Prólogo

- Así que, estás buscando el libro de las antiguas leyendas. La historia del demonio guerrero Sparda.

Cerró el libro de un golpe seco. Odiaba aquella parte. Siempre la odiaría. Buscar información era algo importante para una misión... y también la parte que más odiaba, aunque, para su eterna desgracia, tampoco tenía prisa. Ya no importaba, había perdido todo lo que le importaba y ahora solo había una única cosa que desease en todo el mundo.

- No es eso lo que estoy buscando. Déjame.- contestó secamente mientras guardaba el libro en las estanterías.

Venganza. Solo eso le quedaba. Vengarse del maldito cabrón que le había arrebatado lo que más amaba en todo el mundo.

Tenía 12 a?os cuando vio por primera vez morir a alguien. Aquel demonio apareció de la nada. Ninguno de los tres lo vio venir y, antes siquiera de que pudiese reaccionar, estaba en el suelo medio muerto y no tenía suficiente fuerza para alcanzar a Yamato. ?l había sido su primer objetivo. Dante sería el siguiente. Lo buscó con la mirada y lo encontró no muy lejos de él, de pie, paralizado y mirándole con los ojos abiertos de par en par y, con la poca fuerza que le quedaba le gritó.

- Huye.

No le hizo caso. No huyo y Vergil aun se preguntaba si lo que ocurrió después hubiese tenido un final distinto de haberle hecho caso Dante.

Recordaba como Dante se alejó del demonio un momento para coger a Rebellion. Le recordaba lanzándose contra él con una furia que nunca había visto en su hermano gemelo. También recordaba haber sacado fuerza de donde no creía tener, para alcanzar a Yamato... pero no llegó a cogerla. Algo le detuvo en su avance. El grito de una mujer, de su madre. Se había interpuesto en el camino de aquel demonio para proteger a Dante y ahora estaba muerta.

Su madre. Muerta.

Fue desde aquel día que se juró que no volvería a ver a nadie morir. No si de él dependia impedirlo.

Falló.

- Entonces ?Qué estás buscando?- le preguntó con voz profunda aquel hombre, si es que realmente se le pudiera definir como humano pese a que tuviese la apariencia de uno.

?Qué buscaba? Buena pregunta. Su mente no tardó ni un solo segundo en darle una respuesta.

Alina.

La había conocido teniendo dieciséis a?os. Un grupo de demonios borrachos (aquel día descubrió que algunos demonios podían emborracharse) se había colado en un pub y estaban destrozándolo junto con todas las personas que había dentro. Llegó a tiempo de evitar que alguien muriese, aunque pudo distinguir a varios heridos entre los escombros.

Una vez llegó Vergil, los demonios dejaron de ser un problema. Acabó con ellos tan rápidamente que casi nadie pudo ver como lo hizo y se fue antes de que alguien pudiese agradecérselo... alguien salvo ella. Le siguió calle abajo, en dirección contraria por la que se acercaban la policía y los servicios de emergencia al local. Le siguió hasta un oscuro callejón, pero al girar la esquina, vio que era un callejón sin salida en el que no había nadie. No podía habérselo imaginado. Estaba segura de haber seguido a aquel muchacho hasta allí. No podía simplemente haber desaparecido.

- Es peligroso meterse en callejones oscuros mientras persigues a un desconocido.

Se dio media vuelta, encontrándose con el chico al que había seguido, el que le había salvado la vida. Era alto y desgarbado. Tenía el mismo aspecto que suelen tener mucho chicos de su misma edad cuando dan el estirón. Llevaba unos pantalones vaqueros negros, una blusa blanca y una chaqueta de cuero negra que le llegaba hasta las rodillas. Era una ropa bastante informal y, sin embargo, tenía un porte de elegancia difícil de obviar. También logró distinguir, por encima de su hombro, la empu?adura de una espada. Con la poca luz que había en el callejón, pudo distinguir su cabello blanco, pero lo que más le atrajo de aquel chico fueron sus ojos. Pese a la oscuridad, los vio perfectamente. Eran azules, azul claro, como dos trozos de hielo, pero, con solo verlos, supo que no eran fríos por crueldad, si no por necesidad.

La había visto cuando la había salvado, pero no se había fijado suficientemente bien en ella. Era preciosa. Pelo casta?o ondulado, cayendo en cascada hasta casi su cintura, piel clara y dos grandes ojos azules de los que no pudo apartar la vista ni un solo segundo. Estaba casi seguro de que no era mayor que él. Y lo que más le sorprendió: sonreía. Pese a que cualquier persona en su lugar hubiese estado sorprendida o asustada, ella simplemente sonreía.

- Solo quería darte las gracias por lo que has hecho.- le dijo con una sonrisa.

