudiera a aquella cita), pero quería dejarle claro que no estaba ahí por gusto.

De hecho, si no fuera porque su progenitor podía ser una verdadera molestia cuando se lo proponía, juraba jamás hubiera puesto un solo pie en aquella propiedad.

El sol vespertino brillaba con agresividad sobre sus cabezas siendo una especie de paraguas inmenso, las abundantes plantas a su alrededor y una laguna cercana quienes los protegían del inclemente clima veraniego que allí parecía más bien una eterna primavera, pero aunque con la temperatura tan insoportable que había en su país en esa época cualquiera podría considerar tal escenario como una delicia, por muy bisabuelo suyo que fuera el anciano de más de ochenta a?os que tenía en frente, en lo único que Touya podía pensar en ese momento era en lo mucho que deseaba que escupiera rápido lo que quería decir para así poder salir de su incómoda presencia de una vez por todas.

—No se si sea tan importante como tu padre mencionó, pero al menos si tengo algo que darte— Explicó el anciano mientras daba un sorbo a su taza de té y miraba por encima de la misma al trigue?o que no fue capaz de disimular la expresión amarga que se dibujó en su rostro con solo escucharlo decir aquella frase. Casi podía adivinar lo que estaba pensando…

—?No cree que es un poco tarde para darme algo? Debió hacer eso cuando mi madre estaba moribunda y sin esperanza. En ese momento si que necesitaba mucho de usted.

Sus ojos marrones reflejaban ira y dolor, un reproche silencioso por los veinte seis a?os de abandono que contaba como única experiencia familiar de los Amamiya. En el fondo lo entendía. El que quisiera ofrecerle algo a estas alturas de juego era un insulto para él, y más allá de eso, el que le hubiera robado parte de su domingo solo para tal necedad le hacía sentir aun más enojado de lo que de por si siempre estaba.

—Es obvio que a diferencia de Sakura y tu padre, tú no has podido ignorar el incidente con Nadeshiko, pero si me dejas disculparme por ello yo…

—?Incidente? ?Disculparse?— El trigue?o lanzó una carcajada seca y amarga después de repetir aquellas palabras con indisimulada sorna como si lo que acabara de decirle solo fuese un chiste de muy mal gusto. Lo miró a los ojos con todo el desagrado que tenía dentro de sí para él.

—Permítame corregir el término que acaba de usar se?or Amamiya. Lo que usted hizo con mi madre se llama abandono. Eso no es sólo un incidente, es una acción consciente que usted tomó y que por a?os no se molestó en corregir. Y disculparse... Bueno, si una disculpa resolviera los problemas no necesitaríamos tribunales o cementerios. A su edad ya debió comprender que los errores no son algo que se remedie con solo presentarse como el abuelo rico y generoso que regala mansiones a los mismos nietos que no se molestó en ver crecer. Así que si mi padre y Sakura han pasado por alto ese hecho y actúan como si nada ha ocurrido es solo porque la sangre Kinomoto corre con fuerza por sus venas. A diferencia de mi que al parecer heredé la desalmada y orgullosa de los Amamiya.

A decir verdad esperaba que aquella provocación fuera suficiente para que el se?or de porte soberbio y mirada profunda se levantara en cualquier instante e indignado le gritara que saliera de su casa, pero no pudo menos que quedarse de piedra al escucharlo murmurar un "eso parece" y seguir impasible como si no acabara de insultarlo a él y a todos los suyos.

No entendía nada. ?Acaso reconocía que su familia era tan despreciable como expresaba o simplemente consideraba su comentario de tan poca monta que ni siquiera merecía una respuesta digna? Guardó silencio y desvió la mirada derrotado. Según parecía, irse de su presencia no sería tan sencillo como había creído, y eso por un demonio que lo fastidiaba.

El anciano elevó su mirada hacía él y en un discreto sondeo, pensó en lo casi hilarante que era ver como la vida le mostraba su propio reflejo en aquel joven de piel dorada, como le restregaba lo duro que es tener que enfrentar a alguien tan directo y cortante como él mismo.

Tomó otro sorbo de su té y llevó su vista a la enorme mansión que yacía a su derecha y que había obsequiado a su querida bisnieta Sakura cuando cumplió los dieciocho hacía casi dos a?os.

La misma había quedado tan aturdida con aquel regalo que se había comprometido a aceptarlo sólo si él seguía viviendo en ella. Por eso, aunque tenía decenas de casas entre sus propiedades, la mayoría más opulentas y cómodas que aquella, no fue capaz de decirle que no a un alma tan noble y pura, a una jovencita que no había dudado en mostrarle su amor a pesar de todo lo pasado.

