Capítulo 4:

—Maga Negra Sonea—dijo un guardia que entró a toda prisa en los aposentos que le habían sido asignados hace dos días — ha llegado una nueva misiva para usted.

—Gracias—respondió ella cuando le entregó el papel doblado—puede retirarse.

Abrió la carta con bastante expectación: "El paso es seguro, trate de no desviarse de su camino" venía escrito en el papel y, al lado, uno de los símbolos que su hijo le había ense?ado a identificar que los Traidores incluían en sus cartas para identificarse.

Fue hasta los aposentos que le habían asignado a Regin y, por las prisas, entró sin llamar a la puerta que, sorprendentemente, estaba sin cerrar con llave.

—Lord Regin, ha llegado una carta—comenzó diciendo hasta que se dio cuenta de que el mago estaba sin la túnica y que lo único que llevaba puesto era unos pantalones de dormir —?Lo siento muchísimo! —dijo dándose la vuelta con las mejillas sonrojadas por la vista.

—No pasa nada, Sonea —replicó él ante sus nervios y su sonrojo —dudo que sea la primera vez que ves a un hombre sin camiseta.

—Yo…—tartamudeó Sonea—debería haber llamado, ha sido una falta de consideración y respeto.

—De verdad, no pasa nada —dijo él tras ponerse la túnica—puedes darte la vuelta, no soy tan horrible—terminó diciendo para hacerla reir, no soportaba verla mal.

—Solo venía a decirte que ya podemos partir,—murmuró ella, sacando una peque?a sonrisa ante sus últimas palabras—y yo nunca he tratado de insinuar eso, Regin.

—Ya lo sé—dijo él riéndose— pues recojo mis pertenencias y podemos partir rumbo a Sachaka.

—Por cierto Regin, el comentario de hace unos días, antes de la cena—comenzó a decir Sonea.

—Solo era un comentario sincero, Sonea. Te sienta bien sonreír—explicó Regin tratando de quitarle importancia al asunto. Ese comentario se le había escapado sin que se diese cuenta.

—Gracias entonces—replicó ella—no me diste tiempo ni siquiera a responderte.

—Quería discutir con los guardias una serie de estrategias, ni siquiera pensé que quisieras responder a ese comentario—mintió él. Había huido porque temía la respuesta de la maga.

Sonea asintió en se?al de comprensión—nos vemos en media hora en la puerta exterior del Fuerte—dijo sonriéndole de nuevo.

Después de que la maga saliera de la habitación y cerrase la puerta, Regin, suspiró relajado. Pocas personas podían comprender lo que le había costado no ofrecerle a Sonea la posibilidad de que surgiera algo entre ellos en ese mismo instante. Teniendo en cuenta lo nerviosa que se había puesto ante una situación tan inocente, estaba bastante claro que la palabra rencor no correspondía con lo que sentía hacia él y eso significaba una clara victoria y un avance considerable en el propósito de conquistarla. Pero debía ir poco a poco, ya que estaba claro que aun no estaba lista para tal avance en su relación. Pero él era Regin de Winar de la Casa Paren y siempre tenía un plan para conseguir su propósito, en este caso, conquistar el corazón de Sonea.

Salió al exterior del Fuerte, y ante las terribles y desérticas tierra del páramo le esperaba Sonea que con su sola presencia ya conseguía hacer el viaje un poco más apetecible. Junto a ella aguardaba el carro que les llevaría a su destino, las tierras del país vecino Sachaka. Tal y como les había sido indicado, ambos habían cambiado sus túnicas de mago, con el incal del Gremio en la manga, por unas túnicas lisas negras que les hacían parecer de la misma categoría; aunque ella demostrará una decisión y una capacidad de mando claramente superior a la de él. Pero eso era algo que le encantaba de ella, que fuera capaz de llevar cualquier situación por muy dura que fuera.

—Podemos partir cuando quieras, Sonea—dijo cuando llegó ante ella—además, me gustaría comentarte una idea. Considero que es mejor y más seguro que dejemos a parte los calificativos del Gremio para levantar menos sospechas. —era la excusa perfecta para poder trabar una relación más cercana.

—Estoy de acuerdo, Regin. No nos conviene que nos descubran. A partir de ahora solo usaremos nuestros nombres y si en algún momento lo vemos muy peligroso nos inventaremos unos. —contestó ella—Tenemos comida de sobra y el paso asegurado, lo mejor es que salgamos cuanto antes.

Ambos entraron en el transporte y cuando se iban a sentar uno enfrente del otro, como de costumbre en los días anteriores, a Regin se le ocurrió una idea.

—Sonea, el otro día me resultó un poco incómodo el otro lado porque al ir al revés me mareaba un poco, ?te importaría que me sentara a tu lado? —preguntó él con su expresión más inocente.

—Si quieres te cambio el sitio, no me suelen afectar este tipo de cosas —dijo Sonea, sin darse cuenta de las intenciones de Regin.

—No, no, lo que menos quiero es que tú estés incómoda—replicó Regin—Estaremos los dos bien en el mismo lado, solo tenemos que desplazar nuestras cosas al asiento de enfrente.

Sonea dudó durante unos instantes pero al final aceptó y desplazó sus pertenencias al lado contrario, para dejarle sitio a Regin a su lado.

—No sabía que eras tan sensible al mareo —comentó mientras él se sentaba.