Y se marchó de allí, dejándole solo, y Vergil sintió la imperiosa necesidad de correr tras ella, de abrazarla, de protegerla.

Antes de tenerla fuera de alcance, ella se giró hacia él una última vez.

- ?Cómo te llamas?- le preguntó alegremente, como si nada de lo que hubiese ocurrido en el pub fuese real. Como si aquello fuese un simple encuentro casual. Anonadado por el comportamiento de la chica, Vergil tardó un par de segundos en contestar.

- Vergil.

- Yo me llamo Alina.- dijo con aquella resplandeciente sonrisa fija en su rostro.- Espero volverte a ver.

- Entonces ?Qué estás buscando?- le había preguntado aquel hombre.

Vergil apretó fuerte los dientes, intentando aparentar indiferencia. No dejaría que el dolor del recuerdo se reflejase en su rostro ni por un solo segundo.

?Qué buscaba?

Buscaba una sonrisa, su sonrisa. La única que le había llegado hasta lo más profundo de su ser. La quería de vuelta y, aun así, sabía que nunca la recuperaría. Nunca la olvidaría, ni a ella, ni aquella hermosa sonrisas que siempre encontraba en su rostro... ni a su hijo.

Llevaba ya dos a?os con Alina cuando esta le dijo que estaba embarazada. Aquel día se sintió el hombre más afortunado del mundo y más aún, nueve meses después, cuando tuvo en sus brazos a su hijo: Nero. Había heredado su cabello plateado de él y los preciosos ojos azules de su madre. Un ni?o. Su hijo, suyo y de Alina ?Qué más podía pedir?

No perderlos nunca. Eso debió haber pedido. Haber conservado a aquellas dos personas a las que tanto amaba junto a él por todo el tiempo que le quedase de vida.

Habían pasado dos a?os desde que se convirtiesen en una familia de tres. El peque?o Nero había aprendido a correr antes que a andar. Era puro nervio. Nunca se estaba quieto. Siempre jugando y haciendo travesuras sin que aquella sonrisa que había heredado de su madre desapareciese. Fue aquella noche cuando ocurrió. Vergil se encontró con un grupo de demonios mucho más fuerte que los de los últimos día y le mantuvieron ocupado por más tiempo de lo habitual y, cuando volvió a casa... Decir que la puerta estaba abierta era un eufemismo demasiado suave. La habían arrancado de la pared. Ni siquiera quedaba puerta propiamente dicha. Instintivamente se llevó la mano a Yamato y la desenvainó, listo para hacer frente a cualquier cosa... cualquier cosa menos lo que encontró.

La casa estaba destrozada. Los muebles, las paredes... los cristales de la ventana estaban rotos y esparcidos por el suelo, encontró una espada de madera, el juguete preferido de Nero, roto en varios trozos y, lo que más le asustó, había manchas de sangre, sangre humana.

Y un grito, un grito de mujer, el mismo grito que escuchase ocho a?os atrás. El grito de su madre. El de Alina.

Una extra?a risa resonó en la casa, una risa que podía helarte la sangre de solo escucharla. Vergil echó a correr en la misma dirección en la que había escuchado ambas voces. En la oscuridad de la noche distinguió la silueta de un demonio con forma de payaso y, a los pies de este, el cuerpo Alina cubierto de sangre.

La rabia se apoderó de Vergil, haciendo que toda la disciplina y el control del que hacía gala en cada combate desapareciesen de un plumazo y se lanzase contra aquel demonio sin medir las consecuencias.

Le esquivó, tan rápido que a Vergil no le dio tiempo de girarse antes de que este le golpease, tirándolo al suelo y desarmándolo. Tomo a Yamato y le apuntó al cuello con ella mientras se ponía de rodillas, colocando la rodilla sobre su espalda para impedir que se moviese.

- Estuvisteis cerca, Vergil.- le dijo con un tono socarrón.- Podrías controlarlo todo, pero sin fuerza, no puedes proteger nada.- le murmuró, mientras dejaba de apuntar a su cuello para convertir a Alina en su nuevo blanco.- Ni siquiera a ti mismo.

Gritó. Gritó al ver como la katana se hundía en el cuerpo de la persona que más amaba sin que él pudiese hacer nada y, mientras gritaba, también escuchó las carcajadas de triunfo de aquel maldito demonio. La ira, el odio, el dolor... todos esos sentimientos tomaron el control de Vergil, haciéndolo estallar y, por primera vez en toda su vida, se sintió más demonio que humano.

Pareciera que el destino le hubiese jugado una mala pasada y ahora se riese en su cara... literalmente. El demonio desapareció sin que Vergil pudiera hacer nada. No había rastro de Nero por ningún lado, y Alina...

- Vergil.