Por ello debía reconocer que estaba algo aturdido con la reacción de su arisco hermano mayor, y es que, si bien era mas que obvio que tenían diferentes personalidades, jamás pensó que serían como el agua y el mismísimo aceite, aunque a simple vista eso era bastante obvio en realidad.

Touya, el hombre alto, serio y directo que tenía en frente, contrario a poseer un rostro lleno de inocencia y alegría como su hermanita, tenía facciones endurecidas y estoicas que irradiaban más madurez y experiencia de la que cualquier joven de veintitantos que hubiera conocido poseía. Contrario a tener los ojos llenos de brillo y calidez, aquellos profundos pozos marrones eran adornados por peque?as sombras debajo de los párpados, sombras que evidenciaban noches en vela y profundos desenga?os, y sus manos… sus manos en vez de suaves y gentiles estaban llenas de asperezas y cicatrices evidencia de trabajo duro y esforzado.

Era la viva imagen de alguien que tuvo que renunciar a su ni?ez prematuramente para dar la cara a la tragedia y ayudar a sus seres queridos a salir adelante, que había trabajado sin descanso para alcanzar sus metas y sue?os. De un alma en pena que había aprendido a defenderse sola y que no estaba dispuesta a dejarse humillar por nadie. Un hombre que lo odiaba a él y a los suyos y que para ser sincero tenía toda la razón del mundo para hacerlo.

—Me sorprendió mucho cuando tu padre me dijo que aun estás a media maestría. Pensé que solo tomaba dos a?os cursarla— Comentó calmadamente intentando poner fin al incomodo silencio, y aunque lo primero que vino a la mente del trigue?o fue decirle que eso no era de su incumbencia, se contuvo y diplomáticamente solo comentó que sus circunstancias no le permitían ir tan deprisa como quisiera. El anciano asintió en silencio mientras seguía tomando del líquido humeante.

—?Y por que no aceptaste entonces aquella beca que te ofrecieron para estudiar en el extranjero? Seguro que ya te hubieras graduado como tus demás compa?eros.

—Y hubiera tenido que pasar dos a?os lejos de mi padre y hermana. Se que no sabe muchas cosas de mi, pero preferiría destrozar mis manos trabajando de sol a sol a abandonar a mi familia por buscar mi propio beneficio.

—Reconozco que eso es muy loable. Pero tengo entendido que a pesar de esa resolución que tienes, sigues estando estancado justo a la mitad de tus estudios debido a tu tiempo y recursos limitados.

—Adivino… eso también se lo dijo mi padre— Bufó con algo de fastidio mientras entrecruzaba los brazos profundamente incomodo por el rumbo que estaba tomando aquella conversación.

Amaba a su padre, en serio. Pero la idea de que anduviera de vieja chismosa contándole sus penurias al enemigo no le hacía nada de gracia por muy cierto que fuera que con su horario de trabajo y las inmensas cuotas que la única universidad en Tokio con dicho programa de estudio exigía, le era imposible hacer mas de uno o dos créditos por trimestre.

Pero al fin y al cabo eso no le importaba. Sakura ya estaba a mitad de carrera y su padre casi se jubilaría. Claro que era un fastidio ser el único de sus compa?eros que aun no se había graduado, pero al fin y al cabo era lo que podía permitirse por ahora y lo que estaba dispuesto a hacer. Ya terminaría sus estudios algún día.

—Como sea, no creo que sea para esto que me citó hoy. ?Por que no se salta la tertulia y me dice que es lo que quiere?

—Bien, entonces vayamos al grano— Propuso serenamente mientras apoyaba sus brazos sobre la mesa y entrecruzaba sus dedos debajo de su mentón—. Como bien sabrás nuestra familia es due?a de una de las empresas de mayor patrimonio en el país. Parte de esa empresa le pertenecía a tu madre como mi descendiente y como ella falleció, se supone que sus hijos…

—Ya veo por donde va su propuesta y la respuesta es no. No necesito su limosna caritativa para salir adelante, así que no pierda su tiempo.

—No te estoy ofreciendo dinero Touya. Me has dejado muy claro que prefieres morir antes que aceptar algo de mi mano— Sacó un trozo de papel de su chaqueta y se lo extendió ante la mirada confusa de su bisnieto—. Lo que quiero es ofrecerte un empleo mejor pagado del que estás. De hecho, solo te ofrezco una entrevista con el gerente. El que te quedes o no dependerá de tu capacidad y no de que seas hijo de una Amamiya. Preséntate en esta dirección con tu hoja de vida el lunes a las diez de la ma?ana si te interesa mi propuesta, de ahí en adelante todo dependerá de ti. Si te quedas, ajustaremos tu horario para que vayas a la universidad mas frecuentemente y de ser necesario asignaremos parte de tu trabajo para que lo hagas en casa. Los demás detalles te serán explicados si aplicas para el puesto. Claro, eso en el supuesto caso de que vayas a la entrevista.

