La noche avanzaba rápida y sin piedad, imposibilitando de cualquier manera el escape de los chicos. Se detuvieron unos segundos y se escondieron detrás de un árbol, con la respiración agitada y algo sofocados.

-Nos van a encontrar.- aseguró un chico de cortas trenzas negras, pendientes en ambas orejas y un piercing en el labio de color negro.

-Que va Tom, no seas pesimista.- le contestó un rubio algo rellenito, con lentes y algo ausente.

-?Callense ya!- exigió el gemelo de Tom, cabellos largos y negros; debajo de los mismos, surcándolos tenía rastas blancas y delgadas.

Ruidos de pasos los sobresaltaron, haciéndolos mirar para ambos lados con pánico. El viento hizo revolotear unas hojas que se encontraban caídas sobre el pavimento y sus corazones se detuvieron al ver a sus cazadoras paradas en el medio de la calle, siendo iluminadas por la clara y blanca luz de la farola.

-Los vamos a encontrar Perrine, no te pongas mala.- dijo una de las chicas

-?Pero es que me hartan! ?Se escapan y se escapan! ?PARA QU?? Si saben que los voy a encontrar de igual manera.

-?Perrine, mierda! ?Calla que nos van a escuchar y van a correr despavoridos y se va todo por el ca?o!

El chico de cabello negro y rastas blancas emitió un peque?o chillido, haciendo que el rubio le tapara bruscamente la boca.

-Bill no seas necio.- murmuró con la mandíbula apretada, cohibido por el miedo.

Perrine levantó la cabeza, como si hubiera logrado olfatear a sus presas y suspiró, esbozando una malévola sonrisa de satisfacción.

-Están aquí.- susurró como si esas palabras fueran el inicio de una guerra.