La voz sonó ronca y fue apenas un murmullo, como si el solo hecho de hablar le supusiese un gran esfuerzo, y probablemente así fuese. Vergil se volvió hacia ella, se arrodilló y, cogiéndola con cuidado, la acunó entre los brazos. Respiraba con dificultad y no dejaba de echar sangre por la boca, lo cual le dificultaba a la hora de hablar.

- Tranquila, te vas a poner bien.- le dijo forzando una sonrisa intentando convencerse a sí mismo más que ella.

- Querían a Nero.- le dijo Alina sin apenas fuerzas.- Le dije que corriese, que no se preocupase por mí, pero había tantos demonios. No... No sé...

Tosió. Escupió sangre. Vergil sentía que le arrancaban el corazón del pecho. No podía perder a su mujer y a su hijo en una sola noche. Así no.

- No te vayas Alina.- dijo Vergil intentando tragarse las lágrimas que amenazaban con salir.- No puedes dejarme.

Por toda respuesta, Alina sonrió, con aquella sonrisa que Vergil tanto había amado y, en ese instante, supo que sería la última vez que la vería sonreír. Con las últimas fuerzas que tenía, alzó la mano para acariciarle la mejilla, manchándosela de sangre.

- Te quiero.

- Un demonio, que dejó embarazada a una mujer con la que tuvo gemelos. Esa es la historia, ?verdad?

Desenvainó a Yamato, deteniendo su avance.

Sí, buscaba el poder de su padre, el poder de Sparda. Aunque, para simplificarlo, buscaba poder.

Su mujer había muerto en sus brazos y su hijo también estaba muerto ?Qué más le quedaba que la venganza?

- Déjame, no te lo repetiré una tercera vez.

Sin importar el precio, sin importar lo que tuviese que hacer. No permitiría que nada ni nadie se interpusiera en su camino. Estaba dispuesto a hacerse más fuerte, a obtener más poder, sin importar cómo.

- Las personas temen el mal por instinto, pero, ocasionalmente, una persona puede verse seducida por el mal.

Se volvió hacia aquel hombre sabiendo lo que planeaba. ?l también buscaba poder. No había ido allí por casualidad. Sabía lo que ese hombre quería y como podría utilizarlo en su favor.

Envainó a Yamato, volviéndose hacia ese hombre. Fue entonces que se percató de lo que tenía en las manos. El libro que él buscaba.

- ?A dónde pretendes llegar?

- Comparte conmigo. La Historia de Sparda.

?Compartirla? ?Por qué no? ?l tenía piezas del puzzle, justo las que a Vergil le faltaban, pero las suyas nunca serían de aquel hombre.

El poder de Sparda era suyo. La venganza era para él. No permitiría que nadie se las arrebatase.


Si alguien ha leido un fic que tenía antes con el mismo título (Demon Legate) y ve que este prólogo y el segundo capi del otro son iguales, le diré que sí, es el mismo. El por que es simple: Hace unos días, releyendo el capi 2 de dicho fic y tras haber leido el resumen de Deadly Fortune y también inspirada por un doujin que llevo ojeando desde hace tiempo, se me ocurrió una historia pero necesitaba este capi para el prólogo.

Las frases en cursivas están extraidas casi literalmene de DMC3. Tambien deciros que en Deadly Fortune (una novela que cuenta la historia de DMC4 pero con mucho más detalle) se dice que Nero es hijo de Vergil (lo vi venir de mu lejos XD). También he leido algo de que la madre podría ser alguna prostituta y, francamente, ?alguien se imagina a Vergil diciendo: "Uhm... Voy a buscar a una prostituta a ver si me quito el calentón que tengo encima"? Vergil, a mi humilde parecer, es demasiado serio y formal para eso. No veo a Vergil tirandose a la primera que pille. A lo mejor es que tengo una vena romanticona del copon, pero me pareció más logico que la mujer con la que Vergil tuvo a Nero fuese una mujer a la que amase y luego perdiese de alguna manera. No creo que Vergil haya sido siempre tan frio. Algo le tuvo que hacer cambiar.

Por otro lado, que el demonio que se encuentrá Vergil tenga pintas de payaso no fue casualidad. Si según mi versión de los hechos, Vergil tenía una familia y esto era lo único que le importaba, el deseo de venganza por haberla perdido sería lo único que podría motivar a Vergil para buscar el poder de Sparda, cosa que obviamente le conviene a Arkham/Jester.

Pues eso es todo. Espero que os guste el fic y dejeis comentarios ^^

9 de Julio 2018

El capítulo ha sido reeditado, tanto para corregir algunas erratas (y no me extra?aría que siguiera habiendo alguna más ^^U Disculpadme si es así) como algunas incoherencias que había, productos de escribir tan rápido que al final ni se lo que escribo ^^U