El trigue?o miró con recelo el papel que le extendía el anciano y analizó por unos segundos si sería sabio aceptar su propuesta. Era cierto que su trabajo era un asco y que necesitaba una buena referencia si quería ser aceptado como docente algún día, pero el que de buenas a primeras le llegara aquella tentadora oportunidad nada más y nada menos que de la mano de ese anciano le olía a gato encerrado. ?Tch! Alguien allá arriba debía odiarlo mucho.

—Aceptaré la dirección pero no significa que iré, Amamiya— Sentenció arrastrando la última palabra con desdén mientras tomaba el papel de sus arrugadas y débiles manos y se ponía de pie dispuesto a marcharse del lugar.

El anciano siguió ahí impasible como si el que fuera o no tampoco le importara demasiado, y concluyendo en que no recibiría una invitación formal a quedarse o al menos unas palabras de despedida, el trigue?o hizo una leve reverencia solo por cumplir y sin mediar más palabras con él, salió del recinto abordando la moto que había dejado en el amplio parqueo provocando que el anciano al fin se dejara caer en el asiento mientras se permitía liberar toda la tensión que tenía acumulada resultado de aquella engorrosa conversación.

?Por un segundo pensó que ni siquiera aceptaría aquello! Menos mal que le hizo caso a Fujitaka y no dijo lo que en verdad quería proponer.

Se quedó unos instantes más mirando el espacio vacío que había frente a él, y pensó en lo diferentes que hubieran sido las cosas si hubiera salido corriendo a ver a Nadeshiko en las cientos de ocasiones en que se vio tentado a hacerlo.

Si lo hubiera hecho, si no hubiera sido tan orgulloso, tal vez en vez de llamarlo Amamiya a secas y limitarse a sentarse tiesamente en una silla frente a él, hubiera podido expresarle lo mucho que lamentaba todo lo que últimamente le había ocurrido y hasta hubiera logrado que su único nieto le llamara abuelo al menos una vez antes de morir.

Pero no tenía caso pensar en el pasado, debía asegurarse de hacer todo lo que estuviera en sus manos para darle lo que le negó en un principio, aunque para ello tuviera que ponerlo de rodillas en su regazo y darle de nalgadas.

"Aquello definitivamente sería algo digno de fotografiar".

Era lo que seguramente hubiera dicho su bisnieta mientras reía por lo bajo y sus ojos amatistas brillaban llenos de entusiasmo ante la simple idea de capturar semejante haza?a familiar. Hacía tanto que no veía a Tomoyo, que realmente le pesaba no haber insistido un poco mas en que el que viajara al extranjero no era necesario por mucho que Sonomi insistiera en que merecía la mejor educación. Después de todo, aunque aquel era ya su segundo a?o viviendo lejos y sus estudios iban bien, su supuesta felicidad no terminaba de convencerle.

Ella, siempre tan sonriente, tan amable y concienzuda. Ella, que jamás hacía berrinches y mucho menos se comportaba con rebeldía. Ella, la hija perfecta, sin mancha ni arruga, sin cambios de humor o inseguridades, sin angustias o sublevaciones. Era tan educada y serena, tan primorosa y acertada, tan sublime y apacible… que de sus tres bisnietos era la más difícil de descifrar.

Fujitaka miró disimuladamente a su hijo por el rabillo del ojo mientras el trigue?o yacía sentado a su lado comiendo más silenciosamente que de costumbre. Se le veía reflexivo, perdido en sus pensamientos. Aquella conversación con Masaki en serio le había provocado un gran dilema mental y el pobre estofado que había hecho con tanto cari?o y que él no dejaba de pinchar con su tenedor había sufrido las consecuencias.

Lo vio ponerse de pie con el plato aún a medio terminar y llevando las vasijas hasta el lavabo después de darles las buenas noches sin siquiera mirarlos, salió de la cocina con dirección al segundo piso donde después de haber cerrado la puerta se dejó caer sobre la cama de espaldas.

"Lunes 10:00 am".

Escuchaba a su mente repetirle una y otra vez aquella fecha mientras veía el papel que contenía la dirección del lugar al que había sido citado. Conocía bien el edificio. Era una de las estructuras más impresionantes que había en el centro de Tokio. Cada vez que iba a la universidad se veía obligado a fijar su mirada en aquel enorme complejo que no podía pasar desapercibido, pero lo único que pensaba en esos momentos era en la considerable suma de dinero que debía valer aquel activo fijo de los Amamiya.