—Yo tampoco—respondió él con una sonrisa divertida—lo que aprende uno de sí mismo con los viajes.—terminó diciendo—Duérmete si quieres un rato, podemos hacer turnos para estar atentos a incidencias.

Ella volvió a dudar pero poco a poco sus párpados se fueron cerrando y, sin darse cuenta, terminó durmiéndose apoyada en el hombro de Regin, tal y como se proponía el mago con toda la estrategia que había organizado. Ni siquiera era capaz de describir el placer que sentía al verla tan relajada apoyada en él, con esa confianza que tanto le gustaría que tuviera cuando ambos estaba despiertos. Nadie era capaz de comprender lo que daría en ese mismo instante por poder pasarle el brazo por encima del hombre, acurrucarla entre sus brazos y darle un beso en su suave pelo. Pero eso no era aun posible, debía tener un poco de paciencia. Debía conquistarla poco a poco, demostrarle que intentar algo con él merecía la pena.

Pasaron las horas y Sonea continuó durmiendo apoyada en Regin que, a ratos, observaba con una sonrisa tonta entre sus labios. Era increíble cuan enamorada de ella estaba, tanto que ni él mismo era capaz de entenderlo. De repente, Sonea comenzó a hablar con los ojos cerrados y con un tono de voz alterado, pero sin moverse de su posición, lo que le hizo suponer a Regin de que se trababa de una pesadilla.

—No, por favor, no le hagas da?o a Lorkin—rogó en sus sue?os—haré lo que sea, lo que haga falta.

Regin no sabía si tratar de despertarla o no, porque no quería que sufriera pero tampoco quería que se alejara de él y sabía que, una vez consciente, sería lo primero que haría.

—Regin, por favor, ayúdame,—suplicó ella sin despertarse—necesito salvar a Lorkin. Necesito que mi hijo esté a salvo.

Al mago le destrozó el corazón ver como suplicaba su ayuda; si ella supiera que haría cualquier cosa con tal de verla sonreír, recurría más a él pero aún era demasiado pronto. Lo único que podía hacer ahora era despertarla.

—Sonea, Sonea, despierta —dijo con un tono de voz calmado, mientras le tocaba el brazo pero sin dejar de tenerla apoyada en el hombro. Quería que ella se diera cuenta de eso—es solo una pesadilla.

Sonea abrió los ojos parpadeando varias veces, en cuanto estuvo ligeramente consciente se dio cuenta del lugar donde estaba apoyada y desplazó rápidamente su cuerpo hacia el otro lado, ante la apenada mirada de Regin.

—Madre mía, no te puedes imaginar cómo lo siento, Regin. —Se disculpó con las mejillas sonrojadas—Yo… estaba teniendo una pesadilla terrible respecto a mi hijo y me habré apoyado sin darme cuenta. De verdad que te pido disculpas, no puedo llegar a imaginarme lo incómodo que habrá sido para ti.

—Sonea, tranquila. Si hubiera sido incómodo para mí, te hubiera apartado. En ningún momento me ha molestado que te apoyaras. —le explicó él con tranquilidad. —Si te he despertado ha sido porque te estaba viendo sufrir con la pesadilla.

—Aun así no es adecuado lo que ha pasado —argumentó Sonea aun nerviosa y sin cambiar de opinión—permíteme disculparme al menos, por favor—le rogó a Regin.

—Disculpas aceptadas, si es lo que te preocupa, — replicó él — aunque a mi me preocupa más que tengas pesadillas que te impiden descansar bien. Y que tengas pesadillas, por supuesto.

Tras esa última frase la cara de Sonea adquirió una palidez inesperada. Sabía que Regin salía en su pesadilla, pero teniendo en cuenta lo insegura que se sentía respecto a sus sentimientos por él, temía que hubiera dicho algo inapropiado, algo que Regin pudiera tomarse mal. Permaneció callada durante unos minutos, hasta que al final se atrevió a preguntarle.

—Regin — dijo en un tono de voz bajo.

—Dime Sonea —replicó el mago.

—?He dicho algo… inapropiado cuando he hablado en sue?os? —le preguntó muy nerviosa.

—?Inadecuado??A qué te refieres, Sonea? —contestó Regin con curiosidad.

—Algún comentario que pudiera hacerte sentir incómodo—explicó la maga en un tono más bajo aún, que sus anteriores palabras.

—Dudo que pedirme ayuda para que salve a tu hijo se considere inapropiado o incómodo —murmuró él—de todas formas, si hay algo que me tengas que decir es mejor que sea despierta que dormida, ?no? —inquirió en tono de broma, pero a la vez con curiosidad sobre que podría estar ocultándole Sonea. ?Quizás que sentía algo por él? No, eso era imposible. Ella no podía cambiar tan rápido sus sentimientos por él.

—No, no hay nada que tenga que decirte —contestó en un tono seco.

—Entonces, ?qué te preocupaba tanto que escuchara, Sonea? —inquirió él—?Qué me ocultas?

—?Quién te crees que eres para que tenga que darte explicaciones, Regin? Te recuerdo que soy tu superior—dijo ella bastante alterada.

—Yo…—suspiró él—perdona, me he metido donde no me llaman—terminó diciendo con un tono de voz dolido.

Regin giró la cabeza para que no viera la expresión de su rostro y decidió dejar la conversación antes de que se terminaran pelando, aunque estaba cada vez más seguro que Sonea le estaba ocultando algo y que no era relativo al viaje ni a su misión. Pero, por fortuna, tenía tiempo de sobra para averiguarlo.