—Seguramente lo suficiente para dar de comer a un país en hambre— bufó entre dientes mientras fruncía el ce?o.

Desde ni?o había detestado el hecho de que mientras algunos tenían que quemarse las pesta?as trabajando de sol a sol para tener solo lo básico, otros que habían tenido la fortuna de nacer en cuna de oro, tenían a su alcance la posibilidad de hacer todo lo que desearan sin necesidad de esforzarse demasiado.

Aquellos seres prepotentes y soberbios según su perspectiva, miraban al mundo por encima del hombro y vivían vidas llenas de excesos y opulencia, mientras otros tenían que conformarse con lo que la vida le pusiera en las manos por su duro trabajo. Eran despreciables según su perspectiva y conociendo su punto de vista, su padre le daba constantes sermones enfatizando una y otra vez la importancia de la familia y de pasar por alto los errores pasados de los demás. Sermones que aparte de molestos le parecían de por más desacertados.

Claro que valoraba la familia más que nada en el mundo y por los mil demonios que comprendía que todos merecen una oportunidad para vindicar sus errores, pero los actos de el anciano a sus ojos eran tan despreciables, malvados y crueles que cruzaban por mucho la brecha de lo que él consideraba un simple error. Por su culpa había conocido la pérdida a muy temprana edad. Por ellos había tenido que criarse sin más familia que su hermana y su padre. Por causa de su falta de interés y su maldito orgullo su madre había muerto cuando apenas empezaba a vivir.

Limpió sus ojos con aspereza mientras se reprendía a sí mismo por las lágrimas traicioneras que amenazaban con salir de sus ojos al pensar en ella. Aún no entendía porque después de quince a?os de lo ocurrido cada vez que aquel recuerdo golpeaba su memoria sentía como su corazón se ahogaba en la tristeza.

Su padre se había esforzado por que sus hijos recordaran a su esposa como la mujer hermosa y sonriente de las fotos que colocaba cada día en la sala, que la recordaran como la persona que era cuando aun su salud estaba intacta. Pero a pesar de eso él aún tenía vivo en su memoria el doloroso recuerdo de la ultima vez que la vio con vida. El recuerdo de su tez pálida, su rostro desmejorado, su cuerpo delgado hasta el extremo, sus fuerzas llegando a su límite…

Era tan descorazonador, tan injusto, tan doloroso, era ella consumida por aquella terrible enfermedad que le provocaba tanto dolor mientras poco a poco acababa con su vida, mientras se robaba su esplendor, su alegría, su esperanza. Y ellos… ellos que decían ser su familia, que decían amarla más que a nadie, ellos podrían haber hecho algo, ellos pudieron haberla ayudado, Masaki Amamiya pudiera haber aceptado recibir a aquel ni?o que llegó empapado frente a su puerta para suplicarle que salvara a su madre, que no la dejara morir. Pudo haber demostrado que para él su madre era más importante que su estúpido orgullo… pero no lo hizo.

—?Porque diablos tendría que aceptar algo tuyo ahora, Amamiya?— Musitó con amargura mientras estrujaba aquel papel y lo aventaba a la basura, tras lo cual cubrió su rostro con sus manos mientras intentaba serenar sus emociones.

No debía derrumbarse, no debía dejarse consumir por el dolor. Prometió a su madre que no dejaría que aquellos recuerdos tristes robaran su felicidad. Que ayudaría a su padre a cuidar de su peque?a hermanita y se aseguraría de que ellos no sintieran demasiado su ausencia. Ese era su objetivo en la vida y ninguna sombra del pasado lo haría fracasar en ello.

—Hijo, ?Puedo pasar?— Escuchó preguntar detrás de la puerta después de ligeros toques e incorporándose de inmediato se colocó frente a la computadora y fingió haber estado trabajando en algunos documentos. Su padre le había traído el postre dado que se había marchado antes de que pudiera dárselo, y viendo el trozo de tarta de su sabor favorito supo que desde el principio todo aquello estaba cuidadosamente planificado.

—Masaki me dijo que te ofreció una entrevista de trabajo para el lunes. ?Irás?

—No lo sé— Contestó mientras para sus adentros condenaba a su padre por haber recibido la vejez con el pasatiempo de mantener tertulias acerca de él con aquel anciano. Pero aunque podría aprovechar el momento para reclamarle por la información confidencial que había filtrado a líneas enemigas, sabía que una discusión con su padre era algo que simplemente no ganaría.

Fingir indiferencia y obviar el tema parecía ser su mejor carta en ese momento si no quería escuchar uno de sus monólogos morales.

—?Ah sí? El único papel que hay en el cesto de la basura me dice que ya tomaste una decisión— Se?aló su padre interrumpiendo su análisis estratégico y al verlo sonreir satisfecho al verlo tensarse ante su observación, supo con certeza que ya lo tenía completamente acorralado.

—?Viniste para decirme que acepte la entrevista, papá?

—Sólo vine para sugerirte que no rechaces de plano esa oferta. Has estado esperando una oportunidad como esa hace tiempo, no sería sensato rechazarla sólo porque no has podido perdonar a la familia de Nadeshiko.

—?Que te hace pensar que no los he perdonado? Que yo sepa hoy estuve en casa de Amamiya y hasta tuve una conversación con él. ?Cómo llamas a eso? - Indagó el moreno con cansancio lanzando un bufido mientras entornaba los ojos al escucharlo decir que eso solo era ser civilizado.

Ser civilizado era no decirle todo lo que llegó a su mente cuando lo tuvo frente a él. Comparado con eso, la haza?a de ese día lo hacía sentir como un santo. Un suspiro lleno de cansancio de parte de su progenitor lo llevó a dirigir su mirada nuevamente en su dirección mientras este colocaba las manos sobre sus hombros y lo miraba con infinita ternura. A veces odiaba que su hijo fuera tan terco, pero sabía bien que detrás de esa actitud impenitente e inamovible había un hombre lleno de amor y entrega, que solo necesitaba un empujoncito para dejar de lado todos esos rencores que no hacían más que envenenar su corazón.

—Sabes que has perdonado de verdad cuando puedes recordar el pasado sin sentir más dolor. Y tú, hijo mío, tienes mucho dolor atascado aquí— Se?aló mientras ponía sus dedos en el pecho de Touya como si estuviera explicándole a un ni?o de cinco a?os que ser generoso no era lo mismo que darle a rega?adientes el pedazo más peque?o de una galleta a su hermana.

Touya suspiró resignado. En el fondo sabía bien que su padre tenía razón, que tenía mucho camino por recorrer para poder afirmar que había perdonado a sus familiares, pero llegar al extremo que afirmaba le parecía algo de por más imposible. "Pensar en el pasado sin que sintiera mas dolor".

—Si eso es lo que significa perdonar creo que jamás podré hacerlo— Aseguró mientras se encogía de hombros recibiendo a cambio una sonrisa del amable se?or que después del inmenso cambio que había sufrido su relación con Masaki creía viable cualquier cosa que a simple vista pareciera una imposibilidad.

—Solo necesitas darte una oportunidad de intentarlo. Y no hablo de ir a su casa y llamarle abuelito. Podrías comenzar con ir a esa entrevista.

El trigue?o suspiró cansinamente mientras se dejaba caer en el respaldo de la silla sabiendo que su padre lo tenía justo donde quería, mientras le reprochaba el hecho de que realmente si hubiera venido para convencerlo.

La verdad era que aceptar un trabajo no significaba necesariamente lo mismo que renunciar a sus sentimientos o ideales. Si lo contrataban podría terminar sus estudios antes de lo planeado y si no, al menos su padre lo dejaría tranquilo un tiempo. Odiaba admitirlo, pero salvo perder una ma?ana, aquello no tendría mayores repercusiones en su vida.

—Entonces, ?irás?

—Sólo si prometes que ya no andarás de boca floja con Amamiya. No me gusta que le digas mis cosas.

—De acuerdo. Aunque sabes que a veces olvido por accidente algunas promesas, es la desventaja de casi estar en mis sesentas.

—?Por favor, padre! Apenas acabas de entrar a los cincuenta y tienes memoria de elefante— Aseveró con fastidio mientras entornaba los ojos y lo veía caminar hasta la puerta a la vez que le ignoraba. Como dijo antes, ganar una discusión contra su progenitor era simplemente imposible. Aunque en su defensa, hacía unos postres exquisitos.

—Lo perdonarás. De eso estoy seguro— Susurró Fujitaka mientras apoyaba su cabeza contra la puerta ya cerrada, y pidiendo al cielo que todo saliera bien caminaba hasta la cocina donde había dejado a su hija hablando por teléfono con su mejor amiga. Su rostro lleno de emoción y su enorme sonrisa le indicó que había recibido muy buenas noticias de parte de la amatista a quien por cierto hace dos largos a?os que no veía. Le alegraba tanto.

Aquel verano sin duda sería bastante especial.